“¡El mundo nunca volverá a ser el mismo!». Por lo menos, fue lo que se dijo cuando la pandemia COVID-19 empezó. Un popular artículo publicado en 2020 advertía de que no se trataría de una «ventisca», ni siquiera de un «invierno», sino de una «pequeña edad de hielo», con importantes implicaciones a largo plazo.[1] Operation World también publicó un informe en el que se preveía un impacto preocupante de la pandemia del COVID para las misiones mundiales.[2] El informe anticipaba cambios significativos en el contexto sociocultural, el testimonio cristiano, la vida de iglesia, la movilización y el envío misioneros, y los medios de comunicación cristianos.
En todas estas áreas, ciertamente experimentamos «ventiscas» y quizás «inviernos», pero ¿qué hay de una «edad de hielo» a largo plazo? Dado que el COVID sigue activo, aún es prematuro dar una respuesta definitiva, pero me pregunto si una experiencia de «desierto» sería una mejor caracterización. Reflexionemos sobre las tendencias actuales y lo que hemos aprendido a través de la experiencia.
Pérdida de vidas
En primer lugar, debemos reconocer la trágica pérdida de vidas que afectó a familias, organizaciones misioneras y sus colaboradores. Los institutos bíblicos perdieron profesores, las iglesias perdieron pastores y las organizaciones misioneras, personal. Estas pérdidas tienen un impacto a largo plazo en el ministerio, y pueden pasar años antes de que las organizaciones se recuperen. Sin embargo, el temor a que desaparecieran comunidades enteras en lugares remotos sin atención médica no se materializó. Murieron muchas personas —y cada pérdida es trágica—, pero no en la medida prevista.[3]
Crisis económica
La pandemia ciertamente ha tenido un impacto significativo en la situación económica de personas, empresas y países. Los ejemplos más trágicos proceden de países en los que un gran número de jornaleros perdieron su fuente de ingresos. En los países más ricos, fueron los segmentos ya desfavorecidos de la sociedad los más afectados, pero incluso las grandes empresas sufrieron importantes pérdidas. Gracias a la resiliencia de empresarios en Oriente y a planes especiales de gobiernos en Occidente, fueron a la quiebra muchas menos empresas de las previstas, y muchas economías se están recuperando lentamente.
Aunque las organizaciones misioneras y las iglesias han sufrido un ligero descenso de donaciones, los mayores problemas financieros están relacionados con la inflación. En general, la mayoría de las organizaciones reciben donaciones suficientes para continuar con sus ministerios[4].
Contratiempos y avances
Los ministerios que sirven entre los pobres han sufrido importantes contratiempos. La atención sanitaria ha disminuido, los niños se vieron privados de escolarización durante varios años y puede que nunca vuelvan a sus clases, y la desnutrición ha aumentado. Se prevé que entre 75 y 95 millones de personas más vivirán en la pobreza extrema en todo el mundo, en comparación con las previsiones anteriores a la pandemia.[5] Además, los organismos de ayuda y desarrollo perdieron personal valioso porque hubo proyectos que en suspenso y cesaron los ingresos por esos proyectos.
Un resultado positivo de la pandemia es que creó una base más amplia para un desarrollo más ecológico, holístico y sostenible. Los valores de una buena atención sanitaria y el cuidado del medio ambiente han cobrado mayor importancia, y los programas tienden a ser más colaborativos y holísticos que antes. Sin embargo, pasarán años antes de que se resuelva la regresión causada por la pandemia.
Salud mental
La pandemia tuvo un impacto negativo en la salud mental de muchas personas. La experiencia de contraer y padecer el virus en sí, el miedo a esta enfermedad desconocida, el aislamiento en casa, la falta de contacto interpersonal, la imprevisibilidad de las normas y la incertidumbre sobre el futuro contribuyeron a un aumento de la depresión, el agotamiento y otros problemas de salud mental. Millones de personas aún padecen fatiga y otros síntomas debilitantes agrupados bajo la etiqueta de «COVID prolongado».[6]
Para muchos trabajadores de misiones era difícil abandonar el país en el que prestaban servicio sin saber cuándo podrían regresar. Un sentimiento de culpa se mezclaba con cuestiones de vocación y de la propia utilidad dentro de la misión de Dios. Para los trabajadores que pudieron quedarse, tanto continuar con su ministerio como encontrar formas de relajarse y socializar supusieron un reto. Para algunos trabajadores de misiones, estas tensiones crecientes se han traducido en problemas físicos y mentales a largo plazo que aún hoy influyen en su funcionamiento.
Cambios de personal
La pandemia confinó a muchos expatriados de organizaciones internacionales en sus países de origen. Incluso trabajadores interculturales autóctonos de lugares como Indonesia tuvieron dificultades para cruzar fronteras provinciales, y el acceso a comunidades rurales fue limitado. En muchos casos, estas restricciones en los viajes causaron grandes contratiempos y desánimo; sin embargo, también hicieron posible que el personal local aumentara su participación y liderazgo.
En la actualidad, los ministerios pioneros han visto regresar a la mayor parte de su personal expatriado al país de destino. Sin embargo, otros tipos de ministerios informan una disminución de la presencia de expatriados. Un número significativo de su personal fue desviado al ministerio dentro de su país de origen mientras permanecían allí durante el COVID. Otros aprendieron a continuar su ministerio de expatriados desde su país de origen. En general, COVID ha reducido la participación de expatriados y ha aumentado la apropiación local de los programas.
Dinámica de trabajo
Trabajar desde casa se convirtió en una norma nueva y duradera. La conectividad a Internet y las herramientas de colaboración en línea mejoraron rápidamente. Al mismo tiempo, las familias se esforzaban por combinar la escolarización, el cuidado de la familia y el trabajo desde casa, y las que tenían una conectividad limitada quedaban aún más rezagadas.
Por otro lado, muchos miembros del personal de misiones que ya trabajaban desde casa acogieron con satisfacción la mejora de la conectividad a Internet y las herramientas de colaboración: un recién nombrado Director General de una organización misionera internacional pudo formar un equipo diverso cuyos miembros estaban dispersos por todo el mundo, un departamento de recaudación de fondos aprendió a conectarse en línea con un conjunto mucho más amplio de simpatizantes y una conferencia sobre medios de comunicación y las Escrituras desarrolló una plataforma en línea que permitía a los trabajadores misioneros de bajo presupuesto participar desde casa. El trabajo en línea, a pesar de sus inconvenientes, se ha consolidado en el mundo de las misiones.
Hábitos de viaje
El COVID paralizó los viajes internacionales y nacionales al cerrarse las fronteras. Su influencia positiva en el medio ambiente fue notable y avivó el debate sobre el impacto humano en nuestro mundo. Quienes solían viajar con frecuencia apreciaron la mejora de su estilo de vida y bienestar. Cuando se reanudaron los viajes, los precios se elevaron y las normas y reglamentos sobre visados se volvieron muy engorrosos. Sin embargo, es posible que los viajes vuelvan pronto a los niveles anteriores al COVID[7].
En el mundo de las misiones, hoy vemos que se está produciendo un efecto de recuperación. Muchos equipos y redes internacionales están encantados de poder reunirse de nuevo cara a cara. Pero, a medida que aumenta la dificultad de obtener visados para algunos colegas de determinados países, y dado que reunirse en línea es mucho más barato y menos perjudicial para el medio ambiente, es posible que los líderes de las misiones no quieran volver a la cantidad de viajes previa al COVID que para ellos era, la mayoría de las veces, abrumadora. Queda por ver si efectivamente se establecerán hábitos de menos viajes.
La mayor consecuencia a largo plazo
Algunos han llamado a la pandemia la «gran igualadora». Otros discuten este epíteto, dado el efecto desigual que tuvo en las distintas razas y grupos de ingresos. Aun así, la pandemia desafió la visión común del mundo de que las catástrofes solo ocurren en los países en desarrollo. Italia se vio tan afectada como India, y Norteamérica tuvo una tasa de mortalidad superior a la de muchos países africanos. El hecho de que los ricos tuvieran que obedecer a sus gobiernos tanto como los pobres resultó chocante para muchos. El COVID disipó el mito de que todo puede ser controlado por el dinero y la gestión occidental, una verdad de la que el Sur Global ya era consciente[8].
En el movimiento de misiones, el COVID aceleró los debates sobre el dominio occidental. Los programas que seguían funcionando con una mentalidad de «de Occidente al resto» vieron cómo su impacto se reducía significativamente, mientras que los programas que habían adoptado un modelo de «de todas partes a todos» se vieron a sí mismos continuando y creciendo en la apropiación local. Aunque es difícil demostrarlo en este momento, es muy probable que la pandemia haya hecho que lo que Jay Matenga denomina «centrar lo local» sea una realidad más presente que nunca[9].
Pasos prácticos para abordar las consecuencias a largo plazo del COVID
A menudo Dios trae crecimiento a través de tiempos difíciles. Estas son algunas maneras en que podemos reflexionar y construir sobre nuestras experiencias del COVID:
Reconozca el dolor. Tómese tiempo para lamentar lo que se ha perdido: las personas que murieron o que todavía están sufriendo, las puertas que se cerraron y los contratiempos en el ministerio.
Localice. Celebre el aumento de «centrar lo local». Afirme y siga apoyando el aumento de iniciativas locales e iglesias, colaboradores y colegas nacionales que están tomando la iniciativa.
Prepárese para lo peor. Los expertos advierten que puede producirse una recesión económica mundial y que podría haber otra pandemia.[10] Haga que su ministerio dependa menos de fondos y personas del exterior.
Aproveche la tecnología. Las herramientas en línea permiten diversificar los equipos e invitar a una amplia diversidad de asistentes a las reuniones. Utilice la tecnología para que su ministerio sea más inclusivo.
Cuide la creación. Concientice más a su personal sobre el impacto de nuestro comportamiento (por ejemplo, los hábitos de viaje) en el medio ambiente y en las comunidades que servimos; introduzca cambios en los hábitos y prácticas.
Sea sensible a las necesidades sanitarias. Apoye a las personas con problemas de salud mental y problemas de salud a largo plazo relacionados con el COVID.
Planifique cíclicamente. La mayoría de los planes de las organizaciones son lineales (de uno a otro), mientras que deberían ser cíclicos (estar preparados para altibajos), con capacidad para hacer planes a medio plazo que se revisen periódicamente, para ser resilientes al riesgo.
Elogie. Además de tomarse tiempo para lamentarse, también es bueno contar las bendiciones. Muchos ministerios pudieron continuar al descubrir nuevas formas de trabajar eficazmente y permitir que el personal local asumiera más responsabilidades.
Lecciones del desierto
En lugar de pensar en el período del COVID como una edad de hielo o una tormenta de nieve, véalo como un desierto. Cuando los israelitas finalizaron su prueba en el desierto y cruzaron el Jordán para entrar en Canaán, Josué les hizo erigir piedras conmemorativas para señalar lo que había sucedido y lo que habían aprendido.
Podemos escoger limitar nuestro aprendizaje a pequeñas lecciones individuales, o podemos optar por utilizar la pandemia para abordar algunas cuestiones fundamentales sobre cómo enfocamos las misiones. No desperdiciemos este valioso tiempo de desierto y pidamos al Señor que nos guíe hacia la «tierra post-COVID».
Endnotes
- Andy Crouch, Kurt Keilhacker, and Dave Blanchard, ‘Leading beyond the Blizzard: Why Every Organization Is Now a Startup,’ The Praxis Journal, March 20, 2020, https://journal.praxislabs.org/leading-beyond-the-blizzard-why-every-organization-is-now-a-startup-b7f32fb278ff.
- Jason Mandryk, Global Transmission, Global Mission, Operation World, 2020, https://doi.org/10.1136/postgradmedj-2020-139070https://operationworld.org/publications/global-transmission-global-mission-free-ebook/.
- References were made to the Mexican Flu which wiped out large numbers of working-age people in some countries in 1918–1920. COVID-19 did increase the mortality rate by 19 percent, but the majority of those who died were over 65. See, for example: Liang Shu Ting, Lin Ting Liang, and Joseph M. Rosen, ‘COVID-19: A Comparison to the 1918 Influenza and How We Can Defeat It,’ Postgraduate Medical Journal 97, no. 1147 (May 2021): 273–74, https://doi.org/10.1136/postgradmedj-2020-139070.
- See, for example, this blog post which covers only the United States, but I have heard similar trends from other parts of the world: ‘Report Shows Donors Drop by 7% While Giving Amount Increases 6.2%,’ MinistryWatch, October 2022, https://ministrywatch.com/report-shows-donors-drop-by-7-while-giving-amount-increases-6-2/.
- It is recognised that the war in Ukraine is also influencing the increase in poverty. The numbers I quote here come from Daniel G. Mahler et. al, ‘Pandemic, Prices, and Poverty,’ World Bank Blogs, April 13, 2022, https://blogs.worldbank.org/opendata/pandemic-prices-and-poverty.
- There is still a lot unknown about Long COVID, but there is a broad recognition that many people are affected by it. See, for example, ‘The Impact of COVID-19 on Mental Health Cannot Be Made Light Of,’ World Health Organisation, June 16, 2022, https://www.who.int/news-room/feature-stories/detail/the-impact-of-covid-19-on-mental-health-cannot-be-made-light-of.
- The International Civil Aviation Organization’s Aviation Report shows that, as of December 2022, domestic travel in many countries is nearly back to pre-pandemic levels while international travel is catching up. See ‘Effects on Novel Coronavirus (COVID-19) on Civil Aviation: Economic Impact Analysis,’ International Civil Aviation Organization, January 27, 2023, https://www.icao.int/sustainability/Documents/Covid-19/ICAO_coronavirus_Econ_Impact.pdf
- A researcher from the University of Ottawa points out, for example, that the large donations from southern countries to other southern countries challenged the existing patterns and expectations: Stephen Brown, ‘The Impact of COVID-19 on Development Assistance,’ International Journal 76, no. 1 (March 2021), https://doi.org/10.1177/0020702020986888. It is similar to the observation the missiologist David Bosch made in his book Transforming Mission (Maryknoll, NY: Orbis Books, 2011) that the two World Wars made Europe fall from its pedestal in the eyes of many Africans.
- As head of the World Evangelical Alliance Mission Commission, Jay Matenga is promoting a mission framework that puts the onus on the local, indigenous church. See his article titled ‘Centring the Local: the Indigenous Future of Missions,’ 2021, https://jaymatenga.com/pdfs/MatengaJ_CentringLocal.pdf.
- See, for example, the warning from the World Bank: ‘Risk of Global Recession in 2023 Rises amid Simultaneous Rate Hikes,’ World Bank, September 15, 2022, https://www.worldbank.org/en/news/press-release/2022/09/15/risk-of-global-recession-in-2023-rises-amid-simultaneous-rate-hikes.