Global Analysis

Afirmar nuestro llamado común

interdependencia para una misión policéntrica

Everton Jackson Jul 2024

Introducción

Hubo un tiempo en que la misión se entendía como el derecho divino de ciertas personas de ciertos lugares a convertir al cristianismo a algunas personas que vivían en otros lugares. El objetivo de la misión entonces eran los denominados paganos que vivían en tierras lejanas y que no tenían ningún sentido de lo divino ni de la auténtica religión. El principal objetivo de la misión durante el siglo XIX era ganar almas y plantar iglesias, pasando por alto los males sociales de la época que distorsionaban el evangelio de Cristo. Sin embargo, con el nacimiento del siglo XX y su énfasis en el ecumenismo, y el siglo XXI que se caracteriza por el cristianismo mundial, la dinámica ha cambiado. Ya no se entiende la misión en términos localistas ni el evangelio como carente de poder para el cambio social. Las tendencias misionales del siglo XXI han creado un contexto que hace del trabajo en red el camino deseable para la misión mundial.

El contexto para la misión

Tanto la comprensión como la ejecución de la misión han evolucionado a lo largo del último siglo. Allen Yeh sostiene que un siglo atrás la misión era unilateral y unidireccional, de Occidente al resto.[1] Estaba ligada al expansionismo europeo sin tener en cuenta la transformación de las sociedades humanas ni consideraciones para que todos los cristianos de cada lugar se involucraran. Pero en 1810 William Carey popularizó la Gran Comisión como vinculante para todos los cristianos y abogó por la creación de sociedades misioneras, con lo que contrarrestó la opinión mantenida durante mucho tiempo de que la Gran Comisión era para los discípulos originales y posteriormente aplicable a personas de Occidente y el Norte. Por ello, algunos misiólogos atribuyen a la visión de Carey la convocatoria de la primera conferencia misionera internacional en 1910, celebrada en Edimburgo, Escocia, un siglo después.

Esta conferencia representa un punto de inflexión en la iglesia mundial, ya que atrajo a representantes católicos, ortodoxos y protestantes y puso fin al impulso del denominado «gran siglo de las misiones» en el siglo XIX. Allen Yeh hace referencia a Brian Stanley, quien postuló la opinión de que Edimburgo fue la cuna del movimiento ecuménico moderno que más tarde desembocó en la creación del Consejo Mundial de Iglesias en 1948. Para entonces, la palabra «ecumenismo» había adquirido un nuevo significado. En este contexto, ecumenismo refleja el uso que hace Pablo de la imagen del cuerpo para hablar de la unidad y la diversidad en el cuerpo de Cristo. Connota la idea de cooperación y colaboración tanto dentro de las comuniones cristianas como entre ellas, a pesar de diferencias teológicas y eclesiales. Concierne a toda la iglesia en el sentido de denominaciones que cooperan, pero también se refiere a la representación de cada nacionalidad o grupo étnico, independientemente de la afiliación eclesial.

David Bosch describió el evento como una notable conferencia evangélica ecuménica.[2] Bosch analizó la historia de las misiones destacando seis cambios paradigmáticos basándose en la obra de Hans Küng.[3] El último de los seis paradigmas mencionados es el paradigma ecuménico emergente que destaca la importancia de que los cristianos aprendan a vivir y dar testimonio juntos. Bosch sostiene que el declive del dominio de Occidente sobre la misión y el creciente respeto por otras culturas y expresiones religiosas junto con la globalización son responsables de la aparición del paradigma ecuménico. La realidad del ecumenismo abre la puerta a la aparición de un nuevo paradigma conocido como cristianismo mundial.

Allen Yeh define el cristianismo mundial como el desplazamiento del centro de gravedad del cristianismo al mundo de los dos tercios en el último medio siglo.[4] Sin embargo, algunos misiólogos prefieren el término «Mundo Mayoritario» por considerarlo más neutral, dado el tamaño de Asia, África y América Latina, a pesar de la preocupación de minorías étnicas del mundo occidental que podrían entrar en esta clasificación. Entre los signos de este fenómeno está la aparición de nuevos centros misionales. Hacia finales del siglo XX y adentrándose en el siglo XXI, se hizo evidente que, mientras Asia, África y América Latina experimentaban un espectacular crecimiento numérico en iglesias, un importante reto emergente de una cultura poscristiana estaba impactando a Europa y América del Norte. En la actualidad, más del 55% de los cristianos del mundo se encuentran en el Mundo Mayoritario. Pero no es un fenómeno nuevo, ya que el cristianismo experimentó un crecimiento espectacular en Asia y África desde sus inicios.

Philip Jenkins observa que la se esforzó durante los primeros mil años de existencia del cristianismo en Asia y África, pero esta historia rara vez se cuenta en Occidente.[5] Jenkins sostiene que el fenómeno del cristianismo mundial no es un descubrimiento, sino un restablecimiento. Se caracteriza por la contextualización, en el sentido de que ninguna cultura puede pretender tener un conocimiento exclusivo de Dios, ya que nadie tiene una imagen completa de Dios y de la innovación en lo que se refiere a un renacimiento teológico. Cuando los cristianos del Mundo Mayoritario y Minoritario se reúnen, surgen ortodoxias innovadoras en la línea de Calcedonia, Agustín y Lutero, lo que convierte la reforma en un proceso continuo. Dado que los cristianos del Mundo Mayoritario han alcanzado la mayoría de edad, deben realizarse esfuerzos deliberados e intencionados para pasar de la dependencia a la interdependencia mediante la colaboración y el trabajo en redes. La realidad del cristianismo mundial ha llevado a la maduración de la iglesia mundial más allá de la arrogancia, la superioridad y el monopolio regionales y a la transición del egoísmo y la intolerancia confesionales a un espíritu ecuménico marcado por la tolerancia religiosa, el respeto y la colaboración. La pregunta es, pues, ante estos cambios, ¿cuál es la mejor manera de hacer misión en el siglo XXI?

La koinonía misional como marco para el trabajo en redes en misiones

La misión en el siglo XXI debe asumirse como integrada, afirmando al mismo tiempo la evangelización y la acción social cristiana. La iglesia está llamada a crecer mediante la evangelización y el discipulado, a estar al servicio del mundo mediante la compasión y la justicia y a servir al medio ambiente mediante el cuidado de la creación. De acuerdo con el Pacto de Lausana de 1974 (CTC VI),[6] es responsabilidad de toda la iglesia comunicar todo el evangelio a todo el mundo.

El marco necesario para la ejecución de la misión integral es la koinonía misional. La palabra griega koinonia significa compañerismo, asociación y solidaridad. Por lo tanto, la koinonía misional connota la idea del pueblo de Dios en asociación con Dios y entre sí para la transformación integral de la creación de Dios que gime por su restauración. Desde que Adán y Eva abusaron de su libertad e introdujeron la condición rota en la experiencia humana, Dios llevó a cabo su plan misional de restaurar el mundo roto eligiendo a los israelitas como socios misionales, aunque malentendieron su llamado misional. El fracaso de los israelitas a la hora de comprender y ejecutar la misión de Dios condujo a la venida de Cristo, que redefinió la misión desde el punto de vista de Dios, incorporó a sus discípulos y más tarde a la iglesia como socios misionales y se centró en una misión mundial que es inclusiva y orientada hacia afuera.

la koinonía misional connota la idea del pueblo de Dios en asociación con Dios y entre sí para la transformación integral de la creación de Dios que gime por su restauración.

Este fue el tipo de misión ejemplificado por Pablo en sus relaciones y viajes misionales. Pablo afirma en 1 Corintios 3:9: «Nosotros somos colaboradores al servicio de Dios; y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios”, en respuesta a la aparición del culto a la personalidad en la iglesia de Corinto. La koinonía misional, por tanto, lucha por la complementariedad, no la competencia; la división del trabajo, no el monopolio; la misión compartida, no el propósito dividido; y la igualdad de estatus, no la desigualdad. Andrew Walls hace una observación interesante en relación con la convergencia horizontal de disciplinas en el mundo actual.[7] Observa que los ingenieros colaboran con los biólogos para comprender la dureza de la caracola y aplicarla al blindaje de tanques y carrocerías de automóviles. El objetivo de la analogía es subrayar la colaboración y la interdependencia necesarias para emprender el avance y la consolidación misionales en este siglo.

Dentro del contexto del cristianismo mundial confluyeron diversos dones, personal y recursos materiales. Ambos lados de la línea divisoria misional se necesitan mutuamente, pues ya no se trata de «la misión de Occidente al resto», sino de «la misión de todos a todas partes», incluidos entornos locales, patios traseros y vecinos. En consecuencia, la misión en el siglo XXI es policéntrica, polifónica y multidireccional. Ninguna raza, cultura, región o comunión eclesial individual puede reclamar el monopolio de la misión porque comparten una humanidad, un llamado y una misión comunes. Por tanto, el principio de la koinonía misional no admite el paternalismo, el monopolio, la arrogancia, la competencia ni el aislamiento. Es un llamado a la asociación y la colaboración entre iguales con diversos dones, recursos y números; todos trabajando con un propósito y una misión comunes para la gloria de Dios. La koinonía misional llama a la iglesia misional no tanto a la independencia como a la interdependencia.

Es un llamado a la asociación y la colaboración entre iguales con diversos dones, recursos y números; todos trabajando con un propósito y una misión comunes para la gloria de Dios.

Los principios que sustentan la koinonía misional no solo son aplicables a asociaciones transculturales, sino también dentro de regiones y entre grupos étnicos; dentro de organismos fraternales y relaciones ecuménicas; entre comunidades religiosas y comunidades no religiosas. El contexto de la misión cristiana en el siglo XXI es uno en el que las religiones se encuentran y las comuniones cristianas convergen. Por lo tanto, hay que encontrar la manera de afirmar nuestra humanidad común y nuestro interés por el florecimiento de las comunidades humanas mediante la colaboración y el trabajo en red. De este modo, se minimizará y reducirá el despilfarro de recursos y las duplicaciones. Este es el reto del siglo XXI: reconocer la causa común de nuestro llamado compartido, creyendo que Dios nos ha dotado diversa y complementariamente en Cristo, con el poder y la sabiduría del Espíritu Santo, como comuniones y regiones diversas, para perseguir nuestra vocación en el mundo mediante la colaboración y el trabajo en red. Podemos hacer más juntos que individualmente.

Conclusión

Vengamos entonces a la mesa con humildad, admitiendo que no lo tenemos todo, ni lo sabemos todo. Por lo tanto, nos necesitamos unos a otros, no para competir, sino para complementarnos; no para enseñorearnos unos de otros, sino para someternos al Señor de la misión; no para reclamar el monopolio misional, sino para afirmar nuestro llamado común. Al comprometernos a trabajar en red en el marco de la koinonía misional, debemos evitar los errores de las hazañas misionales del siglo XIX. El florecimiento misionero que se está experimentando en el Mundo Mayoritario o en el Sur Global no debería verse como un privilegio misionero, sino como el posicionamiento de todo el pueblo de Dios para ser socios siervos. De esta forma, en lugar de preocuparnos por la noción de misión inversa, debemos centrarnos en la asociación, el trabajo en redes, la colaboración y la interdependencia.[8]

Endnotes

  1. Allen Yeh, Polycentric Missiology (Illinois: InterVarsity Press, 2016).
  2. David Bosch, Transforming Mission: Paradigm Shifts in Theology of Mission (Maryknoll, NY: Orbis, 2022).
  3. David Bosch, Transforming Mission (Maryknoll, NY: Orbis, 1991).
  4. Yeh, Polycentric Missiology.
  5. Philip Jenkins, The Next Christendom: The Coming of Global Christianity (New York: Oxford University Press, 2002).
  6. Nota del editor: Ver Una visión radical de toda la iglesia porWonsuk Ma, El evangelio completo y la organización comunitaria por Alexia Salvatierra, y Todo el mundo y los no alcanzados por Joshua Bogunjoko en Análisis Mundial de Lausana, mayo 2023, https://lausanne.org/es/global-analysis/resena-mayo-2023
  7. Andrew Walls, The Missionary Movement in Christian History: Studies in the Transmission of Faith (Maryknoll, NY: Orbis, 1996).
  8. Nota del editor: Ver Integración y colaboración innovadoras en el campo de la misión por Steve Sang-Cheol Moon en Análisis Mundial de Lausana, septiembre 2023, https://lausanne.org/es/global-analysis/integracion-y-colaboracion-innovadoras-en-el-campo-de-la-mision