Vivo en Sudáfrica y, en el momento de escribir estas líneas, nos preparamos para las elecciones generales. En medio de toda la campaña, una propaganda de un partido me llamó la atención. Decía simplemente: ¡Necesitamos nuevos líderes!
Se escribe, se habla y se enseña mucho sobre el liderazgo, pero hay una notable falta de excelencia en el liderazgo. Si queremos una generación de líderes como Cristo en nuestras iglesias y en la sociedad, necesitamos desaprender una perspectiva secular del liderazgo y recuperar el modelo de Jesús. Nuestra prioridad es ser embajadores de Cristo (2Co 5:20) en un mundo que reconoce que necesitamos nuevos líderes.
Creo que son necesarios cinco cambios de paradigma si queremos deconstruir los paradigmas de liderazgo del siglo XXI y reconstruir una perspectiva del liderazgo centrada en las prioridades bíblicas en cada iglesia y sector.[1]
Seguidores primero
Para ser líderes como Cristo, nuestra identidad principal no es la de líder, sino la de seguidor. Los más grandes líderes cristianos son los más grandes seguidores.
Después de lavar los pies a sus discípulos, Jesús nos enseña: “Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes” (Jn 13:15). ¡No dice que tengamos que ir literalmente al trabajo con cubos de agua para lavar los pies a nuestros colegas! Está ilustrando su ejemplo de humildad lavando los pies mugrientos de sus desconcertados discípulos.[2] En otro lugar, Jesús habla de la naturaleza trastornada de ser un líder del reino:
“Jesús los llamó y dijo: ‘Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones oprimen al pueblo y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás, así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos’” (Mt 20:25–28).
Aquí Jesús está desmantelando el estilo de liderazgo contemporáneo y revelando, a través de su propio ejemplo, un modelo contracultural. Como escribió el pastor y teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer: «El llamado a seguir significa. . . adhesión a la persona de Jesucristo y comunión con él». La vida de discipulado no es la adoración de héroe que rendiríamos a un buen maestro, sino la obediencia al Hijo de Dios.[3]
Propongo que nos centremos más en ser grandes seguidores que líderes. Nuestra eficacia como líderes será directamente proporcional a la medida en que somos seguidores guiados por el Espíritu del maestro-líder por excelencia, Jesucristo.[4]
Vemos este principio encarnado en el apóstol Pablo, que exhortó a la iglesia de Corinto: «Imítenme, así como yo imito a Cristo” (1Co 11:1). Podría decirse que Pablo se convirtió en el mayor líder cristiano de la historia porque fue el mayor seguidor de la historia del cristianismo. Como concluye Afrika Mhlophe, «un líder cristiano eficaz es alguien que imita públicamente la vida de Jesús».[5]
Carácter antes que carisma, competencia y credenciales
Bono, líder de U2, entiende el éxito. Su banda ha vendido 175 millones de discos en todo el mundo a lo largo de cinco décadas. En su autobiografía, Surrender, Bono advierte: «El éxito debe ir acompañado de una advertencia de salud, tanto para el adicto al trabajo como para los que lo rodean».[6] El peligro del éxito es que puede corromper el carácter y llevar a transigencias que ponen en peligro nuestro testimonio como seguidores de Cristo.[7]
Los líderes sin carácter proliferan en el mundo actual, tanto fuera como dentro de la iglesia. Un mundo cada vez más conectado, combinado con la creciente popularidad del entretenimiento al estilo reality, ha fomentado una cultura de la celebridad. Lamentablemente, esta cultura se ha infiltrado en la iglesia, con líderes que ganan seguidores a través de su perfil público sin tener que rendir cuentas de su vida privada.[8]
Creo que el carácter sigue siendo la prioridad número uno para los líderes:
Carácter antes que carisma: el carisma puede crear seguidores pero, sin carácter, la gente puede salir herida si los líderes persiguen sus propias ambiciones egoístas.
Carácter antes que competencia: los líderes deben tratar de crecer en múltiples áreas de competencia, pero la competencia sin carácter puede conducir al orgullo, la influencia más destructiva para un líder.
Carácter antes que credenciales: las cualificaciones y los títulos pueden establecer credibilidad, pero siguen siendo secundarios al carácter como el de Cristo, donde los líderes dependen de Dios y no de sus credenciales.[9]
Me encanta cómo Yaw Perbi y Sam Ngugi exponen lo que esto significa en la práctica: «Es hora de ser absoluta e incuestionablemente fiables, rindiendo cuentas y dignos de confianza con el tiempo, recursos y responsabilidades. La integridad transformará nuestros ministerios, nuestras sociedades y acelerará el evangelio entre las naciones”.[10]
Perseverancia no plataforma
Francis Chan abrió recientemente una conferencia diciendo: «Este es un lugar tan peligroso para estar. . . en serio, estoy hablando de un escenario». Dice que cada vez que sube a un escenario es como beber un poco de veneno.[11]
¡Tiene razón! Nada puede poner más en peligro el carácter que la adulación de los fans. Ya sea en un escenario ante miles de personas o en una plataforma de redes sociales en la que podemos influir en millones. Puede ser tóxica, adictiva y peligrosa. Si nos centramos en la plataforma, difícilmente completemos la carrera como líderes cristianos. “El reto como líder cristiano es saber que tú no eres la atracción principal sino Jesús».[12]
Los líderes centrados en Cristo no deben poner su foco en la popularidad y la aclamación mundana, sino en perseverar fielmente a través de todas las estaciones de la vida. Jesús ejemplificó esta fidelidad en el huerto de Getsemaní cuando pidió a Dios que le quitara la carga de la cruz, pero aun así tuvo la fe de decir: «No se cumpla mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22:42). La sumisión a Dios es esencial para convertirse en líderes fieles que perduran. Jesús miró más allá del dolor y el sufrimiento, centrándose en el premio: nuestra salvación y restauración ante Dios.[13]
Las plataformas van y vienen, la popularidad aumenta y disminuye, pero la obra del Señor permanece.[14] El reto es: ¿perseveraremos fielmente cuando nadie nos ve? ¿Podremos decir con Pablo: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe» (2Ti 4:7)?
Interdependencia, no independencia
Durante un safari por un parque a las afueras de Nairobi, mis amigos keniatas avistaron un búfalo solitario. Me advirtieron que era muy peligroso. Más tarde leí que los búfalos solitarios son más propensos a atacar a cazadores que a retroceder, ya que carecen de la seguridad numérica de la manada.
El líder solitario que permanece solo luchando por su causa es un mito. En realidad, un líder solitario es un líder peligroso. La independencia no es una virtud que debamos codiciar. Los líderes como Cristo deben rendir cuentas y ser transparentes e interdependientes. Si dirigimos desde una torre de marfil, somos un peligro para nosotros, para los que dirigimos y para el evangelio mismo.
Una parte integral del liderazgo a la manera de Cristo es reconocer que también necesitamos seguir a otros. Debemos fomentar intencionadamente la disposición a renunciar a una posición de liderazgo para seguir a alguien más adecuado para liderar en una situación concreta. El liderazgo cristiano no debe basarse en jerarquías o títulos. Tiene que ver con tener un corazón humilde. Pablo escribe simplemente: «Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo» (Ef 5:21).
Me he beneficiado mucho del libro de Stacey Rinehart, Upside Down donde escribe:
“Practicamos la sumisión mutua y nos apresuramos a ceder unos a otros. . . Cada persona tiene una función y, cuando necesitamos esa función, esa persona se convierte en nuestro líder. . . En este sentido, cada creyente puede ser un líder en el ámbito de sus dones particulares. A la inversa, todo creyente y líder es también un seguidor».[15]
Otro autor dice simplemente: «Parte del liderazgo consiste en saber cuándo seguir a alguien. Hay que saber cuándo quitarse de en medio».[16]
Otros no nosotros
Nick Vujicic escribe: “Demasiado en nuestro mundo tiene que ver con buscar comodidad en lugar de proporcionarla. Podemos quedar tan atrapados en la búsqueda de nuestra propia felicidad que pasamos por alto una de las principales enseñanzas de Dios: la verdadera felicidad consiste en servirlo a él y a sus hijos».[17]
En esencia, ¡el liderazgo como el de Cristo no tiene que ver con usted![18] El gran evangelista Luis Palau lo expresa así: «El grado en que servimos es el grado en que somos grandes a los ojos de Dios».[19]
¡Esa es la clave! Servimos a los demás no para ser vistos como grandes. Servimos porque seguimos al siervo más grande de todos. En última instancia, esto es adoración. “El ministerio no es una tarea, un programa o una producción. Es un acto de adoración por parte de personas que reconocen que la gran misericordia de Dios las ha redimido con el propósito de relacionarse con él, para el sacrificio y para el servicio a los demás”.[20]
La ambición egoísta se opone al liderazgo como el de Cristo. Debemos esforzarnos por complacer a nuestro Maestro sirviendo sacrificialmente a los demás. Creo que este es el camino hacia un liderazgo fructífero que será bendecido por Dios y le traerá mucha gloria.
En resumen, los líderes semejantes a Cristo deben esforzarse por ser seguidores de Jesús que buscan desarrollar un carácter piadoso, perseverar a pesar de la oposición mundana, buscar la interdependencia con creyentes de ideas afines y abogar por las necesidades de los demás por encima de las propias. Confío en que usted busque ambiciosamente ser ese tipo de líder, y que ore para que surjan ese tipo de líderes en cada iglesia y sector.
Notas
- Many of these lessons I’ve learned as I’ve served with The Message Trust as we raise up transformational leaders who are not in the public spotlight but are serving Christ in the margins, see www.messageglobal.org.
- Cf Phil 2:3–8.
- Dietrich Bonhoeffer, The Cost of Discipleship (London, United Kingdom: SCM Press, 1959), 66.
- I appreciate how Dallas Willard affirms the uniqueness of Jesus: ‘He is not just nice, he is brilliant. He is the smartest man who ever lived. He is now supervising the entire course of world history (Rev 1:5) while simultaneously preparing the rest of the universe for our future role in it (John 14:2). He always has the best information on everything and certainly also on the things that matter most in human life.’ Dallas Willard, The Divine Conspiracy (New York, NY: Harper Collins,2009), 110.
- Afrika Mhlophe, A Passion for Position (Cape Town, South Africa: Struik Christian Media, 2018), 216.
- Bono, Surrender (New York City, NY: Knopf, 2022), 4.
- See Philippians 2:5–11 for Paul’s classic poem extolling the virtues of Christ’s humility. Also note Romans 5:3–5 and Hebrews 12:4–11 that clearly show that Christian character is formed in the school of hard knocks.
- John Wooden famously said, ‘Be more concerned with your character than your reputation because your character is what you really are while your reputation is merely what others think you are.’ Quoted in Brian D Biro, Beyond Success (New York City, NY: Berkley Publishing Group, 1977), xviii.
- I’ve written further on the marks of Christian character: https://www.biblicalleadership.com/resources/9-marks-of-the-character-of-a-servant-leader/
- Yaw Perbi & Sam Ngugi, Africa to the Rest (Maitland, FL: Xulon Press, 2022), 91.
- The Power of a Quiet Life | Francis Chan (youtube.com)
- Afrika Mhlophe, A Passion for Position (Cape Town, South Africa: Struik Christian Media, 2018), 216 and see Colossians 3:17.
- See Hebrews 12:2. ‘Because he never lost sight of where he was headed—that exhilarating finish in and with God—he could put up with anything along the way: Cross, shame, whatever.’ (The Message translation)
- Jesus knew the fickle nature of the crowds, compare John 12:12–13 and John 19:15.
- Stacy T. Rinehart, Upside Down (Carol Stream, IL: Navpress, 1998) 93, 106.
- In George Barna, Master Leaders (Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, 2009), 88.
- Nick Vujicic, Unstoppable (Colorado Springs, CO: WaterBrook Press, 2012), 208.
- To adapt the phrase from Rick Warren’s best seller, The Purpose Driven Life.(Grand Rapids, MI: Zondervan, 2002)
- Luis Palau and Paul J. Pastor, A Life on Fire (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2019), 111.
- Rinehart 1998:118