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Aumento De La Carga De La Deuda

Bob Doll & Timothy Wong

La creciente crisis de la deuda

En relación al PIB mundial, la deuda mundial ha pasado de cerca del 100 % en 1970 a más del 250 % en la actualidad, y el ritmo de aumento se está acelerando (véase el Gráfico 1). La deuda pública mundial aumentó más de un 10 % en 2022, fundamentalmente a causa de EE. UU., Japón y China, pero la gran mayoría de los países siguió contrayendo deudas. Los costos de servicio de la deuda aumentaron más de un 15 % a medida que aumentaron las tasas de interés. En gran parte, se puede atribuir la acumulación de la deuda pública desde 2007 a las dos grandes crisis económicas que han sufrido los gobiernos: en primer lugar, la crisis financiera mundial y, posteriormente, la pandemia del COVID-19.

La ola de acumulación de deuda posterior a la crisis no ha tenido precedentes en cuanto a tamaño, velocidad y alcance en los mercados emergentes y las economías en desarrollo. Oleadas similares en el último medio siglo dieron lugar a crisis financieras generalizadas en estas economías. En consecuencia, las autoridades deben permanecer alerta ante los riesgos que plantean unos niveles de deuda nunca antes vistos.

En 2020, el mundo experimentó el mayor aumento de la deuda en un año desde la Segunda Guerra Mundial, con un incremento de la deuda mundial que alcanzó los 226 billones de dólares, mientras el mundo se veía afectado por una crisis sanitaria mundial y una profunda recesión. La deuda ya era alta antes de la crisis, pero ahora los gobiernos deben enfrentarse a un mundo con niveles de deuda pública y privada sin precedentes.

Sin embargo, la dinámica de la deuda varía notablemente de un país a otro. Las economías avanzadas y China fueron responsables por más del 90 % del aumento de la deuda de 28 billones de dólares en 2020. Estos países pudieron ampliar la deuda pública y privada durante la pandemia gracias a las bajas tasas de interés, la actuación de los bancos centrales (como las cuantiosas adquisiciones de deuda pública) y unos mercados financieros muy consolidados. Pero la mayoría de las economías en desarrollo se encuentran en el lado opuesto de la brecha financiera, teniendo que hacer frente a un acceso limitado a la financiamiento y, a menudo, a tasas de préstamo más elevadas.

En 2020, el mundo experimentó el mayor aumento de la deuda en un año desde la Segunda Guerra Mundial

Las crisis de los últimos años han afectado gravemente a los países en desarrollo de ingresos bajos y medios-bajos. Esto no solo repercute en el pasado, sino que también supone una amenaza para el futuro. Las naciones más pobres del mundo, que albergan a una parte significativa de la población pobre del planeta, corren el riesgo de perder una década, lo que constituiría un desastre humanitario y un importante fracaso moral para la comunidad mundial, especialmente para los países desarrollados. Es preciso actuar con urgencia, empezando por abordar la inminente crisis de la deuda.

Según el FMI, aproximadamente el 15 % de los países de ingresos bajos ya sufren problemas de endeudamiento, y otro 45 % corre un alto riesgo de padecerlos. Entre los mercados emergentes, alrededor del 25 % también se enfrenta a un alto riesgo y a condiciones de préstamo similares al impago. Países como Sri Lanka, Ghana y Zambia ya han entrado en impago, y es probable que muchos más sigan su ejemplo.

Por desgracia, las principales economías, como la estadounidense, tienen que lidiar con sus propios problemas de endeudamiento. El gasto federal creció un 35 % en 2022 y se prevé que aumente otro 35 % en 2023. En relación con el tamaño de la economía estadounidense, los costos de intereses en 2030 alcanzarán el 3,3 % del producto interno bruto (PIB), superando el máximo anterior registrado después de la Segunda Guerra Mundial del 3,2 % del PIB, que se alcanzó en 1991. En 10 años, los costos netos de intereses superarán el gasto federal en programas esenciales como la asistencia médica y la defensa (véase el gráfico 2). El gasto en intereses netos se convertirá en el mayor «programa» del presupuesto federal estadounidense en los próximos 30 años, superando al gasto en asistencia médica y seguridad social. En diez años, el gobierno federal de Estados Unidos gastará más en costos de intereses de lo que ha gastado hasta ahora en investigación y desarrollo (I+D), infraestructura y educación en conjunto. El aumento de los pagos de intereses puede relegar a un segundo plano otras prioridades del presupuesto federal y conducir a un ciclo de mayores déficits, al aumento de la deuda e incluso a más pagos de intereses en el futuro.

En relación con el producto interno bruto (PIB), la deuda pública de Estados Unidos es mayor que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial y está a punto de batir ese récord. Esto no significa que no haya un momento adecuado para pedir prestado. De hecho, el gasto deficitario ayudó a evitar una catástrofe económica y a sostener al país durante una pandemia en la reciente crisis del COVID-19. No obstante, incluso este endeudamiento justificado conlleva alguna consecuencia. La mayor parte del endeudamiento que se ha producido antes y después de la crisis del COVID se aprobó por motivos políticos más que por una justificación netamente económica.

Especialmente en el mundo desarrollado, los déficits son causados principalmente por factores estructurales predecibles: una generación del baby boom que envejece, costos crecientes de atención médica y un sistema tributario que no genera suficiente dinero para pagar lo que el gobierno ha prometido a sus ciudadanos.

Las consecuencias de la carga de la deuda para los gobiernos

¿Cuáles son las principales consecuencias de la creciente carga de la deuda?

  • Disminución del ahorro y de los ingresos
  • Mayores costos de intereses
  • Falta de flexibilidad
  • Riesgos de una nueva crisis

Altos niveles de deuda:

  • Amenazan la vitalidad económica
  • Ejercen presión sobre el presupuesto
  • Crean desafíos y riesgos geopolíticos
  • Hacen que responder a nuevas emergencias sea más difícil
  • Son injustos para las generaciones más jóvenes y futuras

Los intereses de la deuda reducen inmediatamente el dinero disponible para otros programas de inversión. Los defensores de ciertas prestaciones pedirán una reducción del gasto en otras áreas a medida que aumenten. A largo plazo, una creciente carga de la deuda se convierte en un gran problema para todos.

Si no se afrontan los desafíos fiscales a largo plazo, el entorno económico se debilita porque la confianza disminuye, se reduce el acceso al capital, los costos de intereses desplazan las inversiones clave para nuestro futuro, se deterioran las condiciones para el crecimiento y las naciones se exponen a un mayor riesgo de crisis económica. Si no se abordan los desequilibrios fiscales a largo plazo, la economía futura se verá mermada y habrá menos oportunidades económicas para las personas y las familias y menos flexibilidad fiscal para responder a futuras crisis. A medida que aumente la deuda federal, los gobiernos gastarán más de su presupuesto en costos de intereses, desplazando cada vez más las inversiones públicas. A medida que se desvíen más recursos federales al pago de intereses, habrá menos para invertir en áreas importantes para el crecimiento económico.

«La justicia intergeneracional requiere que una generación no se beneficie ni sufra injustamente a costa de otra».

El problema fundamental de la deuda pública es que exige impuestos a futuro que frenan el crecimiento económico y reducen el bienestar en potencia. Los llamamientos a la justicia intergeneracional captan este concepto, pero solo de manera imperfecta, ya que no especifican la naturaleza de lo que es justo ni ponen al descubierto las cuestiones fiscales esenciales. Aunque algunos analistas políticos califican la elección de financiamiento público como una cuestión entre impuestos y deuda, la realidad es que la elección se da entre los impuestos de hoy y los impuestos de mañana: la tributación tiene costos de eficiencia que son perjudiciales en todos los casos, salvo en los más extremos.

Que los gobiernos pidan dinero prestado significa que se emiten más valores del Tesoro, que compiten con los emitidos por el sector privado. La necesidad de endeudamiento por parte del gobierno acabará superando los ahorros disponibles y, a pesar de que más hogares y empresas están adquiriendo valores del tesoro, el ahorro nacional alcanzará un punto bajo en relación con el tamaño de la deuda federal. Los valores del tesoro con altas tasas de interés harán que ahorrar sea más atractivo que invertir en las empresas. El sector privado dejará de buscar inversiones que puedan generar crecimiento debido al incentivo al ahorro. Ello supone una menor cantidad de capital disponible una vez que los particulares dejen de invertir en los valores que ofrecen las empresas debido a que los valores del tesoro son más atractivos. Esta falta de inversión se traducirá en una baja productividad y creará un entorno en el que el trabajo genere poco valor y los salarios disminuyan.

El endeudamiento federal compite por los fondos en los mercados de capital de un país, elevando así las tasas de interés y desplazando las nuevas inversiones en equipos y estructuras empresariales. Los empresarios se enfrentan a un mayor costo de capital, lo que puede suprimir la innovación y frenar el desarrollo de nuevos adelantos que podrían mejorar la vida de las personas. La creciente deuda también tiene un efecto directo sobre las oportunidades económicas disponibles. Si los altos niveles de deuda desplazan las inversiones privadas en bienes de capital, los trabajadores tendrían menos recursos para utilizar en sus trabajos, lo que se traduciría en una menor productividad y, por tanto, en salarios más bajos. Las tasas de interés más elevadas que resultan del aumento del endeudamiento federal dificultarían que las familias compren casas, financien los pagos de su automóvil, paguen la universidad o incluso lleven comida a la mesa. La disminución de oportunidades educativas y de formación derivadas de una menor inversión podría hacer que los trabajadores se queden sin las competencias necesarias para satisfacer las demandas de una economía global de mayor base tecnológica.

En la arena pública, los cristianos suelen advertir contra los posibles perjuicios de un endeudamiento excesivo, diciendo cosas como: «La justicia intergeneracional requiere que una generación no se beneficie ni sufra injustamente a costa de otra».  Asimismo, se pide con insistencia que no se reduzcan los programas gubernamentales que benefician a los pobres.

Consecuencias de la carga de la deuda para la Iglesia

En Estados Unidos y en muchas otras partes del mundo (sobre todo en las desarrolladas), las ofrendas a las iglesias han disminuido, en muchos casos de forma significativa. La generación que en su día fue más generosa está desapareciendo. La generación actual da casi la mitad para los ministerios evangélicos tradicionales, tanto a nivel local como nacional y mundial. En el libro The great evangelical recession (La gran recesión evangélica), de John S. Dickerson, el autor afirma: «Desde los ministerios jóvenes, prósperos y conservadores hasta los pilares evangélicos consolidados de todo tipo, la tensión financiera de la gran recesión evangélica está empezando a manifestarse en las desesperadas peticiones de financiamiento de toda clase de ministerios».1 Aunque hay muchas causas, la deuda y sus consecuencias son sin duda una de ellas.

Algunos comentaristas cristianos sostienen que el endeudamiento se considera un juicio de Dios sobre las naciones rebeldes (por ejemplo, Deuteronomio 15:6-7 y Deuteronomio 28: 43-44). En la parábola de los talentos de Mateo 25:29, Jesús dice: «Porque a todo el que tiene se le dará más y tendrá en abundancia. Al que no tiene hasta lo que tiene se le quitará». El punto de la parábola, que revela una verdad relativa al reino de Dios, se resume en el versículo 29 (así como en Mateo 13:12) e indica que a los que tienen activos productivos y los utilizan sabiamente se les dará más, mientras que a los que no los utilizan con sabiduría se les confiscarán. En última instancia, la parábola no trata del rendimiento de los activos ni de la distribución de la riqueza en un sistema capitalista. Más bien, la verdad espiritual que se transmite es que el reino de Dios se concederá a aquellos con entendimiento espiritual y que comprendan la intención del amo, mientras que a aquellos que no la comprendan no se les permitirá participar en el reino. No se trata de deudas, activos y su uso, sino de comprender al amo y obedecer sus deseos. No obstante, la parábola utiliza explícitamente el concepto de deuda para plantear esta cuestión espiritual. En el proceso, se nos hace comprender que el uso juicioso de la deuda con fines productivos y su reembolso pueden asemejarse a las intenciones de Dios respecto a su reino.

Cómo abordar la carga de la deuda

Debemos comprender estas cuestiones si queremos buscar el «bienestar de la ciudad» (Jeremías 29:7). Las consecuencias y el calendario de una deuda pública excesiva incluyen: más emisión de deuda, mayor inflación, represión financiera, aumento de los impuestos y restricción del gasto (reducción de las prestaciones).

La única forma de reducir el déficit es aplicar tasas más altas y reducir el gasto federal. Esta situación se traducirá en una menor renta disponible, tanto si las elevadas tasas impositivas reducen los salarios y el incentivo al trabajo, como si un futuro gobierno recorta los gastos reduciendo los programas sociales u otras prestaciones «por derecho».

La política monetaria ha cambiado adecuadamente su enfoque hacia el aumento de la inflación y las expectativas de inflación. Aunque un aumento de la inflación (y del PIB nominal) ayuda a reducir los ratios de deuda en algunos casos, es poco probable que esto sostenga una disminución significativa de la deuda. Los costos de endeudamiento aumentan porque los bancos centrales han subido las tasa de interés para evitar una inflación prolongada y elevada. En muchos mercados emergentes, ya han aumentado las tasas oficiales y se esperan nuevas subidas. El notable endurecimiento de las condiciones financieras está aumentando la presión sobre los gobiernos, los hogares y las empresas con mayor nivel de deuda. Si los sectores público y privado se ven obligados a desapalancarse al mismo tiempo, las chances de crecimiento se resentirán. La perspectiva incierta y el aumento de vulnerabilidades hacen que sea fundamental lograr el equilibrio adecuado entre flexibilidad política, un ajuste ágil a las circunstancias cambiantes y el compromiso con planes fiscales a medio plazo creíbles y sostenibles. Una estrategia de este tipo reduciría las vulnerabilidades de la deuda y facilitaría la labor de los bancos centrales para contener la inflación.

Unas políticas macroeconómicas, financieras y estructurales sólidas pueden ayudar a los países a encontrar el equilibrio adecuado entre los costos y los beneficios de la acumulación de deudas. Estas políticas también son fundamentales para ayudar a reducir la probabilidad de crisis financieras y aliviar su impacto en caso de que se produzcan. Aunque muchos mercados emergentes y economías en desarrollo cuentan actualmente con mejores marcos políticos que en anteriores oleadas de endeudamiento, todavía queda mucho por mejorar.

La guerra en Ucrania está añadiendo riesgos a los niveles sin precedentes de endeudamiento público, mientras que la pandemia sigue ejerciendo presión sobre los presupuestos de muchos gobiernos. Esta situación pone de relieve la urgente necesidad de que las autoridades emprendan reformas, entre ellas las de gobierno, para mejorar la transparencia de la deuda y reforzar las políticas y los marcos de gestión de la deuda a fin de reducir los riesgos.

Estar informado

Muchos educadores han sido partidarios de aumentar la sensibilización sobre los problemas relacionados con la deuda y el consumo. Este enfoque de aprendizaje está surtiendo efecto poco a poco, ya que el concepto de simplicidad voluntaria se ha convertido en parte integral de la filosofía de vida de muchas personas. Se cuestiona cada vez más la idea de que el consumismo hace la vida más fácil cuando los individuos aprenden el impacto que la acumulación de deudas puede tener en su bienestar.

Los cristianos que se pronuncian sobre la cuestión de la deuda pública deben estar mejor informados sobre la economía básica de la deuda y sus consecuencias.

Los cristianos que se pronuncian sobre la cuestión de la deuda pública deben estar mejor informados sobre la economía básica de la deuda y sus consecuencias. Ello exige una comprensión fundamental de la forma en que las Escrituras perciben el endeudamiento. Las Escrituras consideran que las deudas son pecado, lo que implica que es importante evitarlas. El endeudamiento no es neutral ni se trata simplemente de una herramienta práctica de política económica que puede utilizarse de forma racional siempre que resulte ventajosa. El endeudamiento conlleva consecuencias económicas que deben afrontarse, por lo que es aconsejable evitarlo. La Escritura también contempla la realidad de que las deudas deben ser reembolsadas. Es poco probable que ese reembolso tenga un efecto económico neutro. La productividad y el crecimiento económico a largo plazo se ven afectados por la redistribución intergeneracional.

Dado que las Escrituras recogen de múltiples maneras los efectos perjudiciales de la acumulación de deudas, la reducción de estas merece una mayor atención por parte de los comentaristas cristianos. La situación fiscal actual en muchas economías avanzadas no es sostenible, previéndose que la relación deuda/PIB a largo plazo alcance niveles históricos. Los déficits estructurales deben reducirse, lo que exige superávits primarios en equilibrio con el paso del tiempo.

Impacto de la deuda

Tratamos con el dinero todos los días. Trabajamos para ganar dinero, lo gastamos, planeamos cómo gastarlo o utilizamos algo en lo que lo hemos gastado. La forma en que gastamos nuestro dinero es una expresión de nuestra fe. Gastamos nuestro dinero, nuestro tiempo y nuestros pensamientos en las cosas que nos parecen más importantes. Sin embargo, muchas iglesias no hablan de las finanzas personales a menos que exista la necesidad de aumentar las ofrendas. No obstante, el impacto espiritual es evidente:

  • Los problemas económicos pueden arruinar matrimonios.
  • Las decisiones vocacionales pueden girar demasiado a menudo en torno al dinero.
  • El consumismo puede ser una adicción.
  • Las personas creen que no pueden ser generosas porque sus deudas son abrumadoras.
  • El endeudamiento abrumador puede hacer que las personas se sientan aisladas, avergonzadas y solas. Las deudas pueden hacer que la gente se sienta deprimida e impotente.

Los cristianos suelen hablar de lo físico y lo espiritual como si fueran dos entidades separadas, pero ambas están conectadas. El desgaste físico repercute negativamente en lo espiritual: cuando nos sentimos débiles por falta de sueño, por una enfermedad o por hambre, esto afecta a nuestra actitud espiritual y a nuestra capacidad para tomar decisiones acertadas. Del mismo modo, no podemos separar nuestra gestión financiera de nuestra vida espiritual. Nuestros hábitos financieros no solo nos dan una idea clara de nuestras prioridades espirituales, sino que las decisiones que tomamos con nuestros recursos también afectan a nuestra sensibilidad espiritual. A medida que aumentan nuestras deudas, nuestra capacidad para escuchar y responder a Dios se ve afectada de cuatro maneras:

  1. Las deudas nos hacen sentir más pobres de lo que somos

El pastor Mark Batterson decía: «Cuando Dios te bendiga financieramente, no eleves tu nivel de vida, eleva tu nivel de generosidad». Esto resulta difícil cuando vives en una cultura que siempre te anima a vivir por encima de tus posibilidades. No debes colocarte en una situación en la que tu perspectiva financiera y la de Dios difieran por completo. Puede que él te haya bendecido con unos ingresos que te permiten bendecir a los demás, pero surge un problema si utilizas esos ingresos de un modo que te hace sentir empobrecido.

  1. Las deudas desalientan la generosidad

La consecuencia natural de sentirnos siempre en apuros económicos es que no tenemos la libertad necesaria para ser generosos. En lugar de sentir el gozo de dar sacrificadamente, nos sentimos en una posición de dar por obligación y de escasez. Las deudas pendientes merman nuestra capacidad de dar libre y abiertamente.

  1. Las deudas repercuten en nuestra percepción de la provisión de Dios

En el padrenuestro, Jesús nos anima a pedir el pan nuestro de cada día (Mateo 6:11; Lucas 11:3). Del mismo modo que Dios distribuía a diario el maná en el desierto (Éxodo 16:1-36), Jesús nos anima a buscar su provisión diaria en nuestras vidas. Al fin y al cabo, Dios no siempre provee todo por adelantado. ¿Qué pasa si ya le debemos a alguien la ración de pan de mañana? De pronto, la provisión de Dios parece insuficiente. Nos vemos obligados a pedirle el doble de pan para mañana por la decisión que tomamos ayer. Si Dios no nos provee, sentimos que nos ha defraudado.

  1. Las deudas pueden dificultar la obediencia

Todo cristiano quiere responder a sus impulsos y convicciones. Los cristianos desean dar cuando se sienten motivados por una tragedia mundial, nacional o local. Las deudas puede crear disonancia. Es otro factor que hay que tener en cuenta cuando uno se siente impulsado a satisfacer la necesidad de otra persona. Imagina que sientes una claro llamamiento al campo misionero o a unirte a un ministerio en el que necesitas recaudar tus propios fondos. Por mucho que quieras obedecer, sigues teniendo que rendir cuentas a la compañía de tu tarjeta de crédito, al establecimiento comercial o al banco al que debes dinero. Demasiadas deudas pueden convertirse en una cadena que te retiene e impedirte obedecer el llamamiento de Dios. Debes evitar usar tarjetas de crédito para cosas que pierden su valor una vez que las posees, o al menos debes pagar tus tarjetas de crédito todos los meses para que no se acumulen en una montaña de deudas que limiten tu libertad y afecten negativamente la forma en que percibes tu valía.

Liberarse de las deudas

La forma en que gastas tu dinero es un indicador de cómo integras tu fe en cada aspecto de tu vida. Liberarse de las deudas significa decidir a propósito no definirse a uno mismo en función de lo que se posee. Eso no quiere decir que gastar sea intrínsecamente malo o que regalarse algo bonito también lo sea. Pero cuánto compras depende de cuánto te puedes permitir, y eso es un reflejo de tus valores. Resulta asombroso lo satisfechos que podemos estar viviendo una vida muy sencilla si nos esforzáramos en hacerlo.

Liberarse de las deudas significa decidir a propósito no definirse a uno mismo en función de lo que se posee.

Las personas que han luchado por liberarse de sus deudas dicen que no deber dinero les da una sensación de alegría, libertad y gratitud hacia Dios. Entienden que todo lo que tienen es un regalo de Dios. Con ese entendimiento viene la gratitud y la paz, junto con un sentido de que Dios les proveerá en tiempos buenos y malos. Todo lo que tenemos, incluido nuestro dinero y nuestras posesiones, procede en última instancia de Dios, no de nuestro propio esfuerzo. Cuando uno se da cuenta de esto, de repente resulta mucho más fácil escapar de las garras del consumismo y dejar de intentar llenar ese vacío acumulando más cosas.

La libertad financiera también se traducirá en la capacidad de contribuir económicamente a la obra del reino de Dios. El cuerpo mundial de Cristo puede desempeñar un papel importante a la hora de ofrecer una solución, simplemente con una mejor mayordomía de los recursos financieros. El Centro para el Estudio del Cristianismo Global del Seminario Teológico Gordon-Conwell calcula que el ingreso personal total de los cristianos en todo el mundo será de 53 billones de dólares a mediados de 2022. Las ofrendasa causas cristianas ascienden a 896 000 millones de dólares, es decir, el 1,7 % de los ingresos totales. Esta cifra está muy por debajo del diezmo del 10 % que sugieren las Escrituras. De esta suma, solo 52 000 millones de dólares están destinados a las misiones en el extranjero. Hay una gran necesidad de destinar más recursos financieros para llevar a cabo la gran comisión.

Posibles implicaciones futuras

Puede que el mundo en que vivimos sea insostenible desde el punto de vista financiero y que los sistemas financieros actuales no resistan. A continuación se exponen varias implicaciones clave para la gran comisión:

Dependencia de los voluntarios y el discipulado

Con un menor crecimiento económico y mayores impuestos debido a la crisis de la deuda, la Iglesia (y los ministerios relacionados) tendrán que depender menos de profesionales remunerados y más de voluntarios capacitados. El elemento clave son los hombres y las mujeres fieles que han hallado la vida en Cristo. ¿Podría ser que la solución sean los discípulos y no los dólares? Necesitamos despertar y cultivar los dones espirituales en los siervos líderes no contratados, a medida que tratamos de poner en práctica las «buenas obras» que Dios ha preparado de antemano para nosotros (Efesios 2:10). Ciertos problemas financieros no se deben a la escasez de fondos, sino a la falta de compromiso.

Nuevos avances

Los países emergentes están luchando contra el impacto de la crisis de la deuda y las enormes dificultades que ello supone para sus ciudadanos. Por ejemplo, la Ventana 10/40 hace referencia a una región geográfica situada entre los 10 y los 40 grados de latitud norte, y que se extiende por África, Oriente Medio y Asia. Se trata de una región con importantes desafíos, como la pobreza, la inestabilidad política y el acceso limitado a los servicios básicos. La crisis de la deuda en la Ventana 10/40 se ha convertido en un problema crítico con graves implicaciones para estos países. Las naciones de la Ventana 10/40 también poseen una alta concentración de grupos no alcanzados y, en conjunto, representan la última frontera para las misiones mundiales.

La crisis de la deuda en la Ventana 10/40 tiene graves consecuencias para los ciudadanos que viven en estos países. Puede dar lugar a una reducción del gasto social, a sistemas de salud deficientes, a una educación comprometida y a un menor desarrollo de las infraestructuras. Además, la carga de la deuda obstaculiza la capacidad de estos países para responder a otros retos acuciantes, como el cambio climático, la resolución de conflictos y la erradicación de la pobreza.

¿Puede el cuerpo mundial de Cristo levantarse de forma coordinada para ofrecer soluciones sostenibles financiadas por las generosas ofrendas de los santos de los países desarrollados? Las generosas ofrendas a las misiones y la movilización estratégica de los recursos del reino podrían generar nuevos avances para el evangelio en algunas de las naciones más pobres y menos alcanzadas del mundo.

Llamamiento a la mayordomía de los recursos

A medida que la Iglesia sea obediente en la mayordomía de sus recursos, Dios derramará mayores bendiciones sobre ella, lo que dará lugar a un círculo virtuoso de provisión y bendición que se derramará sobre las naciones. Como dice Dios en Malaquías 3:10: «Traigan íntegro el diezmo a la tesorería del Templo; así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto —dice el Señor de los Ejércitos—, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde». ¡Que así sea!

Recursos

  • Risks and threats from deficits and debt (Riesgos y amenazas del déficit y de la deuda), Comisión para un Presupuesto Federal Responsable
  • https://www.crfb.org/papers/risks-and-threats-deficits-and-debt
  • Global waves of debt – causes and consequences (Oleadas mundiales de endeudamiento: causas y consecuencias), Grupo del Banco Mundial https://thedocs.worldbank.org/en/doc/279031577823091771-0050022019/original/GlobalWavesofDebtfullreport.pdf
  • The global outlook for government debt over the next 25 years: implications for the economy and public policy, (Perspectivas mundiales de la deuda pública en los próximos 25 años: consecuencias para la economía y las políticas públicas), Instituto Peterson de Economía Internacional).
  • https://www.piie.com/bookstore/global-outlook-government-debt-over-next-25-years-implications-economy-and-public-policy

Notas finales

  1. John S. Dickerson, The Great Evangelical Recession: 6 Factors That Will Crash the American Church…and How to Prepare. (Grand Rapids: Baker Books, 2013).

Biografía del autor

Bob Doll

Bob Doll es director de inversiones de Crossmark Global Investments. Antes de incorporarse a Crossmark en 2021, Bob desempeñó funciones similares en otras grandes empresas de gestión de activos, entre ellas las de gerente principal de cartera y estratega jefe de renta variable en Nuveen y Blackrock, presidente y director de inversiones en Merrill Lynch Investment Managers y director de inversiones en Oppenheimer Funds, Inc. Bob es miembro de varias juntas directivas, como las de Alliance of Confessing Evangelicals, Cairn University, Christianity Today, Seminario Teológico Gordon Conwell, Kingdom Advisors, Movimiento de Lausana, Movement.org, New Canaan Society y Palabra de Vida Internacional.

Timothy Wong

Timothy Wong es director general y gerente regional de DBS Group Research. Desde Singapur, supervisa un equipo de 70 economistas, estrategas y analistas financieros repartidos en seis oficinas de Asia. Bajo su dirección, el equipo de investigación de DBS Vickers ha obtenido numerosos premios, convirtiéndose en el bróker más galardonado en los premios FT/ Starmine Asian Awards y en los premios Singapore Business Times/Starmine Analyst en 2012.

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