Editor's Note
Este es el resumen ejecutivo del Documento Ocasional de Lausana 76, escrito por Jonas Kurlberg, Alexander Chow, Calida Chu, Heidi Campbell, Rei Lemuel Crizaldo, Sara Afshari, Stephen Garner y Vo Nam. Acceda al documento ocasional completo aquí.
Este documento explora la intersección entre las creencias cristianas y la tecnología. Examina cómo la iglesia puede utilizar la tecnología de forma que sea fiel a su doctrina y beneficiosa para su vida y práctica cristiana. Aborda la importancia de la contextualización, la transparencia y la responsabilidad en el evangelismo y la tecnología. Intenta definir qué es la tecnología y su papel como herramienta. Además, evalúa el impacto de la tecnología en la comunión y las reuniones cristianas. También examina cómo las tecnologías de IA afectan al evangelismo. La tecnología debería servir a los seres humanos y acercarlos a Dios. Este documento destaca la necesidad de utilizar la tecnología cristianamente, de forma que beneficie a la sociedad, en general, y lleve el evangelio a la sociedad, en particular.
La tecnología ha permitido a los humanos comunicarse, construir, explorar, crear, prosperar y sobrevivir. Básicamente, la tecnología tiene el potencial de servir al buen desarrollo de los seres humanos. La Biblia reconoce a la tecnología, pero solo en un sentido muy general. No obstante, presenta algunos aspectos de la tecnología de maneras más notables. La tecnología muestra aspectos de nuestra común humanidad, y despierta curiosidad sobre el sentido y el propósito de la vida. También plantea preguntas sobre lo que significa ser humano.
Hay varias razones por las que la iglesia debe tomar muy en serio esta deliberación teológica. Una de ellas es que, como manifestación de nuestros mayores anhelos y temores, la tecnología plantea preguntas existenciales sobre el sentido y el propósito de la vida. Además, formula preguntas importantes sobre la naturaleza humana, la creatividad humana y su relación con el Dios creador. Los artefactos tecnológicos son producto de las culturas humanas, pero su uso es negociado por individuos y comunidades, lo cual da origen a nuevas prácticas culturales y formas de vida, moldeando las comunicaciones y las relaciones humanas. Expande el tiempo y el espacio, creando nuevos entornos en que los seres humanos viven, trabajan, juegan, se relacionan, adoran y oran. Esto nos invita a plantear preguntas con respecto al discipulado, la vida de iglesia y la misión en las culturas que emergen por medio de la tecnología que creamos y utilizamos. Finalmente, el hecho implica que los artefactos tecnológicos están cargados de valor, lo cual tiene implicancias sociopolíticas. La tecnología, pues, exige una profunda reflexión teológica y ética.
El Compromiso de Ciudad del Cabo (CCC) llama a la iglesia a utilizar la tecnología de manera creativa, pero al mismo tiempo, crítica, para dar testimonio de la verdad de Cristo. Este documento va más allá del pronunciamiento tentativo del CCC y expande las definiciones de tecnología para comprender sus sutilezas culturales. Los cristianos debemos tomar en serio el papel del discernimiento bíblico y la reflexión profunda sobre la tecnología para encontrar el sentido de nuestras vidas a la luz de la revelación divina.
El propósito principal de este documento, entonces, es brindar sugerencias para enmarcar dicha interacción. Buscamos precedentes bíblicos e históricos, así como perspectivas contemporáneas que nos ayuden en esta tarea. Debemos mencionar que, aunque la tecnología digital ocupa un lugar importante en este documento, nuestra meta es no limitar la discusión a un solo tipo de artefacto tecnológico en particular. Por ello, aunque es importante tratar las implicancias del uso y el impacto de la tecnología digital en la iglesia actual, nuestra reflexión sobre la digitalidad aquí sirve, principalmente, como ilustración de la clase de preguntas que la iglesia debe plantearse.
Hay diferentes formas de encarar el concepto de tecnología. Una de las más comunes es considerarla una herramienta. Esto implica ver a la tecnología como un recurso o un medio diseñado para ayudar a completar una tarea específica. La tecnología también puede ser vista como un proceso; en este sentido, se considera que ofrece al individuo una serie de acciones o pasos que ayudan a facilitar la creación y el descubrimiento del conocimiento. Esto incluye pasos como creación por medio de la invención, innovación por medio de la adaptación y difusión por medio del proceso de extender la tecnología a otros. La tecnología puede, también, ser vista como facilitadora de una cultura distintiva. Se ha vuelto común hablar de la “cultura digital” o “tecnocultura”, es decir, espacios que se crean cuando los seres humanos interactúan con tecnologías. Así como la cultura humana es una manifestación de acciones y logros humanos, esto también sucede con las culturas creadas tecnológicamente, ya que manifiestan las prácticas relacionales, comunicacionales y basadas en necesidades de quienes las utilizan. También es importante comprender que existe una larga tradición de equiparar la tecnología con el lenguaje espiritual, las cualidades religiosas y la experiencia trascendental. Reconocer esta conexión entre tecnología e ideales y prácticas religiosas es importante porque ayuda a revelar por qué la tecnología suele ser muy criticada por los grupos religiosos, ya que puede ser vista como competencia de la fe en Dios. Esta conexión religiosa con la tecnología está basada en las ideas de que la tecnología es una empresa cargada de valores. Aquí, la tecnología es presentada como una fuerza poderosa que moldea la cultura humana, partiendo del concepto de que ella funciona como una fuerza independiente impulsada por un sistema determinado que trata de ejercer control sobre la humanidad. La tecnología posee tanto el potencial para servir como herramienta de control, como los recursos para la liberación, según las manos que la utilicen.
La tecnología, pues, es multifacética: puede adoptar un estatus de herramienta o ayuda que amplía las capacidades naturales del ser humano; un conjunto particular de conocimientos y procesos para producir herramientas y reformular el mundo que nos rodea; y los valores y relaciones humanas que impulsan la creación y el uso particular de las herramientas y los procesos. Con la combinación de todas esas cosas, la tecnología se convierte en el entorno mismo en que está plantada nuestra vida espiritual, en que esa vida puede florecer o marchitarse. El obstáculo mayor para la fe cristiana en una era dominada por la tecnología es el desafío de la iglesia a las nociones tradicionales de la conexión entre conocimiento, fe y acción. Además, el aspecto relacional y la comprensión de la tecnología son parte de nuestra experiencia humana. Por lo tanto, las respuestas cristianas a la tecnología y los medios han tendido a examinar esto en relación con la comunidad cristiana reunida, como la naturaleza de la fe, las tradiciones y la adoración; o en relación con la sociedad en general, enmarcada por cosas como el evangelismo, la misión, la ética social y la teología pública. En general, los cristianos adoptan la postura de que la tecnología, en sí misma, no es buena ni mala, sino que la intención detrás de su uso y las consecuencias de ese uso son las que adjudican un valor moral a la aplicación de la tecnología. En este escenario, la tecnología podría tener un valor neutral, con su uso determinado por el corazón y la mente humanos.
Una forma más adecuada de considerar una relación mejorada entre la tecnología y los seres humanos es reconocer que nuestras tecnologías conllevan valores. Es decir que existen y son utilizadas a partir de determinados valores y formas de ver el mundo, presentes en la comunidad humana que creó esa tecnología. Estos valores influyen en qué tecnologías se desarrollan, las clases de conocimiento y procesos que se utilizan para formarlas y el marco moral, no solo de su objetivo y uso final, sino de la forma en que ellas modifican y son modificadas por las comunidades en que están insertadas. Como cristianos, reflexionamos y mostramos cómo los valores de nuestras comunidades cristianas influyen en el desarrollo y el uso de las tecnologías, y la forma en que esos valores determinan cómo interactuamos con la sociedad en general, en el nivel local y también global. Para ello, tomamos como base nuestro concepto de Dios Padre como Creador; las enseñanzas, el ministerio y el ejemplo de Jesús; y la influencia del Espíritu Santo.
Al centrarnos en Jesucristo, nuestra tecnología se enmarca dentro de la visión de que toda la creación fue hecha por medio de Cristo, para Él y subsiste en Él (Colosenses 1:15-17). Esta visión nos permite levantar la mirada, del mundo tecnológico cotidiano, a un horizonte escatológico que ubica nuestra esperanza en Jesucristo, Su retorno y la visión del reino de lo que ya está presente y lo que va a venir, que determina nuestra vida en el ahora.
Al poner en práctica esta visión en el mundo con nuestra tecnología y en su uso, también debemos estar abiertos y conscientes del poder del Espíritu Santo que opera en nosotros, nuestras comunidades y todo el mundo.
Diferentes tecnologías han sido utilizadas para mejorar la vida de la iglesia a lo largo de la historia. En su mayor parte, se han convertido en algo que ya no se tiene en cuenta, desdibujándose en el fondo olvidado de la vida de la iglesia, y ya ni siquiera son consideradas “tecnología”. Pero más allá del uso inmediato de artefactos, aparatos y herramientas tecnológicas, con sus particulares potenciales, la tecnología es el entorno en que la iglesia adora, discipula y forma su comunidad. Desde la red de carreteras del Imperio Romano, hasta la imprenta, los medios masivos de comunicación actuales y, más recientemente, la vida digital, la tecnología ha estado estrechamente entrelazada con la difusión del evangelio desde el comienzo de la iglesia. El Compromiso de Ciudad del Cabo (CCC), del Movimiento de Lausana, destaca la necesidad de “una renovada participación crítica y creativa en los medios y la tecnología como formas de abogar por la verdad de Cristo” (CCC 4). Además, como también afirma El Compromiso de Ciudad del Cabo, los cristianos debemos colocarnos en el centro mismo del paisaje de los medios y la tecnología contemporánea para ejercer una influencia cristiana positiva.
En general, el evangelismo siempre debe tener en cuenta la relación entre los evangelistas y las personas a las que desean alcanzar. Al pensar en la evangelización digital, debemos ser aun más sensibles a las personas con las que interactuamos. La creación de recursos digitales para la difusión del mensaje del evangelio a públicos masivos tiene su lugar; pero también se nos recuerda que “Dios, el evangelista, da a su pueblo el privilegio de ser sus ‘colaboradores’” y “normalmente escoge testificar a través de nosotros”. (MM 6). En el evangelismo digital debe haber un equilibrio entre la presentación clara, coherente y persuasiva del mensaje del evangelio, y el desarrollo de relaciones auténticas. Además, el evangelismo digital debería tener en cuenta la dinámica de poder que establece la tecnología digital. Ninguna cultura ni práctica debe ser considerada normativa. Realmente, la tecnología brinda oportunidades para que la iglesia difunda la Palabra a nivel mundial, pero las comunidades locales son tan importantes como las globales.
La exigencia de reflexionar sobre los enfoques contextuales de la tecnología en los contextos locales debe ser complementada con una reflexión contextual sobre las culturas de la tecnología. En este documento, intentamos poner de relieve la necesidad de ir más allá de una aplicación utilitaria de la tecnología para la misión y el ministerio, hacia un paradigma cultural de la tecnología. La misión digital, entonces, no solo consiste en actividades que se presentan en plataformas digitales por medio de aparatos digitales. Lo digital es, hoy, parte de la más amplia matriz de formación y transformación de la cultura, y esto debe ser tenido en cuenta en nuestras reflexiones misionológicas.
Es oportuno señalar que una teología robusta de la tecnología subraya un desarrollo importante en el Movimiento de Lausana: el reconocimiento de un enfoque holístico, más integral, de la misión. Difundir la Buena Nueva es entendido como una dinámica integradora de proclamación y demostración (CCC 6). Esto es: el evangelismo y la acción social, aunque son tareas diferentes, son deberes cristianos entrelazados que se refuerzan mutuamente para brindar un testimonio del evangelio bien equilibrado (PL 5). Esta perspectiva misional reconfigura la misión cristiana apartándola de una orientación eclesiocéntrica, con enfoque clerical, hacia un paradigma más expansivo, que abarca el rol de todo el pueblo de Dios en la totalidad de sus vidas, como fieles discípulos de Cristo en misión dondequiera que estén.
La tecnología debe ser utilizada para la evangelización en una forma que concuerde con la buena noticia. Debemos tener ciertos principios guías para las misiones y el evangelismo. La rendición de cuentas es esencial para el evangelismo, tanto en lo que respecta al contenido del evangelio que se comparte como a las personas que intentamos alcanzar, para proteger su cultura y su identidad de cualquier explotación o daño. Quienes desarrollan y quienes utilizan tales plataformas tecnológicas deben tener mucho cuidado con la clase de información que se comparte en línea. Deben ser cautelosos para representar con fidelidad y exactitud la naturaleza y la noticia del evangelio.
Los seres humanos somos portadores de la imagen y la semejanza a Dios, con potencial y responsabilidad por nuestra actividad tecnológica ubicada en el mundo, y practicada intelectualmente, relacionalmente y espiritualmente en el mundo. Los evangélicos tradicionalmente han estado a la vanguardia en la búsqueda de formas de utilizar la tecnología para extender el reino de Dios, desde el uso de la imprenta para producir Biblias y tratados en forma masiva, el uso de la radio, la televisión y ahora, Internet, para difundir sermones, devocionales y mensajes evangelísticos. Al hacerlo, los evangélicos han tendido a hacer énfasis en un enfoque instrumentalista de la tecnología, considerándola, principalmente, como una herramienta para cumplir los propósitos del Reino.
La esperanza cristiana se encuentra en la gloria futura de la consumación del reino de Dios (Romanos 8:18–30). Esto es mucho más grande que los sufrimientos del mundo presente que, como señala el apóstol Pablo, está sujeto a corrupción. No solo nosotros, sino toda la creación (que incluye, naturalmente, a la creación tecnológica) gime anhelando esa realidad futura. ¿De qué manera nuestra escatología influye en nuestra visión de la tecnología actual? La participación humana en la obra redentora de Dios por medio de la tecnología puede dar honra a Dios en sí misma. De este modo, los cristianos podemos difundir el aroma de Cristo en este mundo (2 Corintios 2:14–16). Los cristianos debemos buscar formas de que la tecnología lleve esperanza.
En resumen, la perspectiva cristiana en cuanto a la tecnología reconoce su potencial tanto para el bien como para el mal. Los cristianos somos llamados a utilizar la tecnología de forma que se corresponda con las enseñanzas de Jesús, promueva el amor por Dios y por los demás, y contribuya al bienestar de la sociedad. Es importante encarar la tecnología con sabiduría, discernimiento y una profunda comprensión de su impacto en los individuos, la comunidad y el mundo.