Etnicismo
Israel no era étnicamente homogéneo, por lo que la Biblia aborda con claridad la cuestión del etnicismo o etnocentrismo. En Lucas 10:33, un samaritano, un extranjero despreciado por el pueblo judío, fue quien ejemplificó la compasión. En Lucas 17:16, cuando Jesús sanó a los diez leprosos, un samaritano fue el único que regresó a Jesús con humilde gratitud. La historia de la torre de Babel en Génesis 11 muestra que Dios confundió la lengua de las personas según las relaciones familiares y las tribus, no según el color de su piel o sus características físicas. Lamentablemente, a lo largo de la historia, la gente ha interpretado la Biblia de manera inexacta para justificar la discriminación étnica y racial. Podemos ver un ejemplo de esto en Génesis 9, donde la maldición de Canaán como «siervo de siervos» se utilizó para justificar la esclavitud de los africanos. Muchos creían que los descendientes de Cam, que habían sido maldecidos, eran de raza negra. Este artículo examina la historia del etnicismo y el cristianismo, y analiza las implicaciones para los esfuerzos de la Iglesia y la gran comisión.
Historia del etnicismo en el cristianismo mundial
América Latina
Históricamente, el cristianismo se ha utilizado tanto para justificar el etnicismo como para luchar contra él. Las cuestiones raciales y étnicas han tenido una prominencia especial en América Latina y África en las épocas colonial y poscolonial. Cuando los conquistadores de España y Portugal subyugaron el nuevo continente a principios del siglo XVI, tomaron su trabajo como una cruzada religiosa y usaron la fuerza para cristianizar a los nativos. Además, esclavizaron a la población indígena y la explotaron con fines económicos. En 1552, Bartolomé de Las Casas, un sacerdote dominico, denunció las atrocidades de la esclavitud de los indígenas en su libro Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Su publicación tuvo un papel importante en la abolición del sistema esclavista indígena. Para compensar la falta de mano de obra indígena, los colonos españoles y portugueses comenzaron a importar esclavos africanos que llegaron a América Latina entre 1650 y 1860.
Una enorme industria esclavista africana dio lugar a la mezcla racial entre la población indígena, africana y europea. En ese contexto, se creó una estricta jerarquía racial que discriminaba duramente a los indígenas y a los esclavos africanos. Los colonos españoles y portugueses habían desarrollado actitudes raciales durante su cruzada religiosa contra los musulmanes que habían conquistado la Península Ibérica en el siglo VIII. Los cristianos europeos veían a los musulmanes de piel oscura del norte de África como intrusos y comenzaron a asociar la piel oscura con el paganismo. Durante la reconquista, el triunfalismo y el odio hacia los musulmanes de piel oscura alcanzaron su punto máximo en la Península Ibérica. La raza y la religión se entrelazaron intrincadamente, y los cristianos españoles y portugueses se pusieron a la defensiva de su fe cristiana y de su «pureza de sangre». A los indígenas y a los esclavos africanos se los trató como seres inferiores incapaces de tener una visión espiritual completa. Se les prohibieron muchos privilegios cívicos y religiosos, y se los separó de las personas de ascendencia europea. No se les permitió ser ordenados ni unirse a órdenes religiosas. Si bien el sistema de jerarquía racial ya no existe, en la actualidad, el etnicismo continúa afectando a las iglesias latinoamericanas.
Sin embargo, los cristianos latinoamericanos continuaron descubriendo formas nuevas y creativas de indigenizar el cristianismo y promover la liberación racial. Un buen ejemplo de ello es la Virgen de Guadalupe, una virgen indígena de América Latina. Según la tradición, se cree que la Virgen María se le apareció a Juan Diego, un trabajador indígena pobre de la Ciudad de México. La Virgen María, o Guadalupe, era una mujer indígena con su vestimenta latinoamericana. Ella le dio un mensaje de esperanza y compasión para todas las personas, brindando consuelo a los cristianos indígenas que habían sufrido la violencia de los colonos. La Virgen de Guadalupe es un símbolo de compasión, esperanza y liberación racial para los católicos latinoamericanos.
Africa
Las cuestiones raciales están muy entrelazadas en la historia de la Iglesia en África, sobre todo en Sudáfrica. En 1948, el apartheid se convirtió en ley oficial, lo que afectó todas las dimensiones de la vida de los ciudadanos sudafricanos. Se trataba del separatismo racial, por el cual se clasificaba a las personas según su raza y se las obligaba a vivir conforme a ello. Durante la década de 1950, una serie de leyes les impusieron a los africanos restricciones económicas, educativas, políticas y religiosas. Muchos defensores del apartheid argumentaban que sus fundamentos eran bíblicos, e incluso los líderes eclesiásticos apoyaban la separación de razas. Utilizando la analogía de la torre de Babel, los partidarios religiosos del apartheid sostenían que las iglesias, entre otras agrupaciones, debían estar separadas según la raza porque Dios había dispuesto la separación cuando creó a las personas de manera diferente.
El apartheid fue cuestionado en 1982 cuando la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas (AMIR) declaró que apoyar el separatismo racial era una herejía. La AMIR enfatizó la unidad de la humanidad común, en especial la comunión entre cristianos. En 1985, teólogos sudafricanos principalmente negros publicaron el Documento Kairos basado en la teología de la liberación. A partir de allí, otras partes del mundo comenzaron a cuestionar la injusticia racial en Sudáfrica, las iglesias y empresas estadounidenses iniciaron desinversiones y boicots económicos, y el sistema bancario mundial le negó los préstamos. El apartheid terminó de manera oficial en 1990 cuando el presidente sudafricano F. W. de Klerk excarceló a Nelson Mandela, líder del Congreso Nacional Africano que había estado encarcelado durante veintisiete años.
En 1996, Desmond Tutu y Nelson Mandela crearon la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), cuyo objetivo final era el perdón y la reconciliación, pero Tutu dejó claro que la verdadera sanación y reconciliación eran imposibles sin confesión y arrepentimiento. Muchos países africanos creen en la filosofía del ubuntu, que se refiere a la interconexión de toda la humanidad. Según esta ideología, todos los seres humanos son dependientes y responsables los unos de los otros, lo que enfatiza el aspecto comunitario de la experiencia religiosa. Tutu también utilizó el ubuntu como principal teología impulsora de la CVR.
En todo el mundo, el etnocentrismo, el racismo y la xenofobia siguen siendo un problema, y las iglesias tienen la capacidad y la responsabilidad de desempeñar un papel profético. Una investigación de Pew muestra que las generaciones más jóvenes son más conscientes de la conexión entre su fe y sus responsabilidades sociales, lo que demuestra que, para 2050, aumentará el compromiso de las iglesias en la lucha contra el etnicismo.
Implicaciones del etnicismo en el mundo y en la Iglesia
A medida que nos acercamos al año 2050, la intersección entre etnicidad, globalización y diversidad se vuelve cada vez más crucial. En esta sección, exploraremos el impacto de la etnicidad en la dinámica global, la Iglesia cristiana y la reinterpretación de la «Gran Comisión».1 La etnicidad presenta desafíos y oportunidades para la misión de unidad dentro de la diversidad de la Iglesia global. Esta época es fundamental para que la Iglesia aborde las identidades étnicas, las interacciones globales y los enfoques de evangelización. Un desafío clave es el papel histórico de la Iglesia en la opresión colonial.2 Abordar estos temas es vital para promover la paz mundial, la evangelización eficaz y el discipulado entre grupos étnicos. Comprender el complejo impacto de la etnicidad es esencial para las estrategias futuras alineadas con la Gran Comisión en un mundo pluralista.
Impacto en el mundo
El etnicismo, en el contexto de un mundo cada vez más globalizado, influye profundamente en el panorama sociopolítico global, lo que impacta a la Iglesia y su misión de la gran comisión con vistas al año 2050. La globalización, impulsada por los avances tecnológicos, facilita la interconexión y promueve el intercambio de ideas y tradiciones entre grupos étnicos. Esto reduce las posibles barreras y fomenta la comunicación efectiva y la cooperación, lo que beneficia el objetivo subyacente de la Gran Comisión. Además, favorece el diálogo intercultural, lo que transforma a la Iglesia en una comunidad socialmente comprometida, que traspasa fronteras y receptiva al evangelio más allá de las diferencias étnicas.3
Sin embargo, la globalización también puede exacerbar los conflictos y las divisiones étnicas. Las culturas dominantes y las corporaciones internacionales pueden marginar a ciertos grupos, y la migración puede provocar dislocación social, intolerancia y discriminación. Estos aspectos negativos desafían la misión de la Iglesia, creando desconfianza y hostilidad, y obstaculizando la difusión del evangelio entre grupos en conflicto. Es crucial reconocer el doble potencial del etnicismo para unir y dividir, y para ello se necesita un enfoque proactivo que dé forma a las relaciones globales y a las misiones religiosas, maximizando los impactos positivos y mitigando los negativos.
Impacto en la Iglesia
Las actividades misioneras en los países en desarrollo han enfrentado críticas por perpetuar el imperialismo y el colonialismo.4 Estas actividades a menudo eran vistas como parte del proyecto colonial, ya que demonizaban a las culturas locales como inferiores.5 Críticos como Musa Dube y G. M. Soares-Prabhu sostienen que los misioneros fueron, a sabiendas o no, agentes imperiales. Sus actividades fueron utilizadas para la dominación cultural, imponiendo valores y normas extranjeras, y socavando las culturas y lenguas indígenas.6 El objetivo no era sólo la conversión, sino también la aculturación a los estándares occidentales, reforzando la hegemonía de los colonizadores.7
Además, es necesario abordar las perspectivas históricas, en especial la naturaleza de género de la Gran Comisión. En contextos poscoloniales, esta comisión se ha utilizado para reforzar las estructuras patriarcales, marginando las voces de las mujeres y sus experiencias religiosas.8 En consecuencia, muchas comunidades poscoloniales han reinterpretado la Gran Comisión, separándola de los legados coloniales y patriarcales. La han reinventado como un llamado a la justicia social, a la liberación y a la reivindicación de las culturas indígenas y del liderazgo femenino dentro de la Iglesia.
A medida que el mundo avanza hacia 2050, se espera que la Iglesia global se transforme, en particular en la forma en que se percibe y se pone en práctica la Gran Comisión. El anhelo es que se avance hacia un diálogo más dinámico influenciado por diversas experiencias humanas en lugar de un enfoque estático. Se espera que el mandato misional de la Gran Comisión esté sujeto a una continua contextualización, reinterpretación y resonancia con las historias e identidades de las culturas locales. El objetivo es fomentar una interpretación más inclusiva y culturalmente sensible de la Gran Comisión, realzando su relevancia en un mundo cada vez más interconectado pero diverso.
Impacto en la Gran Comisión
La Gran Comisión, en el contexto del etnicismo, presenta importantes desafíos interpretativos.9 Comprender esto dentro del marco contextual de la Biblia es fundamental, sobre todo en lo que respecta a sus implicaciones para la evangelización con vistas al año 2050. Un elemento central de este discurso es la creencia judeocristiana de Génesis 1:26-27, que afirma que todo ser humano es creado imago Dei (a imagen de Dios), lo que establece el valor intrínseco de las personas independientemente de su origen étnico. Este principio aparece reflejado en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37),10 que desmantela los prejuicios étnicos y subraya el amor sacrificial hacia todos los prójimos. Dichas narrativas pueden guiar el diálogo intercultural y el respeto mutuo.
El libro de los Hechos de los Apóstoles ofrece otras perspectivas. La comprensión de Pedro en Hechos 10:34-3511 hace hincapié en la imparcialidad de Dios y promueve la inclusión, en contraposición a los prejuicios etnocéntricos. Las resoluciones del Concilio de Jerusalén (Hechos 15) y las afirmaciones teológicas en Gálatas 3:28 y 1 Corintios 9:20-23 presentan paradigmas inclusivos para el compromiso cristiano, que subvierten las relaciones de poder desiguales y desafían el etnocentrismo, al tiempo que preservan las identidades etnoculturales individuales.12
El etnicismo puede aprovecharse positivamente para tender puentes y promover misiones transculturales. La visión escatológica de Apocalipsis 7:913 ejemplifica una comunidad de fe que trasciende las fronteras étnicas. Dados los desafíos que el etnicismo plantea a la Iglesia, el modelo bíblico fomenta el reconocimiento del valor inherente de cada persona y aboga por la unidad y el entendimiento mutuo por encima de las divisiones étnicas. Este enfoque ofrece una estrategia con base teológica para abordar las relaciones étnicas dentro del testimonio cristiano global y la evangelización con vistas al año 2050 y más allá.
La comprensión de la gran comisión en contextos cristianos ha evolucionado de manera significativa, sobre todo en escenarios poscoloniales. Si bien se le atribuye el mérito de promover la educación y la atención médica a nivel mundial, su historia se ve empañada por casos en los que los misioneros, entrelazados con las potencias coloniales, alteraron las culturas y los valores locales. Esta asociación ha manchado las misiones cristianas con el pincel de la opresión colonial. A medida que el etnicismo aumenta en el mundo, la Iglesia enfrenta un momento crucial. Este aumento podría afectar de forma significativa e impredecible a las comunidades globales y al panorama religioso. Influenciadas por el etnicismo, estas dinámicas globales tienen efectos diversos e intrincados sobre cómo la Iglesia entiende e interpreta la Gran Comisión. El futuro, con el potencial de reducir o ampliar las diferencias, depende de la capacidad de la Iglesia para desarrollar teologías y éticas misionales que resuenen con las experiencias de las comunidades a las que sirven. Estas éticas teológicas deben ser transformadoras y alinearse con la misión de Dios de reconciliación, sanación, amor abnegado y justicia restauradora, aspectos centrales de la Gran Comisión.
Desafíos y oportunidades
La misión del Movimiento de Lausana de proclamar el evangelio, hacer discípulos, desarrollar líderes semejantes a Cristo y lograr que el reino llegue a cada pueblo y lugar asume la noción de que existen diferentes tipos de grupos étnicos. Un aspecto importante del movimiento misionero es el hecho de reconocer que las personas presentan diferencias en función del espacio y el tiempo en el que viven. Una forma de empezar a describir esta diferencia es a través de categorías étnico-raciales. Este artículo considera que las categorías étnico-raciales son generadas por diferencias concretas en la geografía, historia, cultura y economía política. Para este autor, la raza connota una construcción social de la identidad ligada a una diferencia fenotípica, mientras que la etnicidad connota una identidad construida socialmente relacionada con la cultura; para los fines de este artículo, me centraré en el uso de la lengua como característica principal de la cultura. Además, considero que el etnicismo es similar a los desafíos sociales del etnocentrismo y el racismo. El etnicismo, el etnocentrismo y el racismo son males sociales que la Iglesia cristiana debería tratar de evitar y mitigar.
El enfoque en la universalidad del evangelio
Desde la perspectiva del etnicismo, la gran comisión enfrenta dos desafíos. El primero de ellos es la noción de la universalidad del evangelio cristiano para todas las personas a través del espacio y el tiempo, sin particularidades étnicas. Es cierto que el evangelio cristiano tiene un alcance y un atractivo universal, especialmente cuando leemos Gálatas 3:28, que afirma que «ya no hay judío ni no judío, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús». Si bien el evangelio de Jesucristo es para todas las personas a través del espacio y el tiempo, podemos olvidar que nuestro testimonio de este evangelio siempre se comunica dentro de un contexto y una cultura particular y local.
Cuando evangelizamos, nunca proclamamos el evangelio en un lenguaje humano genérico y universal. El evangelio solo se proclama a través de la particularidad de una cultura y un idioma local. La inclusión en el cuerpo de Cristo a través de la fe en Cristo solo se logra mediante la obra individualizadora del Espíritu Santo dentro del idioma de una cultura local. Una característica distintiva de la fe cristiana es su traducibilidad ilimitada (Lamin Sanneh) a todos los grupos étnicos a través de métodos contextuales específicos. Por eso es fundamental para nuestra fidelidad a la Gran Comisión considerar siempre el atractivo universal del evangelio, pero solo a través de su comunicación socialmente encarnada. Cuando coincidimos en que la Gran Comisión solo puede lograrse a través de las lenguas locales (y no de un lenguaje genérico y universal), reconocemos el papel importante, significativo y necesario de la etnicidad. El carácter cultural y lingüístico de la fe cristiana (George Lindbeck) y, por lo tanto, la encarnación social y étnica del evangelio son rasgos no negociables de la Gran Comisión y de la transmisión de la fe. Si no reconocemos este carácter étnico apropiado de todos los esfuerzos de la gran comisión, nuestro énfasis en el aspecto universal de la Gran Comisión enmascarará nuestro testimonio étnico particular del evangelio. No existe el testimonio descontextualizado, incorpóreo o genérico del evangelio salvador de Cristo.
Confundir la identidad cristiana con la identidad étnica
El segundo desafío a la Gran Comisión es lo opuesto al primero. Una vez que el cristianismo es visto como una religión cultural y lingüística encarnada por y para grupos étnicos particulares que hablan idiomas particulares, la tentación (y por lo tanto el desafío para la Gran Comisión) es que esa identidad étnica se confunda con la identidad cristiana. Esto tiene formas múltiples y perniciosas, ya sea en la forma de nominalismo cristiano establecida por el Estado de la que se quejaba Søren Kierkegaard en el luteranismo danés, o en formas virulentas de nacionalismo cristiano cada vez más evidentes en lugares como Estados Unidos. Ser luterano o cristiano en la época de Kierkegaard era simplemente ser danés y, por lo tanto, ser cristiano solo de nombre (de ahí el nominalismo).
El entrelazamiento de identidades étnicas y raciales particulares con la identidad cristiana se produce en parte debido a la pérdida del carácter universal de la identidad cristiana que se reconoce como transversal a los grupos étnicos. Hay un sentido muy legítimo en el que la conversión al cristianismo supone cruzar una frontera hacia lo que la Biblia llama el pueblo de Dios (Jueces 20:2, 2 Samuel 14:13; Hebreos 4:9; Apocalipsis 21:3). Las Escrituras hablan del pueblo de Dios como un pueblo nuevo con una identidad nueva escrita en nuestros corazones a través del nuevo pacto (Jeremías 31:31-34) establecido por la sangre de Cristo. Los académicos han llamado a este lenguaje cristiano sobre la condición de pueblo una forma de razonamiento étnico (Denise Buell). Cuando la identidad cristiana se fusiona con la identidad étnico-racial, la identidad étnico-racial se bautiza y diviniza de forma problemática. Los pecados del espíritu humano se atribuyen entonces al Espíritu Santo, lo que daña el testimonio colectivo del cuerpo de Cristo.
En el primer desafío, los cristianos olvidan el papel que juega su identidad étnica en su identidad cristiana y en su deseo de hacer el bien en el mundo como cristianos. En el segundo desafío, los cristianos son conscientes de su identidad étnica particular y buscan dominar a otros grupos étnicos a través de la retórica cristiana.
El camino por delante: la naturaleza universal y particular del cristianismo
El camino por delante en medio de Escila y Caribdis como símbolos de los desafíos ciegamente universalizadores y perniciosamente individualizadores consiste en coordinar correctamente los rasgos universales y particulares de la fe cristiana. El camino por delante no es uno u otro. El cristianismo es una religión universal de salvación y transformación para todas las personas a través del espacio y el tiempo, y al mismo tiempo el cristianismo solo echa raíces en comunidades locales con prácticas culturales y lingüísticas particulares. No se trata de compromisos contrapuestos o excluyentes. La identidad étnica es esencial para comprender la identidad cristiana, pero esto no significa que no exista una identidad cristiana universal para todas las personas a través del espacio y el tiempo. La identidad cristiana nunca está separada de la identidad étnica, pero esto no significa que la identidad cristiana sea simplemente reducible a la identidad étnica. El mecanismo clave que coordina las características universales y particulares de la fe cristiana son las prácticas sociales de la Iglesia que son mutuamente reconocidas como prácticas cristianas a través del espacio y el tiempo por diferentes grupos étnicos. Esta es una afirmación sobre la catolicidad llena del Espíritu del cuerpo de Cristo. El desafío para la obra de la Gran Comisión es reconocer la obra radical y que traspasa fronteras del Espíritu Santo que continuamente ilumina al único Señor y Salvador Jesucristo (J. I. Packer).
En ocasiones la Iglesia católica enfrenta nuevos desafíos que requieren discernimiento y reconocimiento espiritual. Este reconocimiento no puede determinarse a priori, sino que debe discernirse espiritualmente a través de la oración y la comunión en congregaciones mixtas. Con el surgimiento de movimientos globales que reducen nuestro mundo a través del comercio y la tecnología, junto con la continua explotación y dominación de grupos étnicos marginados, el discernimiento espiritual de la obra del Espíritu Santo deberá continuar en encuentros como el Cuarto Congreso de Lausana de 2024.
Recursos
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Notas finales
- Aunque los fundamentos misiológicos y teológicos de la Gran Comisión están resumidos en los mandatos que Jesús les ordenó a los discípulos después de la resurrección en Mateo 28:19-20, la expresión «Gran Comisión», que ahora se usa como frase técnica en la teología y la misión cristiana, se popularizó y normalizó en el siglo XIX, en especial entre los movimientos misioneros protestantes. El término dio a los misioneros, evangelistas y teólogos legitimación para lo que consideraban un imperativo misionero. El misionero bautista en China y fundador de la Misión al Interior de China, Hudson Taylor, es citado a menudo como una encarnación de la Gran Comisión. «The Bible in Hudson Taylor’s Life and Mission, Part 1 & II» [La Biblia en la vida y misión de Hudson Taylor, Parte 1 y 2]. Global China Center. Recuperado de https://www.globalchinacenter.org/analysis/2014/03/28/the-bible-in-hudson-taylors-life-and-mission-part-ii.
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- Si bien Lamin Sanneh reconoce la complicada historia de recepción de las actividades misioneras en el África subsahariana, ha investigado ampliamente el legado colonial de las actividades misioneras y cómo las comunidades indígenas se reapropiaron de la «Gran Comisión» para legitimar la autonomía local y la preservación cultural. Sanneh también ha señalado, con razón, que la traducción de la Biblia a los idiomas locales no solo ha indigenizado el cristianismo, sino que también ha motivado, fortalecido y defendido las culturas y dialectos locales frente a la homogeneización colonial.
- La parábola del «buen samaritano» en Lucas 10:34-35 enfatiza el amor más allá de las fronteras étnicas.
- Hechos 10:34-35: «Pedro tomó la palabra y dijo: “Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos, sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia”» (NVI). Hechos 10:34-35 subraya la imparcialidad y la inclusión de Dios.
- El Concilio de Jerusalén y las enseñanzas de Gálatas 3:28 y 1 Corintios 9:20-23 ofrecen paradigmas cristianos inclusivos.
- Apocalipsis 7:9: «Después de esto miré y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de ropas blancas y con ramas de palma en la mano» (NVI).