Global Analysis

Vivir el evangelio en zonas de conflicto

Dios en acción en el Congo oriental

Eraston K. Kighoma & CJ Davison Jun 2023

Desde que Caín mató a Abel en Génesis 4, el mundo se ha visto afligido por conflictos, guerras y violencia. Hoy vemos todo desde discordias personales y conflictos comunitarios hasta disturbios políticos y guerras regionales. ¿Cuál es nuestro papel como seguidores de Cristo y cómo es ser una iglesia misional en un contexto de violencia y guerra?

Este dilema es una pregunta cotidiana para las iglesias del este de la República Democrática del Congo (RDC), de las que podemos extraer valiosas ideas sobre la contextualización de la misión por parte de las iglesias locales y sus líderes durante las recientes guerras en esa región. Aunque la labor misional congoleña enfrenta muchos retos, la experiencia de la iglesia y de las agencias misioneras autóctonas que emprenden la misión en un contexto de guerra, violencia, migración y conflicto es esperanzadora.[1]

Las zonas de guerra: un mundo misiológicamente desatendido

Se ha determinado que las principales causas de la guerra en el este de la RDC son la crisis de identidad étnica, la agenda política de los caudillos y su respaldo a la codicia de países y multinacionales por los minerales congoleños.[2]  La guerra en curso ha expuesto a comunidades a desplazamientos internos, migraciones, violaciones, escasez de alimentos, pobreza y hambruna, entre otros problemas. La RDC ha sido reconocida como «la capital mundial de la violación» porque «mientras el país estuvo atrapado en conflictos, el uso de la violación como arma de guerra fue desenfrenado e inflexible» hasta el punto de que «se han denunciado más de 200.000 violaciones desde que comenzó la guerra» al año 2012.[3]

La guerra en curso ha expuesto a comunidades a desplazamientos internos, migraciones, violaciones, escasez de alimentos, pobreza y hambruna, entre otros problemas.

El crecimiento del cristianismo en la RDC es evidente a lo largo del último siglo. David Barrett muestra que los cristianos en la RDC eran el 1,4 por ciento de la población total del país en 1909.[4]  Esta cifra creció hasta el 90,3% a mediados de la década de 1970 y el 97,0% en el año 2000. Curiosamente, el crecimiento más rápido se produjo durante las dos últimas décadas del siglo XX, que incluyeron la época de la revuelta civil de los años ochenta y la primera década de guerra en el este del Congo en los noventa. El deterioro de la situación económica desencadenó disturbios a principios de los 90 y provocó la retirada de personal expatriado de misiones de algunas zonas del país, incluido el este del Congo. Sin embargo, la iglesia congoleña seguía activa.

Andrew Scott Moreau y sus colegas afirman que, incluso después de la salida del personal misionero expatriado, «la vitalidad de la iglesia [congoleña] la sitúa entre los 10 principales países no occidentales que envían a sus propios misioneros para el ministerio transcultural tanto dentro como fuera de sus fronteras». En una reunión con un grupo de antiguos misioneros de la RDC en Oxford (Reino Unido), alguien dijo: «Las agencias de misión occidentales parecen menos interesadas en el Congo por ser francófono y por la guerra que hay allí». Moreau respondió: «Pero esto debe entenderse como un llamado a los cristianos del Congo para que se unan a Dios en la misión mundial».

Nuestros corazones y mentes deben someterse a la soberanía de Dios incluso en las situaciones más difíciles, viendo oportunidades para el evangelio cuando el mundo ve conflictos.

Una respuesta teológica a la guerra y el conflicto

Si el pecado causa egoísmo, ira y odio, entonces el conflicto es inevitable cuando personas pecadoras ponen su agenda por encima del bienestar de los demás. No hay indicios de que la guerra vaya a terminar pronto en la RDC, como tampoco terminará en todo el mundo. Jesús dijo que habrá conflictos y guerras hasta que él regrese (Marcos 13:7-8). ¿Cuál debería ser nuestra respuesta mientras vivimos como seguidores de Cristo en un mundo en conflicto? Humanamente hablando, a menudo pensamos que el conflicto debería poner en pausa nuestros ministerios. Podemos poner en pausa nuestras estrategias, pero no debemos poner en pausa nuestro corazón para servir. Porque Dios no para de trabajar, nosotros, su cuerpo, no debemos parar. 

Nuestros corazones y mentes deben someterse a la soberanía de Dios incluso en las situaciones más difíciles, viendo oportunidades para el evangelio cuando el mundo ve conflictos.

Por ejemplo, muchas iglesias y ministerios reunieron apoyo para los que sufrían cuando comenzó la guerra en Ucrania. Una iglesia de Rumania comenzó inmediatamente a acoger a refugiados que huían a través de la frontera. Más tarde, empezaron a enviar alimentos a otra iglesia de Ucrania. Hoy, muchas personas de todo el mundo han visto y sentido el amor de Dios a través de la sacrificada respuesta de la iglesia a la guerra de Ucrania.

En respuesta a la guerra, la iglesia puede sentirse tentada a alejarse de la misión. Si la iglesia no ve que el evangelio puede traer paz a las situaciones más difíciles, confinará el evangelio al púlpito de la iglesia en lugar de descubrir un discipulado contextual que aborde el crecimiento, la esperanza y las preocupaciones sociales, incluidas la pobreza y la coexistencia pacífica.[5] Como creyentes en el evangelio, sabemos que, cuando el pecado y el caos abundan, también abundan las oportunidades para la gracia y el amor de Dios. Jesús dijo: «Traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes» (Mateo 7:12) y «Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Marcos 12:31). Así pues, la respuesta de la iglesia a la guerra requiere acciones, tanto en el ministerio como en la misión, basadas en la teología. Y sería prudente que la iglesia considerara proactivamente cómo iniciar ministerios en el contexto de la guerra.[6]

La historia de Adam: Dios en acción en medio de la guerra

Adam (seudónimo) es un enfermero que vino de la zona devastada por la guerra del Congo para asistir a la clase intensiva que el Centro para la Misión e Investigación Intercultural imparte en Goma, una ciudad del este de la RDC. Quedó asombrado al descubrir cómo el mundo estaba perdido, y quiso formar parte de la misión de rescate de Dios. Para sus prácticas, decidió movilizar y empoderar a cinco iglesias de su ciudad natal.

Mientras Adam estaba en el púlpito con la Biblia en la mano, fue secuestrado por exrebeldes ruandeses, que lo llevaron a la selva del Congo. En su viaje por la selva profunda, Adam se ofreció para atender a un rebelde que había recibido un balazo en el pecho durante la incursión. Consiguió extraer la bala del pecho y detener la hemorragia. Al llegar, pidió a sus compañeros rehenes que se unieran a él en oración para agradecer a Dios las misericordias del viaje y pedirle que perdonara a sus secuestradores.[7] Durante su cautiverio, fue testigo de cómo civiles inocentes eran masacrados y otros sufrían violencia sexual y esclavitud. Como esperaba que lo mataran, decidió compartir el amor de Dios con el comandante de los rebeldes: «Dios te ama y puede perdonarte si te arrepientes de tu pecado. Estás permitiendo el asesinato de inocentes, devolviendo con el mal el bien de los congoleños que los acogieron en el país. Si no te arrepientes, Dios te castigará con la condenación eterna. Acepta a Jesús como tu Salvador. Él te ama y está dispuesto a perdonarte. Murió por ti en la cruz del Gólgota».

El comandante lloró y decidió poner a prueba a Adán. Trajeron a unos 30 rehenes, hombres y mujeres cuyas familias no habían enviado rescate por su libertad. Le pidió a Adán que eligiera entre él y estos rehenes: uno de los dos tenía que morir. Él respondió: «Prefiero que me maten a mí. Después de que me maten, iré directamente al cielo, pero estos hombres y mujeres son muy necesarios para sus hijos, y algunas de sus familias todavía están de luto por ellos. Por favor, libérenlos». Entonces un rebelde exclamó: “Por primera vez en mi vida, he visto a Jesús cara a cara”. Así que liberaron a los rehenes y les dijeron que volvieran con su gente y les contaran que Jesús se les había aparecido en la selva y había muerto por ellos.

Esto le dio la oportunidad para compartir el amor de Dios en tres campamentos rebeldes, y el comandante y 63 rebeldes aceptaron a Jesús. Mientras recorría nueve campamentos rebeldes bajo su mando, el comandante introducía los sermones de Adam con lágrimas, diciendo: “Vengan y escuchen lo que ningún hombre que haya venido aquí me ha dicho en esta selva en los últimos 20 años”.

Adam fue liberado junto con sus dos compañeros. Tras su liberación, regresó a casa, y unos meses después el comandante decidió, junto con otros 10 rebeldes, entregar las armas en obediencia al mensaje del evangelio. Se presentaron ante la fuerza de paz de la ONU más cercana, que los condujo de vuelta a su país. Más tarde, el ejército de la RDC pudo desmantelar ese mismo campamento en el que Adam estaba cautivo. En la actualidad, Adam se dedica a discipular a rebeldes y milicianos siempre que tiene ocasión, mientras ejerce como enfermero jefe.

Estrategias para compartir el evangelio en zonas de conflicto

La historia de Adam demuestra el poder y el impacto potencial del evangelio a pesar del sufrimiento. Revela que el evangelio puede poner fin al conflicto acabando con la guerra en nuestros corazones contra Dios. Solo cuando los seres humanos son sanados por un encuentro con el amor de Dios pueden deponer las armas y tomar la cruz del amor en su lugar.

La necesidad de hacer discípulos en zonas de conflicto continuará. Siempre que hay guerra y caos, la gente se siente fuera de control. En respuesta, los cristianos del este del Congo a menudo recurren a creencias tradicionales y a la brujería para luchar contra la agresión. Otros, como refugiados en grandes ciudades, recurren a la falsa esperanza del evangelio de la prosperidad.

Abordar estas dinámicas requiere un discipulado orante y contextual. Aunque no habrá una única solución para nuestra respuesta al conflicto, sabemos que la Gran Comisión llama a la iglesia a hacer discípulos de todas las naciones, enseñándoles a obedecer los mandamientos del Señor. Esto significa que la iglesia puede responder en cualquier situación, en paz o en conflicto, utilizando con tacto las Escrituras como fundamento para formar discípulos semejantes a Cristo.

Un ejemplo es Oasis of Hope (Oasis de esperanza), un programa en la RDC creado para preparar personas como Adam. Equipa a líderes cristianos que han sufrido persecución para que vuelvan a su pueblo para ser testigos proactivos de Cristo y servir a civiles que han sufrido violaciones y violencia.[8]  Lo que trajo sanación a estos líderes traumatizados son las Escrituras y la terapia, ayudándolos a integrar su experiencia en una cosmovisión bíblica y a reconciliarse con quienes los persiguen llevando el shalom a su mundo roto.

Por último, es esencial examinar lo que el apóstol Pablo recuerda a la iglesia de Éfeso: «Nuestra lucha no es contra seres humanos» (Efesios 6: 12). Este principio cambia radicalmente la forma en que entramos y ministramos en medio del conflicto. Recuerde que Pablo, quien escribe esto, había tenido una actitud hostil y violenta contra la iglesia. El ministerio y la salvación son obras solo de Dios. Por lo tanto, no luchamos contra personas. Más bien, entramos en estas situaciones con humildad y dependencia de Dios para ayudar a salvar personas, incluso a las más violentas que puedan estar persiguiéndonos.

ENDNOTES

  1. Nota del editor: Ver “Desarrollar iglesias en contextos hostiles” por Phill Butler en el número de septiembre 2021 del Análisis Mundial de Lausana https://lausanne.org/es/contenido/aml/2021-09-es-aml/desarrollar-iglesias-en-contextos-hostiles.
  2. Eraston K. Kighoma, Church and Mission in the Context of War: A Descriptive Missiological Study of the Response of the Baptist Church in Central Africa (CBCA) to the War in Eastern Congo between 1990 and 2011 (Carlisle, UK: Langham Monographs, 2021), 82.
  3. Carly Brown, ‘Rape as Weapon of War in the Democratic Republic of the Congo,’ Torture 22, no. 1 (2012): 24–36.
  4. David Barrett ed., World Christianity Encyclopedia: A Comparative Survey of Churches in the Modern World, A.D. 1900–2000 (Nairobi, Kenya: Oxford University Press, 1982), 758.
  5. Kighoma, Church and Mission, 5.
  6. Editor’s Note: SeeLessons from Christian Peace-Building in Kenya,’ by Paul Borthwick with Jean-Paul Ndagijimana in the September 2013 issue of Lausanne Global Analysis, https://lausanne.org/content/lga/2013-09/lessons-from-christian-peace-building-in-kenya.
  7. Nota del editor: Ver “Dar testimonio del evangelio a través del perdón” de Wafik Wahba en el número de enero 2018 del Análisis Mundial de Lausana https://lausanne.org/es/contenido/aml/2018-01-es/dar-testimonio-del-evangelio-a-traves-del-perdon.
  8. Centre for Intercultural Missions and Research (CIMR), Goma, Democratic Republic Congo, is an indigenous mission agency mobilizing the Congolese for mission.