Global Analysis

Paz y reconciliación como misión en un mundo en conflicto

Una perspectiva cristiana del conflicto palestino-israelí

Rula Khoury Mansour May 2024

Mientras escribo este artículo, la guerra entre Israel y Gaza continúa, dejando tras de sí una trágica escena de inmenso sufrimiento y destrucción. Nunca ha sido más tangible la urgencia de abandonar los planteamientos militares y adoptar una base de reconciliación histórica. En este artículo, pretendo esbozar un camino iluminado por cuatro principios clave que guíen a israelíes y palestinos por igual hacia una visión compartida de paz en medio de este conflicto que ya lleva un siglo.

en medio de contextos violentos profundamente arraigados, la reconciliación no es solo una buena idea, sino una necesidad absoluta. Es la clave para romper los ciclos del conflicto y crear un futuro en el que israelíes y palestinos puedan coexistir pacíficamente

Como abogada cristiana y erudita-practicante de la paz palestino-israelí con un profundo conocimiento de las complejidades y matices de este conflicto perpetuo, creo que, en medio de contextos violentos profundamente arraigados, la reconciliación no es solo una buena idea, sino una necesidad absoluta. Es la clave para romper los ciclos del conflicto y crear un futuro en el que israelíes y palestinos puedan coexistir pacíficamente. Arraigada en mi fe, entiendo la reconciliación como un mandato divino, que se hace eco de la respuesta de Dios al fracaso humano mediante el establecimiento de su reino en la tierra a través de Cristo. En este marco sagrado, los seguidores de Cristo están obligados a participar activamente en la restauración de la humanidad, abordando el sufrimiento y haciendo frente a la injusticia. A través del poder transformador de la verdad, perdón, justicia y sanación, vislumbramos el amanecer de un mundo nuevo en el que la esperanza prevalece sobre la desesperación y la promesa de reconciliación ilumina incluso los conflictos más oscuros.

Reconciliación

La reconciliación tiene diversos significados. En el Antiguo Testamento se asocia con «shalom», haciendo hincapié en la justicia y el amor dentro de una comunidad.[1] En hebreo, desde el periodo rabínico temprano, es «Tikún Olam», que significa «reparar el mundo».[2] En el Nuevo Testamento, se refiere a la obra de Cristo, que superó la enemistad entre Dios y la humanidad, conduciendo al «shalom» escatológico,[3] mientras que en la actualidad la reconciliación aborda la limitación y la condición rota humanas, aliviando los conflictos más que eliminándolos.

En el discurso político, la reconciliación implica dejar a un lado las animosidades del pasado, permitiendo a los antiguos enemigos trabajar juntos en el futuro,[4] que puede ir desde un simple «acomodamiento»[5] hasta un futuro compartido.[6] La reconciliación es un proceso a través del cual una sociedad pasa de un pasado dividido a un futuro compartido que incluye la búsqueda de la verdad, perdón, justicia y sanación. En la práctica, la reconciliación es esencial para construir un entorno propicio para una gobernanza eficaz que proporcione el fundamento para la justicia económica y la compartición del poder. La política y la reconciliación son procesos separados pero interdependientes.

Decir la verdad

El noveno mandamiento ordena a los creyentes no dar falso testimonio,[7] haciendo hincapié en el principio moral de decir la verdad para reflejar el carácter de Dios. La veracidad implica tratar a los demás con justicia impidiendo la falsedad, lo que es esencial para evitar conflictos y fomentar la reconciliación.[8]

Decir la verdad es crucial para la sanación y la justicia; implica enfrentar historias disputadas, reconocer errores cometidos y crear una atmósfera de perdón. En los conflictos de larga duración, la reconciliación enfrenta retos como la «mitohistoria», en la que los acontecimientos se distorsionan para crear pasados míticos, donde hay grupos que exageran las atrocidades de sus enemigos y restan importancia a sus propios errores. Este «egoísmo de la victimización» obstaculiza los esfuerzos de paz. Otro reto es la «historia disputada», en la que hay grupos que discrepan sobre lo que «realmente» ocurrió, por qué ocurrió y quiénes son los verdaderos perpetradores y víctimas.[9]

Ignorar el pasado es un serio obstáculo para la reconciliación. La amnesia niega el dolor de las víctimas, fomenta la negación entre los agresores y priva a generaciones futuras de la posibilidad de aprender. Reconocer la verdad a través de la confesión contribuye significativamente a la sanación de las víctimas.[10] Es esencial validar las experiencias de las víctimas. Reconoce que los perpetradores socavan sistemáticamente las identidades, imponiendo falsas narrativas y dejando a las víctimas aisladas e impotentes.[11] Decir la verdad permite a las víctimas articular nuevas narrativas, exponiendo mentiras, afirmando la culpa y validando emociones. Un registro de la verdad documentado e incontestado es importante para poner fin a los ciclos de violencia, creando una narrativa compartida o, al menos, historias variadas mutuamente reconocidas. Reconoce el pasado fracturado a través de la memoria colectiva, creando los cimientos para la sanación y un futuro compartido.[12] Aunque esencial a largo plazo, este proceso puede ser inicialmente divisivo y requiere de un proceso transformador de «negociación de la identidad» que permita a ambas partes liberar aspectos de la identidad a través de la confrontación de las condiciones que les dieron origen, como la humillación de un grupo de bajo poder o la integración emocional de la identidad del grupo de alto poder que permitió los actos de violencia.[13] Establecer un registro autoritativo de un pasado disputado requiere un enfoque imparcial. La legitimidad de las comisiones de la verdad, una práctica común en todo el mundo, depende de que los grupos clave crean en su ecuanimidad.[14]

Equilibrar recuerdo y olvido es esencial; centrarse excesivamente en el pasado perpetúa las divisiones, mientras que la memoria selectiva es arriesgada. Teniendo en cuenta que «quienes no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo»,[15] la memoria, cuando se emplea con sensatez, proporciona alertas tempranas y facilita la sanación. El reconocimiento público del pasado, por ejemplo a través de monumentos y obras de arte, puede permitir la coexistencia de memorias contrapuestas.[16]

El perdón alienta a decir la verdad. En los conflictos de larga duración, es importante reconocer la naturaleza disputada de la verdad, con la esperanza de que pueda crecer el consenso. El perdón mutuo puede ser necesario, reconociendo la complejidad y la victimización mutua.

Perdón

Perdonar es arduo después de sucesos horribles como asesinatos en masa. Sugerir a los supervivientes que perdonen a los perpetradores puede resultar ofensivo, especialmente cuando el conflicto sigue abierto. Sin embargo, es vital para la sanación y la reconciliación. Mientras que la verdad compartida permite la rendición de cuentas y sienta las bases para un futuro compartido, el perdón abandona la venganza, repara la enemistad y construye una nueva comunidad política compartida.[17]

En el cristianismo, el perdón tiene sus raíces en el ejemplo de Dios y en las enseñanzas de Cristo.[18] Es una relación social y forma parte de una estrategia más amplia para vencer el mal con el bien. Acusamos cuando perdonamos, afirmando los legítimos reclamos de la justicia.[19] El perdón enfrenta las injusticias sistémicas y aspira a un mundo justo y reconciliado. Este compromiso exige sacrificio y esfuerzo, pero aporta sanación y liberación, rompiendo ciclos de violencia.

El perdón sirve como catalizador para la verdad y la justicia. Solo a través del perdón de la injusticia es posible la reconciliación, porque la justicia por sí sola es impotente para afrontar las injusticias del pasado, mientras que el perdón pide que las causas injustas sean eliminadas.

El perdón es el espacio entre la enemistad y la reconciliación en el que se derriba el muro de hostilidad creado por la ofensa, pero no se alcanza plenamente la reconciliación misma.[20] Crea un espacio neutral, preservando la posibilidad de una reconciliación eventual. Aunque algunos tal vez prefieran permanecer en este estado neutro, el perdón aspira a restaurar la relación, imaginando algo nuevo que vaya más allá de patrones destructivos.[21]

El perdón sirve como catalizador para la verdad y la justicia. Solo a través del perdón de la injusticia es posible la reconciliación, porque la justicia por sí sola es impotente para afrontar las injusticias del pasado, mientras que el perdón pide que las causas injustas sean eliminadas.[22]

La memoria desempeña un papel importante en el perdón. Recordar nos permite procesar los sucesos sin negarlos, reclamándolos e interpretándolos a la luz del presente y del futuro. Este proceso contribuye a la sanación y puede generar empatía por la «humanidad del enemigo», permitiendo la tolerancia[23] e incluso el autoperdón para los perpetradores. Puesto que Cristo no viene a pedirnos que olvidemos el pasado sino a redimirlo, «perdonar y olvidar» se convierte en «recordar y perdonar».[24]

Justicia

La condena profética de la injusticia está inscrita en el carácter de la fe cristiana.[25] No obstante, la reconciliación no se basa en que se haga justicia y se elimine la causa de la enemistad, sino que crea un camino para alcanzar la justicia y vivir en paz.[26] La justicia bíblica redime y restaura generosamente a los pecadores. No ve ningún conflicto entre la justicia divina y la misericordia; si entendemos la justicia en términos de restauración de relaciones, entonces la misericordia está al servicio de la justicia.[27]

La reconciliación no puede lograrse sin justicia, y el perdón no niega la justicia sino que la «entroniza».[28] La justicia, entonces, debe buscarse dentro del contexto del perdón, porque solo los perdonados y los perdonadores pueden perseguir la justicia sin corromperla.[29] Además, el castigo no se opone al perdón; ambos expresan desaprobación y afirman la dignidad, apuntando a la protección, disciplina y restauración del shalom. Combinar el perdón con el castigo elimina los obstáculos del pasado para crear condiciones de paz en el presente.[30]

La justicia tiene muchas caras: la justicia restaurativa basada en la mediación, la justicia retributiva basada en el enjuiciamiento, la justicia histórica producida por comisiones de la verdad y la justicia compensatoria lograda a través de reparaciones.[31] La integración de estos tipos de justicia en conflictos de larga duración, observada en diversos contextos, es esencial para una auténtica reconciliación a pesar de sus complicaciones y desafíos.[32]

La justicia restaurativa promueve la colaboración entre justicia y reconciliación, haciendo hincapié en la sanación de relaciones rotas y rechazando las prácticas deshumanizadoras del pasado. Persigue tres objetivos: establecer un registro incontestado de las atrocidades; validar las experiencias de las víctimas exponiendo las falsas narrativas, afirmando la culpabilidad y restaurando la dignidad; responsabilizar a los autores, impidiendo la distorsión de las realidades y garantizando que la justicia se alinee con la reconciliación.[33]

La justicia retributiva es importante para hacer que las personas rindan cuenta. A menudo enfrenta retos en sociedades en situación de posconflicto debido a la dificultad de reunir pruebas. Es menos eficaz en regiones en conflicto con escaso éxito de enjuiciamiento. En los conflictos, surgen retos éticos a la hora de equilibrar la justicia, el perdón y la paz política. Desde un punto de vista pragmático, el perdón es crucial cuando una justicia retributiva estricta socava los esfuerzos de paz. A veces, comprometer la justicia, en particular su aspecto retributivo, se hace necesario en aras de la estabilidad política.[34] Aunque frustrante para las víctimas, hacer compromisos políticos y jurídicos en aras de la paz no es del todo contrario a la ética.[35]

La amnistía posconflicto es criticada por dejar de lado la justicia. Los críticos rechazan el «perdón y olvido» y abogan por el «recuerdo y arrepentimiento» para los perpetradores y el «recuerdo y perdón» para las víctimas. Alinear la amnistía con la justicia reparadora es todo un reto. Sudáfrica vinculó la amnistía a la plena revelación de la verdad, el reconocimiento público y la confrontación entre víctimas y perpetradores.[36] Estas confrontaciones públicas, en espacios antaño opresivos ahora utilizados para la justicia, desmontando la «narrativa de la mentira», empoderan a las víctimas y humanizan a los malhechores, lanzando la reconciliación. Expresar la culpa contribuye a la justicia, y las comisiones de la verdad sirven como pasos iniciales en los esfuerzos de reconciliación en curso. La reparación es vital para atender las necesidades de justicia de las víctimas, reparando simbólicamente el daño. Incluye formas materiales e inmateriales de honrar su dignidad, fomentar la sanación psicológica y aliviar tensiones. La reparación tiende un puente entre el pasado y el futuro, compensando a las víctimas, contribuyendo a la reforma política y proporcionando un compromiso cuando el enjuiciamiento de todos los perpetradores pone en riesgo la estabilidad.

Sanación

La sanación a nivel de grupo es esencial para mejorar el bienestar de sus miembros y para que sea menos probable que el grupo se convierta en perpetrador. Las personas traumatizadas necesitan sentirse seguras para iniciar su proceso de sanación. Abordar las secuelas de la violencia generalizada en una sociedad es un proceso complejo y a largo plazo que implica comisiones de la verdad, juicios penales, asesoramiento y apoyo. Sin embargo, es importante reconocer las limitaciones de estos esfuerzos y la larga duración del proceso de sanación.

Los programas de sanación deben ser específicos para cada contexto e integrar iniciativas psicosociales, asesoramiento, formación comunitaria, sanación simbólica, programas educativos y grupos de apoyo de autoayuda. Los grupos de apoyo autoayuda en contextos de posconflicto, desde Irlanda del Norte hasta Sri Lanka, han desempeñado un papel crucial en la reconciliación al unir a personas que enfrentan retos comunes.[37]

La sanación implica reconciliar el sufrimiento del pasado con el presente a través de acciones personales, comunitarias y políticas continuas. Los programas de sanación para niños también son cruciales para romper el ciclo de temor y empoderar a las víctimas.[38] Asimismo, los líderes traumatizados necesitan para conducir a la paz social, como se vio en Ruanda. Por el contrario, en Bosnia, los líderes no sanados, como el general Mladic, incitaron a la violencia.

Conclusión

Abordar las injusticias históricas y construir relaciones entre palestinos e israelíes exige un compromiso a muy largo plazo, fomentando la empatía, confianza y coexistencia a través de un discurso público dirigido por autoridades, medios de comunicación, escuelas y la sociedad civil. Los líderes actuales carecen del enfoque visionario necesario para infundir esperanza. Anhelamos líderes valientes, a escala local e internacional, que comprendan la necesidad de la verdad, perdón, justicia y sanación en la transición de un pasado turbulento a un futuro pacífico. La reconciliación, más allá de las fronteras políticas y étnicas, es esencial para un destino compartido. A través de un diálogo sincero, reconociendo el sufrimiento compartido y las historias conflictivas, y abrazando el perdón, puede surgir una nueva narrativa. Al aplicar la justicia en sus diversas formas y embarcarnos en un viaje de sanación colectiva, sentamos las bases de un mañana armonioso, trascendiendo las heridas del pasado.

Notas

  1. Shalom is a Hebrew word meaning peace. It denotes the presence of harmony and wholeness, of health and prosperity, of integration and balance. Shalom is when everything is as it ought to be, and thus, it combines into one concept the meaning of justice and peace. Chris Marshall, Little Book of Biblical Justice: A Fresh Approach to the Bible’s Teachings on Justice (Intercourse, PA: Good Books, 2005), 12–13.
  2. Jacob Wolf Arnold, ‘Repairing Tikkun Olam,’ Judaism 50, no. 4 (Fall 2001): 479-82.
  3. Romans 8; Revelation 21-22.
  4. Brandon Hamber and Gráinne Kelly, ‘Beyond Coexistence: Towards a Working Definition of Reconciliation,’ in Reconciliation(S): Transitional Justice in Postconflict Societies, ed., Joanna R. Quinn (Montreal and Kingston: McGill-Queen’s University Press, 2009), 287. 
  5. Nigel Biggar, ‘Forgiveness in the Twentieth Century: A Review of the Literature, 1901–2001,’ in Forgiveness and Truth: Explorations in Contemporary Theology, eds., Alistair McFadyen and Marcel Sarot (Edinburgh & New York: T&T Clark, 2001), 215.
  6. Miroslav Volf, Exclusion and Embrace: A Theological Exploration of Identity, Otherness, and Reconciliation (Nashville: Abingdon Press, 1996), 125-26.
  7. Exodus 20:16.
  8. Miroslav Volf, The End of Memory: Remembering Rightly in a Violent World (Grand Rapids: Eerdmans, 2006), 51-56.
  9. William Bole, et al. Forgiveness in International Politics: An Alternative Road to Peace (Washington, D.C.: United States Conference of Catholic Bishops, 2004).
  10. John Paul Lederach, Building Peace: Sustainable Reconciliation in Divided Societies (Washington, D.C.: United States Institute of Peace Press, 1997).
  11. Robert J. Schreiter, Reconciliation: Mission and Ministry in a Changing Social Order (Maryknoll, NY: Orbis Press, 1992), 30-34.
  12. Donald W. Jr. Shriver, ‘Forgiveness: A Bridge Across an Abyss of Revenge,’ in Forgiveness and Reconciliation: Religion, Public Policy, and Conflict Transformation, eds., Raymond G. Helmick and Rodney L. Petersen (Philadelphia & London: Templeton Foundation Press, 2001), 156.
  13. Donna Hicks, ‘The Role of Identity Reconstruction in Promoting Reconciliation,’ in Forgiveness and Reconciliation, 129-149.
  14. Audrey R. Chapman, ‘Truth Commissions as Instruments of Forgiveness and Reconciliation,’ in Forgiveness and Reconciliation, 261-62.
  15. Philosopher Georges Santayana says this line in the closing section of Volume I of his book. He argues that, if our world is ever going to make progress, it needs to remember what it’s learned from the past. Santayana, George. The Life of Reason Vol. 1: Reason in Common Sense. London: Constable, 1905. 
  16. Huyse Luc, ‘The Process of Reconciliation,’ in Reconciliation After Violent Conflict, eds., David Bloomfield, Teresa Barnes, and Luc Huyse (Stockholm: IDEA, 2003),19-33.
  17. Donald Shriver Jr., An Ethic for Enemies: Forgiveness in Politics (New York: Oxford University Press, 1995), 7–9. 
  18. Matt 6:12; Eph 4:32. Editor’s note: See article entitled ‘Witnessing to the Gospel through Forgiveness’ by Wafik Wahba, Lausanne Global Analysis, January 2018.
  19. Miroslav Volf, Free of Charge: Giving and Forgiving in a Culture Stripped of Grace (Grand Rapids: Zondervan, 2005), 166-169.
  20. Volf, Free of Charge, 18.
  21. John Paul Lederach, The Moral Imagination: The Art and Soul of Building Peace (New York: Oxford University Press, 2005), 182.
  22. Volf, Exclusion and Embrace, 224–25.
  23. Shriver, An Ethic for Enemies.
  24. Donald Shriver, ‘Where and When in Political Life is Justice Served by Forgiveness?’ in Burying the Past: Making Peace and Doing Justice after Civil Conflict, ed., N. Biggar, (Washington, DC: Georgetown University Press, 2001), 23–39.
  25. Miroslav Volf, ‘Forgiveness, Reconciliation, and Justice: A Christian Contribution to a More Peaceful Social Environment,’ in Forgiveness and Reconciliation: Religion, Public Policy, and Conflict Transformation, eds., S.J. Raymond, G. Helmick and Rodney L. Petersen (Philadelphia & London: Templeton Foundation Press, 2001), 27–49.
  26. Miroslav Volf, ‘The Social Meaning of Reconciliation,’ Transformation 16 (1999): 7–12.
  27. Psalm 85:10; Marshall, Little Book of Biblical Justice. 
  28. Volf, Exclusion and Embrace, 123.
  29. Volf, Exclusion and Embrace, 123. 
  30. Miroslav Volf, Flourishing: Why We Need Religion in a Globalized World (New Haven: Yale University Press, 2015).
  31. Huyse Luc, ‘Justice,’ in Reconciliation After Violent Conflict, 97-115.
  32. Integrating the four faces of justice, seen in Sierra Leone (truth commission and hybrid national–international criminal court operate alongside one another), Rwanda (gacaca system merging prosecutorial goals with pursuit of truth and community reintegration), and East Timor (where a truth commission serves as a facilitator of refugee return, the prosecution of serious crime, and restitution and reintegration for less serious offences). There are many challenges and complications in trying to integrate transitional goals and mechanisms in this way, generating creative and original solutions. Mark Freeman and Priscilla B. Hayner, ‘Truth-telling,’ In Reconciliation After Violent Conflict, 122-38.
  33. Anna Scheid, Just Revolution: A Christian Ethic of Political Resistance and Social Transformation (Mayland USA: Lexington Books, 2015), 119.
  34. Nigel Biggar, ‘Conclusion,’ in Burying the Past: Making Peace and Doing Justice after Civil Conflict, ed., Nigel Biggar (Washington, DC: Georgetown University Press, 2003), 307–330.
  35. Shriver, ‘Where and When,’ 27.
  36. Scheid, Just Revolution, 124, 127. Critics of South Africa’s Truth and Reconciliation Commission (TRC) question its focus on reconciliation, with concerns ranging from an emphasis on individual forgiveness, influenced possibly by Archbishop Tutu, to neglect of apartheid’s systemic violence. Procedural issues include prioritizing reconciliation over truth-seeking and administrative shortcomings like underusing subpoena powers and lacking a remorse requirement for amnesty. Despite criticisms, the TRC marked a beginning for reconciliation, highlighting the necessity of addressing systemic violence for enduring social change and justice. 
  37. Brandon Hamber, ‘Healing,’ in Reconciliation After Violent Conflict, 77-88. 
  38. Ervin Staub and Laurie Anne Pearlman, ‘Healing, Reconciliation, and Forgiving after Genocide and Other Collective Violence,’ in Forgiveness and Reconciliation, 224.

Biografía del autor

Rula Khoury Mansour

Rula Khoury Mansour es una abogada y teóloga cristiana palestino-israelí. Es fundadora y directora de Nazareth Center for Peace Studies y profesora asociada de Teología de la Reconciliación y Ética Cristiana en Nazareth Evangelical College. Da conferencias, realiza investigaciones y ofrece formación y consultas en congregaciones y diversas instituciones, tanto locales como internacionales, con el objetivo de capacitar a individuos y comunidades como constructores de la paz. Rula es doctora en Estudios sobre la Paz y Teología por Oxford Centre for Mission Studies del Reino Unido, máster en Resolución de Conflictos por la Universidad de Tel-Aviv y licenciada en Derecho por la Universidad Hebrea de Jerusalén.

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