Las formas de la Iglesia en la era digital
Imagina que corre el año 1974, se está celebrando la primera reunión de Lausana, y alguien pregunta cómo será la tecnología en el 2023. ¿Quién podría haber imaginado hasta dónde hemos llegado? La tecnología cambia tan rápido, nos une a pesar de la distancia y el tiempo y nos hace mucho más conscientes del otro. ¿Quién sabe a dónde habremos llegado para el año 2050?
La serie de artículos «El estado Lausana de la gran comisión» incluye un número de artículos sobre el ministerio en la era digital. Nuestra contribución es un artículo sobre eclesiología que incluye reflexiones sobre los asuntos que deben ser considerados respecto al uso de la tecnología digital que hacen las iglesias al reunirse para el culto y la comunión. Estas reflexiones pretenden tener una perspectiva hacia el futuro, para preparar a la Iglesia para el mundo futuro de las próximas décadas. Esta es una tarea desafiante, no solo porque es difícil predecir qué innovaciones tendrán lugar, sino también porque es difícil predecir el impacto sociopolítico del uso de dichas tecnologías y de la adaptación de los usuarios a ellas. Lo que podemos hacer es ejemplificar el tipo de reflexión teológica que se necesita mediante el análisis de cuestiones relacionadas con las formas actuales de iglesia digital, y proponiendo posibles sugerencias. Dado esto, debemos repensar los desafíos, las fortalezas y las limitaciones que tenemos que considerar sobre el uso digital en general, en tanto avanzamos con la esperanza del evangelio y la base de las nuevas generaciones en la Iglesia.
Supuestos básicos sobre la tecnología
Para comenzar, es bueno señalar algunos supuestos básicos. En primer lugar, a partir de la doctrina cristiana de la creación puede extraerse una afirmación esencialmente positiva de la tecnología. Se puede plantear el argumento convincente de que la creatividad humana y el impulso por crear cosas derivan de la imago Dei. Es decir, existe algo innato en nuestro hacer que refleja la naturaleza del Dios creador. Si la tecnología es, en parte, una herramienta para aumentar la capacidad humana, entonces que Dios llevara los animales para que Adán los nombrara (Gn 2:19) se puede interpretar como un acto temprano de cocreación humana y de innovación tecnológica (lenguaje). Con esto, no intentamos sugerir que la tecnología tiene un rol preponderantemente positivo en la narrativa bíblica. Incluso al principio de Génesis se puede ver que se plantea una ambigüedad. Por un lado, el arca, una tecnología creada por el hombre, fue el conducto que Dios dispuso para la salvación ante una inundación de dimensiones inimaginables; por otro lado, una torre se convierte en el símbolo del orgullo desmedido y la codicia del hombre.
En segundo lugar, y a pesar de lo anterior, no podemos simplemente ver a la tecnología en términos utilitarios, como una herramienta que puede ser utilizada para distintos fines. A través de la tecnología, hacemos y recreamos el mundo, lo que genera nuevas culturas y entornos. Por eso, cuando nos reunimos para adorar, la tecnología moldea nuestros cultos e influye en nuestra experiencia en los mismos de maneras que son a menudo sutiles. Por ejemplo, en algunas tradiciones protestantes, ha habido una tendencia a simplificar la alabanza, para lo que remueven todo objeto u elemento visual que pudiera provocar una distracción de la verdadera alabanza. Sin embargo, ya sea que nos reunamos a alabar en un depósito de paredes desnudas o que nos reunamos en una catedral ricamente ornamentada, los entornos generados con estas dos tecnologías repercuten en la experiencia de culto de los fieles, aunque sean diferentes. Los distintos símbolos comunican y refuerzan distintos valores y teologías. Esto da lugar a la pregunta sobre qué tipos de espacios litúrgicos se crean cuando celebramos cultos en plataformas digitales.
Tipos de iglesia digital
Para permanecer fiel a su naturaleza y a sus tareas, es importante que la iglesia lidie con las implicancias de la adaptación digital y que reflexiones sobre los asuntos eclesiológicos en juego. La tipología quíntuple de iglesia digital propuesta por John Dyer nos brinda un marco analítico útil. Esta enfatiza, en primer lugar, que la tecnología de comunicación digital abarca una variedad de plataformas y que el uso que se hace de ellas y su impacto pueden diferir. En segundo lugar, subraya que la manera en que las iglesias negocian esto está vinculado a su tradición y a su perspectiva eclesiológica. Se analizan cinco tipos de iglesia digital:
- Iglesia en línea: Iglesias que utilizan sitios web, correos electrónicos, canales de redes sociales y software de administración para comunicarse y organizarse de manera efectiva.
- Iglesia de medios de radio y telecomunicación: Iglesias que siguen una lógica de teledifusión mediante la cual los servicios se transmiten mediante plataformas digitales pero las posibilidades de participación son limitadas.
- Iglesia interactiva: Iglesias que pueden utilizar videoconferencias para los cultos, pero que fomentan activamente la interacción con y entre los participantes.
- Iglesia híbrida: Iglesias en las que se puede participar de los cultos de manera presencial o en línea mediante la transmisión en directo.
- Iglesia de realidad virtual: Iglesias en las que los fieles se unen a reuniones en vivo en espacios digitales inmersivos en los que interactúan mediante avatares.
Es obviamente posible que cualquier iglesia dada cumpla con las características de varios de estos tipos. Muchas iglesias locales tienen presencia en las redes sociales o utilizan el correo electrónico para comunicarse, así como tal vez emiten sus cultos en directo. Además, los modelos de reunión y de construcción de comunidad ya sea en línea o de modo presencial están cada vez más interconectados. Muy a menudo, la tecnología se utiliza para complementar y profundizar las prácticas de las iglesias locales. Por ejemplo, generalmente se establece una comunicación digital para informar eventos presenciales u organizarlos; hay iglesias que ponen énfasis en un culto semanal presencial y que utilizan la tecnología para conectarse durante la semana; los grupos de WhatsApp sirven para movilizar la oración, y Zoom se ha vuelto un medio regular de encuentro para los participantes de grupos pequeños con una agenda apretada por motivos laborales o familiares.
Factores que influyen en la adaptación tecnológica
Cada uno de estos tipos de iglesia digital representa distintas eclesiologías. Las iglesias que son más jerárquicas en su estructura han tendido a adoptar el tipo de medios de radio y teledifusión cuando transmiten sus cultos. La lente de la cámara en estos cultos se enfoca en el pastor, que es visto como un mediador de la presencia de Dios con la gente. Otras iglesias más sacramentales, tal vez tipifican el estilo de iglesia en línea; sin embargo, dado el énfasis que se le da a la ubicación física de los cultos, son reacios a transmitir sus cultos en línea en directo. Las iglesias evangélicas con una eclesiología de «iglesia baja» tienden a usar la tecnología para fomentar la participación y, por ende, han buscado implementar el tipo de iglesia interactiva. La mayoría de las iglesias evangélicas argumentarían que los creyentes que se congregan en el nombre de Jesús conforman la esencia de la iglesia. Por eso, la construcción de la comunidad al momento de la reunión es esencial. Sin embargo, para muchos, la iglesia de realidad virtual va demasiado lejos. En la actualidad, este tipo de iglesias siguen siendo un fenómeno marginal. Los que están a favor de la iglesia de realidad virtual hacen hincapié en las oportunidades misioneras y las posibilidades de presentar el evangelio a aquellos que jamás pisarían una iglesia física.
Existen también consideraciones prácticas. Luego de la pandemia de COVID-19, muchas iglesias mutaron a iglesias híbridas, en un esfuerzo por alcanzar a quienes no podían participar de los cultos presenciales. Otras iglesias, hartas del estrés de la pandemia, abandonaron totalmente la transmisión en directo dado que la carga era demasiado grande. Otro factor a tener en cuenta es la demografía de la congregación. El nivel de recursos y el conocimiento impacta en cómo las iglesias locales adoptan la tecnología digital. Esto significa que las conversaciones sobre el uso que las iglesias hacen de la tecnología digital requiere de sabiduría teológica y práctica.
Como se ilustra en este documento, la adaptación de las iglesias a la tecnología depende de diversos factores, lo que lleva a distintas formas de iglesia digital. Esto demanda una negociación continua para poder entender mejor lo que nos brindan los recursos digitales y en qué pueden no alcanzar los ideales teológicos y bíblicos.
En consecuencia, lo que resta de este artículo se enfocará en los desafíos, las fortalezas y las limitaciones que debemos considerar sobre el uso digital en general.
Desafíos
Parte del desafío consiste en saber hacia dónde exactamente se encamina todo esto en las siguientes décadas. Hoy, se discute ampliamente sobre la inteligencia artificial y a dónde nos llevará. ¿Puede desarrollarse hasta el punto en el que sea una entidad en sí misma, con un pensamiento propio? ¿Llevará consigo el imprímatur de la ciencia y la tecnología de modo tal que todo valga, y tendremos que discernir sobre qué nos ofrece o cómo nos limita? ¿La facilitación de muchos procesos dejará a los humanos preguntándose qué harán para administrar mejor el mundo (como se nos pide en Gn 1 que sometamos la tierra de manera funcional)? Considerando todo lo que ofrece la tecnología, incluso en la iglesia, ¿podemos administrar sabiamente sus recursos? Parte de ese análisis requiere apreciar sus fortalezas y sus debilidades.
Existe otro desafío relacionado con la forma en que este medio procesa la información, que es bidireccional e interactiva. Esto significa que las personas publican información que luego circula en todo tipo de formas receptivas. La información no circula como un esquema conjunto, sino en partes, lo que hace que no sea verificada y, por ende, que la información y la desinformación puedan mezclarse. Se requiere que seamos diligentes para decidir qué debemos aceptar como información genuina frente a la información presentada en formas que no se corresponden con la realidad. El hecho de que la información funcione como un punteo de ideas planteadas de manera desordenada en vez de en un esquema, significa que pensamos y procesamos la información de manera diferente que en un libro. ¿Impacta esto en la forma en que emitimos, enseñamos y predicamos contenido bíblico para que la audiencia que está acostumbrada a procesar la información de un modo pueda absorber las enseñanzas de las Escrituras?
Por último, se presenta el desafío de quién tiene la palabra. Con esto, viene de la mano el tema del desequilibrio de recursos, que puede impedir que hablen algunos cuya voz necesita ser escuchada. Esto significa que los momentos de participación tendrán que ser deliberados y abiertos a estas voces. El mundo digital puede nivelar este campo para que la Iglesia universal pueda «reunirse». Cuando ocurra esto, debería existir la preocupación de que todas estas voces tengan la oportunidad de hablar y que se les dé acceso a compartir las conversaciones resultantes. El peligro yace en que aquellos que carecen de recursos no sean escuchados y sean marginados. Estas dinámicas continuarán —e incluso se exacerbarán— en la medida en que se desarrollan tecnologías que requieran recursos para poder ser utilizadas. En este esfuerzo se requiere intencionalidad.
Fortalezas
Uno de los puntos fuertes de la tecnología es la forma en que brinda acceso a las personas y entre personas a través de las distancias y las culturas. La Iglesia en su conjunto puede repensar cómo alcanzar a las personas en lugares remotos y cómo transmitir la gran cantidad de información con que contamos.
Dentro de las fortalezas, existe el desafío de que la información no es solo verbal, sino también visual, lo que significa que existe el riesgo potencial de que lo visual sea manipulado para que parezca verdadero algo que es falso o engañoso. Los días en que solo unas pocas voces de autoridad procesaban la información para nosotros han quedado muy atrás. Ahora tenemos nichos de información, auditorios repletos de voces y la posibilidad de que las voces escuchadas operen desde silos. ¿Cómo maneja la iglesia esta característica menos centralizada, en tanto la información se disemina en todas direcciones y husos horarios? Como Neil Postman escribió en su libro Tecnópolis: la tecnología cambia todo. Así como el sistema de calzadas romano unía al Imperio romano y permitió que el evangelio se diseminara con mayor facilidad, la tecnología abre distintos tipos de sistemas mentales de conexión. Pero dado que la tecnología está disponible en tantas formas puede resultar abrumadora, por lo que no solo debemos adoptarla, sino también reflexionar sobre ella. El Joshua Project estima que para 2035 todas las personas tendrán acceso a Internet. La mayoría de los nuevos usuarios estarán ubicados en lugares donde la exposición al evangelio ha sido mínima. Si consideramos esto junto con la posibilidad de la desinformación, ¿cómo puede supervisarse el acceso abierto? ¿Puede siquiera controlarse?
Ya estamos viendo el impacto de la tecnología en cómo hacemos iglesia y en cómo las personas se sienten en cuanto a asistir a reuniones presenciales. La pandemia de COVID-19 aceleró esta opción de cómo hacer iglesia, y en la actualidad muchas iglesias se reúnen de manera presencial y también lo transmiten en directo. Las personas eligen cómo participar y a veces mezclan la proporción de cómo asisten. Continúa sin resolverse la cuestión de qué se puede hacer y qué es lo mejor. Sin embargo, no es realista pensar que la opción digital desaparecerá, por lo que se necesita seguir debatiendo sobre las mejores prácticas. Esto incluye considerar seriamente cómo cruzar culturas con contenidos procedentes de una región del mundo a otra, así como qué refleja una cultura en detrimento de otra.
Limitaciones
Quizás las limitaciones básicas de la tecnología ya hayan sido señaladas. En primer lugar, el flujo de información es tan abierto que es difícil saber lo que es exacto y lo que no. Segundo, aún no se sabe a dónde puede llegar la tecnología ni lo que podría reemplazar en las distintas esferas. Si bien la Iglesia ha adoptado estos desarrollos culturales y busca su expansión de manera que sirvan al evangelio, hacerlo de manera en que realmente refleje y promueva el evangelio de manera sustancial requerirá el desarrollo de expertos que puedan ayudarnos a discernir lo que está ocurriendo, lo que se está desarrollando, y qué pueden significar estos desarrollos. La innovación sin esta reflexión podría ser contraproducente. Sin embargo, ignorar la innovación dejará a la Iglesia rezagada en cuanto a cómo alcanzar a las personas, cuando muchos grupos de diversa índole se esfuerzan al máximo y por todos los medios necesarios para influir en la forma de pensar y de vivir de las personas.
Cómo trabajamos para construir una comunidad genuina en medio de tales conexiones es otro desafío que puede verse como una limitación. Sin embargo, en la medida en que la tecnología aumenta su profundidad y capacidad de trabajo, algunos de estos desafíos pueden ser —y serán— minimizados. Para todos es obvia la diferencia entre las comunicaciones con los teléfonos fijos del pasado, que carecían de componentes visuales, y cómo hoy en día podemos con un iPhone permanecer en contacto de manera visual con los misioneros, los socios del ministerio, los amigos y la familia. Aún queda por verse cómo se expandirán dichas capacidades. Muchos de nosotros hemos desarrollado amistades y conexiones con personas y organizaciones en lugares donde nunca hemos estado físicamente. La tecnología hace que esto sea posible, y sus capacidades seguirán expandiéndose en esta dirección. Trabajar desde el hogar en vez de en una oficina en otra ciudad es solo un síntoma de todo esto. Cosas que años atrás resultaban poco probables o imposibles son ahora comunes. ¡Quién sabe qué depara el futuro!
Conclusión
Analizar hacia dónde nos dirigimos muestra que los desafíos, las fortalezas y las limitaciones no funcionan como compartimentos estancos, sino que interactúan entre sí a medida que la tecnología se desarrolla. La manera en que se desarrollan esas interacciones y los resultados que surgen de ella requieren de una reflexión continua sobre los principios que deberían regir su uso e implementación juiciosos. Algunos de estos principios son:
- Preocupación por la exactitud de lo que nos llega por la tecnología.
- Cómo el medio construye comunidad de manera significativa.
- Conciencia de la elección del medio y de cómo cada tipo moldea la percepción con su propio conjunto de fortalezas y debilidades.
- Cómo nuestras iglesias y organizaciones pueden alcanzar a personas que de otra manera serían desatendidas.
- Cómo nos mantenemos sensibles a las dinámicas interculturales, discerniendo qué voces pueden intervenir en nuestros esfuerzos para reflejar las contribuciones de toda la iglesia.
Tal vez el desafío más grande sea simplemente ser capaces de seguir el ritmo de cómo los recursos digitales llegan de forma tan abierta a un ritmo tan rápido. Esto significa que las personas que trabajan en el campo de la tecnología de la información no solo deben ser técnicos digitales, sino también personas que se desenvuelven en el medio. Los pastores y los líderes de las iglesias también tendrán que ser conscientes de estas cuestiones a la hora de tomar decisiones tanto a nivel local como confesional. También se le debe prestar atención a qué sitios nos ofrecen la mejor y la peor información. Por último, todos necesitamos cierto grado de conciencia digital para poder potenciar las fortalezas del medio a la vez que abordamos sus limitaciones.