Secularidad
Auge del secularismo
Se puede reconocer la secularización de una sociedad mediante el debilitamiento de la religión en la ideología de los ciudadanos, lo que se refleja tanto en las costumbres tradicionales como en las instituciones públicas. El término «secularización» expresa la tendencia de los individuos a desvincularse de toda referencia obligatoria a alguna afiliación religiosa. Al principio, nace como un fenómeno sociológico y, luego, en mayor medida, se manifiesta en la legislación, a medida que traduce la relación filosófica entre la religión y el Estado a términos jurídicos y políticos.
Resulta urgente abordar el tema del secularismo y su impacto, en especial por el aumento que ha experimentado, sobre todo, en países de Europa, Norteamérica y otras naciones «occidentales». La secularización, a menudo considerada en primera instancia en función de datos, se mide generalmente por el número de personas o el porcentaje de individuos dentro de una población que se identifican como ateos, agnósticos o sin afiliación religiosa, a quienes se conoce como «irreligiosos» o nones en el mundo anglosajón. Por ejemplo, una encuesta de 2021 del Centro de Investigaciones Pew descubrió que 3 de cada 10 estadounidenses se identifican como «irreligiosos». Según la misma investigación, el porcentaje de estadounidenses que se declaran cristianos descendió un 12% con respecto a la década anterior, mientras que el porcentaje de aquellos que no tienen ninguna afiliación religiosa ascendió un 10% en el mismo período.1
Una encuesta sobre religión en el Reino Unido ha demostrado que los «irreligiosos» son, de hecho, el grupo que está creciendo con mayor ritmo en la actualidad: el 53 % de británicos se identifican como personas no religiosas.2 En unas encuestas que se llevaron a cabo en Francia en 2004 y en 2011, el 44% de los encuestados respondieron «no» cuando se les preguntó si creían en Dios. Asimismo, en una encuesta similar del 2021, el 51% respondió que no creía en Dios, lo cual reveló un aparente incremento de personas que no creen en Dios.3
Un llamado a la contextualización
La palabra «contextualizar» se puede definir como «relacionar una acción o un hecho con las circunstancias políticas, económicas, históricas, sociales, artísticas y religiosas donde ocurrió» (Diccionario Larousse). De acuerdo a esta definición, contextualizar el evangelio significa ubicarlo en su contexto hebreo y grecorromano original; es decir, en el contexto del Nuevo y el Antiguo Testamento. Sin embargo, la teología y la misionología le han dado un significado más amplio: situar un hecho o una acción en cualquier marco, aunque no sea en su contexto original. Esta forma de contextualización es necesaria siempre y cuando el evangelio y la fe cristiana deban ser apropiados cultural y personalmente.
Este afán de presentar el evangelio de manera clara y de vivir con fidelidad dentro de cada contexto cultural resulta una tarea delicada. Si no existe un conocimiento sólido tanto del mensaje como de su contexto, nos exponemos a subyugar el mensaje divino a las sensibilidades de una cultura determinada o a presentar un mensaje incomprensible y, por lo tanto, impotente. Al cometer cualquiera de estos errores, deshonramos a Dios y exponemos a los portadores de su imagen a un daño terrenal y eterno. En cambio, si se lleva a cabo con sabiduría, la contextualización proclamará el evangelio de manera que tomará en consideración varias cuestiones (económicas, sociales, filosóficas, ideológicas o religiosas) del grupo de personas al que va dirigida. El resultado final de la contextualización debería ser una vida cristiana relevante que es devota a Dios y a Su Palabra.
Así como el esfuerzo misionero cristiano ha buscado contextualizar el evangelio por generaciones en las culturas locales de todo el mundo, debemos aprender cómo interactuar con los diferentes problemas y necesidades de nuestros entornos seculares (entornos que, gracias a la tecnología moderna, ya no son solo locales, sino también globales). De este modo, nuestro desafío se encuentra en desarrollar comunidades cristianas que alaben a Dios de una manera que sea auténtica y profundamente verosímil en un contexto secular mediante expresiones culturales apropiadas (palabras, conceptos, imágenes y símbolos).
En su obra seminal La era secular, el filósofo canadiense Charles Taylor presenta tres definiciones de «secular». También se puede considerar que estas categorías describen tres estados progresivos de un secularismo que va en aumento en la sociedad. Estas tres definiciones o estados se pueden resumir de la siguiente manera:
- El abandono de la práctica religiosa de la vida pública al ámbito privado.
- La escasa participación en la vida religiosa o el declive de las creencias religiosas de las personas.
- Por último, el paso de una sociedad o condiciones culturales «en la que era virtualmente imposible no creer en Dios, a una sociedad en la que la fe, aun para el creyente más acérrimo, es apenas una posibilidad humana entre otras».4
Es esta tercera condición (donde la creencia religiosa ya no puede asumirse por defecto por parte de los miembros de una sociedad o cultura) la que constituye «la era secular», tal y como la concibe Taylor.
Además, Taylor también describe cómo en la era premoderna, la presencia de Dios se veía (y se asumía) en el mundo natural, social y sobrenatural (o encantado). Con el rechazo que estos lugares comenzaron a tener por Dios, el lugar del significado y el propósito se situó dentro de «una nueva concepción del yo», un yo que ya no era «poroso ni vulnerable» al mundo sobrenatural de una deidad o deidades, sino más bien un yo «impermeabilizado» que confía «en nuestros propios poderes para llevar a cabo un ordenamiento moral».5 En otras palabras, el individuo sustituyó a Dios como fuente de autoridad, incluso a la hora de decidir si creer o no en Dios y someterse a Él. Como consecuencia, es esta condición de secularismo la que ahora impregna al Occidente.
De acuerdo a esta definición, el secularismo no se mide por la prevalencia (o falta) de religiosidad dentro de una sociedad, sino, más bien, por las condiciones dentro de las que toman lugar las creencias y las prácticas religiosas (o su ausencia). También se la identifica al secularismo por las condiciones culturales donde un compromiso religioso en general o a una religión determinada no son más que algunas de entre varias opciones que tiene una persona, quien incluso tiene la opción culturalmente viable de rechazar la religión en su totalidad.
Tales opciones llevan a (y surgen de) una libertad autodeterminada y a la búsqueda de la autenticidad.6 Mientras que la autenticidad a menudo se asocia con el relativismo completo y la subjetividad, sobre todo dentro del contexto de la modernidad, esta no es la única, ni tan siquiera la mejor, comprensión del concepto.
La autenticidad, que Charles Taylor define en La ética de la autenticidad como la expresión de «libertad autodeterminada», surgió como un ideal dentro de la modernidad tardía. Este valor surge en los ideales de la Ilustración,7 junto con el concepto del yo moderno y autónomo. El valor de ser moldeado y dirigido en menor medida por influencias externas que por internas coincide perfectamente con el auge del secularismo, como explica Taylor. Sin embargo, la autenticidad como un valor ofrece tanto un desafío como una oportunidad para la evangelización cristiana. Cuando se sigue la fe religiosa (de cualquier tipo) dentro del contexto de la autenticidad, es menos probable que esta sea nominal o se asuma por herencia familiar o tradición cultural.
El secularismo como una condición cultural demanda una opción. La tarea de evangelizar dentro de una era secular implica presentar el cristianismo no solo como una opción válida, sino también como auténtica. Debemos presentar la fe en Jesús no solo como un compromiso que se asuma o hereda, sino, más bien, como una creencia y práctica esenciales de la propia identidad. En la era secular, la conversión al cristianismo constituirá cada vez más no solo una conversión de una religión a otra o de no tener ninguna fe a tener esta fe, sino que se la entenderá como una expresión del auténtico yo. Esto presenta un desafío y una oportunidad al mismo tiempo. El cristianismo, dentro de la visión evangélica, es una relación personal con Jesús. Incluso la conversión implica también entrar a una comunidad de fe que es global, histórica y eterna. Esto constituye el epítome de la autenticidad ética.
La iglesia reunida y dispersa
En este contexto, ¿cómo pueden las iglesias preparar a sus miembros para que vivan su fe de manera auténtica? ¿Cómo pueden ayudar a sus miembros a llevar el evangelio al creciente número de personas que ya no tienen contacto alguno con la creencia cristiana, a veces desde hace generaciones? Estas personas secularizadas conocen muy poco sobre la religión en general y, a menudo, manifiestan una postura negativa hacia el cristianismo por considerarlo intolerante.
Si consideramos las últimas décadas en el mundo occidental, podremos observar cómo se han ido adoptando diferentes enfoques de la vida eclesiástica y la evangelización, por lo general, para reflejar las tendencias que se han desarrollado en la sociedad. Hasta los años sesenta, las iglesias eran más bien formales y se asentaban en santuarios, y la evangelización consistía en salir al mundo para tener contacto con no cristianos. Sin embargo, en los años setenta se dio un cambio que hizo que varios factores convergieran para que las iglesias estén más relajadas y así reducir las barreras para los interesados. En la evangelización, el lado «atractivo» de las actividades de la Iglesia pasó a tomar el papel central.
Sin embargo, en la sociedad secularizada de la actualidad, son pocas las personas que sienten interés por la Iglesia, incluso por aquellas iglesias que apuntan a ser acogedoras y culturalmente relevantes. De este modo, surge la siguiente pregunta apremiante: ¿Qué clase de iglesia debemos aspirar a ser en un contexto secular?: Nuestra esperanza consiste en ser una iglesia saludable donde los cristianos puedan aprender a vivir su identidad autentica los unos con los otros y en sociedad. En este contexto, son dos los caminos que se exploran cada vez más:
- Reenfocarnos en lo esencial
- Desarrollar una relación correcta entre la iglesia reunida y la dispersa.
El primer desafío será, sencillamente, reenfocarnos en lo esencial. En términos concretos, y buscando permanecer fieles a la enseñanza bíblica esencial, una iglesia sana podría definirse de este modo: una comunidad de creyentes redimidos, cuyo centro es el evangelio, que están aprendiendo a amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente y con todas sus fuerzas (Marcos 12:30) y que están aprendiendo a amar a su prójimo (Marcos 12:31) en su contexto cultural.
Dicho de otra manera, estas tres dimensiones de una iglesia sana necesitan desarrollarse en simultáneo:
- El aspecto espiritual: amar a Dios.
- El aspecto social: amar al prójimo.
- El aspecto social: en el contexto geográfico y cultural de la iglesia.
Las primeras dos dimensiones se refieren a lo que Jesús enseñó cuando le pidieron que identificara el mandamiento más importante. La tercera fue el desafío continuo que los cristianos tenían que enfrentar en cada contexto cultural nuevo a medida que la Iglesia se extendía de Jerusalén hacia el Imperio romano pagano y, más adelante, hasta los confines de la tierra. Como la historia de la Iglesia lo ha demostrado, este desafío de contextualización no sólo ha sido geográfico, sino también cronológico, pues las culturas se han desarrollado a lo largo de los siglos.
Al mismo tiempo, en un contexto secular, la relación entre la iglesia reunida y la dispersa pasa a convertirse en un tema clave en el contexto secular. El término «iglesia reunida» se refiere a los cristianos que se reúnen (incluso en línea), mientras que la «iglesia dispersa» son los cristianos que afrontan su día a día en la sociedad.
La iglesia reunida equipa y motiva a los cristianos a vivir su vida cotidiana de manera auténtica como la iglesia dispersa con sus redes de relación habituales: con sus familias (en el sentido más amplio), sus colegas o compañeros de estudios, su comunidad local (vecinos, eventos locales, incluso política local), y sus actividades de ocio y amistades.
Las Escrituras aclaran este asunto: «No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacer algunos, sino animémonos unos a otros» y «preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras» (Hebreos 10:24-25). Los cristianos nos reunimos como máximo un 3% de la semana para ayudarnos a vivir el 97% del resto de nuestras vidas. Queremos responder al llamado de Jesús y vivir las enseñanzas de Cristo con fidelidad, de tal manera que sus enseñanzas resulten atrayentes para nuestros contemporáneos. Debemos orar para que Dios abra los corazones y nos guíe hacia quienes lo buscan.
Las relaciones son primordiales en este afán. Dios es amor y ha vivido en amor mutuo entre las tres personas de la Trinidad por siempre. Nosotros, como humanos, somos la imagen de nuestro Dios eterno y esencialmente relacional. El desarrollo de relaciones de amor entre los cristianos, así como con quienes nos rodean, está en el centro del plan de Dios para la humanidad y, por tanto, constituye la base tanto de nuestra vida eclesial como de nuestra evangelización.
Preparación de los mensajeros
Es importante que nuestros cultos semanales (que son los momentos principales en los que los miembros de la iglesia se reúnen) se adapten a nuestros contextos seculares. Además de una cálida bienvenida, será necesario que los cultos tradicionales incluyan no solo los ingredientes motivadores de la adoración y la enseñanza bíblica, sino también una forma intencional de discipulado que apunte a preparar a los cristianos a ser la iglesia dispersa.
Para esto, será necesario impartir enseñanzas sobre asuntos culturales contemporáneos, que fomentarán la sabiduría y el coraje necesarios para vivir en un ambiente hostil. Dicha enseñanza debe ser deliberadamente apolítica ya que el propósito es ayudar a los cristianos a comprender los asuntos desde una perspectiva bíblica fundada en la historia de la Iglesia. Además, los líderes de la Iglesia le comunicarán a la congregación que cada miembro tiene un papel importante en condición de misioneros (personas enviadas a su entorno diario). Podemos utilizar el acrónimo ACME como ayuda para recordar nuestros objetivos a la hora de reunirnos.
- Adoración: admirar asombrados la gracia de Dios para con nosotros.
- Cuestiones: capacitar a discípulos para que vivan en el mundo actual.
- Misión: enviar a la congregación para que sea la iglesia dispersa.
- Escrituras: enseñanza bíblica.
¿Por qué es tan importante recurrir a cuestiones de la actualidad durante las reuniones semanales de la Iglesia? Porque la verosimilitud es el factor clave cuando se trata de la misión en un contexto secular. Aunque se analice que secularismo significa opción, este análisis pasa a ser teórico cuando se trata de la fe bíblica, a la cual, por su carencia de verosimilitud, no se la ve como una opción factible. Las «estructuras de verosimilitud» que Peter Berger describe suelen excluir al cristianismo en la sociedad secular contemporánea. Por lo tanto, para muchos, la fe bíblica ni siquiera se encuentra en el horizonte de lo que es concebible y se descarta sin pasar por una examinación. La apologética cristiana del siglo XX ha hecho de la credibilidad su punto de partida («¿Es esto verdad?»). Sin embargo, en la sociedad secular actual, las personas necesitan una evidencia visible y tangible para la fe cristiana y, en la mayoría de los contextos seculares, el único lugar donde la gente podrá hallar esa evidencia será en su relación diaria con personas cristianas. En concreto, el mensajero precede el mensaje, por lo que la iglesia reunida tiene esta función tan importante de preparar a los mensajeros. De este modo, proponemos a continuación tres áreas donde la preparación es más crítica.
- Comprender los temas: Una reciente encuesta francesa descubrió que el 85% de los cristianos no sabía qué decir cuando sus colegas del trabajo mencionaban temas actuales.8 Los líderes de las iglesias deben brindarle a los cristianos las herramientas para entender a la sociedad, para vivir su fe con convicción, y para saber cómo dar respuestas razonables.
- Dar testimonio: En un mundo donde se buscan reseñas en internet y recomendaciones de personas influyentes para tener una guía sobre todo tipo de temas (desde productos hasta relaciones y filosofías), el consejo de Blaise Pascal cobra sentido: «Hacer que [el cristianismo] sea algo atractivo, hacer que los hombres buenos anhelen que sea verdadero, y demostrarles, luego, que lo es». Este enfoque del evangelismo es particularmente relevante si se considera cómo se llega a influir sobre las personas hoy en día. Las recomendaciones de los usuarios tienen un papel central en la toma de decisiones de las personas, y los cristianos son usuarios que recomiendan la fe en Jesús.
- Fomentar una nueva estructura de verosimilitud: Demostrar la verosimilitud de la fe cristiana en cualquier ámbito de la vida, como las artes, los medios de comunicación, los negocios, el derecho, los servicios sociales, la ciencia, etc. El misionólogo británico Lesslie Newbigin escribió algo que resulta muy perspicaz: «El Evangelio da origen a una nueva estructura de verosimilitud, una visión radicalmente distinta de aquellas que moldean todas las culturas humanas al margen del Evangelio. De este modo, la iglesia, como portadora del Evangelio, habita una estructura de verosimilitud que está en discrepancia con, y que pone en tela de juicio a, aquellas que gobiernan todas las culturas humanas».9 Al incorporar una estructura de verosimilitud conforme a la realidad que Dios creó, los cristianos demuestran sentido y convicción, y producen cambios en el mundo, lo cual es un proceso intrínsecamente evangelizador.
En conclusión, este enfoque prepara a los cristianos para vivir su identidad auténtica en el mundo actual y también hace que su fe sea verosímil para los no cristianos. En la sociedad secular, el evangelio debe seguir siendo lo primordial, por encima de otros sellos de identidad como el tipo de música que reproducen las iglesias. Las relaciones definen las aspiraciones de las personas hoy en día, por lo que las iglesias deben encontrar maneras prácticas de animar a sus miembros a poner en práctica las decenas de versículos del Nuevo Testamento que incluyen las palabras «los unos a los otros». En especial, en el contexto de la evangelización en un ámbito secular, debemos tener presentes las palabras de Jesús: «De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros» (Juan 13:35).
Recursos
- Berger, P. (1999). El dosel sagrado: Para una teoría sociológica de la religión. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
- Brown, D. (2023). Reconnect Your Church: A Practical Handbook for Church Revitalization [Reconecte su iglesia: un manual práctico para la revitalización de la iglesia]. Londres: IVP.
- Fellows, A. (2022). Smuggling Jesus Back into the Church: How the World Became Worldly and What to Do About It[Contrabandeando a Jesús en la iglesia: cómo el mundo se volvió mundano y qué hacer al respecto]. Londres: IVP.
- Hudson, N. (2019). Scattered and Gathered: Equipping Disciples for the Frontline [Dispersos y reunidos: preparando a los discípulos para la primera línea]. Londres: IVP.
- Kenmogne, M., & Pohor, R. (2021). Vivre l’Évangile en Contexte. Yaundé, Camerún: Conseil de Institutions Théologiques d’Afrique Francophone.
- Noble, A. (2021). You Are Not Your Own: Belonging to God in an Inhuman World [No eres tu propio dueño: pertenecer a Dios en un mundo inhumano]. Downers Grove, IL: IVP.
- Smith, J. K. A. (2014). How (Not) to Be Secular: Reading Charles Taylor [Cómo (no) ser secular: leyendo a Charles Taylor]. Cambridge, Reino Unido: Eerdmans.
Notas finales
- Smith, G. A. (2021, 14 de diciembre). About Three-in-Ten U.S. Adults Are Now Religiously Unaffiliated [Aproximadamente 3 de cada 10 adultos estadounidenses no están afiliados a ninguna religión]. Pew Research Center. Recuperado de https://www.pewresearch.org/religion/2021/12/14/about-three-in-ten-u-s-adults-are-now-religiously-unaffiliated/
- Waite, H. (2022, 11 de noviembre). The Nones: Who are they and what do they believe? [Los irreligiosos: ¿quiénes son y qué creen?]. Theos. Recuperado de https://www.theosthinktank.co.uk/research/2022/10/31/the-nones-who-are-they-and-what-do-they-believe.
- York, J., & Thompson, H. (2021, 23 de septiembre). Less than half of people believe in God in 2021, French poll finds [Estudio francés descubre que menos de la mitad de las personas creen en Dios]. The Connexion. Recuperado de https://www.connexionfrance.com/article/French-news/Less-than-half-of-people-believe-in-God-in-2021-French-poll-finds-how-to-find-an-English-speaking-church-service-in-France.
- Taylor, C. (2014). La era secular (Introducción). Barcelona, España: Gedisa.
- Ibid., capítulo 1.
- Taylor, C. (1994). La ética de la autenticidad. Barcelona, España: Paidós.
- Ibid., 28-29.
- “Vivre et dire l’Évangile au travail”: encuesta organizada por el CNEF (Consejo Nacional de Evangélicos de Francia) y presentada en público en noviembre de 2021.
- Newbigin, L. (1989). The Gospel in a Pluralist Society [El Evangelio en una sociedad pluralista]. Grand Rapids: Eerdmans.