EL Pacto de Lausana define la evangelización como «toda la iglesia [llevando] el evangelio a todo el mundo» (Pacto, p. 6).[1] El primer «todo» de las tres visiones populares de la misión es la indagación sobre cómo puede toda la iglesia participar en la misión. En este breve artículo se identifican los retos que enfrenta la misión actual en el cumplimiento de esta visión novedosa y se proponen áreas de estudio para resolverlos.
Retos en el estado actual de la misión
El mayor reto es que solo fracciones minúsculas de la iglesia actual participan directamente en la misión. La tercera edición de World Christian Encyclopedia (2020) revela que se requieren casi 6.000 cristianos para enviar y apoyar a un misionero. Si ampliamos la imagen, el reto es aún más grave: en el Norte Global (Europa y América del Norte), se necesitaron algo menos de 4.000 creyentes para enviar un misionero, pero se necesitaron más de 8.000 creyentes en el Sur Global (África, Asia, América Latina y Oceanía) para hacer lo mismo.[2] El resultado es que el Sur Global envía menos de la mitad de los misioneros del mundo, a pesar de que cuenta con más de dos tercios de los cristianos del mundo.
Otro panorama que debemos considerar es la trayectoria del reciente movimiento misionero. El número de misioneros pasó de 62.000 en 1900 a 425.000 en 2020. Pero en 1900, con 522,4 millones de cristianos, solo se requerían 1.220 creyentes para enviar un misionero. En proporción, ¡la participación de la iglesia en la misión disminuyó más de tres veces! Esto puede explicar por qué la proporción de cristianos en la población mundial pasó del 34,5% en 1900 al 32,3% en 2020.[3] ¿Cómo entender esta grave ineficacia y sus implicaciones? Hay al menos tres áreas que podemos explorar.
La primera es la naturaleza «elitista» del movimiento misionero moderno, arraigada en su historia. El término «elitista» no describe un aspecto actitudinal, sino el estatus especializado y profesionalizado de los misioneros. Muchos remontan el inicio del paradigma misionero moderno al movimiento de Contrarreforma de la iglesia católica del siglo XVI. Ante la amenaza del nuevo movimiento protestante y el descubrimiento de nuevos territorios, como las Américas, la iglesia católica romana añadió órdenes de misioneros, incluidos los jesuitas, a su estructura existente. Así, la misión quedó relegada a un pequeño grupo de profesionales. Este paradigma no incluía la participación de las congregaciones locales ni de la gente en los bancos de las iglesias. La misión protestante desde el siglo XVIII continuó este paradigma, aunque ahora las iglesias (tanto las denominaciones como las iglesias locales) han desarrollado sus propias estructuras de misión. No obstante, se sigue considerando que la misión es lo que la iglesia hace «ahí fuera» a través de especialistas llamados «misioneros».
La segunda es la desalineación de este paradigma histórico con la visión original de la misión encomendada por Cristo y practicada por la iglesia primitiva. Cristo dio el mandato de la misión a todos los creyentes, es decir, a toda la iglesia. La mejor forma de expresarlo es en su oración sacerdotal: «Como tú me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo» (Juan 17:18). Lucas vincula el derramamiento del Espíritu Santo sobre los 120 reunidos en el aposento alto con el mandato misionero del Señor: «Recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:8).
El Libro de Hechos también recoge muchos casos en los que creyentes comunes y corrientes cumplieron activamente el llamado misionero. Creyentes anónimos, incluidos no judíos, escaparon de la persecución en Jerusalén y difundieron el evangelio mientras iban de un lado a otro (11:19-20). Mientras predicaban, “el poder del Señor estaba con ellos” y “un gran número creyó y se convirtió al Señor” (11:21), no muy diferente del ministerio de los apóstoles. Aquellos creyentes dispersos y comunes acabaron fundando la iglesia en Antioquía.
La iglesia de Éfeso es otra obra extraordinaria de evangelización. En dos años de predicación y enseñanza diarias de Pablo, todos los judíos y griegos que vivían en la provincia de Asia oyeron la palabra del Señor (19:10). Tuvieron que ser creyentes comunes y corrientes los que viajaron activamente a diferentes partes de Asia y compartieron apasionadamente las buenas nuevas. Partiendo de la base de que la mayoría de ellos eran nuevos en la fe, la misión es un llamado de Dios a toda la iglesia y a cada creyente. La práctica misionera actual, por tanto, no refleja fielmente la visión del Señor sobre la misión.
La tercera es el desafío práctico que este paradigma histórico de la misión plantea a las nuevas iglesias del Sur Global. Desde el siglo XVI, los principales actores de la misión cristiana fueron las iglesias occidentales. También eran políticamente poderosas y colonizaron muchas naciones, las “hicieron avanzar” culturalmente y las «desarrollaron» económicamente. El paradigma de la misión, desarrollado por iglesias de estas potencias occidentales, requería importantes recursos financieros para preparar, enviar y mantener a sus misioneros. Si las iglesias en crecimiento del Sur Global se involucran ahora cada vez más en el movimiento misionero, este paradigma de la misión, que exige muchos recursos, puede ser un obstáculo.
Preguntas para cerrar la brecha
Tal vez el elemento común de los tres retos mencionados sea una discrepancia que voy a desarrollar a continuación. Esta discrepancia abarca retos que van desde lo teológico hasta lo histórico y práctico. Plantearé estos retos mediante tres preguntas.
La primera pregunta es cómo configurar la misión cristiana de acuerdo con la visión bíblica. Si leemos atentamente las Escrituras, hay dos paradigmas de misión. En Hechos 19, el apóstol Pablo puede representar el modelo «elitista» como especialista reconocido y formado, mientras que los creyentes comunes y corrientes de Hechos pueden representar la misión por «el resto de nosotros». Lo que la iglesia debe restaurar es este aspecto democrático de la movilización para la misión. Tiene que ser un proceso mundial, con una colaboración significativa entre las iglesias en crecimiento del Sur y las iglesias de misión tradicionales del Norte.
Algunas suposiciones mantenidas durante mucho tiempo serán cuestionadas. Una es la suposición de lo que es la misión. Durante mucho tiempo hemos escuchado “Si todo es misión, nada es misión”. Si la presencia de la iglesia en el mundo, especialmente en una situación hostil, ya es un acto misional (según la oración sacerdotal del Señor en Juan 11), todo acerca de esa iglesia está en la misión de Cristo. Es hora de que la misión directiva o misiología se encuentre con el Señor de la misión.
En segundo lugar, ¿cómo podemos discernir la guía del Espíritu Santo en la formación del movimiento misionero? Una forma es discernir la intencionalidad de la misión. Si bien necesitamos recuperar el aspecto orgánico de la misión, debe fortalecerse el esfuerzo intencional de la iglesia por construir una estructura sistemática para la misión, tanto en el sur como en el norte. Sin embargo, el modelo y el paradigma de la cristiandad deben ser examinados de cerca. El requisito previo del modelo histórico era el «poder», un modelo que contrasta fuertemente con el modelo kenótico que sigue el vaciamiento de poder de Cristo al encarnarse. Este último permitirá a las iglesias con menos recursos abrazar el llamado a la misión.
Por último, ¿qué nos abrirá los ojos para ver prácticas de misión nuevas y creativas en todo el mundo, como el movimiento Juventud con una Misión, que abrió radicalmente nuevos caminos para la misión? Una posibilidad es que la comunidad de misiones mundial recoja con diligencia historias de involucramiento creativo con personas de distintas confesiones. Un antropólogo social sospechaba que los musulmanes convertidos a través de empleadas domésticas cristianas filipinas en Oriente Medio superarían en número a los que llegaron al Señor a través de «misioneros». De ser cierto, sus implicaciones son profundas. El primero sirve, mientras que el segundo enseña; el primero viene con debilidad, mientras que el segundo viene con fuerza; el primero da testimonio formando parte de la familia (o encarnación), mientras que el segundo se queda como forastero.
Otro ejemplo es el llamado Bhojpuri Breakthrough (Avance Bhojpuri), en el noreste de India.[4] Este movimiento misionero nacional ha convertido a la región de Bhojpuri, el corazón del hinduismo y cementerio de misioneros, en el hogar de vibrantes comunidades cristianas. En tres décadas, este estado con una población de 100 millones de habitantes fue testigo de cómo el cristianismo crecía del 0,01% (o 10.000 creyentes) al 12% (o 12 millones de creyentes), todo gracias a líderes nacionales, mediante recursos locales, enfoques integrales y la manifestación de la obra sobrenatural de Dios. Rompió barreras de castas y denominaciones.[5] Este tipo de iniciativas creativas abundan, sobre todo en entornos de misión Sur-Sur. Podemos añadir fácilmente muchas historias y reflexiones sobre movimientos misioneros en América Latina y África. A toda la iglesia le servirá aprender de nuestros hermanos y hermanas que experimentan en la misión de Dios bajo la guía y el poder del Espíritu Santo.
Toda la iglesia, con cada creyente, está llamada a la misión de Dios.[6] El desarrollo histórico de la misión cristiana, especialmente en los últimos siglos, hizo de la fe cristiana una religión auténticamente mundial. Al mismo tiempo, tenemos ante nosotros la monumental tarea de movilizar a toda la iglesia y a cada cristiano para la misión. Y vivimos en una época en la que es necesario y factible un replanteamiento radical de la misión. Para ello será necesario que toda la iglesia se una, tanto la mundial como la interconfesional, y tanto los pensadores como los practicantes de la misión.
Endnotes
- This article is based on the author’s presentation at the Gordon-Conwell Theological Seminary during its Annual Mission Week, Sept 2021. The author wishes to express his heartfelt appreciation to Robert Antonucci, assistant director of the seminary’s Wilson Center for World Missions.
- Todd M. Johnson and Gina A. Zurlo, eds., World Christian Encyclopedia, 3rd ed. (Edinburgh: Edinburgh University Press, 2020), 32–34.
- Gina A. Zurlo, Todd M. Johnson, and Peter F. Crossing, ‘World Christianity and Mission 2020: Ongoing Shift to the Global South,’ International Bulletin of Mission Research 44, no. 1 (January 2020): 8–19.
- Victor John and Dave Coles, Bhojpuri Breakthrough: A Movement That Keeps Multiplying (Monument, CO: WIGTake Resources, 2019).
- For the leader’s reflection, see Victor John and David Coles, ‘God’s Mighty Work in the Graveyard of Missions: Transformation Breaking Forth among the Bhojpuri People of North India,’ in Wonsuk Ma, Opoku Onyinah, and Rebekah Bled, eds., The Remaining Task of the Great Commission and the Spirit-Empowered Movement (Tulsa, OK: ORU Press, 2023), 221–36.
- Nota del editor: Ver el artículo “¿Cómo medimos el entendimiento misional de las iglesias?” por Jim Memory, en el Análisis Mundial de Lausana de enero 2022 https://lausanne.org/es/contenido/aml/2022-01-es/como-medimos-el-entendimiento-misional-de-las-iglesias