Personas En Desplazamiento
Introducción
Desde el inicio de la civilización, los seres humanos han estado en desplazamiento. Algunas personas se trasladan en busca de pastos más verdes para encontrar medios de subsistencia, en busca de seguridad, por educación, en busca de empleo, para reunirse con familia, por comercio, para desarrollar negocios o simplemente por supervivencia. Otros se mudan para escapar de conflictos, guerra, violencia o persecución. Algunos otros se mudan por condiciones de vida adversas que fueron resultado de problemas socioeconómicos, desastres naturales o desórdenes políticos. La migración humana es una enorme realidad global hoy en día y todos se ven afectados por sus enormes repercusiones.
El desplazamiento humano ha surgido como uno de los problemas que define nuestros tiempos, pues ahora más personas viven en un lugar diferente al lugar en que nacieron que en cualquier periodo de tiempo registrado en la historia. La urgencia, la escala, el volumen, la velocidad y la dirección de la migración humana ha escalado a niveles históricos en las últimas décadas. A medida que nos acercamos al final del primer cuarto del siglo XXI, las personas en desplazamiento alrededor del mundo han aumentado a niveles sin precedentes. La migración humana se ha vuelto tan dominante desde 2000 que las Naciones Unidas designaron el 18 de diciembre de cada año como el «Día Internacional del Migrante» y declararon el 2015 como el «Año del Migrante».
El objetivo de este artículo es desarrollar un entendimiento comprensivo del problema actual del desplazamiento de personas y despertar a la iglesia global a entender la naturaleza diaspórica de la fe cristiana y las oportunidades misioneras que surgen del desplazamiento humano a gran escala. Espera ayudar a los cristianos a comprender cómo las personas dispersas están transformando y haciendo avanzar el cristianismo y espera movilizar y dar recursos a la iglesia global para que participe y aproveche a las comunidades diaspóricas en todo el mundo.
Mundo en desplazamiento: todos somos migrantes
Todos somos o migrantes o descendientes de migrantes. La historia de algún tipo de desplazamiento está entretejida profundamente en nuestro ser, al igual que para nuestros antepasados y así será para nuestra descendencia. Los seres humanos son una especie migratoria. Las sociedades, naciones, economías y políticas modernas han evolucionado a través de repetidos desplazamientos humanos. Las personas se mudan de las áreas rurales a los centros urbanos y luego a otras ciudades y países. Mientras algunas formas de actividad económica evolucionan con la esperanza de una mejor vida, otras se ven forzadas a mudarse para sobrevivir al enfrentarse con circunstancias amenazantes, violencia, inestabilidad o persecución.
Todas las investigaciones y predicciones de la migración predicen que la migración humana global seguirá a la alza en las siguientes décadas, y seguirá siendo un problema crucial en todo el mundo. El cambio a energía renovable, presión inflacionaria en economías nacionales, nuevas tecnologías de movilidad, vehículos autónomos, inteligencia artificial, robótica, etc. generarán inmensos daños en nuestro orden socioeconómico y no favorecerá equitativamente a todas las personas en cada nación, lo que a su vez aumentará la emigración en muchos países. Estamos en la cúspide de un salto cuántico en la movilidad humana con carros voladores, hyperloop y aviones supersónicos. La despoblación de algunos centros urbanos, el envejecimiento de algunas naciones y la reducción demográfica de algunos países provocarán desplazamientos masivos de población. Las pandemias, la inflación, el cambio climático, las guerras, etc. obligarán a más personas a explorar lugares más habitables en otras partes del mundo. Todo eso significa que en las próximas tres décadas se desplazará más gente que en los tres siglos anteriores.
Números en aumento: datos y tendencias
Es difícil encontrar una fuente confiable de los datos más actuales sobre la migración mundial. Las cifras utilizadas por legisladores, demógrafos, estadígrafos gubernamentales, científicos especializados en datos de censo, periodistas, organizaciones sin fines de lucro y el público en general difieren mucho en función de sus fuentes, definiciones, metodologías y en el propósito de sus informes. Otro hecho que dificulta esta tarea es que estos datos son dinámicos y están en constante movimiento. Contabilizar de forma regular a los migrantes de muchos tipos diferentes, en distintas partes del mundo, es casi imposible. Además, para cuando se publica cualquier informe sobre migración, éste puede considerarse obsoleto, aunque no por ello deja de ser útil en absoluto.
La Organización Mundial para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas realiza un seguimiento de las migraciones humanas desde todos los países y presenta cifras y tendencias mediante la publicación de un informe emblemático denominado “Informe sobre las Migraciones en el Mundo” (WMR por sus siglas en inglés).El WMR del 2022 estima que hubo 281 millones de migrantes internacionales en el mundo en 2020, lo que equivale al 3,6% de la población mundial. Solo una de cada 30 personas en el mundo es migrante y la gran mayoría vive en el país en el que nació, aunque muchos migran a otros lugares dentro de su país. En 2010, sólo había 220 millones de migrantes internacionales en el mundo (alrededor de 3,6% de la población mundial) mientras que en 2000 había 173 millones de migrantes internacionales en el mundo (lo que constituía alrededor de 2,8% de la población mundial). En 1990 había 152 millones (2,9%), y en 1980 hubo 102 millones (2,3%), mientras que en 1970 hubo 84 millones de migrantes internacionales registrados en el mundo. En 2020 se registraron unos 3900 migrantes muertos o desaparecidos en todo el mundo; esta cifra es menor a los 5900 de 2019, aunque el número real de víctimas será incontablemente superior y sigue aumentando año con año.
Figura 1: Migrantes internacionales por principal región de residencia 2005-2020 (en millones)
Actualmente Europa es uno de los mayores destinos para los migrantes internacionales, con 87 millones (30,9% de los migrantes internacionales), seguido de cerca por Asia con 86 millones de migrantes internacionales viviendo ahí en 2022. Norteamérica es el destino para 59 millones de migrantes internacionales (20,9%), seguida por África con 25 millones de migrantes (9%). En los últimos 15 años, el número de migrantes internacionales en América Latina y el Caribe ha aumentado a más del doble, pasando de unos 7 millones a 15 millones, lo que la convierte en la región con la mayor tasa de crecimiento de migrantes internacionales y el destino de 5,3% de todos los migrantes internacionales. Alrededor de 9 millones de migrantes internacionales viven en Oceanía, aproximadamente un 3,3% de todos los migrantes.
Puesto que la India se convirtió en el país más poblado del mundo en 2021, también tiene la mayor población emigrante en el mundo (18 millones). Los siguientes países que más emigrantes envían son México (11 millones), Rusia (10.8 millones), y China (10 millones). El quinto país que más migrantes origina es la República Árabe Siria con 8 millones, la mayoría como refugiados debido al desalojamiento a gran escala derivado de la guerra en la región durante la última década. Estados Unidos permaneció como el país de mayor destino de migración en el mundo en los últimos 50 años y en el 2022 tuvo 51 millones de migrantes internacionales. El siguiente destino más destacado es Alemania, con casi 16 millones de migrantes internacionales mientras que Arabia Saudita es el tercer país de destino, con 13 millones. Rusia tuvo 12 millones y el Reino Unido tuvo 9 millones de migrantes.
Figura 2: Los 20 principales destinos (izquierda) y orígenes (derecha) de los migrantes internacionales en 2020 (millones)
De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR, por sus siglas en inglés), a finales de 2022 había 108.4 millones de personas que fueron desplazados por la fuerza en el mundo como resultado de persecución, la violacion de los derechos humanos, la guerra, la violencia, o acontecimientos que alteran gravemente el orden público. Esto incluye a los refugiados, a los que fueron desplazados internamente, a los que solicitan asilo y otras personas necesitadas de protección internacional. En 2022 había en el mundo 35.3 millones de refugiados y 5.4 solicitantes de asilo. Los desplazados internos aumentaron considerablemente en los últimos años hasta alcanzar un máximo histórico de 62.5 millones de personas en el mundo en 2022. Alrededor del 52% de los refugiados proceden de tres países: la República Árabe Siria (19%), Ucrania (16%) y Afganistán (16%). Los principales países donde reciben refugiados son Turquía (3.6 millones), Irán (3.4 millones), Colombia (2.5 millones), Alemania (2.1 millones) y Pakistán (1.7 millones).
Figura 5: Personas desplazadas por la fuerza en el mundo 1992-2023 (en millones)
Todas las figuras y explicaciones anteriores no logran relatar el escenario de la migración mundial contemporánea de forma correcta y precisa. Las personas en desplazamiento son una realidad que cambia rápidamente en todo el mundo, y todas las figuras y gráficas están desfasadas y no reflejan la realidad sobre el territorio. Todos los datos citados aquí serán sustituidos por otros más actuales y se aconseja a los lectores que visiten las fuentes citadas para conocer las últimas cifras y tendencias de la migración mundial. Esto hace que el estudio de los migrantes y las comunidades de la diáspora sea extremadamente desafiante y a su vez apasionante, ya que el número de migrantes está en constante evolución y todas las tendencias cambian constantemente.
Encontrar la fe religiosa de las comunidades inmigrantes sigue siendo muy difícil. El número de iglesias de inmigrantes en los países occidentales es una realidad en rápida evolución que pasa desapercibida para los cristianos de los países que reciben refugiados y que, por lo general, no figura en las bases de datos cristianas. Dado que la mayoría de las iglesias de inmigrantes empiezan de manera informal en los hogares o utilizan instalaciones rentadas para celebrar cultos en lenguas extranjeras con fuertes vínculos con sus patrias ancestrales, es difícil determinar con precisión la proliferación de nuevas iglesias de inmigrantes en el mundo. El cristianismo en Occidente no está en declive, pero los inmigrantes de Asia, África y América Latina lo están revitalizando y transformando con un renovado impulso misionero.
Personas en desplazamiento y misión cristiana
Dios es soberano sobre la historia y la dispersión humana. El apóstol Pablo, en su discurso del Areópago en Atenas durante su segundo viaje misionero, afirma claramente:
De un solo hombre creó todas las naciones de toda la tierra. De antemano decidió cuándo se levantarían y cuándo caerían, y determinó los límites de cada una. Su propósito era que las naciones buscaran a Dios y, quizá acercándose a tientas, lo encontraran; aunque él no está lejos de ninguno de nosotros. Pues en él vivimos, nos movemos y existimos. Como dijeron algunos de sus propios poetas: “Nosotros somos su descendencia”. (Hechos 17:26-28)
El hecho de que Dios creara las naciones (Génesis 25:23; Salmos 86:9-10), proveyera el lenguaje y la cultura (Génesis 11:1, 6, 7, 9), determinara las dimensiones espaciales y temporales de nuestra habitación (Hechos 17:26) sirve a los propósitos misioneros de darle Gloria a Dios, de edificar a las personas y llevar la salvación a los perdidos. El desplazamiento hace que las personas sean inquisitivas de los demás, cuestionen sus sistemas de creencias heredadas —marginados en nuevos entornos— y busquen la devoción más allá de los dioses de la tierra y que vayan a un Salvador que es universal más allá de las deidades territoriales. La dispersión de personas está dentro del plan redentor de Dios para la historia humana. Desde la perspectiva de la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes, las diásporas son el cumplimiento del plan de Dios para una misión mundial que puede llamarse la “misionariedad de los creyentes”. Cada nación cuenta con la presencia, la participación y el poder (sea bueno o malo) de las diásporas (de corta o larga duración, o los que adquieren ciudadanía). Todos los misioneros son migrantes por tener que cruzar fronteras nacionales o culturales. Del mismo modo, todos los migrantes cristianos podrían considerarse misioneros en potencia, ya que llevan a cabo las funciones misioneras de difundir el evangelio de manera transcultural.
El término diáspora se utiliza ampliamente para describir a todas las personas que viven en un lugar distinto al de su nacimiento. Otra palabra griega asociada es ecclesia, que significa “reunión” y que a menudo se traduce como “la iglesia”. Dios reúne a los dispersos, mientras que los reunidos son dispersados para su misión en el mundo. La dispersión y reunión de personas son arquetipos gemelos que se corresponden, interrelacionan y se refuerzan mutuamente para entender la misión de Dios en el mundo en el contexto del siglo XXI, en el que el flujo, los recursos y la influencia de las misiones pueden surgir de cualquier parte del mundo y dirigirse a cualquier otra parte del mundo. Ahora que vivimos en una época sin precedentes en la historia del cristianismo en la que hay cristianos en cada país del mundo (entidad geopolítica, grupo no etnolingüístico), el evangelio ha llegado realmente a los confines de la tierra y está rebotando desde los bordes para cobrar un nuevo impulso en todo el mundo. La radical inversión de la composición cultural y demográfica de la iglesia mundial está dando un nuevo rostro al cristianismo y está forjando nuevas alianzas colaborativas que acelerarán las misiones mundiales en el siglo XXI.
El factor de la diáspora nos obliga a considerar el cristianismo como una fe universal de gran diversidad en su interior y un sano sentido de reciprocidad con los demás en el mundo. Acelera el avance del evangelio y la labor misionera cobra un nuevo impulso gracias a las diásporas. Permite que los márgenes se conviertan en nuevos centros del cristianismo sin dejar de ser locales en todas partes. Se trata de una misionología global empoderada pneumatológicamente que libera el potencial misionero de cada cristiano en todas partes para acelerar la misión de Dios en el mundo. La misión cristiana ya no es desde Occidente al resto del mundo, sino de todas partes a todas partes. Permite múltiples centros de cristianismo, y el flujo misionero se produce en muchas direcciones diferentes (policéntrico y omnidireccional). Todas partes se han convertido en campos misioneros y asimismo en una fuerza misionera.
Misiones de la diáspora
El campo de las misiones de la diáspora busca explorar los retos y oportunidades de las misiones cristianas entre los pueblos dispersos del mundo, teniendo en cuenta sus contextos culturales, sociales y religiosos únicos. Las misiones de la diáspora son formas y medios de cumplir la Gran Comisión ministrando a los pueblos de la diáspora y a través de ellos.
La misionología de la diáspora debe diferenciarse de la misionología tradicional en cuatro aspectos: perspectiva, paradigma, patrones y estilos ministeriales. Mientras que la misionología tradicional se definía geográficamente (extranjero contra local o urbano contra rural), la misionología de la diáspora no es espacial, puesto que las personas no evangelizadas ya no pueden definirse únicamente desde el punto de vista geográfico y no están sujetas a ninguna frontera o latitud nacional. Cuestiona numerosas estrategias de misiones establecidas —como la ventana 10/40— y las designaciones geopolíticas. La misionología tradicional se centraba en el paradigma del Antiguo Testamento de venir (gentil-prosélito) y el paradigma del Nuevo Testamento de ir (la Gran Comisión); en contraste, la misionología de la diáspora se centra en la realidad del siglo XXI, en la que se considera a las personas como un blanco en movimiento y las misiones como algo que se mueve junto al público al que se quiere llegar. En la misionología tradicional, el modelo de ministerio consistía en enviar misioneros y proporcionar apoyo financiero, mientras que la misionología de la diáspora reconoce una nueva manera de hacer misión entre y con la gente; es decir, en nuestras propias puertas y con cada cristiano como misionero.
La misión de la diáspora abraza la creciente realidad del movimiento masivo contemporáneo de personas que da lugar a un mundo interconectado y a la inevitable formación de comunidades diversas y multiculturales en distintos países. En consecuencia, los enfoques misioneros tradicionales, que se centraban principalmente en el envío de misioneros a países extranjeros, necesitan ahora implicar a las poblaciones de la diáspora en todas partes. Las antiguas naciones que enviaban misioneros se han convertido en campos misioneros y algunos de los emigrantes de los campos misioneros se dedican a alcanzar a sus compatriotas inmigrantes y a personas de las naciones donde los recibieron. El mundo ahora está en nuestras colonias y todos los cristianos necesitan despertar a esta realidad y equiparse para alcanzar a todas las personas en todas partes. La misión de la diáspora exige la necesidad de contextualizar el mensaje y las prácticas cristianas a múltiples contextos socioculturales y religiosos específicos en múltiples lugares simultáneamente. Requiere que todos los miembros de cada iglesia den cada día un testimonio cristiano dado por el Espíritu a todas las personas. Enfatiza el papel de los cristianos en los países anfitriones como constructores de puentes entre las comunidades de la diáspora y la iglesia local, actuando como defensores, mediadores y traductores, para facilitar el diálogo y proporcionar ayuda para integrarse bien en la sociedad mientras se transforma mediante las relaciones.
Además, las misiones en la diáspora suelen fomentar ministerios multilingües, ya que la mayoría de los migrantes conservan su lengua materna. Debido a que todos los asuntos espirituales comúnmente se perciben en las lenguas del corazón, el aprendizaje de lenguas extranjeras, la enseñanza de las lenguas dominantes de las naciones anfitrionas y la oferta de grupos pequeños y servicios religiosos en varios idiomas adquieren una importancia vital. Las misiones de la diáspora también reconocen, valoran y aprovechan los lazos transnacionales de las comunidades de la diáspora para tener un impacto en el reino mediante la creación de asociaciones con familias y con iglesias en sus países de origen ancestral.
La naturaleza de las comunidades de la diáspora —cuyas relaciones, recursos e influencias entre naciones trascienden las percepciones geopolíticas de las misiones— es muy transnacional. Las misiones de la diáspora implican un enfoque holístico que aborda las necesidades espirituales, sociales y las necesidades prácticas de las comunidades de la diáspora en un país extranjero mediante la prestación de servicios sociales, clases de idiomas, asistencia laboral y apoyo comunitario, además de compartir el evangelio, especialmente a los que fueron desplazados bajo circunstancias graves. Aborda cuestiones de identidad, pertenencia, solidaridad social y competencias interculturales a medida que las personas navegan por sus vidas en tierras extranjeras mientras gradualmente, con el paso del tiempo y de las generaciones, se asimilan a las realidades de anfitrión y mantienen (disminuyendo, para algunos) los lazos con sus patrias ancestrales. En general, las misiones de la diáspora abarcan una visión global y multidireccional del cristianismo donde las misiones ocurren desde todas partes hacia todas partes.
La misionología de la diáspora se divide convencionalmente en tres paradigmas. En primer lugar, la Misión a las Diásporas, que se centra en ministrar a los pueblos no alcanzados del mundo que ahora viven entre cristianos o cerca de ellos y en cómo las congregaciones de los países receptores pueden practicar las misiones en la puerta de su hogar alcanzando a los recién llegados a sus colonias sin necesidad de ir al extranjero. Los pueblos desarraigados y trasplantados están abiertos al evangelio en tierras extranjeras y no tienen ningún impedimento sociocultural ni inhibición para cambiar de adscripción de fe. Comparan y contrastan su fe heredada con la de los demás y se acercan al testimonio evangelico tras trasladarse a nuevos lugares, especialmente aquellos que proceden de regiones donde el cristianismo es una fe minoritaria o donde los cristianos son perseguidos. Las personas en transición son más receptivas al evangelio y necesitan la hospitalidad y la caridad cristiana.
El segundo paradigma es la Misión a través de las Diásporas, según la cual los cristianos de la diáspora evangelizan a sus parientes en sus países de adopción y a otros compañeros inmigrantes de otras partes del mundo. Estos inmigrantes actúan como misioneros transculturales, del mismo modo que todos los misioneros son emigrantes. Es el desplazamiento físico de los cristianos lo que hace que el evangelio se difunda a través de las culturas a nuevas personas en nuevos lugares. Por otra parte, los cristianos constituyen la mayor diáspora religiosa y están más dispuestos a “ir a los confines de la tierra” que otros, pues saben que encontrarán cristianos sin importar a donde vayan. El tópico “si eres cristiano, viajarás; y si viajas, te convertirás en cristiano” puede tener cierta validez.
En tercer lugar está la Misión más allá de las Diásporas, en la que los cristianos de las diásporas se dedican a llegar a los miembros del país anfitrión, ejercen una influencia misionera en las personas que se encuentran en sus países de origen o ministran a través de geografías y culturas a otros pueblos. Las personas de la diáspora son puentes interculturales con una capacidad y experiencia extraordinaria en múltiples mundos, que necesitan ser movilizados como misioneros autosuficientes para tener un impacto evangelico en sus entornos físicos inmediatos, así como en sus amplias redes relacionales. Se convierten en traductores naturales, siempre explicando un mundo al otro, transformándose así en evangelizadores de sus puntos de vista y creencias. Dado que el desplazamiento migratorio es fundamentalmente una experiencia teologizadora, tratan de responder a preguntas más profundas sobre la vida, el propósito y sobre cosas decisivas. Su vitalidad espiritual y sus conocimientos son un enorme activo para cualquier congregación existente en la sociedad anfitriona y están motivados para establecer nuevas comunidades de fe.
Las misiones de la diáspora no consisten únicamente en ministrar al 4% de la población mundial que son migrantes internacionales, ni es la última moda en estudios sobre misiones. Puesto que todos somos migrantes y no nativos de los lugares que llamamos hogar, debemos considerar la fe cristiana como diáspora. La fe cristiana siempre está en movimiento porque nuestro Dios está siempre en movimiento. Las doctrinas cristianas y la teología de las misiones tienen que reestructurarse como Dios en Movimiento (Motus Dei), porque todas las concepciones estáticas de Dios son idólatras, ya que son territoriales y opresivas, y hacen que sus devotos se queden inmóviles y sin vida. La fe cristiana no puede estar atada a un lugar, ni domesticada por ningún pueblo, porque su naturaleza es librarse de las prisiones en las que la encerramos. Ver a Dios como un ser vivo y en movimiento en una misión es coherente con la obra bíblica, histórica y continua de Dios en un mundo en movimiento.
Conclusión
El cristianismo es una fe misionera por excelencia, ya que es una fe que nació para viajar. De hecho, la movilidad de sus fieles y la naturaleza móvil de Dios son lo que hace que la fe cristiana sea transportable y traducible, ya que trasciende fronteras de todo tipo continuamente a lo largo del tiempo. Ver a Dios como un ser en movimiento y su obra en curso como resultado del mover de Dios es una forma útil de desarrollar una teología y una misionología para un mundo en movimiento. Los migrantes, las personas desplazadas y las diásporas están en la primera línea de la misión de Dios en el mundo actual. Así como fue evidente en las primeras épocas del cristianismo, las personas en desplazamiento son poderosos agentes de crecimiento, difusión y transformación de la obra de Dios en el mundo y seguirán moldeando el avance del cristianismo en el siglo XXI y más allá.
Nota
Este documento expositivo fue elaborado por la Red de Publicaciones de la Diáspora del Movimiento de Lausana; el autor principal es el Dr. Sam George y fue escrito en agosto de 2023. Este documento se desarrolló con las aportaciones del equipo de trabajo del equipo ejecutivo de la Red Mundial de la Diáspora, compuesto por el Dr. T.V. Thomas (Malasia/Cánada), Dr. Bulus Galadima (Nigeria/Estados Unidos), Rev. Barnabas Moon (Corea del Sur), Rev. Art Medina (Filipinas), Dr. Paul Sydnor (Francia), Rev. Joel Wright (Brasil/Estados Unidos), Dr. Elizabeth Mburu (Kenia), Dr. Hannah Hyun (Australia/Corea del Sur), Dr. Jeanne Wu (Taiwán/Estados Unidos), Dr. John Park (Corea del Sur, Estados Unidos) y el Dr. Godfrey Harold (Sudáfrica).
Notas finales
- UN Migration. “World Migration Report.” Access August 15, 2023. https://worldmigrationreport.iom.int/.