Política radical
A principios de los años noventa, con el colapso del sistema soviético y su posterior desintegración en Estados-nación —conforme a los mapas de la época—, Francis Fukuyama proclamó que lo que estábamos presenciando era «el fin de la historia», sugiriendo que las grandes batallas ideológicas habían terminado y que solo quedaban por resolver las aburridas cuestiones técnicas sobre cómo hacer crecer nuestras economías. Sin embargo, esta afirmación resultó ser prematura. Si nos trasladamos al presente, la guerra de Rusia contra Ucrania nos muestra el resurgimiento de la autocracia y de la lucha de las potencias occidentales por defender la soberanía y otros ideales del «mundo libre». Los alineamientos globales están experimentando una reconfiguración, no solo a lo largo de antiguas líneas ideológicas, sino también de las fronteras entre civilizaciones.
La cultura está emergiendo como un medio de legitimación para los países que comienzan a reivindicar el resurgimiento de su identidad. El ascenso de China no solo está impulsado por su gigantesca economía, sino también por su arraigada autoidentificación como Reino del Medio y su deseo de relegar al olvido el siglo de humillación sufrido a manos de las potencias occidentales. A la luz de este nuevo alineamiento de las potencias mundiales, las naciones más pequeñas del Sudeste Asiático defienden los «valores asiáticos» en contra de las críticas a los regímenes autocráticos y de las presiones para interferir en la política interna de los Estados miembros más fuertes. El rechazo a la democratización se ha intensificado a nivel global. Esto se debe, en parte, al desencanto con unas instituciones democráticas que se han vuelto disfuncionales debido a patrones sistémicos de comportamiento político enraizados en la influencia colonial o avalados por la religión. Esta evolución sociopolítica del mundo, que comienza en la década de 1990, ha desencadenado una nueva ola de políticas radicales.
El presente y el futuro potencial de la política radical
Basada en una evaluación crítica de los sistemas de poderes existentes, la política radical busca una acción transformadora y aspira a un futuro con más igualdad y justicia. Una de las demandas claves de los radicales es una reevaluación de las estructuras económicas basadas en la explotación y orientadas al crecimiento, que son vistas como las causantes y perpetuadoras de la crisis. Es esencial reconocer y apreciar el coraje y la audacia que subyacen en estas demandas.1 Por un lado, la desilusión en aumento con las instituciones políticas tradicionales puede fomentar la aparición de movimientos radicales, lo que resalta la necesidad de realizar un abordaje alternativo. Por otro lado, la polarización, la división social y el auge del populismo pueden dificultar la tracción y la eficacia de la política radical. Su crítica y su visión están enmarcadas en un contexto cultural y geopolítico. Reconocer el potencial de los movimientos radicales y los obstáculos que enfrentan nos permite comprender su impacto de manera más completa.2
El término «radicalismo» antecede al término «extremismo» y ha estado en circulación por más de doscientos años. Tiene una historia diversa, aunque en el último tiempo se lo ha asociado a distintas ideologías políticas de izquierda. Es crucial comprender su contexto histórico más amplio y sus conexiones con los ideales de la libertad individual y colectiva, la democracia y el progreso social.3
En cuanto al radicalismo religioso, generalmente es descripto desde un enfoque negativo caracterizado por la violencia, el fanatismo y la perpetuación del patriarcado. Sin embargo, han surgido formas de religiosidad política de izquierda, entre las que se encuentran las prácticas tradicionales, las campañas pacíficas contra los regímenes represivos y los individuos marginados que negocian narrativas alternativas de organización de vida.4 Si ampliamos la perspectiva del discurso político, se puede cuestionar el sesgo occidental contra la religión, lo que nos lleva a una comprensión más profunda de la intersección entre la religión y la política radical.5
En los últimos años, en el ámbito de la política identitaria, han ganado protagonismo los temas relacionados con la raza, la clase social, la condición de nativo y el medio ambiente.6 Este cambio en el enfoque social ha tenido implicancias económicas y de clases, ya que el radicalismo tiende a reducir las cuestiones éticas a temas de poder y a equiparar el victimismo con la superioridad moral. Resulta sentencioso y condenatorio el énfasis en la igualdad de resultados, respaldado por la disposición para utilizar la fuerza cuando la única guía moral es la ideología. Esto nos hace reflexionar sobre la imperfectabilidad de la justicia humana —independientemente de la forma social en que se persiga—7 y nos recuerda que el mensaje central del evangelio se opone a cualquier idealismo de este tipo.
En el contexto mencionado, la política radical plantea preguntas inquisitivas. Sin embargo, a la hora de dar respuestas, no puede librarse del idealismo socialmente divisivo y polarizador. Más aún, la política radical no se da cuenta ni reconoce la distinción entre autoridad legítima y usos corruptos del poder. En la era de las redes sociales y la comunicación digital, los retos que plantean las cámaras de eco y las burbujas de filtros aumentan la polarización y el revanchismo. La ironía de este fenómeno es que las empresas de redes sociales, en su mayoría con un sesgo hacia la izquierda, han amplificado estos problemas al tiempo que han obtenido enormes beneficios económicos para sus propietarios y accionistas.
Teniendo en cuenta lo anterior, si bien es cierto que la política radical históricamente ha desempeñado un papel importante en la promoción del cambio social y la resistencia a los sistemas opresivos, el análisis de Tom Holland sobre este fenómeno resulta esclarecedor. Él ha demostrado que los radicales son portadores de influencias cristianas sin ser conscientes de ello. El feminismo, por ejemplo, no habría prosperado en un entorno no cristiano.8 Varias teorías marxistas conciben la sociedad sin clases como una realización atea de la escatología cristiana, incluyendo así a Marx en la larga lista de herejes cristianos. En este sentido, el filósofo ateo John Gray describe el ateísmo liberal, que abraza el progreso humanista, como una extensión tardía de la religión judía y la cristiana, señalando que en el pasado la mayoría de los ateos no eran liberales.9
A continuación, abordaremos dos grupos de cuestiones relacionadas con la política radical. Nuestras respuestas se basarán en la rica experiencia del sur de Asia y de Oriente Medio. Nos enfocaremos especialmente en las expresiones cristianas de los principios de la política radical en Palestina.
La política radical y la gran comisión
Considerando las características únicas de la cosmovisión cristiana mencionadas, es relevante notar que, aunque ciertos fenómenos sociales, antropológicos y políticos no podrían haber surgido en un entorno no cristiano, son precisamente estos fenómenos los que se utilizan como herramientas críticas para abordar y corregir el abuso de poder dentro de las estructuras cristianas. Esta «paradoja» tiene profundas raíces bíblicas. La Biblia en general, y los libros proféticos en particular, nos alertan constantemente sobre la idolatría, que es la discrepancia entre el reconocimiento nominal de la justicia de Dios y el abuso práctico de la misma.
En el mundo actual, esa discrepancia se evidencia en la falta de coherencia entre los valores vigentes —incluso en las culturas cristianizadas— y las estructuras de gobierno establecidas. Como dijo el sociólogo guatemalteco Bernardo Arévalo: «Tenemos el hardware de la democracia, pero operamos con el software del autoritarismo». En las antiguas colonias europeas persiste el culto al caudillo, al mítico hombre fuerte, perpetuando así un rasgo importante del patriarcado. La política radical está muy atenta a estos acontecimientos. Como resultado, hoy asistimos al creciente «choque de civilizaciones» que predijo Huntington, en gran medida pasado por alto hasta el surgimiento de religiones políticas como el islam y, en menor medida, la derecha religiosa en Estados Unidos, que está librando una guerra cultural contra el liberalismo secular, polarizando a la sociedad estadounidense.
Los millones de desplazados por los conflictos en Estados fallidos han provocado inevitablemente migraciones masivas, generando así una fractura entre los derechos de ciudadanía de las culturas de acogida y los derechos humanos de los migrantes. Estos movimientos de población han dado lugar a la formación de iglesias, mezquitas y templos translocales, lugares que no solo funcionan como comunidades religiosas, sino también como centros sociales para sus compatriotas étnicos. Además, plantean un desafío a los países cuya autoidentidad se basaba en la vieja idea de la «cristiandad».10
El discipulado de las naciones
Ahora que estamos cara a cara, provenientes de diversas culturas y convicciones políticas, ¿cómo llevamos a cabo la gran comisión?
En primer lugar, es importante recordar que la gran comisión implica discipular a las naciones, no solo a los individuos. La interpretación individualista de pasajes como Mateo 28 y de muchas otras partes de las Escrituras ha llevado a aquellos de nosotros que hemos sido influenciados por teologías occidentales a pasar por alto la naturaleza colectiva de nuestro testimonio.
«Discipular a las naciones» significa comprometernos con los sistemas de vida, es decir, las estructuras e instituciones que organizan la vida cotidiana de nuestras sociedades, y orientarlas hacia Cristo. El renombrado historiador y misionólogo Andrew Walls, al analizar la transición del cristianismo desde el judaísmo hasta su inculturación en las formas de pensamiento griegas, nos ofrece una pista sobre cómo la Biblia se involucra con las culturas y actúa como un agente transformador en el tejido social de las naciones:
La Palabra ha de pasar a todas esas formas distintivas de pensamiento, esas redes de parentesco, esas formas especiales de hacer las cosas que dan a una nación su carácter común, su coherencia, su identidad. [La Palabra] tiene que viajar a través de los procesos mentales y morales compartidos de una comunidad.11
No estamos abogando por el nacionalismo cristiano. Se trata más bien de nutrir lo que se conoce como una «comunidad hermenéutica», aquellos que, como la tribu de Isacar, pueden discernir los tiempos y guiar a la comunidad en cómo la Palabra puede ofrecer respuestas o, al menos, arrojar luz a las numerosas y complejas cuestiones que afectan la esfera pública.
Según Pablo, el testimonio requiere que llevemos «cautivo todo pensamiento para que obedezca a Cristo» (2 Co 10:5 NVI). El fracaso a la hora de comprometer el pensamiento de las sociedades con raíces cristianas ha conducido a la secularización.12 Ese fracaso también es la razón por la que las culturas asiáticas continúan resistiéndose al evangelio, ya que están arraigadas en tradiciones religiosas rivales que son tan filosóficamente completas como el cristianismo.
Aunque Peter Berger y sus colegas han escrito sobre la «desecularización del mundo», muchos de nosotros seguimos viviendo en sociedades que aún no se han secularizado. Nuestro desafío radica en comprometernos con nuestras culturas más allá de los marcos de significado habituales proporcionados por las teologías que hemos heredado de Occidente. Según una investigación realizada por académicos filipinos, aunque ha habido una disminución en indicadores rituales comunes como la asistencia a la iglesia entre los católicos, que representan alrededor del 82 % de la población, muchos continúan rezando: el 73,3 % de los que tienen entre 18 y 24 años, y el 79,9 % de los que tienen entre 25 y 39 años. Esto nos indica que las generaciones más jóvenes siguen siendo religiosas, pero no necesariamente en el sentido que la religión institucional promueve.
La desilusión surge de la falta de autenticidad entre los seguidores. Como indica el investigador, la actitud de los jóvenes se resume así: «Vivir correctamente es más importante que creer correctamente». De ahí su preferencia por el servicio humanitario —como el voluntariado para ayudar a construir viviendas en comunidades pobres o rescatar víctimas de desastres—, en lugar de simplemente asistir a misa o incluso participar en política, que se considera corrupta y carente de impacto.
Odres nuevos
Esto nos conduce al segundo imperativo: la necesidad de crear odres nuevos que contengan el vino siempre joven del evangelio. Vivimos en una época en la que los medios de comunicación y el mercado han desplazado a la Iglesia e incluso a las instituciones educativas en la formación de lo que Jung llama el «inconsciente colectivo» de nuestros pueblos.
Obsérvese que el Estado y otras instituciones poderosas ahora tienen a su disposición la tecnología necesaria para influir en las masas. No es coincidencia que lo primero que hagan los déspotas para consolidar su poder sea controlar los medios de comunicación o utilizarlos para difundir desinformación. La propaganda florece cuando se restringen los diversos puntos de vista y predominan las opiniones sesgadas, lo que plantea desafíos signifiativos de cara al desarrollo de una sociedad informada y constructiva.13
Lo que Pablo llama «el príncipe del poder del aire» (Ef 2:2 RVC) muy probablemente se refiere al poder demoníaco que ahora está alojado y se ha atrincherado en las tecnologías con capacidad de difundir y propagar la mentira. De la misma manera que detrás de un gobierno malvado se encuentran «principados y potestades», los medios de comunicación pueden ser una de estas estructuras que quedan bajo la influencia de lo que la Biblia llama «potestades».
En el conflicto de las narrativas, la Iglesia necesita insertarse en el espacio político como actor que promueve la verdad. Los artistas y aquellos que ejercen profesiones con poder de comunicación necesitarán que se los instruya intencionadamente en la Biblia para que puedan crear nuevos iconos-símbolos que atraigan la imaginación del público de forma creativa.14 Además, la práctica de la fe ahora se extiende más allá de las instituciones tradicionales. Se están formando comunidades virtuales, impulsadas por la necesidad de conectarse de alguna manera, especialmente en sociedades atomizadas. Según una investigación, los jóvenes no buscan tanto contenido —pueden obtenerlo fácilmente en Internet—, sino conexión.
Hacia una política radical cristiana
La política radical desde una perspectiva cristiana se refiere a un enfoque que busca aplicar las enseñanzas y los valores cristianos a los asuntos políticos y sociales de manera transformadora y a menudo poco convencional. Este enfoque sobre la formulación de políticas hace hincapié en el llamamiento bíblico a la justicia y la compasión hacia los marginados y oprimidos, abordando cuestiones como la pobreza, el racismo, la discriminación, la violencia de género, la corrupción sistémica y otras formas de injusticia social. A menudo implica abogar por políticas y prácticas que promuevan la igualdad, la equidad y la dignidad de todas las personas.
Lecciones de Palestina
Como cristiano palestino, uno de los autores de este documento reflexiona sobre su propia experiencia de trabajo con el pueblo palestino en un contexto de conflicto marcado por varias guerras y continuas atrocidades sufridas debido a la ocupación israelí. Los palestinos, incluidos los cristianos palestinos, enfrentan diversas dificultades y restricciones como resultado del conflicto, tales como prohibiciones de circulación, limitaciones de acceso a lugares sagrados y desafíos socioeconómicos. La iglesia palestina se encuentra en una difícil encrucijada entre la política radical, la fe y la gran comisión.
En el contexto palestino, la iglesia evangélica enfrenta desafíos y dinámicas únicos. El conflicto palestino-israelí y la compleja situación política de la región tienen implicaciones significativas para la iglesia y sus miembros. En respuesta, la iglesia evangélica palestina busca servir a su comunidad ofreciendo orientación espiritual, atención pastoral y apoyo a sus miembros. También participa en diversas actividades sociales y humanitarias para atender las necesidades de los palestinos, independientemente de su afiliación religiosa. Esto puede abarcar iniciativas relacionadas con la educación, la atención médica, la lucha contra la pobreza y los esfuerzos de construcción de la paz.
La Iglesia suele promover un mensaje de justicia, reconciliación y paz, buscando superar las diferencias y fomentar el entendimiento entre las distintas comunidades. Algunos evangélicos palestinos dialogan con cristianos israelíes y organizaciones cristianas internacionales para abordar el conflicto y abogar por una solución justa y pacífica. Muchos cristianos radicales se adhieren al principio de la no violencia, inspirándose en las enseñanzas de Jesús sobre el amor, el perdón y poner la otra mejilla. Por costoso que esto pueda resultar, el ejemplo y el mensaje de Bonhoeffer siguen siendo relevantes:
El cristianismo se sostiene o cae con su protesta revolucionaria contra la violencia, la arbitrariedad y el orgullo del poder, y con su defensa de los débiles. Los cristianos están haciendo demasiado poco para dejar claros estos puntos. […] La cristiandad se adapta con demasiada facilidad al culto del poder. Los cristianos deberían incomodar y escandalizar mucho más al mundo de lo que lo están haciendo ahora.15
Resistencia pacífica
Este no es un llamado sencillo, pero, según Mubarak Awad,16 es lo que significa seguir a Cristo para los cristianos:
A menudo, la gente viene al Centro Palestino para el Estudio de la No Violencia y me dice: «Los soldados y los colonos israelíes vinieron y arrancaron todos nuestros olivos que tienen cientos de años». Mi respuesta suele ser: «¿Y qué esperan que haga? ¿Que encuentre esos árboles y los traiga de vuelta?». A lo que ellos responden: «No, no sabemos dónde están». Entonces propongo: «Vale, reunámonos en grupos, incluso con israelíes, y vayamos a plantar». Pueden llevarse cien árboles, mil árboles, pero nosotros plantaremos cuatro mil árboles para que en los próximos años tengamos más árboles de los que teníamos en un principio. Y así es como empezamos.
Mubarak rechazó el uso de la violencia como medio para alcanzar objetivos políticos y, en su lugar, promovió métodos pacíficos de resistencia y cambio. Debido a esta postura, se le llegó a llamar el «Gandhi palestino». Nunca se podrá enfatizar lo suficiente en la importancia de los métodos no violentos para oponerse a la violencia.
La política cristiana radical considera el cuidado de la creación como un imperativo moral. Millones de personas sufren porque no hemos obedecido el mandato cultural que nos insta a administrar la tierra de tal manera que las poblaciones se rijan de acuerdo con los propósitos de Dios para la sociedad y que la creación florezca en lugar de degradarse. Al igual que en los tiempos bíblicos, mostrar una fe radical en Dios exige que los creyentes cristianos de hoy sean voces proféticas que desafíen los sistemas y estructuras dominantes de la sociedad. Deben comprometerse a decir la verdad al poder y criticar las políticas y prácticas que contradicen su comprensión de las enseñanzas y los valores cristianos. Como mencionó en una ocasión el poeta T. S. Eliot, predicar la Palabra también implica que «la Iglesia debe interferir en el mundo».17
Valores del reino
Las políticas radicales suelen enfatizar la justicia social, la igualdad y el bienestar de las comunidades marginadas. Algunas personas e iglesias consideran que estos valores son parte integral de su fe y del llamado a cumplir la gran comisión. Creen que abordar las injusticias sistémicas es un aspecto esencial de seguir a Jesús y de difundir el evangelio.
Como se ha mencionado anteriormente, un valor fundamental del reino es la no violencia. Existen diferentes perspectivas sobre cómo estos aspectos pueden alinearse o entrar en conflicto entre sí. «Siempre hay una alternativa. No importa cuál sea el conflicto, cuál sea el problema, hay que crear una alternativa».18 Esto requiere una participación amplia, a veces nacional o internacional, sin comprometer la verdad del evangelio. Es una oportunidad para demostrar solidaridad.
Muchos movimientos políticos radicales hacen énfasis en el activismo no violento y en la desobediencia civil como medios para lograr el cambio. Algunos individuos y grupos cristianos se alinean con estos movimientos, creyendo que la acción no violenta es coherente con las enseñanzas de Jesús sobre el amor, el perdón y el poner la otra mejilla. Pueden verlo como una forma de abogar por la justicia sin dejar de ser fieles a los principios de su fe.
Conclusión
En última instancia, la intersección de la política radical, la iglesia, la fe y la gran comisión puede ser compleja y matizada. Depende de las creencias individuales, las interpretaciones de las Escrituras y los marcos teológicos. Los cristianos pueden tener opiniones diversas sobre cómo su fe debe informar su compromiso político y la búsqueda de la justicia social. Por encima de todo, debe existir un organismo unificador que abarque todos los aspectos y promueva la unidad en el cuerpo de Cristo.
Si la Iglesia quiere ser relevante para el mundo en que vivimos, debe convertirse en una voz profética y posicionarse contra las injusticias que se cometen contra las personas en todas partes, incluso dentro de la Iglesia. Es cierto que esto no siempre se lleva a cabo, pero, cuando se hace, demuestra amor hacia las personas que nos rodean, permitiéndoles experimentar el amor de Cristo reflejado en nuestra pasión y amor por las naciones.
Ahora más que nunca, la Iglesia enfrenta el desafío de ser verdaderamente ella misma, una comunidad cuyo comportamiento social refleje el amor y el poder salvador de Dios. Al igual que aquellos de nosotros que vivimos en sociedades autocráticas, la Iglesia primitiva carecía de poder para criticar las instituciones autoritarias que la gobernaban. Sin embargo, sus comunidades se transformaron y adoptaron nuevos patrones de cultura, rompiendo barreras de clase, raza y género e inaugurando una nueva ética social que contribuyó a derribar la civilización grecorromana.
Notas finales
- Cf. Naomi Klein: This changes everything: capitalism vs. the climate (Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima), [Nueva York: Simon & Schuster], 2014.
- Cf. Chantal Mouffe: For a left populism (Por un populismo de izquierda), [London: Verso], 2018.
- Astrid Bötticher: «Towards academic consensus definitions of radicalism and extremism» (Definiciones académicas consensuadas de radicalismo y extremismo), Perspectives on Terrorism 11(4), 73-77. https://www.jstor.org/stable/26297886. [Consulta: 9/6/2023.].
- Cf. Angela Davis: Freedom is a constant struggle: Ferguson, Palestine, and the foundations of a movement (La libertad es una batalla constante: Ferguson, Palestina y los cimientos de un movimiento), [Chicago: Haymarket Books], 2016.
- Alexandre Christoyannopoulos y Anthony T. Fiscella: «Religious radicalism» (Radicalismo religioso), Routledge Handbook of Radical Politics (ed. Ruth Kinna y Uri Gordon), [Nueva York: Routledge], 2021, 492-509.
- Cf. Bell Hooks: Feminism is for everybody: passionate politics (El feminismo es para todo el mundo), [Cambridge, UK: South End Press], 2000.
- Reinhold Niebuhr: Moral man and immoral society: a study in ethics and politics (El hombre moral en la sociedad inmoral: un estudio de ética y política), [Louisville, KY: Westminster John Knox Press], 2013, xxxiv.
- Tom Holland: Dominion: the making of the western mind (Dominio: cómo el cristianismo dio forma a Occidente), [London: Abacus], 2019, 516.
- John Gray: Seven types of atheism (Siete tipos de ateísmos), [London: Allen Lane], 2018, 1.
- Cf. nota 5.
- Andrew F. Walls: The missionary movement in Christian history: studies in the transmission of faith (El movimiento misionero en la historia cristiana: estudios sobre la transmisión de la fe), [Maryknoll, NY: Orbis Books], 1996.
- Fomentando así la aparición de movimientos con una agenda política radical.
- Cf. Timothy Snyder: On tyranny: twenty lessons from the twentieth century (Sobre la tiranía: veinte lecciones que aprenderdel siglo XX), [New York: Tim Duggan Books], 2017.
- Cf. Makoto Fujimura: Art and faith: a theology of making (Arte + Fe), [New Haven: Yale University Press], 2021.
- Dietrich Bonhoeffer: Dietrich Bonhoeffer works, English edition (Obras de Dietrich Bonhoeffer, edición en inglés). 13:402. Un sermón que Bonhoeffer pronunció en Londres en fecha desconocida de 1934.
- Awad es un destacado dirigente cristiano palestino que participó en la resistencia pacífica a la ocupación en Palestina..
- T. S. Eliot: Christianity and culture: the idea of a Christian society and notes toward the definition of culture (Cristianismo y cultura: la idea de una sociedad cristiana y notas para definir la cultura), [San Diego / New York / London: Harcourt Brace & Company].
- Mubarak Awad.