La actual revolución industrial creará una nueva clase social, “la clase inútil”. Y llega una juventud de países emergentes con cultura de esfuerzo y sacrificio con ganas de comerse el mundo.
¿Cuál será el impacto que se producirá en el ámbito laboral con el desarrollo de la automatización de la industria 4.0? ¿Cuáles serán las consecuencias ante este nuevo entorno VUCA? El término VUCA corresponde al acrónico anglosajón que define al mundo actual como volátil, incierto, complejo y ambiguo, es decir, sinónimo de un mundo acelerado, desconcertante, impredecible, y muy loco. No hay más que mirar alrededor y ver que se prevén cambios enormes, y cada vez somos más conscientes que estamos diciendo adiós a una etapa y otra nueva se está configurando a gran velocidad. La industria 4.0 o la era digital. Los cambios que se prevén son tan profundos, que las reglas de juego han cambiado y la sensación que tenemos, es que aún van a cambiar más y tendremos que aprender a adaptarnos. Sin embargo las implicaciones son diversas, y al menos dos son de especial importancia. La primera corresponde al impacto que supondrá respecto a la empleabilidad de las personas a lo largo de su vida laboral. Y aunque nadie lo puede predecir con exactitud ya podemos oír voces que vaticinan un escenario preocupante. Por citar algunos ejemplos, la Universidad de Oxford afirma que el impacto será tan determinante que prácticamente en 20 años se producirá una disminución de un 47% de los puestos de trabajo relacionados con la industria. Otros como la consultoría GARTNER, prevé que las máquinas realizarán en 10 años, 1/3 de los trabajos que ahora hacen los humanos. Esta revolución conllevará a la aparición de una nueva clase social, alguno ya la ha denominado como “la clase inútil”. Es decir, de la misma manera que la revolución industrial del siglo XIX creo la clase urbana “el proletariado” y giraba todo entorno a esta clase, en el siglo XXI las nuevas tecnologías podrían crear una nueva clase denominada “inútil”. ¿Cuál será su impacto? Es difícil prever el impacto social y psicológico que provocará la aparición de esta nueva clase de gente sin capacidad de poder desarrollarse en el ámbito profesional. El segundo impacto en que ya nos encontramos inmersos es la actual evolución de la distribución de la riqueza. Países emergentes como India, Irán, Pakistán, Vietnam, etc., muestran a una juventud que, a diferencia del Occidente, está acostumbrada al esfuerzo y al mismo tiempo es instruido por un sistema educacional basado en el sacrificio. Y sobre todo con hambre de comerse el mundo. Esto supondrá una clara desventaja competitiva para nuestros jóvenes occidentales. Por lo tanto: “¿Cuál es la situación en la Iglesia y cómo ésta podría contribuir para revertir las consecuencias del mal en esta área concreta? En primer lugar es muy importante formar y entrenar a pastores y ancianos para que puedan entender y atender a la diversidad generacional teniendo en cuenta las necesidades que tienen cada una de ellas. En nuestras iglesias nos encontramos con cuatro generaciones de creyentes: los “baby boomers”, la generación “X”, la generación “Y” y la generación “Z”. Todas ellas están compuestas por personas con necesidades diferentes, y con un contexto educativo, social y laboral muy distinta, por lo que se requerirá otros enfoques a la hora de atender algunos ministerios. Por otro lado la velocidad del cambio de la tecnológica es tan grande y tan acelerada que en dos décadas vamos a ver más cambios que las que se han producido en dos milenios, esto supone: La necesidad de plantearnos qué problemas éticos deberemos de afrontar y dar respuesta, y para ello se requerirá más formación bíblica a través de cristianos “expertos” en estas materias (foros, publicaciones, encuentros…). Al mismo tiempo, debemos de saber utilizar de forma adecuada las redes sociales como una herramienta más de evangelización, permitiéndonos mayor presencia y visibilidad (Google, Facebook, etc…) para alcanzar aquellas personas que a través de las redes, expresan sus inquietudes espirituales. Ante la necesidad de entender cuáles son las implicaciones de un entorno cambiante, necesitamos ahora más que nunca aunar los esfuerzos del pueblo evangélico creando redes de apoyo y de intercambio de experiencias, y relaciones con los diferentes stakeholders (políticos, medios de prensa, entidades sociales, etc.). De ahí la importancia de fomentar grupos profesionales cristianos, con el fin de que todo cristiano viva su profesión conforme a los principios bíblicos y como campo de misión, como también de grupos de empresarios y directivos cristianos que promuevan una perspectiva bíblica acerca del entorno empresarial y laboral. Ante el peligro de que nuestros jóvenes formen parte a este grupo de “inútiles”. Fomentar en primer lugar la importancia de aplicar la “excelencia” tanto en su ámbito educativo como profesional a través del discipulado. Desarrollar sus dones y capacidades mediante la participación en proyectos misionales o ministerios eclesiales, y fomentar el ser imitadores de Jesús como parte de su identidad como cristianos. Somos llamados a desarrollar aquellos dones que Dios nos ha dado, esto supone implementar programas de discipulado y de mentoring que nos permita desarrollar y entrenar el talento, tanto para el ministerio en el ámbito eclesial, como en el contexto laboral. Para ello será necesario identificar y entrenar a futuros mentores que con madurez espiritual y con experiencia profesional puedan ofrecer orientación a las necesidades del discípulo. Crear más grupos de discipulado o células de hogar que de forma sistemática puedan orar juntos y compartir sus inquietudes laborales bajo una perspectiva bíblica. Por último destacar la necesidad de Implementar grupos de intervisión, es decir grupos cristianos de un mismo nivel profesional que se reúnen para analizar un problema o dilema del ámbito de la empresarial y que a través de los diferentes puntos de vista, reciban una bajo una perspectiva cristiana una visión más amplia para la toma de decisiones.