Herencia y héroes
Cuando me inscribí como estudiante teológico en el London Bible College en 1972, entré en un shock cultural que aún hoy persiste. Lo que hasta ese punto había significado crecer en una subcultura de pentecostalismo clásico, fue sacudido al abrirse ante un mundo evangélico mucho más amplio que, en ocasiones, parecía apóstata.
De hecho, fue un verdadero proceso de reeducación. Los gigantes teológicos, conocidos y reverenciados en el mundo evangélico, me resultaban extraños. A la inversa, algunos de mis héroes más influyentes, como A. A. Allen, Morris Cerullo y T. L. Osborne, solían recibir la condena y el menosprecio. Desde aquella época, mi peregrinaje ha exigido abarcar un terreno más vasto sin perder mi orientación pentecostal.[1]
Este recorrido me llevó en 1988 al corazón del mundo evangélico británico, donde he servido durante veinte años. En mi carácter de director de la Alianza Evangélica del Reino Unido (EAUK, por sus siglas en inglés), uno de los momentos más difíciles fue presidir en 1996 la expulsión de la organización de Morris Cerullo, World Evangelization Ministries. El trauma propició una consulta teológica sobre el evangelio de la prosperidad y, luego, a la publicación del libro Faith Health and Prosperity[2], en 2003. Dicho texto me sirvió como base en la preparación de esta ponencia.
Conformidad y contradicciones evangélicas
En vistas de la inextricable relación entre la fe y la práctica, resulta obligatorio referirnos, aunque de forma tangencial, a la premisa teológica del llamado “movimiento de fe”. Y la dificultad principal es que “gran parte del movimiento es evangélico”.[3] Como sugiere Perriman, su éxito se basa parcialmente en el hecho de “abrazar ciertos elementos centrales de la verdad cristiana […] que los evangélicos no han tomado con la seriedad suficiente”.[4] En efecto, lo que la Iglesia Universal del Reino de Dios en Gran Bretaña[5] dice en su credo no sería razón suficiente para excluir su afiliación a la Alianza Evangélica.
Pese a las similitudes que el evangelio de la prosperidad tiene con los movimientos cultuales primitivos, también comparte raíces históricas con ministerios tales como los de George Müller, Keswick[6] y los ideales pentecostales de santidad y sanidad.[7]
Más aun, la conexión weberiana entre la prosperidad y la ética protestante del trabajo también se ha señalado como parte de las raíces del evangelio de la prosperidad. En su estudio etnográfico del movimiento de prosperidad y la utilización de los medios masivos en el contexto sueco, Simon Coleman sugiere que “los credos seculares del progreso se han combinado con un cambio de sentido amplio en las doctrinas calvinistas hacia doctrinas más arminianas”, abriéndole el camino a la afirmación positiva y autorreferencial del movimiento de prosperidad. [8]
La reflexión de Whitney Griswold sobre el famoso puritano norteamericano del siglo xviii, Cotton Mather, nos recuerda la relación entre la actitud de Mather hacia la prosperidad (adquirida) y el servicio a Dios. Coleman está en lo cierto al señalar que la dicotomía entre “hacer el bien a los demás” y “obtener bien para uno mismo” es “la paradoja que impregna la ética del protestantismo”, así como la dificultad en discernir entre “la utilidad social impersonal del ser humano” y “su propio éxito económico individual”.[9]
En su investigación etnográfica de la prosperidad en el “evangelio de fe” en Tanzania, Hasu también relaciona a Weber y la ética protestante, pero notando que aunque el calvinismo no era consumista, en el contexto tanzano la riqueza, la variedad y la seguridad se unen entre sí de tal modo que “nacer de nuevo” significa que “el verdadero creyente tiene derecho a la salud, las riquezas y la posibilidad de consumir”.[10]
La ética de la prosperidad también debería analizarse en su contexto socioeclesiológico. Está claro que el “movimiento de fe” y su mensaje de prosperidad subsecuente fue, en parte, una reacción al letargo espiritual de la iglesia hacia fines del siglo xix, desestabilizada por el racionalismo secular y la pérdida de territorio frente al denominado “Nuevo Pensamiento”.[11] Con sus raíces en el pentecostalismo, el “movimiento de fe” (promovido hasta convertirse en un evangelio de riqueza) se propuso hacer una transición desde una “vía negativa” hacia una “vía positiva”[12] de fe, con raíces en una relectura del Nuevo Testamento y un Dios que actúa de manera empírica en el mundo material.
Con esto en mente, quizá McConnell esté en lo cierto al definir al evangelio de la prosperidad como “material” en lugar de “herejía formal”[13], una corriente que atraviesa una adolescencia teológica productiva y a la vez peligrosa, tipificada por “rabietas éticas”. En esta etapa mantiene su compromiso evangélico distintivo, aunque lucha para afrontar la dicotomía entre espíritu y materia, fe y finanzas. El horror es que procura hacerlo con una eclesiología miope, desprovista de una teología histórica seria. Esto, junto a una escatología “sobre” realizada, tiene enormes implicaciones debido a su actitud con la santidad, su código ético y su comprensión de la idolatría.
Santidad y prosperidad
Un movimiento que ha emergido de las tradiciones pentecostales y de santidad de fines del siglo xix y principios del xx, está inevitablemente preocupado por la moralidad y la santidad y, como nos recuerda Perriman, intenta unir la justicia y la prosperidad.[14]
En su estudio sobre la iglesia Asamblea de Dios en Zimbabue, África (ZAOGA, por sus siglas en inglés), dirigida por el apóstol Guti, David Maxwell ha demostrado precisamente esta dicotomía, particularmente para el movimiento en África y Latinoamérica. Una vez que recibe salvación, la persona es introducida a una comunidad pietista donde se lleva a cabo una doble transformación con el fin de renovar la “pureza interior” y servir a las necesidades de la iglesia, tanto dentro como más allá de la congregación. Esto implica recibir estudios bíblicos, oración y disciplina. Los creyentes son llamados a tener un código ético superior, y así evitar adicciones, infidelidades y deudas, llevándolos a un entorno en el que “el nuevo hombre pentecostal se vuelve menos predatorio, más capaz de cuidar a los hijos de su matrimonio”.[15]
En este sentido, aun la evidencia anecdótica sugiere que la corriente más amplia de las comunidades de prosperidad tiene ministerios de enriquecimiento familiar muy activos en los que se anima a las parejas a desarrollar familias positivas.[16]
En un sermón reciente, el apóstol Guti no pudo ser más claro en cuanto a su ética sexual. Al celebrar su cumpleaños número 90, afirmó en su prédica titulada “Mensaje a los predicadores jóvenes”:
Deben tener a Dios, no solo las palabras de la Biblia. Deben tener a Dios. Les digo a los siervos del Señor: debemos buscar a Dios […]. Debemos nacer de nuevo. Cuando uno nace de nuevo tiene temor de tocar el pecho de una mujer. Tiene temor de tocar el trasero de una mujer. Tiene temor de tocar el dinero de la iglesia […]. El siervo del Señor no debe mendigar dinero del pueblo. Debe predicar el reino de Dios y el dinero vendrá como consecuencia.[17]
En este breve extracto de un sermón público, Guti combina el corazón de su teología y ética prácticas.
En el contexto africano, Maxwell también llama la atención al rechazo de las tradiciones fuertemente asociadas con prácticas ancestrales, comportamiento cultual y brujería.[18] La prosperidad ofrece seguridad[19] al desviar la adherencia que la persona tiene con la pobreza y la actitud de “caminar por la cornisa”.[20]
El pastor Enoch Adeboye, supervisor general de una de las iglesias de mayor crecimiento (la denominación llamada Iglesia de Dios Redimida Cristiana (RCCG, por sus siglas en inglés), con base en Nigeria), preside congregaciones en más de 170 naciones. Adeboye promueve una prosperidad claramente moderada a lo largo del movimiento con todos los accesorios del evangelio de la prosperidad. Pero el concepto de santidad e integridad yace en el mismo corazón de su enseñanza.[21]
Durante una entrevista formal, Adeboye relacionó la integridad y la santidad con la anticorrupción:
Si tu objetivo número uno es el cielo, entonces tu objetivo número uno es la santidad […]. Cuanto más imprimamos en las personas la necesidad de vivir en santidad más podrán ver que no pueden afirmar ser santas y corruptas al mismo tiempo.[22]
Pero el “movimiento de prosperidad” tiene un talón de Aquiles: una fe que mide su éxito mediante riqueza y salud material, nutre su propia falla ética. El etos que indica un “derecho a ser rico” ha creado entornos empresariales con pobre rendición de cuentas, pobre gobernanza y distintos atajos en la ética de levantamiento de fondos. En muchas instancias cuentan con el estatus legal como organizaciones caritativas, sin fines de lucro, aunque en la práctica operan en el marco de un etos corporativo.
En un noticiero en el que se discutía el acuerdo financiero privado que prosiguió a los alegatos de abuso sexual contra el obispo Eddie Long, el comentarista fue claro al decir que se había utilizado dinero de los fondos de la iglesia para pagar el acuerdo legal porque “la iglesia es el obispo Long; en efecto, es su dueño”.[23]
También se sabe que el obispo Long fue uno de los seis líderes investigados por el senador Charles Grassley en nombre del Comité de Investigación Financiera del Senado de Estados Unidos en 2011 por utilización inadecuada de fondos eclesiásticos. Long fue uno de los cuatro que no respondió ante las recomendaciones de efectuar una rendición de cuentas más sólida. Hace poco el Dr. David Yonggi Cho saltó a la atención pública al recibir demandas legales por fraude.[24] Con demasiada frecuencia, denuncias de fraude y explotación se han visto asociadas con predicadores de la prosperidad, como el obispo Macedo en Brasil, líder internacional de la IURD.[25]
No hay evidencias que nos permitan afirmar que los predicadores de la prosperidad sean intrínsecamente menos morales que cualquier otro sector de la comunidad cristiana; pero la verdadera causa de preocupación tiene que ver con la falta de rendición de cuentas que hace que ellos (y sus seguidores) sean más vulnerables. Y todo esto es de particular importancia en un momento en que las comunidades de fe en general y la cristiana en particular se han vuelto parte de una creciente cultura de corrupción. Es una triste acusación comprobar que el “delito eclesiástico” en Estados Unidos haya crecido de trescientos mil dólares en 1900 a treinta y dos mil millones en 2010, con predicciones de que se incrementará hasta los sesenta mil millones en 2025.[26]
Por otro lado, la aparente ausencia de “lecciones aprendidas” luego de sus fracasos va en contra de la exigencia bíblica de integridad pública como una expresión de santidad interior.[27] Pero también parece que el triunfalismo asociado con la escatología realizada de dicho movimiento puede tener una tendencia a neutralizar su retórica acerca del “pecado”, la santidad y la integridad financiera.
En el año 2000, Kenneth E. Hagin publicó el libro The Midas Touch: A Biblical Approach to Balanced Prosperity.[28] El estudio tenía por objetivo “evitar el abuso y las prácticas falsas”[29] en el “movimiento de prosperidad”, incluyendo la “lista de prioridades al realizar reuniones” diseñadas para fomentar la integridad en encuentros públicos.[30] No resulta claro cuán influyente ha sido tal documento.
Idolatría y el síndrome de superhombre
Quiero comenzar esta parte con la definición que Tim Keller hace de la idolatría:
Psicológicamente, desde nuestro punto de vista, un ídolo es algo de lo que uno obtiene su identidad […]. Hay algunas cosas a las que uno mira y dice: “Si pudiera tener eso no sería un pobre tipo”. Justamente eso es lo que constituye un ídolo […].”[31]
La Biblia es inequívoca al condenar la idolatría.[32] Abrumadoramente, su condena llega al nivel del uso de símbolos totémicos de Yahvé o “dioses falsos”. En esencia, el mandato bíblico tiene más que ver con el hecho de reducir la naturaleza inefable de Dios a cosas materiales y reemplazar Su gloria con objetos inanimados. Dicho de forma sencilla, los ídolos reducen y profanan la soberanía de Dios al desplazarlo del corazón humano.
Esta idolatría internalizada se insinúa en el Antiguo Testamento[33] y se explora mayormente en el Nuevo Testamento. Curiosamente, en los Evangelios hay una ausencia de referencias a los ídolos aunque Jesús explora el concepto de la contaminación interior,[34] que más adelante se retoma en los escritos de Pablo.[35] Tales textos exploran poderosamente un catálogo de fallas morales y éticas en el que la idolatría se asocia con la “codicia” y la “hechicería”. En la segunda carta de Pedro, la codicia también se asocia con el abuso ministerial.[36]
Irónicamente, el “movimiento de prosperidad” comparte una tendencia de la Reforma hacia una teología iconoclasta. Y sin embargo se gloría con la presencia de líderes de alto perfil, poderosamente carismáticos. Sin dudas se venera la Palabra de Dios, pero usualmente se medita en ella por medio de una personalidad que eclipsa lo que el texto dice. Tal como lo describe Coleman gráficamente, “los objetos más significantes son el atril, desde el que se predica el sermón, y las cámaras de televisión”.[37]
El “síndrome de superhombre” nietzscheano, que aparece como indispensable para la predicación de la prosperidad, ha reemplazado el sacerdocio litúrgico por el maestro carismático que trae “revelación”. La impaciencia de McConnell frente a las afirmaciones de tener un “conocimiento de revelación” versus un “conocimiento sensible”[38] y los “delirios de grandeza”[39] que trae aparejados, son comprensibles, pero no enteramente justificables. No es suficiente descartar el concepto de “revelación” como sobrante cultual del movimiento del Nuevo Pensamiento sin lidiar seriamente con los textos bíblicos que también validan la idea de intuiciones espirituales reveladoras.[40] Presumiblemente esa es la razón por la que los predicadores evangélicos oran antes de comenzar sus sermones.
Pero aun así, los predicadores de la prosperidad tienen una tendencia a presentarse a sí mismos como los conductos únicos de información privilegiada que procede directamente de Dios y así ofrecer nueva conciencia y liberación para el oyente. Esta dinámica eleva inevitablemente al predicador a una posición y autoridad sin las cuales la Biblia en sí misma no tendría más valor que una literatura interesante. Este es precisamente el sentido de Guti cuando les dice a los predicadores jóvenes: “Deben tener a Dios, no solo las palabras de la Biblia”.[41]
Esta forma teologal basada en necesidades constituye una espada de doble filo. Por un lado claramente tiene precedentes en la Escritura. Dios es un Dios que suple para nuestras necesidades[42] e invariablemente a través de organismos humanos.[43] Horton no está totalmente en lo cierto al condenar la idea de la “necesidad sentida” como si fuera una distorsión del evangelio.[44] Es evidente que Jesús respondió con claridad ante las necesidades sentidas de muchos de los que se acercaron a él y para quienes sus milagros de sanidad habrán tenido implicaciones económicas y sociales significativas.[45] Personalmente, me resulta difícil hallar una justificación bíblica para una teología cesacionista y no comparto por completo la ansiedad de McConnell en cuanto a la enseñanza del “movimiento de fe” con respecto a la sanidad demorada.[46] Pero su preocupación de que el “movimiento de fe” haga de la sanidad una “obsesión cultual” frecuente, ciertamente tiene validez.[47]
Deberíamos aplaudir a los ministerios que satisfacen las “necesidades sentidas”, pero los ministerios idolátricos surgen cuando nuestra personalidad se desvía del señorío de Cristo o se superpone a la autoridad de la Biblia.
Ante la ausencia de una teología bíblica e histórica y una falla abyecta para relacionar la reflexión bíblica más allá de sí misma, la Palabra del “movimiento de fe” ha establecido su propio magisterio en el que las “revelaciones” (que pueden beneficiar o no a los oyentes) ciertamente tienden a elevar el estatus espiritual del predicador. Esto ocurre en todas las comunidades religiosas, pero la idolatría que sobreviene con algunas “opciones” de prosperidad tiene que ver con el mercadeo de su estatus hasta tal punto, que el “pago por servicio” conduce a niveles significativos de riqueza generada dentro de los sistemas de comercio internos, creados y sustentados por sus líderes. Invariablemente esta práctica se sustenta gracias a las “leyes” y los “principios” extracanónicos inventados para mantener el aura de autoridad con la que luego se comercia.
El estudio etnográfico en tanzano de Hasu sobre la prosperidad en el ministerio de Mwakasege, analiza provechosamente este sistema económico interno: los conceptos bíblicos de sembrar y cosechar se aplican de forma tal que la predicadora recibe recompensas financieras a cambio de la revelación que les da a sus seguidores. Estas revelaciones pueden no implicar bendiciones materiales inmediatas, pero “empoderan” al oyente para adquirir riqueza, sanidad y prosperidad a su debido tiempo. Estas “tres vías de victoria”, sugiere él, “dan el ingreso al evangelista, un verdadero don para Dios y una promesa al cristiano acerca del reintegro del ciento por uno en el futuro indefinido”.[48] Y en la perspectiva de Coleman, esto se alimenta por los roles “persuasivos” y “realizativos” en los que “se construye una economía evangélica donde el cultivo de la fe implica el consumo masivo de bienes en la forma de libros, audios y videos”.[49] Es lo que Horton describe correctamente como una “tecnología de poder”.[50] En este entorno es difícil desentrañar la personalidad idolatrada del predicador del contenido del material.
Así, la idolatría se vuelve un entorno sintético tal donde se generan los tótems de identidad personal.
Aun si uno permite un elemento de “revelación” bíblica, no hay lugar para la cultura de fideísmo que abunda en todo el mensaje de la prosperidad. El peligro de un movimiento de “fe en la fe” en el que emerja este nuevo magisterio de “leyes”[51] y “principios”, crea enormes peligros para nuestra comprensión de cómo funciona realmente la “inspiración” en relación con el canon de la Escritura. Perriman lo resume muy bien:
Al desarrollar leyes espirituales tomamos lo que es intrínseco al carácter y la mente de Dios y Su propósito y lo externalizamos. Tomamos cualidades esenciales tales como la fidelidad y la compasión y las traducimos en un aparato legal que puede, en principio, ser operado sin tratar directamente con Dios. En efecto, produce una forma de deísmo que difiere solo del deísmo clásico en que este incorpora lo milagroso en el sistema; pero el Dios del sistema es relegado a un segundo plano.[52]
Al lidiar con la dicotomía que tienen los predicadores de la prosperidad entre el mundo material y el espiritual, “bailan” involuntariamente entre “minas terrestres” teológicas muy antiguas. Desde visiones sobre la muerte espiritual de Cristo hasta nuestra vida en Jesús, la teología ha cortejado una serie de herejías “materiales”. Esta confusión ha resultado en algunas visiones defectuosas de la trinidad, así como una antropología confusa. Ni la famosa exhortación de Copeland (“Tú eres Dios”) ni el arrebato emocional de Cerullo (“No estás mirando a Morris Cerullo, está mirando a Dios. ¡Estás mirando a Jesús!”[53]) son a la vez preocupantes. No se debe a que estos hombres se propusieron disminuir el carácter ni la soberanía de Jesucristo; es sencillamente que al acentuar la morada de Cristo en Sus seguidores mediante el poder del Espíritu, han sobrevendido una escatología realizada y una antropología confusa.
El énfasis en el poder evita las luchas éticas[54] del “ahora-pero-no-todavía” en el reino de Dios y sustituye la tensión por una antropología no cristiana y triunfalista que fracasa en cuanto a preparar a los creyentes para los momentos inevitables de vulnerabilidad, dejándolos mal equipados para enfrentar eso mismo en otras personas. La idolatría radica en que, inadvertidamente, nos hace campeones autoproclamados y de esa forma perdemos la emoción de evidenciar el poder de Dios en medio de nuestra debilidad.[55]
¿Lecciones de Jetro?
En vistas del rápido crecimiento del “movimiento de fe y prosperidad”, y su impacto creciente a través de comunidades pobres y pudientes, hay una necesidad apremiante de promover el diálogo. Sé de muy pocos contextos en los que ha habido un esfuerzo genuino o sostenido por acercarse al otro lado de la brecha. Sospecho que esto es un punto muerto a nivel teológico y también cultural. Muchas comunidades de prosperidad están floreciendo y tienen evidencia bíblicamente inducida para sugerir que están en lo correcto. Conducen ministerios exitosos y limitan sus conversaciones para evitar corrientes teológicas cruzadas que los saquen del rumbo que llevan adelante.
En cualquier caso, la mayoría procede de trasfondos muy humildes y han crecido hasta disfrutar el poder y el estatus mucho más allá que sus primos cristianos más intelectuales. De hecho, su éxito y su prosperidad personal encarnan la misma verdad “de mendigo a rico” del mensaje que predican. Ellos mismos se han convertido en la verdad de la prosperidad que predican.
Los “evangélicos más tradicionales”, que comienzan sus recorridos teológicos desde establos muy diferentes y que pertenecen a iglesias tradicionales, tienen menos necesidad de un Dios que actúa vibrantemente en el mundo material. La atracción y la fe audaz del “evangelio de la prosperidad” tienen poca atracción cultural o teológica para ellos.
Hay mucho sobre lo cual ser cautos y mostrar preocupación, pero tratar el tema como “Cristianismo en crisis”[56] no es de ayuda para abrir las puertas hacia el progreso y una mejor comprensión en medio de la brecha cultural y teológica.
Si ha de ocurrir un diálogo que permita cruzar la brecha, tendrá que comenzar con las tradiciones más antiguas, quienes deberían estar más habituadas a trabajar en el largo plazo. Y los evangélicos tradicionales también deberían estar dispuestos a aprender y sacar provecho de una conversación más cercana.
Me parece que los predicadores de la prosperidad tienen mucho más en común con el Nuevo Testamento que con el Nuevo Pensamiento. Y aun dentro de los aspectos que hayan extraído del Nuevo Pensamiento es posible que esto haya sido realizado con el fin de copiar el lenguaje en lugar de la convicción de los conceptos del Nuevo Pensamiento, de la misma manera que el Nuevo Testamento colonizó la filosofía griega en el primer siglo.[57]
Pero dada la frecuencia con la que los académicos han relacionado la ética protestante de Weber con el desarrollo del “evangelio de la prosperidad”, uno se pregunta si el movimiento se compone de neo reformadores instintivos. De hecho, iría más lejos al decir que quienes postulan el evangelio de la prosperidad podrían rotularse como hijos de la Reforma en vez de detractores del evangelio.
Y dada su herencia de santidad/pentecostal, el pentecostalismo moderno tiene aun más en común con la prosperidad de lo que nos gustaría admitir, tanto en términos de su ética como de sus paradigmas de poder y la vivencia personal de Cristo en el día a día.
Es difícil describir al “evangelio de la prosperidad” puramente como un culto. Su notoria fascinación con los medios de comunicación y su ostentación pública constituyen la mismísima antítesis de nuestros peores miedos con respecto a los movimientos espirituales sectarios. ¡Todo el mundo sabe dónde encontrar a los predicadores de la prosperidad!
Quisiera concluir con el mejor argumento que he leído en cuanto a facilitar una mayor colaboración:
La base bíblica se exagera, la escatología está “sobre” realizada y el idealismo es pretencioso. Pero esa es la retórica de la motivación, lo que llamaríamos “exhortación”. Se propone engendrar entre los creyentes comunes, a menudo en el contexto de adoración intensa, un entusiasmo y una confianza en la poderosa realidad de Dios. Nos lleva demasiado lejos en la montaña de la fe, al punto donde el aire se vuelve muy denso y a la mayoría de nosotros le cuesta respirar; pero a medida que inevitablemente nos deslicemos y bajemos, aún podemos regresar y tomar descanso en una altura que hasta entonces desconocíamos.[58]
Con esto en mente, deberíamos pensar que si Moisés fue capaz de comparar notas con su suegro pagano, Jetro, los evangélicos tradicionales probablemente hallemos la fortaleza para dialogar y realizar preguntas a quienes se denominan a sí mismos como predicadores de la prosperidad.[59]
Notas
[1] Joel Edwards, Lord Make Us One But Not All the Same: seeking unity in diversity, Hodder & Stoughton, Gran Bretaña, 1999
[2] Ed. Andrew Perriman, Faith Health & Prosperity, a Report on ‘Word of Faith’ and ‘Positive Confession’ Theologies, Paternoster Press, Cumbria 2003
[3] D.R. McConnell, A Different Gospel, A Historical and Biblical Analysis of the Modern Faith Movement, Hendrickson, Massachusetts, 1988, p. 19
[4] Perriman op.cit., p. 17
[5] Ver sitio web de IURD Reino Unido: http://www.uckg.org.au/about-us.aspx
[6] Perriman op. cit., p. 60
[7] Ibíd., p. 76
[8] Simon Coleman, All-Consuming Faith, Language, Material Culture and World Transformation among Protestant Evangelicals, Etnofoor, Jaarg 9, Nr 1 Words and Things (1996), p. 33
[9] Whitney Groswold, Three Puritans on Prosperity, The New England Quarterly, Vol. 7, No.3 (Sep., 1934), p. 479
[10] Päivi Hasu, World Bank & Heavenly Bank in Poverty & Prosperity: The Case of Tanzanian Faith Gospel, Review of African Political Economy, Vol. 33, No.110, Religion, Ideology & Conflict in Africa (Sep., 2006), p. 680
[11] McConnell op. cit., pp. 47-48
[12] Perriman op. cit., p. 57
[13] McConnell op. cit., p. 20
[14] Perriman op. cit., p. 57
[15] David Maxwell, Delivered from the Spirit of Poverty?: Pentecostalism. Prosperity and Modernity in Zimbabwe, Journal of Religion in Africa, Vol.28, Fasc. 3 (Aug., 1998), p. 353
[16] Ver sitio web de IURD Reino Unido: http://www.uckg.org.au/about-us.aspx
[17] ZAOGA Forward in Faith, Youtube, 23 de octubre de 2013
[18] Maxwell, op. cit., p. 354
[19] Ibíd., p. 366
[20] Ibíd., p. 370
[21] El texto más usado por Adeboye es Hebreos 12:14
[22] Entrevista, The Jesus Agenda, Parte 2, programa 3, junio de 2011
[23] Youtube, 27 de mayo de 2011 /www.youtube.com/watch?v=NgRKahM3eDg
[24] En febrero de 2014 David Yonggi Cho recibió una sentencia de tres años de prisión, en suspenso por cinco años por abuso de confianza y corrupción por uso inapropiado de veintiún millones de dólares estadounidenses. Se le ordenó pagar multas por casi cinco millones de dólares.
[25] Alex Caudros, 25 de abril de 2013, publicado en Global Economics, 4 de mayo de 2013 http://dialogueireland.wordpress.com/2013/05/04/uckg-edir-macedo-brazils-billionaire-bishop/
[26] Todd M. Johnson, David B. Barrett, y Peter F. Crossing, Status of Global Mission, 2010, in Context of 20th and 21st Centuries, publicado en International Bulletin of Missionary Research, Vol. 34, No. 1 (enero de 2010), p. 34, por Overseas Ministries Study Center, New Haven, CT
[27] 1 Timoteo 3:7
[28] Kenneth E Hagin, The Midas Touch: A Balanced Approach to Balanced Prosperity, Faith Library Publications, Tulsa, 2000
[29] Ibíd., p. 115
[30] Ibíd., p. 122
[31] Tim Keller, Removing idols from the heart, The Ultimate Training Camp, podcast, 22 de octubre de 1989
[32] Ver Éxodo 34:17; Levítico 26:1; Números 33:52; Hechos 15:29; 17:16; 1 Tesalonicenses 1:9; Apocalipsis 9:20
[33] Ezequiel 14:4, 5
[34] Marcos 7:20-23
[35] 1 Corintios 5:11; 6:9,10; Gálatas 5:20; Colosenses 3:5
[36] 2 Pedro 2:3
[37] Coleman, op. cit., p. 35
[38] McConnell op. cit., pp. 104-106
[39] Ibíd., p.113
[40] Ver Colosenses 1:9
[41] ZAOGA, Forward in Faith, Youtube 23 de octubre de 2013
[42] Isaías 58:11; Mateo 6:11; Lucas 11:3; Filipenses 4:19
[43] 1 Reyes 17:1-16; Isaías 58:10; Hechos 27:3
[44] Michael S Horton, The subject of Contemporary Relevance, Ed. Power Religion, The Selling Out of the Evangelical Church? Moody Press, USA, 1992, p. 331
[45] Mateo 9:27; Marcos 10:46-51; Lucas 17:12
[46] McConnell op. cit., p.152 Ver la evidencia del Nuevo Testamento en dónde ocurrió esto en el ministerio de Jesús, Marcos 8:22-25; Lucas 17:14
[47] Ibíd. p. 158
[48] Hasu, op. cit., pp. 688-690
[49] Coleman op. cit., p.29
[50] Ed Horton op. cit., p. 327
[51] Por supuesto, Pablo más que ningún otro escritor del Nuevo Testamento luchó con estas “leyes” al desarrollar la ética cristiana y una antropología cristiana neotestamentaria. Sin embargo, el evangelio de la prosperidad se ha adueñado de estos principios para construir nuevos marcos de leyes reproductivas en el cosmos y con la cual toman una vida salvífica por su cuenta.
[52] Perriman, op. cit., p.138
[53] Morris Cerullo, The End Time Manifestation of the Son of God, Morris Cerullo World Evangelism, cinta 1
[54] Romanos 7 y 8
[55] Romanos 5:6; 2 Corintios 12:8,9
[56] Hank Hanegraaff, Christianity in Crisis, Harvest House, Oregon, 1993
[57] Por ejemplo, es perfectamente posible que la motivación de Kenyon al estudiar el Nuevo Pensamiento fuera tanto polémica como evangelística. Ver McConnell, op. cit., pp. 47,48. Me resulta intrigante que luego, por la propia evidencia de McConnell, que a su muerte (a los 80 años de edad) su revista tenga una circulación de veinte mil ejemplares y haya escrito doce libros, pero en ningún punto McConnell ofrece ninguna fuente primaria para convencerlo de haber sido lavado el cerebro por el Nuevo Pensamiento.
[58] Perriman op. cit., p. 136
[59] Éxodo 18:9-12
This is a paper presented by the author at the 2014 Lausanne Global Consultation on Prosperity Theology, Poverty, and the Gospel. You may find a video version of this paper in the Content Library. The views and opinions expressed in this paper are those of the author and do not necessarily reflect the personal viewpoints of Lausanne Movement leaders or networks. For the official Lausanne Statement from this consultation, please see ‘The Atibaia Statement on Prosperity Theology‘.