Un retrato de Eurasia
Por muchos años, se ha considerado que esta región abarca solamente la antigua Unión Soviética, salvo por los países bálticos. Son doce los países a los que se ve, de forma directa o indirecta, a través del lente de la URSS. Esta simplificación ha llevado a asumir que puede retratarse al receptor del evangelio como un individuo postsoviético con alguna posible variación. En otras palabras, si uno pinta un individuo postsoviético, puede describir la obra misionera. Al ser Moscú el centro del espacio soviético, muchas organizaciones misioneras de los noventa consideraron que podían usar esta ciudad de trampolín para la actividad misionera. A principios de la década del 2000, quedó claro que Ucrania, y luego Moldavia, estaban convirtiéndose en un centro alternativo y, a menudo, mucho más exitoso, de influencia misionera. Los países de Asia Central, el Cáucaso y el Este de Asia pasaron a ser considerados campos misioneros. Al mismo tiempo, comenzaron a desarrollarse iniciativas misioneras independientes en países predominantemente islámicos de Asia Central y en Azerbaiyán.
En los últimos 15 años, la situación en la región cambió drásticamente. La invasión rusa de Georgia en 2008, el endurecimiento de la legislación religiosa en países de Asia Central durante 2008 y 2009, la anexión de Crimea en 2014 y la invasión a gran escala de parte de Rusia a Ucrania en 2022 han modificado por completo los vínculos misioneros existentes entre donantes y aceptantes en la región. Hoy en día, las iglesias que han perdido sus antiguas relaciones vuelven a necesitar que la iglesia mundial las ayude a cumplir con la gran comisión. En este sentido, es más necesario que nunca que exista colaboración y que las misiones tengan un enfoque policéntrico.
Además, la región está experimentando importantes cambios demográficos. Mientras que la población joven de Asia Central va en aumento, en Rusia y en los países de Europa del Este, la población va en declive y está cada vez más envejecida. El panorama de las diásporas también ha cambiado durante los últimos treinta años. La gente ha regresado en masa a sus tierras históricas. Las cuestiones de la identidad personal y nacional han pasado a primer plano, también para las iglesias evangélicas locales. Para llamar a los jóvenes a seguir a Jesús y volverse discípulos suyos, muchas iglesias han tenido que plantearse otra vez la pregunta de qué significa verdaderamente volverse discípulo en un contexto determinado.
El tema del discipulado es crítico desde la perspectiva de la teología local y el desarrollo de una nueva generación de líderes. Si para algunas personas este es un desafío que complica las actividades (en general para la generación mayor), para otras es un desafío que lleva a la creación de nuevos movimientos en la región.
Cristianismo policéntrico y la antigua Unión Soviética
El cristianismo auténtico es un proceso dinámico con ritmos de crecimiento, declive, transformación y cambios. Al igual que un organismo vivo, atraviesa distintas etapas: nace, madura, envejece y se renueva mientras florece de forma inesperada. Hoy en día, más que nunca, vemos aquello a lo que el misionólogo Andrew Walls llama «el desplazamiento masivo hacia el sur del centro de gravedad del mundo cristiano».1 En su libro, Walls muestra la adaptabilidad histórica del cristianismo a diversos contextos, culturas e idiomas y explica que se trata de una fe multifacética y en constante evolución. Por ejemplo, vemos cómo, en la antigua Unión Soviética, el cristianismo logró adaptarse a la era postsoviética con el surgimiento de líderes cristianos autóctonos y con el crecimiento de las comunidades evangélicas. Walls, basándose en la encarnación de Jesús, presenta razones teológicas para contextualizar el cristianismo y, de esta forma, ilustra la naturaleza migratoria del cristianismo y muestra su adaptabilidad como testamento de su vitalidad.2 Estamos totalmente de acuerdo con Walls. Creemos que este proceso de morir y resucitar tiene sus raíces en la cruz y la resurrección de Jesucristo. Las diversas manifestaciones culturales del cristianismo contemporáneo demuestran que tenemos la capacidad de integrarnos a distintos panoramas culturales, evitando el estancamiento y manteniéndonos relevantes.
Durante la era soviética, los cristianos de esta región se vieron fundamentalmente aislados de la comunidad cristiana mundial a causa de las restricciones políticas. Con la disolución de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín, surgieron oportunidades de asociación y colaboración. No obstante, muchas misiones y organizaciones cristianas, que se centraron principalmente en Europa Oriental y en el contexto cristiano ortodoxo, pasaron por alto las regiones con mayoría musulmana y, en particular, a Asia Central. Lamentablemente, las organizaciones cristianas occidentales suelen ver la región como una extensión del ministerio en Europa Oriental. Si bien hay una identidad euroasiática compartida en la región, es crucial reconocer la importante diversidad cultural, política, social y religiosa de la población. Nos alienta el surgimiento de líderes cristianos autóctonos, en particular dentro de las zonas de mayoría musulmana. Estos líderes, que están afrontando situaciones complejas como experiencias de conversión, opresión, persecución, marginalización social y diálogo interreligioso dentro de sus contextos únicos, son un faro de esperanza para la región. En la actualidad, cada vez se hacen más cosas para promover formas locales y contextualizadas del cristianismo y la misión en la región. Este cambio es una respuesta directa a años de desatención, años que los cristianos locales afrontaron (y que en muchos casos, aún afrontan) sin disponer de los recursos y el apoyo que se necesita para lograr un compromiso valioso con la comunidad cristiana local.
Aquel modelo predominante, el principal a la hora de vincular el cristianismo con las culturas eslavas y de Europa Oriental, está cambiando, como lo demuestran las historias de conversión de muchos indígenas de Asia Central. Prevemos que esta tendencia continuará, con cada vez más individuos de trasfondos islámicos que abrazan la fe en Jesús y establecen comunidades cristianas que reflejan sus experiencias culturales y religiosas. Aunque puede que estas comunidades se parezcan a las que ya existen en la región de Eurasia, tienen matices únicos marcados por su herencia cultural. El desafío para los diversos grupos evangélicos en la región de Eurasia consiste en fomentar la aceptación y el amor en medio de las diferencias. ¿Podemos aprender a celebrar las distintas expresiones de fe de unos y otros sin dejar de permanecer unidos como cuerpo de Cristo? Esta es una pregunta que llama a la reflexión y la acción sincera; es un llamado a la unidad y la aceptación ante la diversidad.
¿Cuál es la fuente de esperanza?
Durante el siglo XX, la población de la Unión Soviética confiaba en su sistema sociopolítico. La identidad nacional, religiosa y cultural desempeñaba un papel secundario, o era incluso una barrera, pues los individuos solo podían mejorar sus vidas dentro de su identidad soviética. En los noventa, tras la disolución de la Unión Soviética, los países euroasiáticos obtuvieron la independencia y se encontraron con un abismo ideológico, por lo que se volcaron a sociedades libres y democráticas, siguiendo a los países occidentales. Ante el crecimiento económico de la región, estos países se vieron con la necesidad de construir sus propias ideologías, lo que dio lugar a tensiones e incluso a una nueva oleada de conflictos militares en la región. En consecuencia, varias fuentes de esperanza, tales como el islam, el cristianismo, el budismo y las creencias tradicionales, así como el ateísmo, han entrado en agresiva competencia. Si hace dos décadas la elección de una religión o ideología era algo privado, hoy en día es una amenaza. En estas circunstancias, los cristianos evangélicos de Eurasia han afrontado dificultades para cumplir con la gran comisión porque, al invitar a las personas a confiar en Cristo, la gente percibía la propuesta como una invitación a formar parte del evangelicalismo estadounidense o a convertirse en partidarios de los llamados «valores occidentales». Además de esto, las iglesias evangélicas euroasiáticas no inciden demasiado en la vida social de sus miembros y solo buscan, en cambio, satisfacer vidas espirituales. Esto también da lugar a cierta desconfianza o falta de confianza en las iglesias como institución social.
¿Qué es la comunidad?
Ya hemos hablado de que la misión del siglo XXI ha adoptado una forma fluida, que permite que la influencia, los movimientos y los recursos misioneros se originen en cualquier parte del mundo y se dirijan a cualquier otra parte del mundo. Ahora debemos reconsiderar con cuidado nuestra forma de entender y vivir la iglesia como una comunidad. Este concepto de «misión líquida», acuñado por el misionólogo Andrew Walls, exige la existencia de «comunidades líquidas» que puedan estar a la altura de la fluidez y la imprevisibilidad de los flujos misioneros del siglo XXI. En este contexto, una «comunidad líquida» es aquella que se adapta, es flexible y responde a las dinámicas y las necesidades cambiantes de sus miembros y del mundo que la rodea. La región euroasiática está marcada por patrones dinámicos de migración y reasentamiento, injusticas sociales sistemáticas, corrupción estructural, falta de estabilidad, pobreza y desempleo. Todos estos factores contribuyen a que, en esta región con tanta diversidad, existan patrones de desplazamiento, que se ven agravados por el aumento de los conflictos y las acciones militares en la región. Estas condiciones empujan a muchos a abandonar sus hogares en busca de seguridad, recursos, espacios y oportunidades para tener una vida mejor en distintas partes del mundo.
Tanto la migración interna como externa son comunes en la región euroasiática, donde individuos provenientes de aldeas y zonas remotas se mudan a centros urbanos y los habitantes de las ciudades emigran al exterior. Ante esta realidad, la iglesia debe reconstruirse como una comunidad fluida, semejante a un río que fluye en distintas direcciones, sin límites en cuanto a los lugares de encuentro, las estructuras o los tiempos. Sin esta adaptabilidad, a la iglesia le resultará difícil responder a los desafíos de migración de la región, desafíos que, según lo esperado, se acelerarán en las próximas décadas. Es esencial que se vuelva a tener una comprensión simplista pero profundamente bíblica de la iglesia como una comunidad reunida. La iglesia debe abstenerse de sentir nostalgia por aquel pasado en el que sus salones estaban abarrotados y de condenar a quienes se fueron a otros lugares por distintos motivos. Más bien, debe ver los desafíos de la migración a través de un lente misionero, reconociendo las numerosas oportunidades que ahora existen para las misiones, oportunidades nuevas y nunca antes vistas, tanto a nivel local como mundial.
La fuente de inspiración para una iglesia tan líquida en la región euroasiática podrían ser las comunidades evangélicas autóctonas de Uzbekistán y de toda Asia Central. Estas comunidades suelen encarnar una forma dinámica de iglesia que no se ve regida por las ideas tradicionales que sostienen que las reuniones deben ser en un solo lugar, sino que hacen hincapié en las redes relacionales, la conectividad, el apoyo mutuo y la solidaridad. Demuestran una fluidez y adaptabilidad que les permite afrontar los desafíos de la migración y el cambio social y, al mismo tiempo, dan el ejemplo para que iglesias de todo el mundo reexaminen sus estructuras y prácticas teniendo en cuenta la naturaleza fluida de la misión en el siglo XXI.
¿Qué es justo?
Muchas comunidades evangélicas de esta región no se han comprometido de forma activa con la justicia social y el bienestar del pueblo. Tras la disolución de la Unión Soviética, esta región se ha sumido en graves asuntos e injusticias de carácter social, económico y político. La corrupción, la desigualdad, el desempleo, la opresión política y los asuntos de derechos humanos no solo han sido predominantes durante estos años, sino que también han adquirido una dimensión estructural muy profunda que deshumaniza la vida de muchas personas. Incluso tres décadas después de la caída del comunismo, los habitantes de esta región no han visto que sus vidas hayan mejorado y, en este sentido, no hay esperanza alguna. Aunque no sería del todo acertado afirmar que la misión de las iglesias evangélicas de la región euroasiática no está considerando estos asuntos en absoluto, puede decirse que no están llevando una esperanza significativa a estas áreas de la vida. Esto puede tener muchos motivos, pero podría sostenerse que la mayoría de estas iglesias tienen una comprensión muy estrecha de lo que es la misión de la iglesia.
Una misión holística es el resultado directo de convicciones teológicas holísticas, que se sustentan en el relato bíblico. La mayoría de las comunidades evangélicas de esta región no suelen hacer una lectura así de los textos bíblicos. Más bien, sus convicciones teológicas fundamentales suelen caracterizarse por la fragmentación, el dualismo y el misticismo. La teología sistemática proposicional es mucho más popular que la teología bíblica y a la misión holística se la suele asociar con el evangelio social. Debe haber un cambio significativo en nuestra manera de pensar y de llevar a cabo nuestra misión si queremos llevar transformación y sanidad a los que están sufriendo en esta región.
El establecimiento de la confianza
El establecimiento de la confianza es un asunto serio en Eurasia que marcará el evangelismo en la región durante las próximas décadas. En Eurasia, la competencia por la opinión de la gente sobre varios temas (en especial en el área de la geopolítica) se ha vuelto particularmente feroz. La gran cantidad de medios sociales que han surgido son la fuente de noticias y medios que la mayoría de las personas utilizan para comprender el trasfondo de las noticias. Casi todas estas plataformas, si no todas, se caracterizan por sesgos y desequilibrios, creados y financiados para definir la consciencia pública. Mientras que algunas personas se cierran a ciertas cosmovisiones y se limitan a consumir cierto contenido y grupos de medios, la mayoría de la gente se está acostumbrando a la idea de que no se puede confiar en ningún medio de noticias y que la verdad no se encuentra en ninguna parte.
Como seguidores de Jesús en la región de Eurasia, esta realidad nos desafía, pues la sociedad nos ve simplemente como un grupo que actúa en interés propio o como una organización que busca promover los intereses de alguien más. Por tanto, buscan sesgos en nuestras acciones y palabras y muestran así que desconfían de nosotros. Las acciones de algunos líderes religiosos que utilizan su autoridad para promover intereses que nada tienen que ver con la edificación del reino de Dios son un caldo de cultivo para esta desconfianza. A las instituciones religiosas se las percibe como organizaciones que se dedican a promover los intereses de actores principales en la arena geopolítica. Así, en varios lugares, como Ucrania, a la Iglesia ortodoxa se la ve como una herramienta para promover los intereses de Rusia y, en Rusia, a la Iglesia evangélica se la ve como una herramienta para promover los intereses de Occidente, lo que socava los esfuerzos de ambas iglesias por hacer avanzar el evangelio.
En este contexto, nosotros, como seguidores de Jesús, debemos tener especial cuidado de seguir los principios bíblicos que conforman la base de nuestra interacción con los medios de comunicación. Esto incluye revisar nuestra forma de tratar las plataformas de medios que difunden propagandas y noticias. Como discípulos y testigos de Cristo, nosotros mismos debemos pensar de forma crítica y analítica. Así podremos comprender y desenmascarar los mensajes con propaganda, discernir la superficialidad y los mensajes sesgados en los medios y, a través de estas cosas, lograr que el público confíe en que nos distingue la honestidad y la integridad en nuestras posturas. Es especialmente importante apoyar a ministros talentosos que puedan convertirse en la voz de la comunidad evangélica en el espacio de los medios, mostrándose como sal y luz, contrastando con aquel trasfondo general falso de propaganda que suele haber en las plataformas de medios.
A todos los cristianos en conjunto se les debería enseñar a adoptar una postura en el contexto de las propagandas y a ser luz, presentando el evangelio de tal manera que destaque sobre la falsedad y el sesgo general, reflejando aquella verdad que tan deseable es para quienes se sienten hartos de las propagandas y las mentiras.
Como seguidores de Jesús en el siglo XXI, no debemos renunciar a mostrar nuestra presencia en el espacio de los medios, pues para la mayoría de las personas hoy en día, ese es el principal modo de recibir información. Es necesario crear grupos de evangélicos en las redes sociales. Debe prestarse especial atención a la creación de productos visuales, ya que desempeñan un papel crucial en la percepción visual cuando se crea un afecto (una emoción que da lugar a una reacción física o mental) que lleva a no creer en la verdad o a afirmarla.
De esta forma, promoveremos una percepción del evangelio como una verdad objetiva que existe independientemente de nuestros conceptos sesgados, opiniones y creencias personales. Esto es especialmente importante para las próximas décadas, cuando, tras la era del posmodernismo, habrá un rechazo por la verdad objetiva, además de desconfianza mutua y confianza en los prejuicios universales. Los seguidores de Jesús no solo deben mostrar integridad en los espacios de los medios, sino también en sus vidas personales: deben mostrar coherencia en sus acciones con lo que comparten en las redes sociales y las plataformas de medios.
¿Cuáles son las nuevas tendencias demográficas?
Las tendencias demográficas de la región son sumamente diversas. Mientras que la población de países de Asia Central, como Uzbekistán y Tayikistán, no deja de crecer, la región europea está viviendo un descenso. Rusia es un buen ejemplo de esta tendencia. Estos cambios demográficos también se reflejan en las comunidades locales, donde algunas iglesias atraen a congregantes más jóvenes, sobre todo en las zonas urbanas. Sin embargo, estos cambios podrían generar brechas generacionales y conflictos intergeneracionales.
Discipular a los jóvenes de la región es un desafío cada vez mayor, pues la generación Z se caracteriza por una desconfianza general de las instituciones sociales, como la iglesia. Es urgente que nos centremos en la cultura juvenil, en particular en los entornos urbanos donde puede que no haya una influencia familiar muy fuerte. Si los pares se disciplinan unos a otros, pueden ayudar a que se cumpla la gran comisión al hacer discípulos y guiarlos.
La vida digital y las comunidades digitales y el ministerio en la era digital
Para las personas de todo el mundo, incluidos países de Eurasia, comunicarse con los medios digitales es una actividad cotidiana. Gracias a los avances tecnológicos, la distancia física no nos impide conectarnos con amigos, familiares, compañeros de trabajo y grupos de la iglesia. Hoy en día, la mayoría de los seguidores de Jesús en Eurasia se han involucrado con comunidades digitales de una forma u otra, lo sepan o no. Durante la pandemia, varias iglesia de Eurasia utilizaron Zoom para tener sus servicios de culto. Esto fue lo que impulsó el desarrollo de comunidades y ministerios digitales, así como la aparición de iglesias digitales en ruso y otros idiomas de Eurasia. Por un lado, esta situación abre nuevas oportunidades para difundir el evangelio y edificar el reino de Dios, pero por el otro lado, podría conllevar el peligro de la polarización, la rotura de la comunidad evangélica y la pérdida de la comunidad y del verdadero compañerismo, que ha sido una de las fortalezas del movimiento evangélico.
Si reconocemos que no podemos detener el crecimiento de las comunidades digitales en Eurasia, tenemos que pensar en cómo formar pastores y ministros para la iglesia, para que puedan servir en un entorno digital, tanto dentro como fuera de la iglesia, y en cómo mostrar empatía genuina a través de la presencia digital. Es necesario explorar la eclesiología comprensiva en el mundo digital. ¿Cómo podemos hacer que nuestra presencia digital sea significativa para atender a las personas y cultivar en sus vidas?
La llegada de la era digital ha cambiado radicalmente la manera en que las personas interactúan con distintas formas de información. La presentación digital de la información es cada vez más eficaz. Por tanto, es sumamente importante generar recursos que presenten información relacionada con el evangelio en formato digital. Un buen ejemplo es el recurso www.azbyka.ru, creado por la Iglesia ortodoxa rusa. Este recurso recoge las principales obras de todos los padres de la iglesia oriental y las obras de los teólogos y los representantes principales de esta iglesia.
De esta forma, la teología de la iglesia es accesible para que sea comprendida y estudiada. La iglesia evangélica también crea recursos similares, pero aún los presenta con una visión confesional estrecha.
La digitalización ha cambiado significativamente el mundo de la educación. Está surgiendo más interés por los cursos en línea, lo que refleja una tendencia importante en el aprendizaje de las próximas décadas. Como seguidores de Jesús en el siglo XXI, debemos aprovechar las oportunidades de la era digital para compartir el evangelio.
Dicho esto, es necesario que crezcamos en nuestro entendimiento de cómo discipular en la era digital para que no nos limitemos al éxito imaginario. La naturaleza de las redes sociales y de la promoción de contenido en internet permite alcanzar números grandes, formar a miles y llegar a millones con el mensaje del evangelio. Es importante que nos enfoquemos en hacer la diferencia en la vida de aquellos a quienes los ministerios digitales han impactado en lugar de limitarnos a las métricas basadas en el número de vistas y visitas de una página. El uso de la tecnología digital debe generar una transformación en la comunidad y un impacto real en el mundo. Una forma de medir esto es capacitando a quienes llevarán a cabo el ministerio de discipulado de forma competente en el mundo digital, permitiendo que el evangelio penetre en el corazón de las personas y les cambie la vida de verdad.
También existe el desafío de que haya mayor compañerismo entre las organizaciones evangélicas para que, en lugar de que se produzcan recursos digitales dispares, puedan crearse plataformas digitales de calidad que destaquen por su eficiencia y por su modo de transmitir el evangelio. Para ello habrá que moderar la ambición personal y aprender a aunar esfuerzos en pos de un objetivo común.
Notas finales
- Andrew F. Walls, The Missionary Movement in Christian History: Studies in the Transmission of Faith (Maryknoll, NY: Orbis Books, 1996), 78.
- Andrew F. Walls, The Missionary Movement in Christian History: Studies in the Transmission of Faith (Maryknoll, NY: Orbis Books, 1996), 10.