América Latina fue el último continente tocado por el movimiento misionero moderno. Hubo que esperar hasta principios del siglo XX para que los misioneros evangélicos comenzaran a llegar allí en cantidades significativas. Su número aumentó sustancialmente después de la Segunda Guerra Mundial, reforzado por los veteranos militares y dinamizado por el vigoroso movimiento pentecostal.
Sus esfuerzos acabaron provocando un despertar espiritual que se extendió por todo el continente. En la década de 1980, los latinoamericanos se acercaban a Jesús a razón de 400 nuevos conversos cada hora, según el periodista de investigación David Martin.1
Esa fecha también coincidió aproximadamente con el inicio de la transición de América Latina como campo misionero a América Latina como fuerza misionera. En la actualidad, el continente envía más trabajadores interculturales fuera de sus fronteras que los que recibe de ultramar.
La circunnavegación de Sudamérica por parte del barco Doulos², que duró cuatro años y medio a finales de la década de 1970, es el acontecimiento que muchos líderes identifican como un momento catalizador en la transición del campo de misión a la fuerza misionera. La tripulación de Doulos llevó a cabo campañas de evangelización y formación de discípulos en los puertos de escala. Los jóvenes latinoamericanos de esa generación que respondieron al desafío de llevar el evangelio a países extranjeros se convirtieron en líderes clave del movimiento misionero del continente.
El mexicano Pablo Carrillo fue uno de ellos. Mientras participaba en las protestas de estudiantes universitarios en 1968, recibió una copia del Evangelio de Juan de un trabajador de Campus Crusade. Aquel encuentro le convenció para entregar su vida a Cristo. Cuando su universidad cerró durante seis meses tras las protestas, Carrillo se unió a un equipo de la Operación Movilización para distribuir literatura evangélica puerta a puerta en la Ciudad de México.
Cuando se graduó, tres años más tarde, los planes profesionales de Carrillo habían cambiado. Durante tres meses, él y un amigo se reunían cada mañana a las 5:00 para orar a través de un mapa del mundo, país por país. Ese ejercicio le llevó a aceptar una invitación de Operación Movilización para llevar a cabo la formación de discipulado y el estudio de idiomas en Europa y Oriente Medio. Con el tiempo, Carrillo se casó y se convirtió en misionero en el norte de África. Otros no tardaron en seguir sus pasos.
Una característica común de los latinoamericanos como Carrillo es su visión de llegar a los menos alcanzados. Los estudios muestran que la gran mayoría de los trabajadores transculturales enviados desde países tradicionalmente cristianos no van a los grupos de personas que más necesitan oír el Evangelio, sino a otros países cristianos.
Esta tendencia debe cambiar radicalmente si los seguidores de Cristo quieren hacer discípulos de todas las naciones. En este sentido, los latinoamericanos marcan tendencias, según Daniel Bianchi, Director Regional del Movimiento de Lausana en América Latina. Bianchi explica que un atributo del movimiento misionero latinoamericano de los últimos 40 años ha sido su enfoque en los grupos no alcanzados. Han pensado mucho en el norte de África, el mundo musulmán, Oriente Medio y la India. Por ejemplo, hace algunos años la Comisión de Misiones de la Alianza Evangélica Mundial realizó una encuesta que reveló que Argentina era uno de los países con mayor número de obreros enviados a grupos no alcanzados.³
Bianchi informa de otros retos con los que luchan hoy en día las agencias misioneras latinoamericanas. Entre ellos se encuentran impulsar el apoyo del clero eclesiástico a la tarea transcultural, desafiar a la próxima generación a perseguir la visión de la Gran Comisión y comprometerse en una reflexión teológica más profunda sobre las cuestiones misioneras. El reto es no depender simplemente de la excitación y el entusiasmo, sino estar preparados para lo que se avecina. Bianchi también sugiere que otra oportunidad que se avecina es colaborar mucho más con la Iglesia en África, Asia y, si es posible, en China.
Con unos 40.000 trabajadores transculturales sobre el terreno, se cree que América Latina es hoy la tercera fuerza misionera del mundo, después de Norteamérica y Corea del Sur. De ser así, esto representa un logro notable para el último continente en ser tocado por el movimiento misionero moderno.
Apuntes finales
- Martin, David. Tongues of Fire:The Explosion of Protestantism in Latin America. (Hoboken, NJ: Blackwell Publishers, 1990).
- El Ministerio de Barcos de OM comparte conocimiento, ayuda y esperanza en y alrededor de las ciudades portuarias del mundo. https://www.om.org/eng/ships/the-ships
- David Bianchi. Entrevista realizada por Dave Miller. 21 de septiembre de 2024.