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Entender el corazón de Dios para la colaboración

Daniel Dow 26 Ene 2024

Editor's Note

Este artículo es el primero de una serie que considerará la colaboración y lo que se necesita para colaborar eficazmente. Antes de profundizar en los aspectos prácticos de la colaboración, tomemos unos momentos para entender la colaboración desde la perspectiva de Dios en las escrituras.

La naturaleza colaborativa de Dios

El significado raíz de la palabra colaboración es ‘co-laborar’. En 1 Corintios 3:9, el término para co-laborar es synergoi, de la cual obtenemos la palabra moderna ‘sinergia’. En síntesis, colaboración significa coordinar, organizar y co-laborar de tal manera que la suma de nuestros esfuerzos combinados produce más que nuestras contribuciones individuales.

A lo largo de la escrituras, vemos a Dios como un Padre, Hijo y Espíritu trino en relación amorosa entre sí. Los vemos unidos en propósito, trabajando juntos en total y amorosa cooperación, pero cada uno con responsabilidades, roles y nombres diversos y únicos.

  • Juan 5:19: Entonces Jesús afirmó: “Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su Padre hace, porque cualquier cosa que hace el Padre, la hace también el Hijo. Pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que estas le mostrará y los dejará a ustedes asombrados”.
  • Juan 14:26: Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que he dicho.
  • 2 Corintios 13:14: Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes.

Testimoniar una unidad amorosa hace que el mundo crea en Dios, porque trabajar juntos en la unidad y diversidad amorosas refleja el carácter de Dios y es una expresión de ese carácter.

Juntos crearon el mundo y la humanidad. Y, cuando la humanidad desobedeció a Dios en el huerto del Edén, co-laboraron para reunir y restaurar la relación de la humanidad, primero a través de Israel, y luego a través de Jesucristo y su iglesia.

En Juan 17:20-23, Jesús describe su relación con el Padre con la expresión “somos uno” y ora para que esta misma unicidad, amor y unidad estén disponibles para aquellos creyentes que aún están por venir para que el mundo pueda creer en él. Testimoniar una unidad amorosa hace que el mundo crea en Dios, porque trabajar juntos en la unidad y diversidad amorosas refleja el carácter de Dios y es una expresión de ese carácter.

Dios trabajando

La forma en que trabaja Dios es una expresión de quién es. En Génesis 1 y Juan 1, tenemos atisbos de un Dios colaborativo y creativo trabajando. Vemos al Espíritu de Dios, que estaba con Dios, moviéndose sobre las aguas y las creaciones de Dios que llenan la tierra. Más adelante en la historia de la creación, vemos a Dios creando a Adán y Eva a su imagen. No solo creó otra especie animal más inteligente sino que creó seres físicos capaces de co-laborar con Dios y entre sí. Vemos a Adán invitado por Dios para nombrar a los animales y cuidar de su creación. Se convierte en socio de Dios en el cuidado y el nombramiento de la creación de Dios.

Este deseo de colaborar con su pueblo se ve en historia tras historia cuando Dios interactúa con Noé, Abraham, Moisés, Josué, los profetas, y finalmente, su amado hijo Jesucristo. También se refleja en los pasajes de la Gran Comisión de Mateo 28:18-20 y Hechos 2 donde Dios llama a todo su pueblo a unirse a él para reconciliar y restaurar un mundo roto. Demasiado grande para hacerlo solo, es un propósito que solo puede lograrse trabajando juntos en una asociación amorosa con los demás y con Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Unidad, diversidad y amor

La naturaleza colaborativa de Dios se expresa a través de las escrituras mediante tres temas centrales: amor, unidad y diversidad.

I Juan 4:8 afirma: “Dios es amor”. Mateo 22:37-39 recoge las palabras de Jesús que dicen que amar a Dios y amar a otros como a uno mismo son los dos mayores mandamientos. El amor es la fuente del deseo imperecedero de Dios de ver a todas las personas restauradas a sí mismo. Su amor abrumador por nosotros es la motivación y la fuente de nuestra capacidad de amar y trabajar con los demás. Es el combustible que impulsa nuestras relaciones y nuestro trabajo con Dios, con su iglesia y entre nosotros, porque “si no tengo amor, nada gano con eso” (1Co 13:1-3).

Desde la oración de Jesús por la unicidad hasta los numerosos llamamientos de los apóstoles a la unidad relacional en la iglesia, la unidad es primordial para Dios. En el Salmo 133, leemos: “¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía!”. En Efesios y Romanos, el apóstol Pablo describe el Cuerpo de Cristo como “un solo cuerpo con muchos miembros” (1Co 12:12-31; Ro 12:4-8). A cada uno de nosotros se nos confiere un llamado y dones únicos, pero siempre para que podamos funcionar eficazmente como parte del cuerpo de Cristo. La unidad es lo que nos conecta, nos fortalece y nos une en la acción colectiva para los propósitos de Dios.

Dios desea la unidad en la diversidad, no la unidad de la semejanza. 

También vemos en las escrituras la pasión de Dios por la diversidad. Desde la belleza de la creación hasta los dones y roles funcionales que Dios otorga a su pueblo, la diversidad es un aspecto esencial del carácter de Dios. Como partes únicas del cuerpo de Cristo, cada parte cumple una función vital, y juntas pueden lograr más que cualquier parte por sí sola. De esto se desprende que Dios desea la unidad en la diversidad, no la unidad de la semejanza.  Cada parte es honrada y estimada, pero está diseñada para trabajar en conjunto con mayor capacidad. La diversidad funcional es la forma en que Dios nos da a nosotros, a su cuerpo, la capacidad creativa de adaptar, coordinar e innovar. Así es como Dios libera los recursos para superar los desafíos y hacer avanzar el evangelio.

Pero, lamentablemente, en lugar de trabajar juntos, a menudo dejamos que el pecado y Satanás nos dividan y desacrediten nuestro testimonio como grupo a través de la ansiedad, la competencia, la desconfianza y el temor a la escasez. Al centrarnos apasionadamente en nuestra propio llamado y ministerio, podemos olvidar que también estamos llamados a formar parte de algo más grande que nuestro llamado individual; que es trabajando juntos unos con otros como el mundo es testigo del poder y la presencia de Dios (Jn 17:18-21).

La colaboración basada en el amor, la unidad y la diversidad es mucho más que una estrategia para el éxito del ministerio. Es la expresión del corazón y la naturaleza de Dios. Eran los rasgos distintivos de una iglesia primitiva en crecimiento. Colaborando en la diversidad amorosa, la unidad con Dios y entre nosotros es como nos elevamos a la escala de los desafíos que Dios nos ha dado; es la forma en que el mundo llega a reconocer que un Dios amoroso, lo suficientemente poderoso como para cambiar los corazones y las mentes de las personas, los está buscando.

Al comenzar 2024 y prepararnos para el próximo Encuentro de Lausana, lo invitamos a unirse a nosotros para orar por un renovado espíritu de colaboración en el cuerpo de Cristo. También lo invitamos a empezar a hacer de la colaboración ministerial algo más que una buena idea, preguntándose: “¿Qué sería posible si trabajáramos juntos?”.