Sexualidad Y Género
La experiencia de la sexualidad y el género es fundamental para las culturas humanas, pero las actitudes hacia esta realidad universal varían de forma drástica a lo largo del mundo. Tanto el carácter universal como la división de este tema hacen que sea sumamente pertinente para la Iglesia mundial de hoy.
Aunque las experiencias y las opiniones sobre este tema puedan variar, nuestra referencia para evaluarla es universalmente aplicable e inmutable. La Escritura desafía a todas las culturas y a todas las facetas de la vida humana. La temática de la sexualidad y el género no son excepciones. Al evaluar estos temas, como con cualquier otro fenómeno, la autoridad definitiva es la Palabra de Dios.
Mientras que cada cultura trae su propia historia y visión a la mesa y tiene sus desafíos propios en esta área, para los propósitos de este artículo hemos elegido enfocarnos principalmente en las tendencias culturales del mundo occidental. Para bien o para mal, la cultura occidental afecta desmedidamente al resto del mundo a través de los medios, de las películas y de la exportación de la pornografía en internet. 1 Por esta razón, examinar las tendencias occidentales nos permite, en ciertas formas, comenzar a contracorriente de muchos fenómenos sociales mundiales. La siguiente descripción teórica y práctica brinda un contexto pastoral y misionero del evangelismo mundial.
Resultados mundiales de la revolución sexual occidental
Para comprender el pensamiento actual sobre género y sexualidad en Occidente, se debe examinar la revolución sexual de los años 1960 y 1970, la cual cambió las actitudes hacia el sexo y el género para socavar en definitiva las normas previamente establecidas. Dos factores importantes de esta revolución fueron los avances médicos que hicieron que la anticoncepción y el aborto fueran más fáciles y seguros, y los cambios en las actitudes sociales que aceptaron ambas prácticas.
Tanto la anticoncepción como el aborto separan la intimidad sexual de la reproducción, por lo tanto, separan el sexo del entendimiento tradicional y bíblico de las familias.2 Estas tecnologías médicas y las actitudes permisivas asociadas hacia la anticoncepción y el aborto hoy son parte integral de la debilitación de los programas de planificación familiar no solo en Occidente, sino también en otras partes del mundo.
La alegación general de la revolución sexual era que el bienestar individual, familiar y social se maximizaría si los individuos tuvieran una libertad sin límites para la expresión sexual. Esto dio lugar a que las prácticas antes estigmatizadas ganaran aceptación. 3 También facilitó una cultura en crecimiento de autogratificación del individuo la cual consideraba a las obligaciones tradicionales hacia la familia y la sociedad como formas anticuadas de «reprimir» la autogratificación individual. Esto conllevó un rechazo de las figuras de autoridad, un impulso agravado por escándalos sexuales institucionales que cuestionaron la integridad de las fuentes de autoridad. El ideal actual es la «libertad» de todas las restricciones externas como las expectativas familiares, las normas sociales, la biología y la autoridad divina.
A simple vista, puede parecer que esto llevó a sobrevalorar el sexo. De hecho, el sexo mantiene su antiguo lugar en el panteón de los ídolos de la humanidad. Pero, en definitiva, la sobrevaloración de nuestra propia autoridad y gratificación ha desvalorizado al sexo al punto de que su único resultado valioso es la autorrealización. Sin ninguna conexión con propósitos trascendentales, lo único que queda es complacerse a sí mismo: el amor al yo del que el apóstol Pablo le advirtió a Timoteo (2 Tim 3:2).
La búsqueda de la autogratificación, permitida por los desarrollos tecnológicos sexuales, ha alimentado un cambio mayor en las actitudes sociales. Al recurrir al trabajo de Charles Taylor, Carl Truman4 ha trazado los procesos sociales e intelectuales que han llevado a esta situación, y los describe como el desarrollo del «hombre psicológico» en una cultura de «individualismo expresivo». En su contexto cultural, el objetivo más alto es vivir como uno mismo por medio de la identificación y la expresión de la realización autodefinida. Por lo tanto, en un mundo individualista expresivo, la religión solo es valorada en la medida que facilite el cumplimiento del propósito de vida autodeterminado de un individuo.
Los efectos de esta revolución sexual son grandes, profundos y perjudiciales:
- Los índices de matrimonio y fertilidad se están desplomando a lo largo del mundo occidental.
- El comportamiento sexual promiscuo —cultura del sexo casual, «cultura de engancharse», poliamor, etc.— se incorpora en muchas culturas urbanas o jóvenes.
- La pornografía, la trata sexual asociada y las expectativas pornográficas del sexo se extienden de igual manera. Incluso el sagrado pacto del matrimonio a veces se redefine como una relación consensuada y no monógama.
- Las prácticas sexuales entre el mismo sexo se han generalizado en muchas culturas urbanas o jóvenes del occidente. Especialmente en la adolescencia, muchos jóvenes se identifican como bisexuales, ya que esto tiende a «dejar las puertas abiertas» para las relaciones. Sin embargo, al final, gran parte de estos jóvenes vuelve a las relaciones heterosexuales.5
- Cuando se trata de género, la propia biología ya no se considera una fuente de algún tipo de conocimiento absoluto sobre uno mismo; en cambio, es un accesorio que combina con los sentimientos y deseos individuales. Lo que comenzó como una condición médica extraña de transexualidad, se ha convertido en un fenómeno transgénero.
El camino por seguir
Todas estas tendencias contemporáneas van en contra a la sexualidad fiel y bíblica que promueve el florecimiento humano. Al mirar hacia el futuro, prevemos varios posibles escenarios que se desarrollan de las tendencias sobre la sexualidad y el género de hoy; escenarios que casi existen paralelos uno al otro. Es importante explorar estas posibles tendencias mientras consideramos respuestas ministeriales que guiarán a las personas de fe en Cristo y a un auténtico discipulado de reino.
Primer camino: libertarismo tecnocrático-individualista extremo
El primer camino se caracteriza por un individualismo radical en donde la autogratificación es más importante que los lazos entre la familia, los amigos y la comunidad. Esta sociedad rechaza de antemano la idea de que cualquier patrón de sexualidad saludable existe fuera de las preferencias individuales. Aquí, el individualismo reina en su propio universo, incluyendo el área de las relaciones sexuales. La tecnología media en las relaciones, de la más casual a la más íntima, mientras las personas buscan espacios y experiencias virtuales para una gratificación sexual y de comunidad. Creemos que las nuevas tecnologías de robots sexuales y el sexo virtual finalmente harán que el «otro» parezca innecesario para algunas personas en sociedades con recursos. La naturaleza virtual de las relaciones en este escenario hará un fuerte énfasis en la apariencia externa y promoverá el sexo casual y comercializado. Este camino también estará caracterizado por una mayor afirmación de la búsqueda del placer por cualquier medio; ya sea heterosexual, homosexual, pansexual o polisexual.
Esta forma de vida inevitablemente llevará a un aumento de la ansiedad, la depresión, los suicidios y el recurso de la eutanasia; fertilidad en declive y otros resultados desastrosos para los individuos, las familias y la sociedad en general. Desde un punto de vista teológico cristiano, esto se puede entender como la ley de la siembra y la cosecha, asociada con elementos del juicio divino activo (ver Levítico 18; Romanos 1).6
Otro desarrollo sería la normalización en curso de la ideología de género y el movimiento transgénero. Las tecnologías médicas que ya están en uso probablemente serán cada vez más accesibles y capaces de amoldar el cuerpo de formas que habrían sido difícil de creer una generación atrás. En algunos casos excepcionales, tales procedimientos pueden ayudar a aliviar casos graves de trastorno de identidad de género. Adelantamos que tales pasos estarán disponibles rápidamente para las poblaciones más jóvenes y que se ofrecerán no solo como una «necesidad médica», sino también como una forma de percibir la calidad de vida. Aunque se han hecho algunos esfuerzos para pausar esta progresión y llevar a cabo investigaciones más profundas y cuidadosas sobre estos desarrollos, prevemos que la norma será un mayor acceso.
Segundo camino: legalismo naturalista-comunitario
El segundo escenario es contrario al primero. Regula estrictamente la identificación y el comportamiento sexuales públicos de acuerdo con la fisiología perceptible y a las normas etno-comunitarias tradicionales estrictas. Hoy podemos ver indicios de este enfoque legalista riguroso, tal como la preferencia de Irán por la reasignación del sexo antes que la sexualidad homosexual y sus duras consecuencias por romper las reglas. Según este camino, la conformidad sumisa y obediente es más importante que vivir siempre según las convicciones personales sobre la realidad. Prioriza la fidelidad a los individuos, rituales/ritos y los símbolos que cargan con autoridad comunal. Este camino será difícil de mantener en cualquier sociedad que esté fuertemente influenciada por las normas culturales occidentales, pero puede atraer a ciertas personas que respondan con firmeza contra el primer camino.
Probablemente esto producirá una religiosidad moralista. En lugar de aceptar con alegría y gracia las normas bíblicas, el resultado sería una moralidad poco crítica y compartida que funciona como «religión». Dicha ideología generalmente lleva a la formación de una comunidad estable para los que comparten esa moralidad —para nuestro propósito, una ética sexual común— y excluye a los que no se asocian con esa moralidad.
Fuera de esa comunidad, la percepción de la universalidad de esa moralidad «religiosa» compartida y la presión para ajustarse a ella probablemente tendrán un impacto negativo en las minorías que no comparten esa moralidad religiosa —en especial, para nuestros propósitos, las personas que experimentan deseos no heterosexuales genuinos, pero quizás no deseados, y quienes quizás no se ajusten a los roles de género de la sociedad. Como consecuencia, esta religiosidad moralista aumentará la ansiedad, la depresión el suicidio y, por lo tanto, reforzará los prejuicios que se arrojan contra la religión y las formas tradicionales de comunidad (por ejemplo, la familia biológica extendida) como algo opresivo para el bienestar personal, lo que, a cambio, reforzará el llamado secular a abandonar la religión y la comunidad a favor de la autogratificación que caracteriza al primer camino.
Tercer camino: neoconservadurismo y un interés activo por la comprensión tradicional de la sexualidad y el género
El tercer camino podría describirse como volver a evaluar la revolución sexual. La revolución no ha cumplido sus promesas. En lugar de libertad y realización, las generaciones jóvenes han heredado un intenso quebrantamiento y vacío.7 Mientras algunos jóvenes aceptan la realidad, podemos ser testigos de un contragolpe contra estas ideologías, en particular en áreas en las que se demuestra la inconsistencia con el conocimiento científico y la realidad objetiva (por ejemplo, la estimulación de terapias de reasignación de género para menores y la negación de la humanidad de los fetos). En tal caso, los cristianos y los que no lo son pueden tener algo en común en su rechazo de los valores culturales dominantes. Ya existen elementos de esta cobeligerancia entre aquellos que se resisten y buscan limitar las formas más extremas de ideología de género que sostienen algunos defensores en el movimiento transgénero contemporáneo.
Este movimiento ya es fuerte en partes de la cultura occidental y podría ser un aspecto central del futuro, ya que las personas están decepcionadas y heridas por el camino libertario tecnocrático-individualista. Una subcategoría de este grupo serían las personas de fe que se están preguntando por su propia experiencia de sexualidad homosexual o de identidad de género discordante, y que están intentando encontrar las formas de vivir su vida según las normas bíblicas para el comportamiento sexual como testigos de la provisión de Dios. Sus vidas serán, como dijo una vez Eugene Peterson, «una larga obediencia hacia la misma dirección». Vemos este camino como una existencia más pequeña, tranquila y consagrada. Las comunidades de testigos fieles de la obra de Dios en sus vidas continuarán viviendo contraculturalmente a los mensajes de la autorrealización sexual.
El camino por seguir de la Iglesia
La iglesia debe responder a estas actitudes cambiantes por lo menos por dos razones. Primero, su respuesta debería reducir —quizás pueda detener o revertir— el declive de la sociedad hacia la autodestrucción. El amor de nuestro prójimo nos impulsa a buscar su bien, a pesar de su actitud hacia nosotros, hacia Cristo y hacia el evangelio.
La segunda razón surge de la primera. Los conceptos asociados con el marco cristiano para una sexualidad saludable —la idea de que existe una orden autoritaria dada por Dios y que es independiente de nuestras emociones y preferencias— son importantes para el evangelio cristiano, porque respaldan los conceptos del evangelio de Dios como Creador y del pecado como un rechazo hacia él y sus patrones para la vida. La plenitud sexual por sí misma no es el evangelio, pero la confianza en las actitudes bíblicas y cristianas hacia la plenitud sexual refuerza la confianza en el evangelio y empodera a los cristianos para vivir de manera consistente con lo que el evangelio pide, incluso en nuestra sexualidad.
Por lo tanto, los líderes de iglesias necesitan confiar de forma plena en la visión bíblica de la sexualidad para guiar con seguridad a sus congregaciones según esa visión, y para contradecir las declaraciones seculares. Las universidades teológicas necesitan brindar programas de enseñanza que integren la bondad y la belleza de la ética sexual bíblica como se presenta en todo el canon de las Escrituras, con la evidencia científica y la experiencia vivida que apoye esa ética bíblica.
La iglesia también debe estar atenta y ser sensible a los errores del pasado que han contribuido al tipo de marginalización y rechazo de los individuos homosexuales que caracterizamos en el segundo camino. Debemos estar dispuestos a identificar, desafiar y cambiar la marginalización en el nombre de aquel que solo usó su poder para salvar y servir. Somos llamados a acercarnos a ellos, no a alejarlos.
Para evitar las dificultades del primer camino, la Iglesia debe:
- Distinguir la iglesia fiel del cristianismo «progresivo» que rechaza la moralidad sexual bíblica en favor de la aceptación terrenal y, de esta forma, se vuelve apóstata.
- Demostrar la bondad y lo sano de la ética sexual bíblica, incluyendo el valor del autocontrol sexual; limitar los impulsos sexuales pecaminosos no es «represivo» sino que construye un carácter saludable y virtuoso. La castidad es una bendición.
- Distinguir la ética sexual bíblica del moralismo religioso del segundo camino destacando la prevención de la gracia divina salvadora y la justificación solo por fe. La salvación es por gracia, no por obras, y la santificación de nuestra sexualidad es un regalo del Espíritu de Dios.
- Preparar nuestro corazón y mente para las calumnias y el odio que recibiremos al rechazar al ídolo de la permisividad sexual y, en cambio, buscar la pureza sexual para la gloria de Dios.
Instamos a la iglesia para que adopte los enfoques antes mencionados para evitar ser arrastrados al camino legalista naturalista-comunitario, solo en reacción al camino libertario tecnocrático-individualista. La respuesta de la Iglesia ante cualquier cosa no se debe dictar con temor a las consecuencias, sino guiadas por la gracia y expresada en amor por Dios y por el prójimo.
Para evitar los elementos negativos del segundo camino, es imprescindible que:
- Destaquemos la perfección de la salvación divina en Cristo; es decir, que en Cristo Dios restaura incluso a los que han pecado contra la constitución de su sexualidad consagrada.
- Demostremos cómo la perfección de la salvación en Cristo excluye al simple moralismo, no situamos nuestra salvación por medio de la heterosexualidad o de la castidad sexual, ni tampoco somos «salvos solo por pureza» o «justificados solo por la heterosexualidad». En cambio, somos salvos solo por gracia y luego, en gratitud, llevamos una vida de fidelidad que incluye la sexualidad santa.
- Aceptemos a los que buscan de forma genuina y a pecadores sexuales verdaderamente arrepentidos, así como Cristo aceptó a los pecadores sexuales perdonados en su época. Esto incluye a aquellos que sienten, pero que no desean la atracción hacia el mismo sexo, a aquellos que navegan por la identidad de género y la fe, incluyendo a los que pueden haber hecho el cambio a lo que ellos consideran honestamente una medida salvadora, y a aquellos que pueden experimentar un arrepentimiento por el cambio de género y pueden —o no— buscar volver atrás.
- Estar preparados para soportar el odio irracional ocasionado por contradecir a los ídolos de la superioridad y de la arrogancia moralista.
Por último, recomendamos que los cristianos promuevan el tercer camino desarrollando métodos culturalmente sensibles de enseñanza de ética sexual bíblica y ayudando a los cristianos a desarrollar el tipo de carácter que puede resistir las presiones y persecuciones de cualquier tipo de cultura, ya sea la individualista-progresiva o la comunitaria-conservativa. Los cursos matrimoniales, la consejería bíblica, el discipulado sobre la sexualidad y la tutoría sólida probablemente sean áreas que la iglesia deba priorizar si quiere abordar la confusión, el quebrantamiento y las necesidades profundas de la gente moderna. Esto solo se puede lograr buscando verdaderamente comprender tanto la ética sexual de nuestra cultura como al misericordioso Señor, a quien le pertenecemos como cristianos.
La sexualidad y la Gran Comisión
El arco del drama bíblico va desde la creación, la caída y la redención a la consumación. Dios nos ha garantizado una vida «entre los tiempos» en donde toda la creación cae y pide por la redención de su estado caído. La redención solo ocurre en la obra de Jesús y esperamos la plenitud de la redención en la culminación de todas las cosas.
A veces se nos aconseja que hablemos menos sobre temas controversiales relacionados con la sexualidad y el género, y que nos enfoquemos más en las verdades centrales del evangelio. Estamos de acuerdo con que hay un valor estratégico en involucrarse en temas controversiales de forma selectiva y en los momentos adecuados. Sin embargo, somos llamados a enseñar todo el consejo de Dios, todo lo que Cristo nos mandó. Es decir, enseñar una ética sexual bíblica que represente todo el relato de la Biblia, desde la creación del hombre y de la mujer en el jardín del Edén, hasta el relato de la resurrección de la novia de Cristo. Y, como se dijo previamente, mientras que la plenitud sexual no es el evangelio, la confianza en las enseñanzas bíblicas sobre la sexualidad fortalece la confianza en el evangelio y nos empodera para vivir según sus principios.
Por lo tanto, los cristianos deben saber cómo obedecer a Cristo como personas sexuadas y de género. Además, debemos abordar las fuerzas destructivas como la industria de la pornografía y el uso de IA y tecnología como un reemplazo de la intimidad. También debemos identificar y arrepentirnos de cómo la gran comisión ha sido amenazada por los casos en que la iglesia usó mal el poder para dañar a las personas y comunidades homosexuales, incluso facilitando y cubriendo el abuso sexual.
El testimonio de cristianos nacidos de nuevo y renovados también será importante para la Gran Comisión, en especial para aquellos que —similar a 1 Corintios 6:11— pueden confesar haber tenido un cambio completo para bien de la visión de ellos mismos y de su sexualidad por medio de su relación personal con Cristo. Quizás sean cristianos que alguna vez consumieron pornografía, que cometieron abusos sexuales, que fueron promiscuos en la intimidad sexual prematrimonial o extramatrimonial, y así sucesivamente, quienes puedan testificar que Cristo sanó su sexualidad y les dio a sus vida una trayectoria diferente. Dios puede permitir que estos cristianos nacidos de nuevo estén, por así decir, orgullosos de Jesús. La obra transformadora del Espíritu Santo en la vida de estos creyentes puede ser un testimonio que dé vida para la obra salvadora de Cristo.
Pero también esperamos que haya muchos que viven igualmente de forma contracultural de una manera menos pública y visible. Estas personas no tienen menos confianza en Cristo y en su amor y perdón. Pero su vida, al menos en el área de sexualidad, está caracterizada no por una victoria perpetua, sino por una perseverancia fiel y a veces dolorosa. En su silencioso compromiso con Cristo y en la voluntad de superar sus impulsos internos por serles fiel a Él, se convierten en una contranarrativa encarnada de los mensajes de la autorrealización sexual mencionados previamente. Su compromiso contracultural será en sí mismo un testimonio vivo de cómo la costosa obediencia apunta en dirección de la aún más costosa, aún más obediente, obra de redención.
Oportunidades y desafíos para los esfuerzos de la gran comisión
La Iglesia se sostiene de la esperanza cristiana. En un mundo que está desorientado sexual y relacionalmente, el evangelio cristiano tiene un potencial hermoso y orientador de ser buenas noticias no solo para nuestra alma, sino para nuestro cuerpo y para la sociedad como un todo. Como todos los regalos de Dios, se supone que la sexualidad sea nuestra sierva, no nuestro señor. Con ese fin, somos mayordomos de nuestra sexualidad como un indicador de la esperanza cristiana.
In terms of the Great Commission, Christian hope can be embodied and conveyed most convincingly in the testimonies of those who faithfully steward sexuality and gender. This will include those whom Christ has redeemed out of trauma, abuse, addiction, disordered sexuality, and other effects of the fall on human sexuality, and who have by his power and grace cultivated a healthy sexuality in emotionally and spiritually safe and secure church settings.
En cuanto a la gran comisión, la esperanza cristiana se puede plasmar y transmitir de forma más convincente en los testimonios de aquellos que administran fielmente la sexualidad y el género. Esto incluye a los que Cristo redimió del trauma, del abuso, de la adicción, del trastorno de sexualidad y de otros efectos de la caída en la sexualidad humana, y a quienes —por su poder y gracia— cultivaron una sexualidad saludable en ambientes de iglesias emocional y espiritualmente seguros.
Varios peligros amenazan con impedir la búsqueda de esa esperanza. El primero es una tendencia potencialmente divisiva de esperar que la provisión de Dios sea de una forma en particular para todas las personas. El segundo es la tentación de atribuir el sufrimiento de otro o la debilidad a la persona o sus padres, como hicieron los discípulos (Juan 9:1-3). En lugar de que las complejidades de nuestra condición caída y las consecuentes formas diferentes de restauración divina sean un tema de división, ejercitemos la paciencia con el otro, involucrémonos en el discernimiento bíblico diligente y celebremos la redención divina auténtica dondequiera y comoquiera que se produzca.
También debemos estar atentos al atractivo de una cultura cristiana en la que los líderes tienen poca o ninguna responsabilidad, incluso sexualmente, y al desafío de aprovechar la tecnología para bien sin someterse a ella.
Con todo esto, la Iglesia debe practicar el «civismo convencido»,8 sujetándose con firmeza a los compromisos cristianos dentro de una sociedad diversa y pluralista mientras ejerce la cortesía, el respeto y la compasión hacia aquellos que no están de acuerdo con nuestra ética y prácticas de una forma diferente de vida.
Para recorrer provechosamente estas tensiones, debemos actuar desde una confianza renovada en:
- la sexualidad dentro del matrimonio monógamo de un hombre y una mujer como un misterio hermoso y un modelo de Cristo y la Iglesia (Ef. 5; Apoc. 19:21).
- una visión elevada de la soltería acompañada de apoyo práctico y espiritual para los que están solteros, incluyéndolos en las rutinas diarias de la vida familiar en el cuerpo.
- la aceptación de que todos los humanos hemos caído (Gn. 3) y tenemos deseos pecaminosos que no concuerdan con el propósito de Dios.
- la Iglesia como un lugar seguro emocional y espiritualmente para la transparencia y la humildad, donde los miembros puedan compartir y apoyarse entre sí, llevando las cargas del otro.
- discernir la diferencia entre un deseo no saludable, una disposición no natural y una acción perversa; debemos aceptar los dones de los seguidores de Cristo que han pasado fielmente por problemas relacionados a la sexualidad y al género, a pesar de sus deseos y disposiciones.
- el valor del autocontrol para inculcar un carácter resiliente y virtuoso.
- la realidad de nuestra esperanza gloriosa, los placeres de la vida eterna glorificada con Cristo en cuerpos inmortales resucitados.
La Iglesia entra en conversaciones sobre sexualidad y género con la expectativa de que el bien —que es el carácter natural de Dios— prevalezca. Nuestra esperanza escatológica en quién seremos se dirige hacia un destino final. La sexualidad o el anhelo humanos de realización en todos los niveles (eros) es una señal universal de que tal anhelo solo será satisfecho en la eternidad. La esperanza cristiana, plasmada en la castidad en la soltería y en el matrimonio, nos dirige hacia la visión eterna de la novia y el novio.
Referencias
- Harrison, G. (2016). A Better Story: God, Sex & Human Flourishing [Una mejor historia: Dios, sexo y desarrollo humano]. London: Inter-Varsity Press.
- Jones, S. & Jones, B. (2019). How and When to Tell Your Kids About Sex: A lifelong approach to shaping your child’s sexual character [Cómo y cuando hablar de sexo con los hijos: un enfoque permanente para formar el carácter sexual de los hijos]. Colorado Springs, CO: NavPress.
- Weerakoon, P. Youthworks Media. Recuperado de https://youthworksmedia.net/search?q=patricia+weerakoon
- The Center for Faith, Sexuality & Gender. Recuperado de https://www.centerforfaith.com
- The Sexual & Gender Identity Institute. Recuperado de wheaton.edu/sgi [Instituto de identidad sexual & género]
- Stott, John R. W. (2017). Same-Sex Relationships [Relaciones entre el mismo sexo]. The Good Book Company.Yarhouse, M. (2015). Understanding Gender Dysphoria: Navigating Transgender Issues in a Changing Culture[Entendiendo la disforia de género: transitar problemas de trasgénero en una cultura cambiante]. Downers Grove, IL: InterVarsity Press Academic.
Notas finales
- Rowland, D. L., & Uribe, D. (2000). Pornography use: What do cross-cultural patterns tell us? En D. L. Rowland y E. A. Jannini (Eds.), Cultural Differences and the Practice of Sexual Medicine [Diferencias culturales y la práctica de la medicina sexual] (pp. 317-334). New York City, NY: Springer.
- Las diferentes culturas ven a las familias de forma diferente. Algunos se enfocan más en la familia central del marido, la esposa y sus hijos biológicos. Otros incluyen a la familia extendida de los abuelos, tíos, tías, etc. Pero ambos conceptos priorizan la ascendencia genética común. Estás relacionado con tu familia por medio del ADN compartido. Ese ADN compartido creó obligaciones relacionales que era inmoral ignorar. Si no cumplías con tu deber filial, eras un «mal» familiar.
- Es importante notar que la promiscuidad heterosexual, la pedofilia, las experiencias discordantes de género y las relaciones entre el mismo sexo no son únicas a nuestro tiempo moderno. En cambio, estos fenómenos se encontraron, en mayor o menor medida, a lo largo de la historia y de las culturas. Los escritos de los primeros cristianos, como la enseñanza de los doce apóstoles, sugieren que muchos de esos comportamientos llegaron a ser denunciados en la cultura occidental por medio de la expansión de la iglesia cristiana (ver Enseñanza de los doce apóstoles, 2:2).
- Truman, C. (2020). The Rise and Triumph of the Modern Self: Cultural Amnesia, Expressive Individualism, and the Road to Sexual Revolution [El surgimiento y triunfo del yo moderno: Amnesia cultural, individualismo expresivo y el camino hacia la revolución sexual]. Wheaton, IL: Crossway.
- Brown, A. (2019, 18 de junio). Bisexual adults are far less likely than gay men and lesbians to be «out» to the people in their lives. Pew Research Center. Recuperado de https://www.pewresearch.org/short-reads/2019/06/18/bisexual-adults-are-far-less-likely-than-gay-men-and-lesbians-to-be-out-to-the-people-in-their-lives/
- Esto no significa que las diversas experiencias de sexualidad o género sean siempre, por sí mismas, una señal de condenación divina. Jesús, aunque no aprobaba el pecado sexual, protegió a los pecadores sexuales de ser castigados por los zelotes religiosos, les ofreció perdón en su nombre y los llamó a arrepentirse de su pecado y a vivir una vida de plenitud sexual (Lucas 7:36-50; Juan 4; ver también 1 Cor. 6:10-11). Algunas de las experiencias que tratamos son el resultado de la caída (o fueron posibles debido a la caída), pero no son el resultado de la desobediencia voluntaria individual. Pero el predominio y la celebración de este tipo de actitudes anti relacionales hacia el sexo y el género son señales de un retroceso social que se ha visto una y otra vez a lo largo de la historia humana.
- Harrison, G. (2016). A Better Story: God, Sex & Human Flourishing [Una Mejor Historia: Dios, Sexo y Desarrollo Humano]. Londres: IVP.
- Mouw, R. (2010). Uncommon Decency: Christian Civility in an Uncivil World [Decencia Inusual: Civilidad Cristiana en un Mundo Incivil]. Downers Grove, IL: IVP.