Introducción
Es innegable que hoy en día, la frase «la Gran Comisión» es una de las más utilizadas dentro de la comunidad cristiana mundial. Es el lema que ha impulsado algunas de las mayores iniciativas evangelísticas de los tiempos modernos. Se lo asocia principalmente con Mateo 28:18-20 y es una expresión que resulta tan natural al oído cristiano que suena como una frase extraída directamente de las Escrituras. No es así. Es más: no han pasado más de ciento cincuenta años desde que la frase «la Gran Comisión» adquirió el sentido popular. ¿Cómo llegó, entonces, a estar tan difundida?
Fue Hudson Taylor (1832–1905) quien primero introdujo esta frase en la jerga misionera. Al parecer, la tomó prestada de los escritos de un misionero neerlandés, Justinian von Welz (1621–1688), quien la había utilizado como título de Mateo 28:18–20. Por 1600 años, aproximadamente hasta que se publicaron los escritos de von Welz, el propósito principal de este texto de Mateo fue más amplio: «Como el fundamento trinitario de la eclesiología, y no como fanfarria de la misionología».1 Es importante hacer esta observación histórica porque la aplicación contemporánea del clímax de Mateo podría socavar inadvertidamente los énfasis cristológico y eclesiológico de su relato, los cuales proporcionan el contexto necesario para la misión cristiana.2
No obstante, el empleo eficaz de las palabras con las que Jesús se despide en Mateo (y Marcos) como base bíblica para la evangelización del mundo precedió a Hudson Taylor. Estas palabras impulsaron el apasionado alegato de William Carey en 1792, que marcó el punto de inflexión en las misiones modernas.3 Carey escribió:
Nuestro Señor Jesucristo, poco antes de partir, comisionó a sus apóstoles a ir y enseñar «a todas las naciones» (Mt 28:19). O como lo expresa otro evangelista: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Mr 16:15). Esta Comisión fue tan extensa como era posible, y los puso en la obligación de dispersarse por todos las naciones del mundo conocido, y predicar a todos sus habitantes sin excepción ni limitación.4
En consecuencia, con el impulso renovado hacia las misiones en Asia y África durante el auge del Imperio británico, las últimas palabras que dijo Jesús a sus apóstoles en los Evangelios y en Hechos captaron nuevamente la atención. Dentro de estas perícopas (que narraban las ocasiones en que Jesús se apareció tras su resurrección) se encontraron referencias dispersas que especificaban lo que se esperaba que hicieran los apóstoles tras la partida de Jesús. Lo que es más importante, mostraban el alcance internacional y mundial de su empresa misionera, que resonaba bien con el mundo que ya existía del imperialismo europeo. Por consiguiente, estos textos compitieron por ser la base escritural ideal para motivar a las iglesias locales a renovar su compromiso con la misión transcultural y la evangelización del mundo.
Además, tras la segunda guerra mundial, Estados Unidos modificó su política exterior a fin de implicarse de forma más proactiva con las naciones del mundo. Esto llevó a las agencias misioneras cristianas con sede en Estados Unidos a mirar también hacia el exterior y a destinar ingentes recursos a la obra de la gran comisión: la evangelización de las naciones no alcanzadas del mundo.
Las raíces de la gran comisión
En términos generales, la gran comisión es una referencia al mandato que el Señor Jesús le encomendó a la iglesia por medio de sus apóstoles, a fin de que lo llevaran a cabo en el período entre su ascensión y su retorno. No obstante, desde una perspectiva escritural, podría considerarse que Mateo 28:18–20 no es tanto un llamado inaugural, sino más bien el punto culminante de un llamamiento emitido por Dios en el Antiguo Testamento, que se remonta al llamado de Abraham (Génesis 12:1–3). Se trata de Dios llamando a un pueblo a acudir a él a fin de darse a conocer a toda la humanidad.5 Este tema continúa desarrollándose en las Escrituras. Casi no se distinguen lecturas de los libros del AT que no muestren directa o indirectamente el tema de la «Gran Comisión».
La característica más sorprendente del mandato misionero que Dios dio a Israel en el Antiguo Testamento es el gran amor que Dios extendió a las naciones, más allá del pueblo judío. Podemos ver esto en la promesa de que «serán benditas todas las familias de la tierra» por causa de Abraham (Génesis 12:1–3) o en la visión profética que tuvo Isaías, según la cual llegaría el día en que las naciones gentiles correrían a Sión para ser instruidas en los caminos de Yahveh (Isaías 2:1–4). Cuando Dios le encarga a Jonás que vaya a la Nínive pagana (Jonás 1:2), queda ilustrado poderosamente este ideal general del Antiguo Testamento de la misión que tiene Dios para lograr por medio de Israel.
La base del Nuevo Testamento para la gran comisión
Los versículos más famosos de la gran comisión han sido extraídos de una recopilación de las instrucciones que Jesús les dio directamente a sus once apóstoles al despedirse. Además de la referencia principal, Mateo 28:18–20, se suele incluir también a las siguientes: Marcos 16:15, Lucas 24:46–49 y Hechos 1:8.6 En conjunto, estos textos comparten varios denominadores comunes.
En primer lugar, Jesús los pronuncia en un contexto muy tenso: en las ocasiones en que se presentó ante sus discípulos tras su resurrección. Para la iglesia primitiva, estas narraciones y su contenido habrán cobrado gran importancia por ser las últimas palabras de su líder victorioso. En segundo lugar, en todos estos casos Jesús especifica cuáles eran las responsabilidades que debían asumir los discípulos: «Hagan discípulos […] bautizándolos […] y […] enseñándoles» (Mateo), «anuncien las buenas noticias» (Marcos) y «[sean] testigos» (Lucas y Hechos). Vemos cómo, a medida que se desarrolla la historia de la iglesia (tal como la relatan Hechos y las epístolas del Nuevo Testamento), son estas las actividades que pasan a un primer plano: la evangelización por medio de testigos, la proclamación y las demostraciones de poder, la incorporación a la iglesia mediante el bautismo y la maduración en el discipulado a través de las enseñanzas. En tercer lugar, cada uno de estos versículos va dirigido a un público internacional y mundial: «todas las naciones» (Mateo, Lucas), «toda criatura» (Marcos) y « hasta en los confines de la tierra» (Hechos).
Por estas características, se sacó provecho de los textos elegidos, que resultaron ideales para motivar a las misiones transculturales y ofrecieron un paradigma revisado para la misión mundial a partir de fines del siglo XIX. Se llamó a los cristianos a viajar con urgencia a regiones del mundo que hasta entonces no habían sido evangelizadas, a fin de ganar a la gente para la fe mediante el testimonio personal y la proclamación pública.
En retrospectiva, está claro que los requisitos explícitos de los versículos escogidos sobre la gran comisión matizaron bastante la teología y la praxis de la empresa misionera. El énfasis que se hacía en la necesidad de responder a las necesidades sociales y de trabajar por la transformación de la sociedad (cosas a las que antes se consideraba el mínimo irreducible de la misión cristiana) fue quedando cada vez más marginado y a menudo se lo abandonó por completo. Al separar, en la evangelización, la dimensión societal de la dimensión de la proclamación, se generarían tensiones inmensas dentro de la comunidad cristiana mundial y se empujaría a la iglesia inexorablemente hacia la resolución de dicha tensión. Posteriormente hubo un reconocimiento y una apropiación de la «gran comisión» del Evangelio de Juan (20:19-23), lo que le permitió a la Iglesia hacer exactamente eso.
Mateo 28:18-20: la autoridad, el alcance y el propósito de la Gran Comisión
La Gran Comisión de Mateo resume con brillantez los temas que se tratan en todo el Evangelio de Mateo.7 A menudo se la considera la fuente para entender lo que Jesús espera de su Iglesia en el período comprendido entre su ascensión y su retorno.
La Gran Comisión fue emitida como una directriz a seguir, un mandato a obedecer y un decreto a ejecutar. Era un mandato con una legitimidad sin precedentes. En las palabras de Steve Hawthorne: «Jamás ha habido tal poder en manos de persona alguna. Él nunca será superado. Nunca abdicará de su reinado. Nunca se detendrá hasta que haya completado la plenitud del propósito del Padre».8
En otras palabras, la Gran Comisión es más que una simple declaración personal o política. Es una declaración que anuncia la supremacía y el señorío universal de Jesucristo. Es por causa de quién es Jesús que debemos llamar a todas las personas a tener fe en él y en ningún otro: a abandonar las demás lealtades, religiones, deidades falsas e ideologías contradictorias para seguirlo solamente a Él.
La Gran Comisión proviene directamente del Señor resucitado, la cabeza de todos los principados y el poseedor de todas las cosas. Esto comunica el peso que tiene la comisión y la deuda que tenemos nosotros: debemos llevarla a cabo. No podemos llamarlo Señor y no valorar su palabra. El enunciado de Mateo es llamativo por el énfasis que hace en la exhaustividad que señala el término «todo».
1. Toda autoridad: Jesús les asegura a sus discípulos que su autoridad es omnímoda: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra». Jesús tiene derecho a dar órdenes, a tomar decisiones y a imponer obediencia. Su autoridad es legítima porque se le ha «dado»; no la ha robado ni arrebatado (Filipenses 2:9–11). Además, no es una autoridad que esté limitada a este mundo, sino una que aplica por igual tanto en el reino terrenal como el celestial. Quien da la comisión no está luchando por permanecer al mando, pues «el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha delegado en el Hijo […] y le ha dado autoridad para juzgar, puesto que es el Hijo del hombre» (Juan 5:22, 27).
El hecho de que la gran comisión esté basada en esta autoridad dice mucho sobre la intención que tiene Dios de que la obra sea llevada a cabo. Con esta autoridad, no solo podemos estar seguros de que seremos liberados de todo mal, sino que también confiamos en que, cuando más importa, no seremos defraudados, pues el Padre « todo lo [puso] bajo sus pies» (Hebreos 2:8).
2. Todas las naciones: Cuando Jesús dijo «vayan y hagan discípulos de todas las naciones», estableció el alcance ilimitado de la gran comisión. No obstante, debemos prestar especial atención al llamado no solo a ir y proclamar, sino a «hacer discípulos de las naciones» (a llevar a personas de todos los grupos étnicos a seguir verdaderamente al Mesías). El llamado no es solo para unos pocos grupos de personas cuidadosamente seleccionados, sino a todos. Que el alcance de la comisión sea exhaustivo sugiere que en cada generación, los seguidores de Cristo tienen que buscar influir en todas las personas para que consideren válida la afirmación de que Jesús es el Señor.
El llamado es a establecer comunidades de adoradores que amen a Cristo, odien el pecado y honren a Dios, de generación a generación y de nación a nación. Es necesario hacer esfuerzos apreciables para que se pueda cosechar la obediencia de los que fueron alcanzados. El cumplimiento de la Gran Comisión no se mide tanto por las distancias viajadas como por la cualidad del seguidorazgo de aquellos a quienes se atrajo y nutrió para que guarden lealtad a Cristo en su vida diaria.
3. Todos los mandamientos: Aquellos a quienes Cristo envía tienen que enseñar todos sus mandamientos. La Gran Comisión prohíbe que quienes sigan a Cristo tengan una actitud selectiva hacia sus exigencias. No podemos escoger y seleccionar o añadir lo que queramos. Su instrucción es que enseñemos « todo lo que les he mandado a ustedes».
4. En todo: Al concluir con la comisión de esta forma, Jesús deja entrever la continuidad de su presencia, más allá de la circunstancia o del clima en que se lleve a cabo la Gran Comisión. Jesús prometió que estaría siempre con sus seguidores, incluso hasta el fin de los tiempos. Ese fin podría significar el fin de los tiempos o el fin del mundo habitado, a pesar del peligro, las amenazas y las pruebas.
La frase «estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» es reconfortante: no importa qué nos ataque al ir a los confines del mundo. Con esta afirmación llega la seguridad, el prestigio y el poder de su presencia que está todo el tiempo.
Que hacer discípulos sea el propósito definitivo
«Hagan discípulos» es el núcleo del mandato de Jesús en Mateo 28:19. En griego, la forma imperativa de este verbo tan inusual (mathēteuō) se utiliza excepcionalmente.9 Los términos «bautizándolos» y «enseñándoles» aparecen en participio y subordinados al mandato principal de hacer discípulos.10 La tarea de discipulado de la gran comisión es tanto mundial como instructivamente transcultural. En la Gran Comisión, vemos la dimensión de la pasión de Dios por todo pueblo e idioma y por toda lengua y tribu del mundo. Aquí Jesús utiliza la frase «hagan discípulos de todas las naciones» (ethnos). Esto va más allá de la generalización de los estados geopolíticos: es una referencia a los denominados «grupos étnicos»,11 de los que se calcula que hay 17 453 en el mundo actual.12
Con miles de misioneros desplegados por todo el planeta bajo los auspicios de numerosas sociedades misioneras, la evangelización de dos tercios del mundo ha alcanzado niveles sin precedentes. A las comunidades cristianas plantadas en Asia, África y Latinoamérica durante el siglo XIX las regaron las iniciativas evangelizadoras masivas de las organizaciones evangélicas occidentales del siglo XX. Simultáneamente, un número sin precedentes de movimientos misioneros indígenas en todo el sur global intensificaron sus esfuerzos por dar testimonio de Cristo de formas que fueran contextualmente eficaces.
Como resultado, las iglesias crecieron exponencialmente, lo que nos llevó a descubrir, con sorpresa, a principios del siglo XXI, que el rostro del cristianismo ya no era estereotípicamente blanco. Ahora era más probable que la imagen del cristianismo en el mundo fuera la de un rostro negro de África, Latinoamérica u Asia Oriental.13 Philip Jenkins proyectó en 2002 que de los 2600 millones de cristianos que se estima que haya en 2025, «633 millones vivirán en África, 640 millones en Latinoamérica y 460 millones en Asia. Europa, con 555 millones, pasará a ocupar el tercer lugar».14
Timothy Tennet señala que los movimientos cristianos indígenas alcanzaron un crecimiento sin precedentes del 5000% en el sur global: «de solo ocho millones a comienzos del siglo XX, pasaron a 423 millones a finales del siglo».15
Nunca, desde los primeros siglos, creció con tanta velocidad el cristianismo en sociedades que antes no habían sido evangelizadas dentro de Latinoamérica, África y Asia. Las historias más recientes de crecimiento eclesiástico en Asia, por ejemplo (en lugares como China, Irán y Nepal) son nada menos que milagrosas, porque el evangelio prosperó en contextos predominantemente comunistas, islámicos e hindúes, donde la antipatía y la hostilidad sostenidas han sido más vocales y activas.
Sin embargo, a diferencia de lo que sucedía en los períodos apostólicos y posapostólicos, el compromiso de la iglesia moderna a dar testimonio no se ha visto acompañado por un compromiso a hacer discípulos. En consecuencia, nos vemos obligados a reconocer que hoy en día, la espiritualidad cristiana mundial corre el riesgo de «abarcar mucho y apretar poco». ¿Acaso la iglesia evangélica, en su entusiasmo por enfrentarse a la teología liberal y aseverar la unicidad de Cristo y la necesidad de que el evangelio sea proclamado, no se preparó adecuadamente para la cosecha de nuevos creyentes que emergería a raíz del testimonio fiel de comunidades de iglesias vibrantes?
Juan 20:19–23: un paradigma de la Gran Comisión
Anteriormente señalamos cómo los textos escogidos de la Gran Comisión se caracterizaron por hacer énfasis en el testimonio verbal y la proclamación, lo que al parecer invalidaba la larga tradición cristiana de que las obras de caridad y las acciones sociales fueran imperativos misionales de la Iglesia. Desde entonces, esta tensión ha llevado a que exista una desafortunada dicotomía entre la «evangelización» y la «acción social», que ha estado tras las iniciativas misioneras de gran parte del siglo XX.16
Fue en ese contexto que otro versículo «de la Gran Comisión» comenzó a destacar (Juan 20:19–23). La incorporación de este versículo (al que se conoce como «la gran comisión según Juan») al grupo de los pasajes de la Gran Comisión ha desempeñado un papel fundamental al modelar nuestra teología de la Gran Comisión.
John Stott es reconocido, y con razón, por demostrar hábilmente cuán válido y contribuyente es este pasaje para que logremos un entendimiento bíblico de la Gran Comisión.17 Aunque este versículo también pertenece a los testimonios de las ocasiones en que el Jesús resucitado se presentó y dio instrucciones, es evidente que es impreciso en cuanto a las responsabilidades específicas que menciona, por lo que había quedado excluido del grupo de pasajes de la Gran Comisión («Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes». Juan 20:21).18
A diferencia de las instrucciones que aparecen en los Evangelios sinópticos y en Hechos, la Gran Comisión de Juan llama la atención por guardar silencio sobre las tareas específicas que se espera que lleven a cabo los creyentes (como «proclamar» o «dar testimonio»). Tampoco muestra interés en detallar los contextos específicos en los que la Iglesia debe cumplir con su comisión (como «todas las naciones» o «hasta en los confines de la tierra»).
¿Cómo contribuye Juan, entonces, a que la Iglesia entienda el mandato que Jesucristo le dejó? Como veremos, esta formulación única en el Evangelio de Juan amplía significativamente el alcance del compromiso cristiano en el mundo. En lugar de establecer una agenda a seguir para los apóstoles tras la ascensión de Jesús, la Gran Comisión según Juan (20:21) presenta un paradigma según el cual actuar.
Así, la Gran Comisión según Juan no especifica qué tareas y actividades debían acompañar a la misión cristiana o en qué lugares debía llevarse a cabo. En cambio, este pasaje es único porque allí Jesús les dice a sus discípulos cómo deben pensar en lo que han de hacer y en los lugares donde han de hacerlo.
Encarnación como la postura de los agentes de la Gran Comisión
¿A qué se refería Jesús cuando dijo: «Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes» (Juan 20:19–23)? Nunca podremos comprender cómo es que estamos enviados si no logramos apreciar cómo es que el Padre envió al Hijo. ¿Cómo fue, entonces, que el Padre envió a su Hijo amado?
Para responder a esta pregunta, nos volvemos inmediatamente al prólogo de Juan y a su declaración definitoria del Hijo y su misión: «Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y contemplamos su gloria, la gloria que corresponde al Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad» (1:14). Aquí vemos que la postura fundamental del Hijo divino era encarnacional y que queda expresada por dos términos que resaltan: «Se hizo hombre» y «habitó».
En cuanto al primero, Juan utiliza deliberadamente el término griego sarx (hombre), que connotaba corporeidad, limitaciones físicas, mortalidad y pasiones. En la cosmovisión griega de la época, se consideraba que el sarx era antitético de lo espiritual y lo noble. Juan podría haber utilizado otras palabras para describir la encarnación del Hijo divino, como anthrōpos (humano) o sōma (cuerpo). Al utilizar radicalmente el término sarx subraya que tiene la intención de establecer que Jesús se convirtió en alguien completamente humano cuando fue «enviado» a cumplir la misión del Padre. Se identificaría por completo con las criaturas humanas por ser un «hombre» él mismo.
El segundo término, «habitó», es una traducción de un verbo único, eskenōsen, que Juan acuñó con el propósito de mostrar su cristología de la encarnación. Juan utiliza el sustantivo skenos (tienda) y hace alusión al tabernáculo israelita del Antiguo Testamento para crear un verbo único, «tabernaculó», y transmitir así poderosamente cómo la misión de Jesús exigía que estuviera asentada en el mundo su presencia, que podría mediar para que una humanidad rebelde reciba la gloria (1:14) y la gracia (1:17) de un Dios santo.
Al entender así la misión de Jesús, nos vemos obligados a situar la noción de la Gran Comisión dentro del marco más amplio de toda la persona y toda la obra de Jesús, tal como aparecen en los evangelios. La misión que es imperativa a la iglesia ya no puede quedar limitada solamente a los textos escogidos de los sinópticos y de Hechos. Aunque puede que esos versículos pongan en primer plano el llamado que tiene la iglesia a dar testimonio verbalmente del evangelio del Señor Jesucristo, el pasaje de Juan nos desafía y nos dirige a enarbolar el paradigma consonante y las exigencias más amplias de ese llamado.
Cuando tenemos presente una comprensión más completa de la vida y el ministerio de Jesús a la hora de expresar la gran comisión, vemos cómo el Señor intercaló a la perfección los momentos de proclamación pública con actos de compasión, demostraciones de poder y la presencia significativa de su testimonio sostenido de la irrupción del reino de Dios.
De la misma manera, podemos argumentar que es más eficaz aquel testimonio evangelístico de Jesús como Salvador y Señor que integra la proclamación, la praxis y la presencia de la iglesia en el mundo. Es a esta integración de las prioridades misioneras aquello a lo que la iglesia debe aspirar al renovar su compromiso con la gran comisión.
Conclusión
A las personas que tienen la mentalidad del reino se las conoce por tomarse en serio la Gran Comisión en su día a día. Llevan el mensaje del reino (la victoria de Dios sobre el pecado y Satanás) con convicciones osadas. Luchan por lograr la misión del reino y la evangelización mundial de todos los pueblos hasta que el nombre de Cristo sea conocido y honrado en todo el planeta. Este valor crucial del reino los impulsa.
Si somos los beneficiarios de las buenas noticias de Dios en Jesús, recibimos poder para convertirnos en discípulos (estudiantes o seguidores) de Jesús, nuestro maestro. El Espíritu Santo nos da poder para que seamos testigos. Y si de verdad estamos aprendiendo de él, lo que estamos aprendiendo es demasiado bueno como para guardárnoslo para nosotros. Nos veremos impulsados a compartirlo. Esa es la naturaleza de la fe cristiana y la dirección del Espíritu Santo, quien siempre nos lleva a dar testimonio de Jesús y a glorificarlo (Juan 15:26 y 16:14).
Hay cientos de miles de congregaciones eclesiásticas con cientos de millones de seguidores de Jesucristo. No obstante, para ejecutar con éxito la gran comisión, necesitamos de una Iglesia adecuada en la que la gente tenga el corazón y la mente en la Gran Comisión. Debemos levantar una comunidad de creyentes que estén unidos en su propósito y en lo que busquen y que procuren llevar a cabo el mandato de Jesús al pie de la letra. Necesitamos que las iglesias tengan líderes que comprendan el corazón mismo de la Gran Comisión.
La Gran Comisión no es una finalidad en sí, sino un medio para alcanzar un fin. El futuro es la presencia de toda tribu, lengua, nación e idioma adorando al Rey en el fin de los tiempos. En las palabras de John Piper: «Las misiones no son el objetivo […]. El objetivo […] es la adoración. Las misiones existen porque no hay adoración».19 Las misiones son solo un medio para llegar a un fin. Por decirlo de otro modo, cuando la gran comisión se lleva a cabo con fidelidad bíblica, llevará a todas las naciones del mundo a adorar al Rey.
Notas finales
- Castleman, R. F. (2007). The last word: The Great Commission: Ecclesiology [La última palabra: la gran comisión: Eclesiología]. Themelios, 32(3), 68.
- «Es inadmisible arrancar estas palabras del Evangelio de Mateo para darles una vida independiente, por así decirlo, sin referencia alguna al contexto en el que surgieron por primera vez». Bosch, D. (2005). Misión en transformación: Cambios de paradigma en la teología de la misión. Libros Desafío, p. 43.
- Véase Tennent, T. (2010). Invitation to world missions [Invitación a las misiones del mundo]. Grand Rapids: Kregel, pp. 258-264.
- .Carey, W. (2013). Una investigación sobre la obligación que tienen los cristianos de usar los medios para la conversión de los paganos (Edición 2013). Seminario Bíblico William Carey, p. 5.
- «La Iglesia de todas las naciones es la continuidad, a través del Mesías Jesús, del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Con ellos, hemos sido llamados a través de Abraham y comisionados para ser una bendición y una luz a las naciones» Extracto de El compromiso de Ciudad del Cabo por J Cameron ed. Movimiento de Lausana (communications@lausanne.org).
- Si seguimos la lógica según la cual se ha identificado a estos pasajes como «de la gran comisión» (son instrucciones directas sobre responsabilidad específicas que Jesús dio a sus apóstoles al despedirse), entonces debemos prestarle atención a otro versículo similar al que se ha pasado por alto: Hechos 26:15-18. Es el relato de la gran comisión de Pablo por parte del Cristo resucitado. El Libro de Hechos alude a que Pablo fue el duodécimo apóstol (aunque, en sus palabras, fue como «uno nacido fuera de tiempo», 1 Co. 15:8), lo que hace que su comisión sea única y el alcance de su llamado como «apóstol de los no judíos» (Gá. 2:8) sea de suma importancia a la hora de determinar la intención del Señor para la misión de la iglesia. Tal parece que el potencial de estas referencias también debe tenerse en cuenta a la hora de desarrollar la base neotestamentaria para la misión mundial contemporánea.
- «Mateo enfoca con estas palabras, como si fuera en un espejo ustorio, lo más valioso para él, colocándolas al final de su Evangelio como un remate precioso». Gerhard Friedrich citado por Bosch, Misión en transformación, 43.
- Winter, R. D., & Hawthorne, S. (Eds.). (2013). Perspectivas del movimiento cristiano mundial – Ebook combinado. Texas: Perspectivas Global Español. Artículo: Mandato en la montaña.
- De las cuatro ocasiones en que aparece el término mathēteuō, tres se encuentran en Mateo (13:52, 27:57, 28:19; Hechos 14:21).
- «El discipulado engloba todos estos esfuerzos. No sólo involucra los otros componentes del ministerio (enviar, ir, predicar, testificar, bautizar, enseñar y recibir el Espíritu) sino que también dirige cada actividad hacia el fin deseado, a saber, “hacer discípulos” de Cristo: hombres y mujeres que no sólo crean el evangelio sino que también continúen siguiendo el camino de Jesús». Coleman, R. E. (1992). The Great Commission lifestyle [El estilo de vida de la gran comisión]. Grand Rapids, MI: Revell, pp. 19–20.
- Coleman, R. E. (1992). Great Commission lifestyle [El estilo de vida de la gran comisión], p. 20.: «Las palabras no hacen referencia a fronteras geográficas, sino más bien a todos los pueblos del mundo».
- «Resumen mundial» The Joshua Project. Se accedió el 29 de septiembre de 2023. https://joshuaproject.net/.
- Jenkins, P. (2002). The next Christendom [La próxima cristiandad]. Oxford: Oxford University Press, p. 2. «El estereotipo sostiene que los cristianos no son negros, pobres ni jóvenes. Si esto es cierto, la creciente secularización de Occidente sólo puede significar que el cristianismo está viviendo sus últimos días. Globalmente, la fe del futuro sería el islam. Sin embargo, en el último siglo, el centro de gravedad del mundo cristiano se ha desplazado inexorablemente hacia el sur: a África, Asia y Latinoamérica».
- Jenkins, P. (2002). The next Christendom [La próxima cristiandad]. Oxford: Oxford University Press, p. 3.
- Tennent, T. C. (2014). Lausanne and global evangelicalism: Theological distinctives and missiological impact [Lausana y el evangelicalismo mundial: distintivos teológicos e impacto misionológico]. En M. S. Dahle, L. Dahle, & K. Jorgensen (Eds.), The Lausanne Movement: A range of perspectives [El movimiento de Lausana: una variedad de perspectivas] (p. 58). Oxford: Regnum.
- « La relación entre lasdimensiones evangelizadoras y las sociales constituye una de las áreas más espinosas en la teología y la práctica de lamisión» Bosch, Misión en transformación, 266
- «La “Gran Comisión” según Juan en general no ha sido percibida ni por los misiólogos ni por los evangelistas. Actualmente, le debemos a John R. Stott, “el arquitecto del Congreso de Lausana sobre la Evangelización del Mundo” (1974) que se reconozca abiertamente la versión de Juan de la última comisión». Arias, M., & Johnson, A. (1992). The Great Commission – Biblical models for evangelism [La gran comisión: modelos bíblicos del evangelismo]. Nashville: Abingdon, p. 79.
- «[John Stott] confesó que no lo había visto porque se había concentrado en la proclamación verbal de las “otras tres versiones principales de la Gran comisión” (en los Evangelios sinópticos)». Arias y Johnson, The Great Commission [La Gran Comisión], 79.
- Piper, J. (2007). ¡Alégrense las naciones! La supremacía de Dios en las misiones. Editorial CLIE, Barcelona, p. 24.