En 1861, el reverendo James Adderley era un miembro del Parlamento Británico. Su oración por la “confesión nacional”, incluía las líneas: “Sentimos mucho los pecados del pasado de esta nación. Contemplamos con profunda contrición los pecados de los que ahora somos culpables”.
El primer ministro australiano, Tony Abbot, atacó recientemente a ABC, la emisora fundada por el Estado, por su cobertura de la imputación de que Australia había estado espiando al primer ministro de Indonesia. Abbot se quejaba de que la ABC “instintivamente se pone de parte de cualquiera menos de Australia . . . no debe precipitarse a criticar a tu propio país.” Los periodistas se quedaron preguntándose si su lealtad primera debía ser relatar la verdad de la forma más exacta posible o el interés nacional.
El contraste no podía ser más evidente.
Dilema del nacionalismo
Es un dilema que está en el centro de la creciente corriente global de nacionalismos y patriotismos. Ulrich Beck describe las tendencias globales de este tipo como “polizones” que surgen por todas partes cuando menos se esperan. A menudo suponen dolores de cabeza para los líderes cristianos y presentan particulares desafíos para el líder de la iglesia o de agencia misionera responsable de equipos plurinacionales. Esta simple observación requiere nuestra comprensión para entender el alcance y la importancia del nacionalismo en el contexto de la misión global.
Irrupción del nacionalismo europeo
La región global que el autor conoce mejor, Europa, se enfrenta actualmente a desafíos de partidos nacionalistas que ganan votos en las elecciones regionales, nacionales y europeas explotando preocupaciones populares ante inmigrantes, musulmanes o grupos minoritarios históricos:
- Países Bajos: El anti-islamista Partido por la Libertad (Party for Freedom PVV) ganó 24 de los 150 escaños en las elecciones generales de 2010, y hasta 2012 fue un aliado clave del gobierno en minoría. Actualmente tiene 4 de los 25 miembros holandeses del Parlamento Europeo (MEPs).
- Hungria: Jobbik, establecido en 2002, tiene 43 de los 386 parlamentarios y dos europarlamentarios, lo que le convierte en el tercer partido más grande de Hungría. Comprometido con la protección de los valores e intereses húngaros, se describe a sí mismo, entre otras cosas, como “partido cristiano radicalmente patriótico”. Los comentadores lo describen como “anti-semita” o “neo-Nazi”.
- Italia: La Liga del Norte (Lega Nord), es un partido separatista y nacionalista de gran fuerza en el norte de Italia. Tiene 41 políticos elegidos a varios niveles del gobierno nacional y en 2010, controló 14 provincias. Actualmente tiene 9 de los 73 eurodiputados.
- Francia: El partido Frente Nacional (FN), fundado en 1972, obtuvo el 20% de los votos en las elecciones locales en 2010. Tiene tres europarlamentarios y dos miembros del Consejo Nacional. A menudo invoca la memoria de Juana de Arco como unificadora de los valores e intereses franceses.
- Reino Unido: El British National Party (Partido Nacional Británico) BNP, fundado en 1982, ahora tiene dos diputados y un europarlamentario. Con el ascenso del UK Independence Party UKIP, una forma menos extrema de políticos nacionalistas, ha demostrado ser popular. Tiene 9 europarlamentarios británicos y 220 diputados.
- Grecia: El Popular Orthodox Rally (LAOS), fundado en el año 2.000, tiene dos europarlamentarios y controla 121 ayuntamientos. LAOS reclama una identidad cristiana ortodoxa aliada con una identidad política nacionalista radical.
- Dinamarca: Desde 2001, el Danish People Party (DF), nacionalista de centro-izquierda ha seguido políticas comprometidas encaminadas a proteger el patrimonio cultural de Dinamarca, incluida la monarquía y la iglesia de Dinamarca. Con sus 22 parlamentarios, un europarlamentario y 186 diputados se opone a la promoción de Dinamarca como sociedad multiétnica y trabaja para limitar la inmigración y promover la asimilación cultural de los emigrantes.
Los partidos nacionalistas de Europa Central han tendido a captar a minorías históricas y a adoptar ideologías generalmente pro-fascistas, originarias de los años treinta. Las versiones de Europa Occidental se dirigen a la multiculturalidad, inmigración y a los musulmanes en particular.
Mientras los partidos populistas suscitan miedo, las iglesias intentan expresar una perspectiva clara del reino. Mientras el Papa Benedicto XVI con frecuencia se refería a esto como a una crisis espiritual de valores, no hay una voz evangélica unida que hable en medio de la inestabilidad económica y política. En algunos casos, las iglesias se ven retratadas como aliados patrióticos en la lucha por atajar la entrada de los inmigrantes no cristianos.
Una recopilación de relatos en 2013 de la BBC, el New York Times, Le Monde, el británico Guardian, el periódico australiano The Age, hacen referencia a casos de nacionalismo en 35 países y territorios del mundo.
¿Cómo debemos pensar en cuanto al nacionalismo?
Desde el principio en su crítica sobre el nacionalismo, Charles Taylor[1] llega a la conclusión de que los nacionalistas, sobre todo hacen “una llamada a la diferenciación frente a las fuerzas homogeneizadoras” de naturaleza global que suponen que la nación-estado está profundamente implicada en la economía de mercado global.
Gerard Delanty[2] esgrime que el éxito del nacionalismo reside en su capacidad para imaginar formas de comunidad que nutren el sentimiento de pertenencia, intimidad, comunidad, independencia y auto-determinación, cosas que perciben como que han sido destruidas por las naciones- estados minadas por los partidos políticos y debilitadas, podríamos añadir, por las burocracias globales.
Las burocracias globales están frecuentemente enraizadas en formas de trans-soberanía que acepta el surgimiento de mercados y formas de cooperación trans-nacionales cada vez más eficaces (incluida la Unión Europea). Las reacciones de los euroescépticos ante la Unión Europea están típicamente dirigidas a sus burocracias –conformadas por el marco legal y de tratado- apoyando su vida política, cultural económica común. Fue precisamente durante el periodo que culminó con la firma del tratado de Maastricht en 1992 cuando se fundaron muchos partidos nacionalistas de extrema derecha en Europa.
Al oponerse a la globalización, la mayoría de los nacionalismos se valen de unas narrativas alternativas que son mitológicas, tales como:
- Mitos de la Frontera (frecuentes, por ejemplo en EEUU);
- Mitos de origen sagrado (como los mitos originales Magyar de los partidos de extrema derecha en Hungría);
- Mitos heroicos (como la mitología ANZAC, tan importante para la identidad australiana contemporánea);
- Mitos de la Creación (frecuentes entre los pueblos indígenas del mundo); y
- Mitos de Destino Manifiesto (incluidos aunque no exclusivos de EEUU).
Por supuesto, escribir de esta forma ofenderá a algunos países donde a estos mitos se les otorga mayor veracidad histórica de la que este artículo les concede. Este hecho por sí sólo demuestra el valor de los mitos, su capacidad para movilizar la opinión pública, galvanizar la acción, y en última instancia movilizar a las naciones a la acción colectiva.
¿Cuáles son las cuestiones para los pastores evangélicos?
En primer lugar, el Movimiento de Lausanne es claramente una expresión global del cristianismo evangélico y en consecuencia exhibe algunas características de otros movimientos globales. El compromiso de Lausanne de una visión de un cuerpo mundial de Cristo alimentado por la pasión y el entusiasmo, es enteramente proporcionado con la visión del Reino de Dios. El Movimiento de Lausanne tiene que equilibrar constantemente los intereses generales y las agendas de las agrupaciones evangélicas con las agendas globales a las que los líderes del Movimiento apremian.
En segundo lugar los equipos misioneros destacados en varios lugares del mundo, tendrán, por ejemplo, miembros rusos y ucranianos. Ciertamente, rusos y ucranianos compartirán algunas empatías respecto a la situación actual de Ucrania enraizadas en una visión más amplia del Reino de Dios. Sin embargo, es tales situaciones, un líder de equipo que tenga sabiduría se preparará para discusiones acaloradas dentro del equipo cuando hay colisión entre fallas geológicas sobre los sentimientos patrióticos o nacionalistas.
- Esto será expresado en el sentido de que, según ambas partes, mi país, normalmente tiene razón, merece mi apoyo y los medios de información de mi país son más exactos a la hora de decir la verdad.
- El paso del patriotismo al nacionalismo empieza cuando mis convicciones se vuelven absolutas y la lealtad a mi país exige que me niegue a cuestionarlo y me esfuerce en silenciar a las preguntas de otros.
En tercer lugar, como ejemplo, la amarga disputa entre China y Japón, concentrada en unas pequeñas islas, amenazaba la clase de inglés que el autor daba a los alumnos en China en 2013. Una pregunta capciosa de un monitor alumno sólo se distendió cuando el autor dijo que no se informaba ampliamente sobre tales cuestiones en otros países. Puede que rara vez se informe de los intereses nacionales vitales de cada país en otros países. Sin embargo es necesario para un obrero transcultural sagaz, estar constantemente alerta ante el espectro de nacionalismos que levantan su feo rostro y amenazan con debilitar a los testigos creíbles.
Desde luego, la maldición del nacionalismo para un seguidor fiel de Jesucristo se ve en la medida en que el Cristianismo es movilizado como fuente unificadora de identidad nacional sobre y en contra de otros. Los informadores responsables y astutos reconocerán ese impacto de la religión en las conversaciones públicas y políticas. Sin este reconocimiento es difícil formarse una visión inteligente de la crisis actual de Ucrania, por ejemplo. La llegada del cristianismo ortodoxo en Kiev y el “Bautismo de Rusia” en el año 988, son clave para las versiones ucraniana y rusa de identidad nacional y continúan influyendo en la crisis actual que hay allí.
Una perspectiva bíblica
Los evangélicos pueden a veces optar por expresar su solidaridad con sus gobiernos y no siempre está mal hacerlo. Sin embargo, deben tener presente muy presente el consejo de la teóloga británica Esther Reed:
No es posible trabajar sobre la base de.. nación y nacionalidad… si eso supone parcialidad moral o políticas de superioridad que nieguen a otros los mismos derechos humanos que a sus miembros, está marcada por la hostilidad y la suspicacia hacia otras naciones y consiente la violencia y destrucción que se deriva de estas actitudes.[3]
Esta perspectiva refleja una teología bíblica de las naciones que las considera cima de la acción creativa de Dios (Génesis 10:32), lamenta su increíble arrogancia (Génesis 11:4), declara que están en el centro del propósito misionero de Dios (Génesis 12:2-3); reúne a todas las naciones en el cuerpo de Cristo (Apocalipsis 7:9); sin embargo concluye con una imagen escatológica de las naciones en sumisión y bajo juicio (Apocalipsis 19:15). La identidad y lealtad cristiana sólo deben ser de Cristo. Todas las demás formas de lealtad son temporales y pasarán, quedando finalmente expuestas como carentes de valor por el Juez de cada tribu y nación.
Respuestas sugeridas
En primer lugar, tenemos que arrepentirnos de cualquier parcialidad o superioridad que instintivamente sintamos o demostremos hacia colaboradores o hacia aquellas personas entre las que trabajamos.
En segundo lugar, tenemos que trabajar duro identificando las potenciales fuentes de tensiones nacionalistas dentro de nuestro propio ministerio y equipos misioneros. Deberíamos estar preparados para afrontar cuestiones problemáticas que surgen de vez en cuando originados por acontecimientos geopolíticos. Es mejor suscitar el tema con sensibilidad dentro de un equipo y tratarlo de una forma sana buscando siempre la reconciliación asegurada por Cristo mediante su muerte y resurrección. La alternativa puede ser el resentimiento latente.
En tercer lugar, debemos estar preparados para ofrecer formación a los equipos enviados a zonas en las que es probable que encuentren tensiones nacionalistas. Jesús se enfrentó a esto en su propio ministerio y respondió a una pregunta crucial: “¿Es lícito pagar impuestos al Cesar?” con claridad, sabiduría y gracia. Nuestro consejo equivalente debe ser encauzar el entrenamiento en torno a la noción “Da a tu nación la lealtad debida a él y a Dios la lealtad que se le debe”. Los cristianos, sin embargo, necesitan que se les recuerde constantemente que la lealtad a Dios va siempre por delante de la lealtad a la nación. Este hecho puede a veces requerir que re-evaluemos cuánto puede esperar un país en última instancia de un discípulo de Jesús, Señor de Señores.
Notas
- “Nationalism and Modernity”, Charles Taylor, en The Morality of Nationalism, Robert McKim y Geoff McMahan, eds, (Oxford: Oxford University Press, 1997), p 51.
- Community, 2ª Edición, Gerard Delanty (Abingdon, UK: Routledge, 2009), p 151.
- Theology for International Law, Esther Reed (London: Bloomsbury Publishing, 2013), p 220.