Antes de que podamos comprender el papel del ámbito laboral dentro de la misión global de Dios, es esencial reconocer el propósito del trabajo, abrazar con alegría el trabajo como un llamado y adorar conscientemente a Dios a través de nuestro trabajo.
El trabajo como el propósito de Dios para nosotros
Algunos cristianos asocian erróneamente el trabajo con una carga derivada de la Caída. En cambio, otros trazan una clara línea divisoria entre lo sagrado (actividades eclesiásticas) y lo secular (responsabilidades vocacionales), creando una dicotomía entre el culto dominical y el trabajo entre semana. Es esencial reconocer que Dios quiere que veamos el trabajo como un don de su gracia, no como la pesadilla de nuestra existencia. Incluso antes de la introducción del pecado en el mundo, Dios asignó a Adán y Eva la tarea de cuidar el jardín y ejercer dominio sobre la tierra (Gn 2:15). El relato de Génesis revela la idea fundamental de que Dios incorporó el trabajo en el tejido de la existencia humana desde el principio. En el marco bíblico, el trabajo surge como un propósito divino para la humanidad. Nuestra existencia misma está entrelazada con la finalidad del trabajo, que Dios nos concedió como un don valioso. Al crearnos a su imagen, Dios nos diseñó para cocrear y administrar el mundo físico confiado a nuestro cuidado. Más que una consecuencia del pecado, el trabajo se presenta como un elemento esencial del proyecto de Dios.
El trabajo como un llamado
El trabajo no es una mera obligación secular, sino un llamado divino. A través del trabajo, podemos cumplir nuestra llamado y contribuir a la transformación de la sociedad. Colosenses 3:23-24 dice: «Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor”. Esta perspectiva transforma las tareas mundanas del ámbito laboral en contribuciones significativas a un propósito superior. Subraya la importancia de abordar el trabajo con diligencia y excelencia, instando a los creyentes a dedicar sus esfuerzos al Señor.
El concepto del trabajo como un llamado se basa en el entendimiento de que cada individuo tiene un don único y un propósito en el gran diseño de Dios. Efesios 2:10 subraya esta idea, afirmando que “somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica». Esto sugiere que Dios tiene un plan específico para la vida de cada persona, que incluye el trabajo que realizamos.
El trabajo, por tanto, se convierte en una forma de que los cristianos cumplimos nuestro llamado y contribuimos positivamente al mundo, alineando nuestros esfuerzos con el propósito que Dios tiene para nuestras vidas. Cuando vemos el trabajo como un llamado, buscamos oportunidades para tener un impacto positivo, ser agentes de cambio y reflejar el amor y los valores de Cristo en nuestros lugares de trabajo.
El trabajo como adoración
Cientos de veces en la Biblia, la palabra hebrea avodah se utiliza para significar tanto «trabajar» como «adorar». Refleja la interconexión de las actividades cotidianas y la devoción religiosa en todos los aspectos de la vida. Nuestro trabajo está destinado a servir a los propósitos de Dios más que a los nuestros, lo que nos impide ver el trabajo como un medio para alcanzar un fin, sino como un fin en sí mismo. ¿Por qué? Puesto que hemos sido creados para adorar a Dios, cuando abordamos el trabajo con diligencia, excelencia y un corazón dedicado a Dios, se convierte en un acto de servicio a Dios y de adoración a Dios.
El principio del sacerdocio de todos los creyentes se articula en 1 Pedro 2:9 de la siguiente manera: «Pero ustedes son descendencia escogida, sacerdocio regio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Esto pone de relieve que cada creyente disfruta de una relación directa y personal con Dios, y está llamado a presentarle sacrificios espirituales y un servicio dedicado. Este concepto rechaza la noción de una clase clerical distinta que sirva de intermediaria entre Dios y los laicos, subrayando el sacerdocio de todos los creyentes como aspecto fundamental de la identidad cristiana. Promueve la idea de que cada creyente, en los diversos ámbitos de nuestros llamados y ocupaciones, tiene la capacidad de funcionar como sacerdote ofreciendo su trabajo como una forma significativa de adoración a Dios.
En términos prácticos, el trabajo como adoración implica seguir la instrucción de Jesús de ser sal y luz, tal y como se recoge en Mateo 5:13-16. Ser sal y luz implica reflejar su carácter, sostener normas éticas, tener una integridad inflexible, servir a nuestros compañeros de trabajo con amor y bondad, y buscar constantemente oportunidades para elevar a aquellos con los que interactuamos. Refleja la idea de que la vida laboral no está separada de la vida espiritual, sino que es parte integrante de la vivencia de la fe en la vida cotidiana.
El trabajo para el cumplimiento de la misión de Dios
El eslogan utilizado por la Red del Ámbito Laboral de Lausana, donde el 99% de la iglesia mundial interactúa con el mundo con el evangelio, proviene de una declaración realizada en el Foro Mundial del Trabajo 2019 en Manila. Si la obra transformadora de Dios en nuestras vidas debe ser vivida y compartida con los demás, el ámbito laboral es la plataforma más importante para hacerlo, porque es el lugar donde es más probable que los no creyentes y los creyentes interactúen. Es la zona de impacto para cumplir el Mandato de la Creación, el Gran Mandamiento y la Gran Comisión.
El Mandato de la Creación
En Génesis 1:28, Dios bendijo a Adán y Eva, diciéndoles: «¡Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los animales que se arrastran por el suelo!”. Este es el mandato de la creación: la directiva de Dios para que la humanidad se multiplique, habite, cultive y ejerza dominio sobre la tierra. Asimismo, en Génesis 2:15, vemos que “Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. Este pasaje subraya aún más el llamado a dedicarse al trabajo con un propósito y a la administración del mundo creado.
El Gran Mandamiento
El gran mandamiento exige que cada uno de nosotros amemos a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mt 22:37-39). En el contexto del trabajo, este mandamiento tiene profundas implicaciones para la forma en que enfocamos nuestra vida laboral. Amar a Dios implica obedecer todos sus mandamientos e instrucciones. Debemos ser honestos, diligentes, fieles y justos en el trabajo que realizamos. Amar al prójimo como a uno mismo se extiende a las interacciones con compañeros de trabajo, proveedores, clientes y otras personas en el ámbito profesional. Exige una preocupación genuina por el bienestar de los demás mediante actos de bondad, compasión y un compromiso de servir a los demás.
La Gran Comisión
La Gran Comisión, descrita en Mateo 28:18-20, ordena a los creyentes que vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a obedecer todo lo que Cristo mandó. Esta comisión no se limita a la labor misionera vocacional, sino que se extiende a todo seguidor de Cristo, incluidos los que trabajan en el ámbito secular. Al igual que Jesús envió a sus discípulos a difundir el evangelio, todo cristiano está llamado a llevar a cabo esta misión en su vida diaria, lo que incluye especialmente el ámbito laboral, donde pasamos la mayor parte de nuestras horas del día. Ya sea en oficinas, fábricas, escuelas, hospitales o cualquier otro lugar de trabajo, los creyentes tienen la oportunidad de vivir la Gran Comisión compartiendo el amor de Cristo con palabras y obras.
El ámbito laboral y Lausana 4
A. W. Tozer nos recuerda que “la iglesia no es simplemente una institución religiosa; no es un teatro religioso donde se paga a los artistas para que diviertan a los asistentes. Es una asamblea de pecadores redimidos, hombres y mujeres llamados a Cristo y encargados de difundir el evangelio hasta los confines de la tierra».[1] Si nos tomamos en serio este consejo, la iglesia debe reflexionar sobre su papel como la piedra angular para preparar a cada cristiano en el lugar de trabajo para que cumpla eficazmente la misión de Dios, priorizando, alentando y apoyando el ministerio en el ámbito laboral.
En el Cuarto Congreso de Lausana, más de un tercio de los participantes procederán del ámbito laboral secular. Es una oportunidad única para que los participantes del ámbito laboral y el resto de los participantes que están en el ministerio vocacional encuentren formas innovadoras y significativas de influir en la iglesia mundial para el cumplimiento de la Gran Comisión. Esperemos y oremos para que éste sea un punto de inflexión en la historia de la iglesia, al colaborar el clero y los laicos para liberar el potencial del ámbito laboral en la misión mundial.
Endnotes
- A.W. Tozer, Tozer on Worship and Entertainment, ed.James L. Snyder, ( Chicago, IL:Moody Publishers, 2006).