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Los confines de la tierra

Fundamentos de El evangelio hasta los confines de la tierra

Len Bartlotti 24 Abr 2024

La poderosa comisión de Cristo en Hechos 1:8 nos obliga a mirar más allá de donde estamos ahora —nuestra propia iglesia, comunidad, país y “personas como nosotros”— para ver un mundo lleno de otras personas, lugares y países que Dios ama. “El problema», según el investigador internacional Chris Maynard, «es que la mayoría de los cristianos están donde están la mayoría de los cristianos». Es decir, «el 85% de los cristianos viven en países donde más del 50% de las personas se consideran cristianas». Así que, para el 85% de los cristianos, «si levantan literalmente los ojos, verán cristianos.»[1]

“Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, hasta en los confines de la tierra”.

A la luz de nuestro mandato mundial, ¿cómo podemos redescubrir a Dios como un Dios misionero, nuestra identidad como pueblo misionero, y «ver» lo que la mayoría de los cristianos no ven: un mundo de pueblos sin Cristo? ¿Cuál es nuestro papel, empoderado por el Espíritu, en el plan de Dios? ¿Qué necesitamos entender para que nos ayude a volver a dar prioridad a nuestra misión a «todas las naciones» y a «los confines de la tierra»? Una tentación es tratar Hechos 1:8 como una pregunta de opción múltiple: «Elija una opción: ¿Jerusalén, Judea, Samaria o los confines de la tierra?”. Otro enfoque reduce el versículo a una estrategia de testimonio gradual y secuencial: “Primero Jerusalén, luego llegaremos a ‘los confines de la tierra’”. Las misiones se convierten en un apéndice, un añadido exótico en el que hacemos incursiones. “A menudo, los cristianos utilizan este enfoque para evitar salir de su zona de confort para difundir el evangelio de Cristo. Dicen: ‘Tengo que alcanzar a mi familia (mi Jerusalén) antes de poder alcanzar a nadie más’”. Sin embargo, el versículo dice “y” no “entonces”, es decir, todos los contextos en ningún orden en particular.[2]

Lo más habitual es dar una serie de saltos hermenéuticos: Jerusalén representa “mi pueblo, mi localidad”; Judea es “nuestra región”; Samaria es “el Otro despreciado”; y “los confines de la tierra” o “hasta los último” equivale a la misión mundial. Pero el hecho molesto es que los discípulos eran de Galilea, ¡no de Jerusalén! “Jerusalén» no era su hogar, ni su barrio, ni su pueblo. Admito que las metáforas son un recurso útil para predicar (¡yo lo he hecho!), pero no se sostienen exegéticamente. Jesús estaba hablando de lugares históricos y esferas culturales literales; para cuando llegamos a Hechos 10, el Espíritu está haciendo avanzar la Palabra y moviendo a la iglesia en el modo de “los confines de la tierra”, es decir, el mundo gentil. ¡Ahí es donde estamos ahora!

Un antídoto para nuestra miopía es mantener el final a la vista. Dios comienza su plan redentor con el fin en mente. “Yo anuncio el fin desde el principio; desde los tiempos antiguos, lo que está por venir. Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré todo lo que deseo” (Is, 46:10). En este sentido, ¡podríamos decir que «los confines de la tierra» debería ser el primer tema, no el último, en la agenda de un encuentro de misiones!

Nuestras estrategias deberían «trabajar hacia atrás» desde el objetivo final. ¿Qué ha revelado Dios acerca de su plan final para las naciones? Para comenzar esta exploración de Fundamentos de Misiones, «trabajemos hacia atrás» en Hechos 1:8 y consideremos lo que dice la Biblia sobre el plan de Dios para los pueblos y naciones en «los confines de la tierra», y luego concluyamos con unas breves observaciones sobre la tarea inconclusa de hoy. 

El versículo “bisagra” de la Biblia

Isaías 49:6 ha sido llamado el «versículo bisagra de la Biblia». Dios el Padre y el Hijo Siervo discuten la importancia y la intención última de la misión venidera del Mesías. Aquí escuchamos su reunión de junta en la sala del Trono:

“No es gran cosa que seas mi siervo, ni que restaures a las tribus de Jacob, ni que hagas volver a los de Israel, a quienes he preservado.Yo te pongo ahora como luz para las naciones,a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra”. (Is 49:6 NVI)

“No es gran cosa”. Otras traducciones al español dicen: “Poca cosa” (LBLA, RVA-2015), “Muy poca cosa” (RVC, RVR1977), “Poco” (JBS, RVR1960, RVA), “Muy poco” (BLP). “Él dice: ‘Harás algo más que devolverme al pueblo de Israel. Yo te haré luz para los gentiles, y llevarás mi salvación a los confines de la tierra’” (NTV). “Él dice: ‘Harás algo más que devolverme al pueblo de Israel. Yo te haré luz para los gentiles, y llevarás mi salvación a los confines de la tierra’” (TLA).

Yavé revela que «la misión no es solo para Israel, sino para todas las naciones del mundo. Redimir solo a Israel fue demasiado fácil; Yavé desea un despliegue mayor de su soberanía».[3]   Ese mayor despliegue se revela en las frases siguientes.

«Luz para las naciones». La misión colectiva de Israel como luz para las naciones (Is 42:1-9) es «reasignada individualmente al Siervo, que cumple las obligaciones de Israel para con Yavé a fin de restaurar la relación de ellos» y cumplir el mandato de Dios.[4] 

«Mi salvación hasta los confines de la tierra». Por medio del Siervo (cf. Is 53), «el mundo entero —no solo Israel— tendrá acceso a la salvación de Yavé… las naciones estarían un día incluidas en el pueblo de Dios».[5]  Los extranjeros podrían ofrecer un culto gozoso, sacrificios aceptables y oración dentro del Templo como parte del pueblo santo de Dios, «porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos» (Is 56:7).[6] 

Los confines de la tierra

La expresión «confines de la tierra» aparece 46 veces en la Biblia. A veces se refiere a un juicio inminente sobre el pueblo de Dios, como cuando Dios “moviliza desde los confines de la tierra” un ejército de Babilonia o “del norte” (Jer 6:22; 50:41). Otras veces, pronostica un juicio premonitorio y global sobre la humanidad pecadora: “El estruendo llega hasta los confines de la tierra, porque el Señor litiga contra las naciones; enjuicia a todos los mortales y pasa por la espada a los malvados… Así dice el Señor de los Ejércitos: ‘La calamidad se extiende de nación en nación; una terrible tempestad se desata desde los confines de la tierra’”. (Jer 25:31-32).

En cambio, ¡los profetas prevén un gran cambio salvífico! Las naciones gentiles un día «vendrán de los confines de la tierra y dirán: ‘desde los confines de la tierra vendrán a ti las naciones y dirán: Solo mentira heredaron nuestros antepasados; ídolos inútiles que no sirven para nada… Por eso, esta vez les daré una lección; les daré a conocer mi mano poderosa. ¡Así sabrán que mi nombre es el Señor!” (Jer 16:19-21).

Metafóricamente, «confines de la tierra» significa «tan lejos como uno pueda ir».  Todo el mundo. Toda la humanidad, y todos los compartimentos de la humanidad. Todas las razas, nacionalidades, etnias y lenguas. Todos los pueblos del mundo.

«Tan lejos como uno pueda ir», ¡eso es algo en lo que pensar! Probablemente muy, muy lejos de nuestra zona de origen o de confort, y de los contextos cristianizados donde la iglesia es doméstica y el evangelio (a menudo) está domesticado por un solo grupo o entorno cultural. «Los confines de la tierra» nos desafía a considerar: “¿Cuán lejos” estamos dispuestos a llegar —geográfica, cultural y socialmente, en oración, servicio, sufrimiento y sacrificio— para asegurarnos de que todos los pueblos del mundo tengan un testigo del evangelio?

Note también el paralelismo hebreo en los versículos anteriores: la casi equiparación de «naciones» (hebreo, goyim) y «confines de la tierra». Los «extremos de la tierra» (RVR1960) son las moradas de las «naciones» gentiles, los pueblos no judíos (goyim). «Los confines de la tierra» abarca a todos los pueblos en todos los lugares, a través del tiempo y el espacio. Ninguna persona, de ningún grupo etnolingüístico o social, en ningún lugar, escapa al escrutinio de Dios. Esto es fundamental para comprender la importancia del paradigma de los «grupos poblacionales» y priorizar a los «no alcanzados» o «pueblos menos alcanzados», es decir, aquellos grupos socioculturales, lingüísticos o étnicos sin un movimiento viable, autóctono, de plantación de iglesias y de formación de discípulos entre ellos.

Dave Datema explica que, en el Antiguo Testamento, «goy puede aplicarse a agrupamientos humanos definidos por una diversidad de afinidades/fronteras (ascendencia, lengua, tierra, gobierno) y se convirtió en sinónimo de gentiles no israelitas. En la Septuaginta, goy suele traducirse por ethnos«, el término griego que utilizó Jesús en Mateo 28:19, «discípulos panta ta ethne«.[7]  Estos ethne o naciones, universalmente, colectivamente (pueblos no judíos), e individualmente (agrupaciones humanas o grupos poblacionales), son el foco de nuestra comisión y del plan redentor de Dios.

Tanto Mateo como sus lectores entendían «todas las naciones» como una referencia tanto a la universalidad (todos en todas partes) como a la particularidad (en toda su diversidad), lo que significa que les resultaba imposible concebir el mundo como un todo colectivo sin verlo simultáneamente en sus muchas y diversas partes constituyentes. Panta ta ethne es ambos a la vez y no uno u otro. Significa la inclusión de todas las naciones/gentiles en toda la diversidad que Dios les ha dado. Ethne incluye en su gama semántica la idea de diversas agrupaciones y fronteras humanas, incluida la etnicidad. No se trata de una idea nueva o moderna que los defensores de los grupos étnicos estén introduciendo al leer las Escrituras. Es más bien una interpretación antigua que fluye naturalmente del Antiguo al Nuevo Testamento».[8]

Hacia atrás: La Gran Comisión original

El «versículo bisagra» de Isaías 49:6 mira hacia atrás al mandato original de la «Gran Comisión» y de «todos los pueblos» de Génesis 12 (mucho antes de Mateo 28:18-20):

El Señor dijo a Abram: “Deja tu tierra, tus parientes, la casa de tu padre y ve a la tierra que te mostraré.

Haré de ti una nación grande y te bendeciré; haré famoso tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!”. (Gn 12:1-3)

El difunto John R.W. Stott, un líder fundador del Movimiento de Lausana, llamó a estos versículos: «Los versículos más unificadores de la Biblia; todo el propósito de Dios está encapsulado aquí».[9]  «El Dios Vivo es un Dios Misionero», declaró, no una insignificante deidad tribal, sino el Creador del universo, de la tierra y de toda la humanidad. En Gn 12, Dios pone en marcha un plan para derrotar a los poderes de las tinieblas (cf. Gn 3:15) y redimir para sí a un pueblo de entre los pueblos caídos y dispersos del mundo (Gn 3-11). Stott dice: «Dios eligió a un hombre y a su familia para, a través de ellos, bendecir a todas las familias de la tierra».[10]  A través de un pueblo elegido, la bendición debía fluir a «todas las familias de la tierra», a todas las naciones, a todos los lugares.

Esta historia en desarrollo forma la columna vertebral de las Escrituras desde el Génesis hasta el Apocalipsis, lo que Steve Hawthorne llama «La historia de su gloria»: «Dios revela su gloria a todas las naciones para poder recibir gloria de todas las naciones».[11]  El propósito y el deseo de Dios, para alabanza de su gloria, es tener un «Pueblo de entre todos los pueblos», una «Familia de entre todas las familias de las naciones». ¡«Los confines de la tierra» han estado en la mira desde el principio mismo!

Dios misionero, pueblo misionero

El pueblo de Dios es un pueblo misionero, «distinguido entre las demás naciones” y de su idolatría, inmoralidad y costumbres (Lv 20:26; Éx 19:6). Israel fue «consagrado» a Dios, un «pueblo elegido, un sacerdocio real, una nación santa», una identidad aplicada a la iglesia en 1 Pedro 2:9-10. Este «pueblo sacerdotal» tiene el «deber sacerdotal» de mediar en la bendición de las naciones (cf. Ro 15:18). Dios despliega su santidad, poder y majestad a través del amor obediente y la obediencia amorosa de su pueblo de la alianza. Esto nos reta a asegurarnos de que nuestras vidas, ministerios, relaciones y testimonio muestren la santidad, la gloria y el poder de Dios.

El éxodo reveló el poder y la justicia de Dios «a la vista de las naciones» (Sal 98:2, LBLA). ¡La liberación de Israel de Egipto no se hizo en un rincón! La historia fue tendencia en las «redes sociales» del antiguo Oriente Próximo: ¡todas las naciones «temblaron y se llenaron de pánico» (Dt 2:25)!  Dios dijo a Faraón: «Pero te he dejado con vida precisamente para mostrarte mi poder y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra” (Éx 9:16).

En el Templo de Israel, el nombre, la presencia y el poder de Yavé eran una atracción misional para los pueblos y naciones extranjeros. Salomón oró: «Trata de igual manera al extranjero que no pertenece a tu pueblo Israel, pero que atraído por tu fama ha venido de lejanas tierras…. Cuando ese extranjero venga y ore orientado hacia este templo, óyelo tú desde el cielo, donde habitas, y concédele cualquier petición que te haga. Así todos los pueblos de la tierra conocerán tu nombre y, al igual que tu pueblo Israel, tendrán temor de ti y comprenderán que este templo que he construido lleva tu Nombre” (IR 8: 41-43). Los corazones, las esperanzas y las oraciones de todo líder pueden imitar la fe y la intencionalidad de Salomón a escala mundial: «Para que todos los pueblos de la tierra te conozcan”.

A través de los profetas, Dios recordó al pueblo su identidad como «testigos» de su señorío. Cuando es lllamdo a declarar ante un tribunal, ¡un testigo no puede permanecer callado! Un testigo da testimonio de lo que sabe, ha visto u oído. Dios llama a su pueblo a un testimonio audaz, claro y descarado, centrado en Dios y mundial: «Yo he anunciado, salvado y proclamado; yo entre ustedes y no un dios extraño. Ustedes son mis testigos de que yo soy Dios” (Is 43:12, 10; 44:8).

Las misiones son una melodía. Vamos a las naciones con canciones en el corazón. Es fácil adorar en un santuario, salón o estadio lleno de creyentes apasionados y una banda enérgica. Pero en los lugares difíciles, podemos exclamar: «¿Cómo cantar las canciones del Señor en una tierra extraña?” (Sal 137:4). Pero incluso allí, en las horas oscuras y los lugares solitarios, Dios está con nosotros. «A eso de la medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban” (Hch 16:25). ¿Cómo podemos desarrollar en nuestras propias almas y en los «enviados» y «enviadores» de la próxima generación el tipo de perseverancia, resiliencia y dependencia del poder del Espíritu que se necesita para «cantar un cántico nuevo al Señor» en tierra extraña?

Hacia adelante: El Salvador venidero y los confines de la tierra

Del mismo modo que la «bisagra» de Isaías 49:6 mira hacia atrás a Génesis 12 y al desarrollo de la misión de Dios en el Antiguo Testamento, mira hacia adelante a la venida del Mesías. Isaías 49:6 conecta el final con el principio al revelar los medios por los que se cumplirán los propósitos de Dios, así como el fin redentor, a saber, «mi salvación hasta los confines de la tierra».

¿Cuál es el medio? Dios envía a su Siervo elegido, su Hijo único: « Yo te pongo ahora como luz para las naciones”. Esta era la forma que se veía a sí mismo Cristo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas noticias a los pobres…» (Lc 4:18; cf. Is 61:1-2). Vino no solo como el Mesías de Israel, sino como el Cordero de Dios, el Salvador del mundo: «Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos» (Mr 10:45; Mt 20:28). «Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo» (1Jn 2:2). El sacrificio de Cristo no solo es suficiente, sino eficaz: «Después de su sufrimiento, verá la luz y quedará satisfecho. Por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos y cargará con las iniquidades de ellos” (Is 53:11).

¡La «Gran Comisión» de Mt 28:18-20 no es, pues, ni una idea nueva ni la ocurrencia tardía de un Mesías que partía! Es una afirmación, una reiteración y un mandato lleno de autoridad para llevar adelante y cumplir el propósito original de Dios de «los confines de la tierra». «Vayan y hagan discípulos de todas las naciones (panta ta ethne), bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”.

¡La diferencia ahora es que ¡la Cruz y la Resurrección aseguran el cumplimiento del plan redentor de Dios al derrotar al pecado, la muerte y los poderes de las tinieblas sobre las naciones! «Edificaré mi iglesia y las puertas de los dominios de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mt 16:18). «Con tu sangre compraste para Dios gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación” (Ap 5:9).

Testimonio empoderado

El libro de Hechos narra el inexorable progreso de la Palabra de Dios a través de un pueblo empoderado y enviado por el Espíritu Santo. «La palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente” (6:7). «La palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose» (12:24). «La palabra del Señor crecía y se difundía con poder arrollador” (19:20). La oposición religiosa, los decretos imperiales, la represión, la persecución, la tribulación o la muerte: nada puede detener el evangelio, «pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos primeramente, pero también de los que no son judíos» (Ro 1:16). Como Gamaliel dijo al Sanedrín: «Aconsejo que dejen a estos hombres en paz. ¡Suéltenlos! Si lo que se proponen y hacen es de origen humano, fracasará; pero si es de Dios, no podrán destruirlos, y ustedes se encontrarán luchando contra Dios» (5:38-39). Impulsado por el Espíritu, el evangelio ha avanzado hoy de tal manera que en todos los países de la tierra hay creyentes en Cristo y comunidades de fe. Pero aún queda trabajo por hacer.

En Hechos 1:8, Cristo resucitado promete el «poder» de ser «mis testigos».  Este poder nos obliga a salir de nuestra zona familiar y de confort, y cruzar todas las barreras geográficas, culturales, lingüísticas y sociales, hasta «los confines de la tierra». Sin el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros, nuestros esfuerzos son carnales e ineficaces: «Separados de mí no pueden ustedes hacer nada» (Jn 15:5). “’No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu’, dice el Señor de los Ejércitos” (Zac 4:6). “Voy a Jerusalén obligado por el Espíritu, sin saber lo que allí me espera” (Hch 20:22). «Voy… obligado… sin saber». ¡El orden de los verbos es importante! Este es el viaje de fe y lleno del Espíritu de los creyentes llenos del Espíritu enviados a ser testigos incluso «hasta los confines de la tierra”.

Hoy, especialmente en las ciudades, las naciones no están «lejos», sino cerca, ¡a nuestras puertas! Desde Dubái, Singapur y Sao Paulo hasta Nueva York, Londres, Bruselas y Marsella, la iglesia debe impartir los conocimientos básicos, la comprensión y las habilidades relacionales necesarias para el testimonio transcultural como componente esencial del discipulado. El ministerio entre los pueblos no alcanzados incluye el ministerio a la diáspora y los inmigrantes entre las naciones que ahora son nuestros vecinos, muchos de los cuales mantienen conexiones transnacionales.

El «envío», sin embargo, sigue siendo necesario. Algunos datos sugieren que muchos de los mayores «grupos poblacionales fronterizos» solo están mínimamente representados en la diáspora y las poblaciones migrantes. Todavía se necesitan trabajadores pioneros en las tierras de origen. No se trata de una actividad colonial u occidental, una forma de imperialismo cultural o de hegemonía ideológica. La misión actual es policéntrica, «de toda nación a toda nación». El envío comienza con el Dios Trino. Necesitamos hacedores de discípulos transculturales «donde Cristo no sea conocido» (Ro 15:20-21). Que Dios nos dé ojos para ver a esos «pueblos ocultos» que aún no están incorporados, o no son «incorporables», en las iglesias y comunidades existentes (debido a barreras de comprensión o aceptación).

Nuestro llamado a la transformación no niega nuestro llamado a la evangelización mundial. ¡Hemos sido llamados y tenemos el privilegio de declarar —testificar, hablar, contar la historia, proclamar— la Buena Nueva de la salvación en Cristo! La transformación sin proclamación es abdicación. La sinergia de la Palabra y el Espíritu es un tema presente en toda la Escritura. El Espíritu inspira, constriñe y hace surgir la palabra ungida. Como «embajadores de Cristo», tenemos la autoridad de embajadores y el deber de anunciar, implorar y apelar, de manera sabia, atractiva y sincera, en el lenguaje del corazón de todos los pueblos, el «mensaje de reconciliación»: «Les rogamos que se reconcilien con Dios» (2Co 5:19-20). «¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian las buenas noticias!» (Ro 10:15).

Una visión sobrecogedora

Los pueblos menos alcanzados y los «confines de la tierra» nos llevan al corazón de la narración bíblica. Al abrazar el deseo de Dios de «un pueblo de entre todos los pueblos», vemos nuevas realidades globales y las persistentes necesidades de los no evangelizados.[12]

La visión final es sobrecogedora: «Entonces vi en medio de los cuatro seres vivientes, del trono y los ancianos, a un Cordero que estaba de pie y parecía haber sido sacrificado“ (Ap 5:6). Las oraciones con incienso del pueblo de Dios y un cántico nuevo llenan la atmósfera:

“Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación” (Ap 5:9)

En esta escena, el Pueblo de Dios es uno, pero muchos: multinacional, multiétnico, multilingüe. Unidos en la fe y en la adoración, ¡con diferencias tanto visibles como audibles! Cada ethne tiene su lugar en el estadio celestial.

Como describe el especialista en el Nuevo Testamento Gordon Fee en este panorama de adoración radiante, el «cántico nuevo» aclama los medios de su acto redentor («con tu sangre»), el efecto de ese sacrificio («compraste para Dios»), la amplitud de la redención («gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación»), su objetivo («los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra”), y el clímax centrado en Dios y ordenado por Dios: «Al que está sentado en el trono y al Cordero sean la alabanza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos».[13] Somos invitados a responder tanto con asombro y adoración como con fiel testimonio cruciforme (Ap 6:9-11; 19:10) a «la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo» (Ap 1:2; 20:4).

Las dimensiones de la tarea

  • 3.400 millones de personas, el 40% de la humanidad, en 7.300 «grupos poblacionales no alcanzados» (UPG), menos del 2% de evangélicos y el 5% de cristianos profesantes). 2.000 millones de ellos en «grupos poblacionales fronterizos», prácticamente sin cristianos de ningún tipo, sin movimientos evangélicos conocidos. 1600 «UPG no contactados», sin iniciativas conocidas para alcanzarlos. Sin acceso al evangelio ni a movimientos de iglesias. Se necesitan trabajadores transculturales pioneros.[14] «Esta es la tierra que aún falta por conquistar” (Jos 13:2).

La complejidad de la tarea

3500 grupos poblacionales no alcanzados (UPG) musulmanes, 2203 UPG hindúes, 511 UPG budistas, 925 UPG tribales (religiosos étnicos). Barreras culturales, sociales, religiosas, políticas, de prejuicios, lingüísticas. Urbanización, globalización, migración, grupos de afinidad, identidades múltiples, sordos, cultura juvenil mundial, persecución.

La viabilidad de la tarea.

Global Church—Iglesia mundial: 1.000 millones de cristianos de la Gran Comisión (fe viva), el 13% de la humanidad. Progreso a través de movimientos en China, entre budistas en Asia, grupos tribales en Oceanía y América Latina, algunos movimientos entre musulmanes e hindúes en el SE de Asia. Crecientes asociaciones entre agencias, colaboración entre el mundo occidental y el mayoritario, redes regionales e internacionales. Medios de comunicación y ministerios de la diáspora. Vibrantes movimientos de oración. «Pídeme, y como herencia te entregaré las naciones; serán tu propiedad los confines de la tierra” (Sal 2:8). «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra” (Mt 28:18). «Cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos” (Hch 1:8).

La prioridad de la tarea

El 99% de los obreros internacionales sirven entre las 3/4 partes de la población mundial donde vive el 99,99% de todos los seguidores de Jesús. El 1% de todos los obreros internacionales sirven entre cuarta parte del mundo con 2.000 millones de personas, 5.000 grupos poblacionales y el 0,01% de cristianos. Jesús dejó a las 99 para encontrar a una oveja perdida. «Mi propósito ha sido predicar las buenas noticias donde Cristo no sea conocido, para no edificar sobre fundamento ajeno. Más bien, como está escrito: ‘Los que nunca habían recibido noticia de él lo verán; y entenderán los que no habían oído hablar de él’” (Ro 15:20-21). «Esperamos… poder predicar las buenas noticias más allá de sus regiones” (2Co 10:15-16).

La urgencia de la tarea

“’Todo el que invoque el nombre del Señor será salvo’. Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien predique? ¿Y cómo predicarán sin ser enviados? Así está escrito: ‘¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian las buenas noticias!’” (Ro 10:13-15). «La fe viene como resultado de oír el mensaje y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Ro 10:17). «Este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones (ethne); entonces vendrá el fin» (Mt 24:14).

Las motivaciones para la tarea

  • Gloria a Dios: Amor a Dios y una pasión por su gloria (Jn 17:4; 1P 2:9; Ap 4:11; 5:12).
  • Obediencia al mandato de Dios: la comisión de proclamar a Cristo y hacer discípulos (Mt 28:18-20; Hch 1:8).
  • Amor por otros: Deseo de su salvación y bien (Lc 15:11-31; Ro 9:1-3; 2Co 5:14-15).
  • Necesidad: Compasión por las necesidades espirituales y físicas de los perdidos (Mt 9:35-38; 10:1; 14:13-31; Lc 19:41).
  • Recompensa: El agrado y la aprobación de Dios (1Co 3:11-15; 2Co 5:10-11; 1Ts 2:19).
  • Esperanza: Pasión y visión por lograr los propósitos de Dios (Jn 4:34; 17:4; Ap 5:9; 7:9).

Endnotes

  1. Chris Maynard, “Shining a Light into a Dark Corner: Looking at Mission Information Work.” Global CMIS, 2018. https://www.globalcmiw.org/node/52.
  2. https://www.thetravelingteam.org/articles/your-jerusalem-judea-and-samaria
  3. Barry, J. D., Mangum, D., Brown, D. R., Heiser, M. S., Custis, M., Ritzema, E., Whitehead, M. M., Grigoni, M. R., & Bomar, D. (2012, 2016). Faithlife Study Bible (Is 49:6). Lexham Press.
  4. Ibid.
  5. Ibid.; cf. Isa 2:2–4; 56:3-8
  6. Note that, in context, the house of prayer ‘for all nations’ does not refer to a place of intercession for those outside the temple (eunuchs, foreigners), but to prayers by offered inside by people previously excluded but now welcomed by God; this house is ‘for all nations’ to offer joyful, acceptable worship.
  7. David Earl Datema, “Panta ta Ethne: A Biblical Case for the People Group Concept in Mission,” in People Vision, (ed.) Leonard N. Bartlotti, William Carey Publishing, forthcoming 2024.
  8. David Earl Datema, “The universal particularism of panta ta ethne: A biblical case for the continued viability of the people group concept in mission,” in Missiology: An International Review, Vol 50 (2), 2021, p. 9, revised and republished in Bartlotti (ed), People Vision (forthcoming, 2024).
  9. “The Living God is a Missionary God,” in Perspectives on the World Christian Movement, Pasadena: William Carey Publishing, 2009, p. 3.
  10. Ibid., p.4.
  11. Steve Hawthorne, “The Story of His Glory,” in Perspectives on the World Christian Movement, Pasadena: William Carey Publishing, 2009. https://waymakers.org/hope/story-of-his-glory/
  12. Leonard N. Bartlotti, “Reimaging and Re-envisioning People Groups,” in Evangelical Missions Quarterly, Vol 56 (4), 2020, revised and republished in People Vision, (ed.) Leonard N. Bartlotti, William Carey Publishing, forthcoming 2024.
  13. G. D. Fee, Revelation: A New Covenant Commentary, Eugene, OR: Cascade Books, 2011, p. 88.
  14. Figures from https://joshuaproject.net , Dan Scribner, R.W. Lewis, and Chris Maynard. For a helpful theology of data and the importance of data in missions, see Chris Maynard, “Honouring Data in Missions,” WEA Missions Commission, Aug 26, 2023. https://weamc.global/archive/reimagining-data.pdf .

Biografía del autor

Len Bartlotti

Leonard N. (Len) Bartlotti es estratega misionero, educador intercultural y consultor de organizaciones y trabajadores en el mundo islámico. Él y su esposa Debi sirvieron 14 años entre uno de los mayores grupos poblacionales de Asia Central, donde participó en ministerios pioneros de discipulado, música étnica, consultoría para agencias de ayuda y desarrollo, e investigación sobre cultura musulmana, etnicidad y literatura oral.

Licenciado en Gordon-Conwell Theological Seminary, se doctoró en 2000 en Oxford Centre for Mission Studies/University of Wales, Lampeter (Reino Unido), y ha sido profesor en OCMS, Biola y otras universidades.

El Dr. Len es Catalizador del Movimiento de Lausana para Pueblos Menos Alcanzados y Coordinador del Grupo de Trabajo sobre Tendencias Mundiales de Visión 5:9. Es un apasionado de la Biblia y de las Escrituras. Le apasionan la verdad bíblica, el conocimiento cultural y compartir el amor de Dios entre los pueblos menos alcanzados. Len y Debi tienen tres hijos adultos y siete nietos.