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Líderes locales en la iglesia global

Paul Joshua Bhakiaraj 29 Jul 2010

Nota del Editor: El presente Texto Previo para Ciudad del Cabo 2010 fue escrito por Paul Joshua Bhakiaraj como una reseña del tema a debatirse en la sesión Multiplex sobre “Líderes locales en la iglesia global”. Los comentarios a este texto realizados a través de la Conversación Global de Lausana serán remitidos a los autores y a otras personas para ayudar a dar forma a su presentación final en el Congreso.

 Jesús […] llamó a los que le pareció bien. Una vez reunidos, eligió de entre ellos a doce, para que lo acompañaran y para mandarlos a anunciar el mensaje. […]. Marcos 3:13-14 (DHH)

 

Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.  2 Timoteo 2:2

Una prioridad permanente para la Iglesia

La importancia que tienen para la iglesia los líderes y del desarrollo continuo del liderazgo ha sido reconocida desde sus comienzos. Como relata Marcos, Jesús eligió a los doce, los capacitó y los envió en una misión. Pablo también fue mentor de muchos, entre quienes estuvo Timoteo, quien a su vez desarrolló a otros líderes para la iglesia. Esta práctica, implementada de diversas maneras, contribuyó indudablemente al crecimiento de la iglesia en todos los tiempos.

En tiempos más recientes, se ha vuelto a poner de relieve la importancia de los líderes y el desarrollo del liderazgo. En el Congreso de Lausana de 1974 se redactó un influyente documento denominado Pacto de Lausana. El Artículo 11 expresa la firme determinación del Congreso a través de las palabras: “[…] estamos comprometidos con los principios autóctonos y anhelamos que cada iglesia tenga líderes nacionales que manifiesten un estilo cristiano de liderazgo, no en términos de dominio, sino de servicio” (1). En esa misma tradición de reflexión y compromiso de la fe evangélica, el Manifiesto de Manila, redactado en 1989, declaraba en la Afirmación Nº 12: “Afirmamos que Dios ha encomendado a toda la iglesia y a cada uno de sus miembros la tarea de dar a conocer a Cristo en todo el mundo; nuestro anhelo es que todos, sean laicos o ministros, sean movilizados y capacitados para esta tarea” (2). Al encontrarnos en este momento crítico de la historia de la iglesia, el Congreso de Ciudad del Cabo 2010 hará bien en reiterar la importancia de los líderes y la urgencia de la solemne responsabilidad de desarrollar al liderazgo. Al reafirmar primeramente el llamado y el carácter del liderazgo, en segundo lugar clarificar su contexto actual y en tercer lugar poner de relieve algunos desafíos y oportunidades de y para los líderes locales en la iglesia global, esperamos que este texto ayude al congreso a hacer precisamente esto.

El liderazgo en la Iglesia y las Misiones

Un liderazgo sano es crucial para el funcionamiento y el progreso exitosos de la iglesia. La historia cristiana está llena de ejemplos de liderazgo visionario que muchísimas personas nos han legado. Algunas de ellas, como el Obispo Policarpo y el Obispo Cipriano en el siglo II, fueron líderes durante tiempos amenazantes y ayudaron a preservar la comunidad cristiana. Otros, como el evangelista John Sung en la China de principios del siglo XX y en el mismo período el Obispo V.S. Azaríah en India, proveyeron liderazgo para grandes movimientos hacia Cristo. Si observamos la iglesia mundial hoy día, podemos ver hombres y mujeres que están ejerciendo efectivamente sus dones de liderazgo para la gloria de Dios y edificando así a la iglesia.

Al mismo tiempo debemos admitir que lo contrario también es cierto. El liderazgo inefectivo le ha costado caro a la iglesia. En casi todos los diagnósticos respecto de los problemas que enfrenta la iglesia, donde se evidencian sus mayores fallas es en un liderazgo inefectivo. Por ejemplo, el New Delhi World Inquiry Report: Evangelising Our World Inquiry, publicado con el auspicio del Foro de Lausana 2004 para la Evangelización Mundial, dice que “la falta de un liderazgo efectivo” es uno de los mayores obstáculos para el evangelismo (3). Si esto no resultara lo suficientemente alarmante, los efectos secundarios, demostrados en otros obstáculos relacionados que son señalados en ese informe, son motivos de seria preocupación. Evidentemente, los líderes son personas claves dentro de la iglesia; verdaderamente son quienes pueden echar a perder o fortalecer el testimonio de la iglesia. En consecuencia, nuestras reflexiones respecto de las misiones y la iglesia deberán centrarse intencionalmente en el rol y la importancia del liderazgo.

Es sabido, al menos dentro de la sección evangélica de la iglesia, que este consenso general sobre el llamado de cada cristiano a “hacer discípulos” ya existe. Sin embargo, no necesariamente se comprende tan adecuadamente como se debería, que este llamado a hacer discípulos lleva implícito el ejercicio del liderazgo. Si acaso hay un punto de intersección entre el liderazgo y la misión, este se encuentra en el ejercicio de las responsabilidades particulares, como la obligación que cabe a una persona que ocupa un puesto oficial en una organización, y no de otro modo. Esa otra clase de liderazgo considera generalmente que ocupar una determinada posición implica nada más que ejercer autoridad sobre otros.

Sin embargo, en la Biblia encontramos una visión completamente diferente. Por ejemplo, en Mateo 28 el Jesús resucitado comisiona a sus discípulos para la misión. Jesús se identifica como aquél a quien “toda autoridad” le ha sido dada. Sobre la base de esta introducción, invita a sus discípulos a hacer “discípulos a todas las naciones”. Seguidamente, les prometió: “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Es importante destacar aquí que toda la autoridad pertenece solamente a Cristo, no a nosotros los seres humanos. En Mateo 28 no encontramos en que el liderazgo en misión sea quien  ejerce la autoridad. Por el contrario, encontramos que es a Cristo a quien pertenece toda autoridad, y es sobre la base de esa capacidad que el Señor nos llama a hacer discípulos a todas las naciones. En la misión cristiana, la “autoridad” reside solamente en Cristo, no en la experiencia del misionero, en su poder económico ni en su sagacidad teológica/tecnológica. Invocamos, no la autoridad, sino el hecho de que por el pacto somos colaboradores de Cristo, quien ahora se levanta como vencedor sobre el pecado, la muerte y el diablo. De modo que el liderazgo en la misión no se trata de ejercer autoridad; por el contrario, se trata de afirmarse bajo el Señorío absoluto de Cristo y responder a su llamado con gratitud y obediencia.

Mateo 28 aclara también que los llamados a hacer discípulos estamos invitados a hacerlo a través del bautismo de los nuevos creyentes y de enseñar obediencia a los preceptos de Cristo y su reino. Aunque estas dos actividades específicas no agotan la misión, son una parte importante del llamado. El liderazgo está claramente implicado en el ejercicio de estas responsabilidades y de otras que también constituyen la misión, pero debemos asegurarnos que sea un liderazgo que ejerce una influencia saludable y no una autoridad dictatorial. La idea bíblica que la iglesia de hoy necesita desesperadamente recuperar respecto del liderazgo es la de “líderes nacionales que manifiesten un estilo de liderazgo cristiano y una actitud no abusiva ni dominante sino de servicio”.

El liderazgo cristiano es, por lo tanto, liderazgo de siervos. Este concepto y práctica del liderazgo de servicio no se originó con el escritor y gurú de la administración Robert Greenleaf.(4) Por el contrario, este es, de hecho, un aspecto que Jesús aportó de manera única a las relaciones humanas y a la sociedad. En su vida y ministerio, Jesús enseñó y demostró con gran habilidad una versión totalmente nueva del liderazgo y el servicio. Demostró lo que significa liderar mientras se sirve y lo que significa servir mientras se lidera. Al procurar seguir el estilo de vida que Jesús nos enseñó, indudablemente ejerceremos una sana influencia sobre las personas y al hacerlo viviremos una vida de servicio, lo cual en el reino de Dios significa una vida de liderazgo.

Si todos somos llamados a hacer discípulos, lo cual es correcto, también todos somos llamados a ser líderes siervos bajo la autoridad de Cristo. Si se considera al liderazgo únicamente como ocupar una posición y/o ejercer autoridad, solo unos pocos estarían en condiciones de hacerlo. Si, en cambio, consideramos el liderazgo como el ejercicio de una sana influencia sobre las personas en cualquier nivel, entonces el liderazgo es para todos. Debido a que todos estamos llamados a procurar guiar a otros a entrar en el reino de Dios, la Iglesia de Cristo necesita que todos estos discipuladores asuman su rol como líderes siervos a la imagen de Cristo. La iglesia y el mundo necesitan desesperadamente líderes que sirvan y siervos que lideren.

Las nuevas realidades de la fe cristiana del siglo XXI

A los fines de nuestro propósito presente, quisiera señalar brevemente tres implicaciones que parecen destacarse. Si la fe cristiana se está reconfigurando debido a su crecimiento masivo en la mayor parte del mundo, esto significa ante todo que el cristianismo del siglo XXI se caracterizará por un sano policentrismo. Ya no pensamos en Roma y/o Canterbury y/o Colorado Springs como los centros representativos de la fe cristiana. Para hacer justicia a esta nueva realidad llamada Cristianismo Mundial, también debemos tener en cuenta a Buenos Aires, Chennai, Lagos, Nairobi, Santiago, Seúl, Shanghai y otros sitios de igual o aún mayor importancia. Es que es en estos sitios concretos y en el interior de ellos que el evangelio ha echado raíces profundas y está comenzando a producir enormes transformaciones entre las personas. Es a partir de tales centros que el evangelio se está extendiendo a poblaciones que habían experimentado poca influencia cristiana y está provocando cambios masivos respecto de cómo se verá la iglesia. Por ejemplo, ahora vemos que las misiones no son necesariamente un movimiento “desde occidente hacia el resto del mundo” sino “desde todas partes hacia todas partes”(5). Misioneros brasileños están sirviendo en África, misioneros africanos sirven en el Reino Unido, misioneros hindúes sirven en los Estados Unidos de Norteamérica, misioneros coreanos sirven en Asia Central, misioneros filipinos sirven en los estados del golfo en el Medio Oriente, y la lista continúa.

Si tal policentrismo es importante para esta nueva era, ello nos conduce a mi segundo planteo, el de un pluralismo saludable. Con esto no quiero decir que la teología cristiana haya de volverse relativista y permitir que la cultura determine su contenido. Por el contrario, lo que quiero decir es que a diferencia de la era anterior, al evangelio no lo puede representar una imagen occidental y la historia cristiana no puede basarse en una narrativa maestra occidental en los aspectos político, económico y teológico. Más bien, a medida que el evangelio echa raíces en numerosas culturas y tradiciones locales, surgirá una diversidad de expresiones en todo el mundo, no como simples decoraciones exóticas sino fundamentales para su comprensión y práctica. La verdadera espiritualidad cristiana encontrará su expresión en múltiples formas que únicamente servirán para enriquecer a la iglesia en todo el mundo. Este sano pluralismo por cierto se acercará a la visión de Apocalipsis 7:9. La gran multitud que vemos allí está formada por personas de todas las naciones, tribus y pueblos y lenguas. Sin embargo, esta gloriosa diversidad se encuentra unida y se hace una sola al adorar a Dios.

Tercero, está el hecho que la relación de la fe cristiana con la cultura estará caracterizada por múltiples modelos. Por ejemplo, el modelo preeminente en el que vivía la cristiandad occidental era el constantiniano. En él existía una relación cercana entre la iglesia y el estado, lo cual otorgaba a la iglesia mucho poder y privilegio. Era desde ese púlpito tan alto desde el cual la iglesia predicaba su evangelio. Sin embargo, el cristianismo mundial vive en un modelo completamente diferente, el modelo del Cristo-siervo el cual vive en medio de la sociedad y los poderes existentes, les habla y los desafía, pero no desde el la posición ventajosa del poder y el privilegio sino desde la posición vulnerable de la ausencia de poder. El rostro de la fe cristiana se reconocerá por su espiritualidad genuina y profunda que se desarrolla en medio de las circunstancias adversas. Esto puede comprobarse al menos en tres áreas específicas. En primer lugar, cualquier encuesta indicará claramente que la gran mayoría de las iglesias que crecen son económicamente pobres. En segundo lugar, aunque el crecimiento cristiano es extraordinario, los cristianos en la mayor parte del mundo continúan siendo una minoría social y política. En tercer lugar, como comprueban sucesos recientes, esta minoría pobre enfrenta una severa persecución religiosa. Por lo tanto, las iglesias que crecen en la mayor parte del mundo se estarán enfrentando a estas poderosas realidades. Es de este encuentro con la pobreza, la condición de ser minoría y la animosidad que deberán desarrollarse modelos de participación cristianos nuevos y frescos con la sociedad.

Líderes locales en una Iglesia Global

Como ya hemos dicho, si ha comenzado nada menos que una reconfiguración del cristianismo y son los megacambios los que caracterizan nuestro contexto, ¿cuáles son las oportunidades y los desafíos para el liderazgo de la iglesia y de las misiones en el siglo XXI? ¿Cómo pueden los líderes locales ejercer su ministerio en este mundo global? Con seguridad, las respuestas a estas importantes preguntas serán variadas, porque deberán ser puestas en práctica por los cristianos desde sus contextos particulares en todo el mundo. Pero una cosa es cierta: la respuesta de la iglesia no solo impactará la realidad actual sino que también marcará el camino a las futuras generaciones. Si nuestra responsabilidad es tan transcendental en este momento de la historia, nuestras respuestas con toda seguridad deberán ser teológicamente sanas y misionológicamente efectivas. Si nuestra teología y misionología han de fieles a sus raíces bíblicas, y por lo tanto fieles a sí mismas, toda nuestra teología debe estar centrada misionológicamente y toda nuestra misionología debe estar fundamentada teológicamente. (6)

En el presente intento por abordar estos importantísimos interrogantes, quisiera delinear brevemente algunas implicaciones para el liderazgo autóctono en relación con las tres observaciones que acabo de realizar. La primera pertenece al saludable policentrismo que caracteriza el cristianismo del mundo del siglo XXI. Si Dios está llevando a cabo una obra poderosa alrededor del mundo, los líderes locales pueden cobrar aliento en el sentido que nuestras incapacidades (o aun nuestras capacidades), nuestra falta de recursos (o aun nuestros recursos) y nuestra falta de poder y privilegios, en las poderosas manos de Señor pueden ser totalmente transformados en valiosas herramientas para su servicio. Tal como lo estamos viendo, el Espíritu de Dios es capaz de usar lo que tenemos y lo que no tenemos para cumplir sus magníficos propósitos. El crecimiento de la iglesia en la mayor parte del mundo es testimonio de este hecho. El surgimiento de múltiples centros de cristianismo es evidencia de esta verdad. Es la obra de Dios y estamos experimentando esa obra en lo que con verdad dijo Jesús en Mateo 16:18: “[…] edificaré mi iglesia”.

Esto debería inspirarnos confianza como líderes en cualquier parte del mundo. Por demasiado tiempo hemos dependido de agentes externos y recursos externos que determinaran la forma y la dirección de nuestra pasión y participación misioneras. Hemos exhibido y vivido por demasiado tiempo una consciencia de misión heredada de otros o de segunda mano. ¡Sin embargo, las cosas están cambiando! Por medio del obrar milagroso de Dios nos encontramos ahora en el centro de su accionar. Podemos afirmar con total tranquilidad que nuestra participación misionera no es necesariamente refractada a través de, o controlada por, “supervisores” y “expertos” externos, sino que es motivada y guiada por un amor personal por Dios y una dependencia de su Espíritu Santo. Nuestra experiencia y pericia en las misiones es un resultado directo de nuestra relación con Cristo. La confianza que surge de reconocer esto nos permite respetar y valorar la historia de la obra de Dios en nuestras vidas, Iglesias y naciones. Debemos reconocer que nuestras historias tienen el mismo peso que las historias de otros. Nuestras historias no son menos importantes ni menos ilustrativas de los poderosos hechos de Dios. No necesitamos sentirnos controlados ni inhibidos por lo que se pensaba que era “lo aceptado” por los demás. Por el contrario, bajo la guía del Espíritu Santo, y para estar seguros que no se trata de ingenuidad por nuestra parte sino que estamos actuando bajo esa capacidad divina, podemos avanzar confiadamente para servir al mundo en el nombre de Cristo y su reino.

La segunda implicación tiene relación con un pluralismo saludable que podemos encontrar dentro de la iglesia mundial. Por demasiado tiempo la fe cristiana ha sido considerada una religión occidental guiada por líderes, instituciones y dinero de occidente. De hecho, esta se ha mencionado como una de las principales razones para que no fuera apropiada para el resto del mundo. Sin embargo, el cristianismo del siglo XXI es un colorido tapiz entretejido con diversas hebras étnicas, culturales y lingüísticas al que contribuye la iglesia mundial. Estas expresiones de la fe cristiana culturalmente relevantes y profundamente enraizadas espiritualmente, son verdaderas ofrendas que la iglesia mundial presenta a Dios en respuesta a su abundante bondad y gracia. Son himnos de alabanza al Dios Trino de la Biblia. Esto nos impulsa a afirmar que el cristianismo es un fenómeno mundial creciente, y no simplemente en virtud de su presencia, sino mucho más importante en virtud de su pluralidad (étnica, lingüística y cultural). ¡Esto es verdaderamente un motivo de celebración!

Esta pluralidad debe ayudar a facilitar la creatividad. Para algunos, la creatividad puede parecer un atributo “mundano” que tiene poca relación con la iglesia y la fe. Sin embargo, al estudiar la Biblia podemos observar que la creatividad se origina en Dios. Observemos de cerca la creación de Dios y nos resultará difícil no notarlo. Pero es interesante que la historia no termine allí. Cuando Dios concedió a la humanidad la responsabilidad de cuidar de su creación (Gn. 1:28; 2:15) parte de los regalos que nos hizo fueron la libertad y la creatividad. Estos regalos debían emplearse en servir a Dios para trabajar y crear algo que le agradara y lo glorificara. En realidad, fuimos dotados con creatividad para crear una cultura que glorifique a Dios. Cuando algunos de nosotros oímos la palabra cultura inmediatamente pensamos en los peligros del sincretismo y rehuimos la participación en ella por temor a “contaminarnos”. Esto ha sido la pesadilla de la iglesia durante demasiado tiempo. Del mismo modo que en Hechos 10 vemos que Pedro pasó por una especie de conversión, nosotros también necesitamos ser transformados para poder integrarnos con las personas y a las culturas de manera de llevar todo cautivo a Cristo. Los cambios demográficos que observamos en la iglesia mundial necesitan ser suplementados, en una manera más concienzuda, con una transformación profunda de las expresiones culturales de la iglesia. Esta clase de creatividad hará que nuestra fe se sienta “como en  casa” en nuestras respectivas culturas, al mismo tiempo que asegurará que nos mantengamos siendo “peregrinos” en el mundo.

La tercera observación que ya hicimos guarda relación con los múltiples “modelos” de vida y presencia cristiana que encontramos en el mundo. Observe el mundo y se dará cuenta que los cristianos del mundo del siglo XXI viven en diferentes modelos de presencia y vida cristianas. La mayor parte de estos modelos no siguen el enfoque de arriba hacia abajo típico de la cristiandad. Por el contrario, el que se presenta como el rasgo predominante es el modelo de abajo hacia arriba que caracterizó a la iglesia de los primeros tiempos.  Observemos, por ejemplo, el caso de la iglesia de más rápido crecimiento del mundo, la iglesia china. En este caso, el acuerdo político por media del cual la iglesia es tolerada tiene pocos paralelos en la historia o en el mundo contemporáneo. Sin embargo, tanto la iglesia oficialmente reconocida como la subterránea están prosperando a pesar de todos los obstáculos. A medida que Dios edifica su iglesia en China, las maneras en las cuales los cristianos chinos desarrollan su presencia y vida cristiana frente al poder político son únicas. Como resultado, China tiene y tendrá aún mucho más que enseñar al mundo.

Este reconocimiento de que existen múltiples modelos en todo el mundo debe alentarnos como líderes a predicar y practicar un discipulado costoso. Quizá debido a la cómoda relación que la iglesia disfrutaba con el estado, no se producía esa tensión. Como resultado, no desarrollamos un contenido cristiano riguroso y comenzamos a descansar en la posición de privilegio asegurada que proveía la íntima alianza con el estado. Como resultado, la fe cristiana fue forzada a transigir en diversos aspectos. Sin embargo, el cristianismo mundial no puede darse ese lujo, pues late y se desarrolla en medio de la adversidad y las circunstancias verdaderamente adversas. En este contexto, necesitaremos volver al evangelio y reconocer el potente desafío que nos lanza: “[…] tome su cruz, y sígame” (Marcos 8:34). Tendremos que repetir junto con Dietrich Bonhoeffer –una singular excepción en la cristiandad occidental– que: “Cuando Jesús llama a un hombre, le está ofreciendo venir y morir” (7). No podemos continuar esparciendo la mentira: “Venga a Jesús que Él resolverá todos sus problemas” ni presentar el evangelio como: “Venga a Jesús y recibirá un pasaje directo al cielo”. Se deberá enseñar el discipulado costoso como un estilo de vida que todos estamos invitados a adoptar sin importar dónde vivamos. Luego, este estilo de vida se manifestará en manera práctica en los ámbitos económico, social y político. Es en estas áreas que los líderes deberemos predicar y practicar las virtudes del sacrificio y el servicio, de la generosidad y la gratitud, y de la victoria en y a través de la vulnerabilidad (virtudes que vemos demostradas de manera elocuente en la vida de nuestro Señor Jesucristo). Si acaso suponemos que el discipulado costoso no será algo atractivo para el mundo, y sacrificamos profundidad para alcanzar amplitud (números), la iglesia de los primeros tiempos es un ejemplo del verdadero magnetismo que tiene el discipulado costoso.

Conclusión

La Biblia nos enseña que la Iglesia en todo el mundo es el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo (1 Co. 12:27). Es aquí en la iglesia donde encontramos una genuina realidad global que también está constituida localmente. Tanto en las expresiones locales como las que representan una realidad global, la iglesia es verdaderamente una realidad única, singular. Verdaderamente, la iglesia es la única entidad en el mundo que puede demostrar unidad orgánica y aún así caracterizarse por una gloriosa diversidad local. Aunque hay una expresión que se ha convertido en una frase repetida, es cierto que en la iglesia podemos encontrar una genuina demostración de “unidad en la diversidad”.

 

Los líderes locales que forman parte de esta iglesia global tienen la formidable responsabilidad de pastorear a su rebaño local en maneras que reflejen genuinamente su esencia. La sana influencia que están llamados a ejercer es para servir al pueblo de Dios guiándolo a un discipulado profundo. Sin embargo, como hemos dicho, este discipulado debe practicarse en el mundo contemporáneo con todo su potencial de promesas y peligros. En medio de todos los peligros, debemos enfatizar que la única “promesa” segura a la cual podemos aferrarnos se encuentra en Mateo 28:18-20: “[…]. Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. […]; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Si esta es nuestra seguridad, seremos conocidos por nuestro liderazgo de confianza, creativo y costoso. Este estilo de vida con seguridad contribuirá a la expansión del evangelio y de la gloria del nombre de Jesucristo.

© The Lausanne Movement 2010

  1. https://lausanne.org/covenant Actualizado por última vez el 14 de marzo de 2010
  2. https://lausanne.org/manila-1989/manila-manifesto.html Actualizado por última vez el 14 de marzo de 2010
  3. http://www.gospelcom.net/lcwe/2004/progarch/011.htm
  4. Vea su Servant Leadership: A Journey into Nature of Legitimate Power and Greatness (Nueva York: Paulist Press, 1977).
  5. Este es precisamente el título del libro del obispo anglicano Michael Nazir Ali: From Everywhere to Everywhere: A World View of Mission (Londres: Collins, 1991).
  6. Oí esta idea muy hábilmente expresada por Peter Kuzmic en el Encuentro de Líderes Jóvenes de Lausana en septiembre de 2006 en Port Dickson, Malasia. Las ponencias presentadas en el encuentro fueron más tarde compiladas en el trabajo editorial de Judson Birdsall Living and Leading like Jesus (Pasadena, CA: Wm Carey Library, 2007)
  7. The Cost of Discipleship (Londres: SCM, 1959) p. 79