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Oralidad integrada

Billy Coppedge 15 May 2024

En su volumen con el título singular Stuff (Cosas),[1]Daniel Miller habla de la humildad de las cosas, una forma abreviada de intentar mostrar cómo los objetos materiales tienen una forma de desvanecerse de nuestra visión consciente, aunque a menudo poseen un poder infravalorado a la hora de dictar movimientos y elecciones personales y comunitarias. En este artículo, propongo que existe una relación análoga entre la humildad de los artefactos materiales de Miller y la oralidad.

Para muchas personas en misión con Dios en el mundo hoy, el concepto de oralidad sigue siendo un término familiar pero poco claro. Ciertamente, no es una categoría de trabajo para conformar y afinar la estrategia de comunicación misional del siglo XXI. Me encontré con esta realidad en el verano de 2022, durante una reunión de líderes misioneros de más de cuarenta países. Mientras mis compañeros catalizadores de la oralidad y yo discutíamos la oralidad con algunos de nuestros colegas, empezamos a notar un patrón que podría resumirse en alguna versión de tres temas bien intencionados pero preocupantes.

Primero: Sé que la oralidad es importante para llegar a personas que viven en zonas rurales y no saben leer. Me alegro de que lo estén haciendo.

Segundo: Ese no es mi público objetivo; Dios me ha llamado a trabajar con importantes líderes mundiales e influenciadores sociales.

Tercero: ¿Sabe dónde encontrar a catalizadores que trabajan con esas personas importantes?

Por supuesto, nadie fue grosero y no estoy cuestionando la preocupación de ninguna persona por la población rural que no sabe leer. Pero lo que me preocupó era darme cuenta de que para muchos líderes misioneros, se ha desarrollado (o sigue existiendo) un estereotipo —quizás negativo— de la oralidad como una herramienta meramente pragmática para llegar a analfabetos de zonas rurales que, si bien son importantes para Dios, no se consideran estratégicamente importantes para la estrategia misionera hoy en día porque estas personas no tienen peso entre los influenciadores de los medios sociales contemporáneos y los guardianes (gatekeepers) urbanos del mundo.

 En los últimos dos años, hemos tratado de abordar esta idea errónea de una comprensión demasiado estrecha de la oralidad mediante la publicación de varios artículos, entre ellos Hacia una teología de la oralidad y La palabra viva para idiomas vivos. El primero pretendía situar la oralidad en un marco teológico mucho más amplio; el segundo destacaba cómo la oralidad tiene que ser una categoría estratégica no solo para la evangelización y el discipulado, sino también para cuestiones misionales tan críticas como la traducción de la Biblia, si queremos cumplir realmente la Gran Comisión. En cualquiera de los dos casos, se podría pensar que pasar por alto la oralidad en la era de las misiones actuales es a riesgo propio. Pero queda una preocupación más amplia que nos gustaría abordar aquí: Estoy tratando de maximizar mi impacto en el reino involucrando a líderes mundiales e influenciadores (en los medios sociales) de hoy. ¿Qué tiene que ver la oralidad conmigo?

Esta es la pregunta estratégica (y el líder misional que la formula) que este artículo pretende abordar. En última instancia, responder a la pregunta «¿Qué tiene que ver la oralidad conmigo?» requiere reimaginar la oralidad no solo como una herramienta pragmática para el compromiso con las Escrituras entre personas con escasa educación sino como una cualidad inherente de personas humanas hechas a imagen de un Dios que se comunica. Además, requiere reconocer la reoralización que ha llegado para quedarse entre comunicadores occidentales digitales-orales. Una vez que comience esta reimaginación, solo entonces podremos empezar a reconocer la importancia estratégica de integrar la oralidad en todos los ámbitos de las misiones hoy.[2]

En última instancia, responder a la pregunta «¿Qué tiene que ver la oralidad conmigo?» requiere reimaginar la oralidad no solo como una herramienta pragmática para el compromiso con las Escrituras entre personas con escasa educación sino como una cualidad inherente de personas humanas hechas a imagen de un Dios que se comunica.

Para ayudarnos a replantear nuestra concepción de la oralidad, quiero basarme en una serie de conversaciones que nuestro equipo de catalizadores de la oralidad de Lausana mantuvo con otros catalizadores de nueve redes temáticas diferentes dentro de Lausana. Algunas redes tienen una afinidad natural con la oralidad, como Plantación de Iglesias o Los niños y la familia. Pero también nos reunimos con redes como Desarrollo del Liderazgo, Recaudación de Fondos para Ministerios, Cuidado de la Creación y Los Negocios como Misión (BAM), ya que queríamos ampliar nuestra propia comprensión de cada una de estas esferas críticas de influencia, así como explorar las interconexiones con la oralidad. El resultado fueron conversaciones enérgicas, llenas de pasión por Dios y por personas de todo el mundo para que no solo lo conozcan, sino que experimenten y conozcan la plena medida de la salvación que está a su disposición hoy. Aunque durante nuestras discusiones aparecieron diversos temas críticos, surgieron varias cuestiones estratégicas que pueden ayudar a responder a la importante pregunta: ¿Qué tiene que ver conmigo la oralidad si estoy llamado a llegar a influenciadores y guardianes estratégicos de hoy?

En primer lugar, cada una de las redes compartió una versión del mismo objetivo: el florecimiento humano solo es posible a través de la obra de Jesucristo y el poder del Espíritu Santo. En segundo lugar, ese florecimiento es siempre relacional y polifacético y, en tercer lugar, cultivar y redimir esas relaciones incluye siempre estrategias de comunicación vitales. Sugiero que la oralidad está íntimamente relacionada con todas estas categorías.

Para empezar, representantes de redes tan diversas como Cuidado de la Creación y Salud para Todas las Naciones formularon un profundo aprecio por el concepto bíblico de shalom, la restauración de todas las relaciones que han sido rotas por el pecado, ya sea con Dios, con los demás, con uno mismo o con el medioambiente. Además, la red Asuntos de Discapacidad expresó su firme deseo de ayudar a personas con impedimentos de todo tipo a superar la disminución. Incluso el debate de BAM sobre su cuádruple resultado final (social, medioambiental, económico y espiritual) apunta a este profundo compromiso de ver a Dios transformar cada parte de la vida humana. Estos promotores de redes de Lausana creen que la salvación bíblica afecta a toda la persona, no solo a las almas incorpóreas. Dios quiere involucrarse con el bienestar físico, espiritual, material e incluso espacial de cada persona. En un sentido real, la preocupación polifacética de estas redes por el florecimiento de las personas en todo su espectro podría entenderse como una preocupación por que todas las personas adoren a Dios de forma integral, en todas las áreas de sus vidas.

Pero esto pone inmediatamente de relieve una segunda observación, un corolario que surgió. Este florecimiento no puede darse sin relaciones correctas. Con relaciones rotas, las personas carecen de claridad sobre su verdadera identidad. Por lo tanto, Jesucristo vino a recrear esas relaciones, a ejemplificar cómo estar en una relación correcta, ya sea con Dios, con uno mismo, con otras personas o con la creación, y a otorgar verdadera identidad a sus seguidores. Es significativo que cada una de las redes interpretara su tema como altamente relacional. Esto parece evidente entre la red Desarrollo del Liderazgo, pero quizá no tanto entre redes como Cuidado de la Creación; no obstante, la catalizadora Jasmine Kwang resumió: «El cuidado de la creación tiene que ver con las relaciones». Además, cada uno de los catalizadores consideró que su red intentaba intencionadamente abordar al menos una, si no más, de estas relaciones rotas. Curiosamente, la integración fue una categoría crítica para muchos; concretamente, la falta de ella. Numerosos representantes de las redes hablaron de su preocupación por los silos, tanto dentro de la red Lausana como en el mundo de la misión en general, donde los grupos (incluso las redes temáticas de Lausana) enfatizan una o dos relaciones, pero sin ofrecer modelos o paradigmas adecuados sobre cómo abordar de forma integradora todas las relaciones rotas dentro de una comunidad concreta.

Aquí llegamos a un tercer tema que corre el riesgo de utilizar términos demasiado simplistas, pero que merece la pena reiterar: en el centro de las relaciones rotas está la comunicación fallida. Las razones de ello son amplias y complejas, y se retrotraen a Génesis 3. Pero, a los efectos que aquí nos ocupan, vale la pena señalar que cada red reconoció, de alguna manera, los retos de la comunicación en torno a su tema concreto. Así, la red Asuntos de Discapacidad lamentó cómo la falta de concienciación sigue siendo una preocupación crítica de comunicación para sus participantes; la red Recaudación de Fondos para Ministerios hizo hincapié en cómo las difíciles barreras culturales y los estereotipos complican la comunicación en torno a su tema; la red Los Niños y la Familia habló de la necesidad de crear conexiones relacionales con niños, y la red Libertad y Justicia tuvo testimonios de cómo estudiantes tuvieron que compensar preferencias de comunicación mal entendidas dentro de contextos educativos. Así pues, para cada una de las redes, la comunicación sigue siendo una preocupación fundamental; quizá, nos atrevemos a sugerir, una de las mayores preocupaciones. A la luz de esta realidad, cada red reconoció que intentaba abordar alguna relación rota específica a través de una estrategia de comunicación, algunas más intencionadas o desarrolladas que otras.

la oralidad es nuestra línea de base para toda comunicación humana. Esta es la humildad de la oralidad que han pasado por alto los líderes de pensamiento en las misiones de hoy.

Aunque expresado de diferentes maneras, cada red parecía intuir que, si no se comunican bien con sus participantes, clientes, audiencias objetivo, grupos poblacionales no alcanzados y otros socios dentro de su esfera de interés compartido, su impacto se verá minimizado en el mejor de los casos, si no invalidado por completo. La conclusión de todo esto es que la comunicación no es una cuestión secundaria sino esencial para cada una de las redes temáticas de Lausana. Resumiendo lo que hemos visto hasta ahora, la comunicación es fundamental para restablecer relaciones correctas, lo cual es esencial para cultivar el florecimiento humano.

Pero ¿qué tiene esto que ver con la oralidad?

Cualquier discusión sobre la comunicación debe reconocer el papel inherente de la oralidad en toda comunicación interpersonal. De eso se trata. Si bien pueden intervenir otros modos, como las modalidades digitales o textuales, en última instancia son externos a personas humanas. Ayudan a preservar la comunicación y permiten superar barreras geográficas y temporales; no obstante, todos los textos y medios digitales siguen siendo externos a personas humanas. Esto sigue siendo cierto incluso en el caso de las tecnologías de IA emergentes hasta ahora. Pueden añadirse a personas humanas, pero la oralidad es inherente a la condición de persona en todo el mundo. Por lo tanto, todas las personas humanas comienzan como comunicadores orales. Sí, tenemos que tener en cuenta otras influencias textuales y digitales de hoy, pero el simple hecho es que la oralidad es nuestra línea de base para toda comunicación humana. Esta es la humildad de la oralidad que han pasado por alto los líderes de pensamiento en las misiones de hoy.

Ignorar la oralidad o relegarla a un estereotipo que solo se ajusta a analfabetos rurales alejados del poder no es solo ignorante y soberbio, sino también insensato. Curiosamente, muchos de los catalizadores que entrevistamos parecían intuir la importante relación entre su tema especial y la oralidad. Un catalizador de Salud para Todas las Naciones lo resumió bien: «No se puede practicar la atención integral a la persona sin oralidad». Asimismo, el representante de la red Asuntos de Discapacidad declaró: «Cada vez que surge el tema de la relación entre la oralidad y las discapacidades, mi mente queda abrumada; no estamos haciendo preguntas teóricas. Las conexiones con la oralidad son muy fuertes». ¿A dónde vamos desde aquí?

Proponemos varias consideraciones estratégicas para la comunidad de Lausana en general, especialmente al participar todos en el proceso de L4 y avanzar hacia Seúl-Incheon 2024. En primer lugar, recordar que la comunicación es importante para sus redes y esferas de influencia. La comunicación no tiene una importancia meramente pragmática, sino teológica.[3] ¿Tiene su iglesia, organización o red una teología de la comunicación? En segundo lugar, cada persona a la que usted y su red intentan involucrar para Dios nació siendo un comunicador oral. Tanto si sirve entre cultivadores de arroz como entre estudiantes universitarios, en los campus de los seminarios o en las calles entre trabajadoras del sexo, las personas que lleva en su corazón tienen cierto grado de dependencia oral. Más de lo que tendemos a reconocer, esa dependencia oral es mucho mayor de lo que nosotros (o ellos) imaginamos.[4] Así pues, si quiere cultivar la influencia en el reino de Dios, empiece a prestar atención a la naturaleza de la oralidad y a su presencia humilde pero ubicua. En tercer lugar, anímese, porque muchos ya se están moviendo en la dirección correcta. Debido a la humildad de la oralidad, muchos de nosotros incorporamos herramientas orales de maneras de las que ni siquiera nos damos cuenta. Una de ellas es la narración de historias.

Una cuestión fundamental para la iglesia de hoy es esta: ¿Cómo podemos volvernos realmente buenos para contar mejores historias, específicamente las historias de Dios? Ciertamente, la oralidad es mucho más que contar historias, pero el contenido conformado por la narrativa suele ser el modus operandi de la comunicación oral. Hoy en día, con la llegada de los medios de comunicación social, la gente ha (re)descubierto el poder de transformación que tiene la narración de historias.[5] Así, por ejemplo, todas las redes de Lausana que entrevistamos hablaron del papel fundamental de la narración de historias para su red. La mayoría de ellas no lo reconocían como algo relacionado con la oralidad. Pero han intuido su poder. Nuestra recomendación es que la iglesia necesita más de esto. Muy a menudo, la mejor manera de contrarrestar una falsa narrativa no es con hechos y cifras, sino con una contranarrativa.

La historia es el lenguaje del corazón,[6] y cuando contamos la historia de Dios, cuando relatamos los testimonios de su fidelidad, creamos una atmósfera que fomenta el cambio espiritual. Por lo tanto, las herramientas orientadas a la oralidad, como la narración de historias, tienen que estar en el centro de todos los intentos de Lausana de abordar las brechas en el cumplimiento de la Gran Comisión.[7] Para quienes quieren seguir manteniendo la oralidad a distancia, sugerimos humildemente que la forma más prometedora de influir en los guardianes del día es contando mejores historias. Compartámoslas, grabémoslas, cantémoslas y representémoslas para un mundo hambriento de la verdadera historia, pero aún más, de su Autor.

Endnotes

  1. Daniel Miller, Stuff. (Cambridge: Polity Press, 2010). 
  2. While not specifically oral-centric, Andy Crouch’s article on shame draws attention to the fact that issues such as orality and shame, while maybe not traditionally considered to be “Western culture” issues, are now, indeed, part of American contemporary sensibilities. See “The Good News About Shame,” Christianity Today, Vol 59, 2 March 2015.
  3. Para más sobre esto, ver https://lausanne.org/about/blog/towards-a-theology-of-orality
  4. For more on the exciting, emerging research on orality quotients among people groups, see https://gomap.pro
  5. For a helpful introduction to the power of storytelling to cultivate transformation, see James K.A. Smith’s Imagining the Kingdom. (Grand Rapids: Baker Books, 2013).
  6. For elaboration on this, see chapter 5 and chapter 6 in James K.A. Smith, Desiring the Kingdom. (Grand Rapids: Baker Books, 2009), 155–214, 215–30.
  7. See https://lausanne.org/es/report