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III (5) El Amor alcanza a los pueblos dispersos

Juan Blake 05 Mar 2013

Dos preguntas clave… ¿Se puede amar y no evangelizar? ¿O se puede evangelizar sin amor?

Nunca olvidaré aquella noche: eran las 3.30 de la madrugada y aún estaba totalmente despierto, no podía dormir… Por fin me levanté y fui al dormitorio de mis padres, y dije, “¿Papá, estás despierto?” No sé si yo le desperté o no, pero él dijo, “Sí estoy despierto.”

Entonces le expliqué: “Ya sabes que mañana salgo para el servicio militar y puede ser que no vuelva a casa por dos años…” Era durante de la guerra en Corea, y yo iba para ser entrenado y servir en aquel país.

“Bueno –dije- yo no puedo marcharme de casa sin tener la seguridad de tu salvación eterna”. Qué alivio y qué alegría cuando me aseguró que sí, que él había recibido a Jesús como su Salvador. Entonces el oró conmigo, la primera vez en mi vida; yo ya tenía 20 años. Y es que antes de aquella noche, mi padre no había dado ninguna evidencia de ser creyente.

Con esto hago lo que para mí personalmente son dos preguntas clave… ¿Se puede amar y no evangelizar? ¿O se puede evangelizar sin amor?Puede que esto suene obvio y sencillo, pero, en la práctica ¿cómo vamos? Si no tengo claro el amor y la urgencia de alcanzar a “los míos”, ¿tiene sentido que esté muy preocupado por los pueblos dispersos?

El apóstol Pablo muestra el modelo más llamativo en Romanos, en el capítulo uno. Demuestra su carga por la gente que escuchó el evangelio en Jerusalén, en Pentecostés, y volvieron a Roma, o luego llegaron a vivir allí. Pablo dice, pronto estoy para ir a vosotros. Ya, con urgencia, con la carga de asegurar su salvación y crecimiento.

Luego en 9.1: “…tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne.” Pablo tenía claro lo que dijo Jesús, “el que no cree ya ha sido condenado…” (Juan 3.18).

Yo pongo en duda la claridad de la salvación o la madurez espiritual de algunas personas que profesan ser Cristianos, nacidos de nuevo, transformados con nueva vida y la salvación eterna, pero no tienen ninguna preocupación por sus parientes, amigos o vecinos que sin Cristo están condenados al castigo del infierno, la separación eterna de Dios. Con la claridad del destino de mis parientes, y todos los no creyentes, sin Cristo, el paso siguiente sería atender al mandato de Jesús de preocuparme de que el evangelio llegue a toda criatura, a todo ser humano.

 

Ahora, ¿quién es mi prójimo?¿Quiénes son los pueblos dispersos? No sería raro que tus vecinos de enfrente sean “dispersos”. No hay que cruzar el mar ni la frontera para encontrar gente fuera de su contexto o ambiente de nacimiento, de origen. Es fácil que hasta muchos de los 200 millones de personas en el mundo, que están lejos de sus países o lugares de origen, estén en tu propia ciudad, muy necesitados y abiertos al amor de Cristo que está en cada creyente verdadero.

¿Cómo sería el amor a los Pueblos Dispersos?¿Has oído alguna vez a un hermano en la fe lamentándose de que murió un pariente o un amigo a quién el hermano había pensado que a él le tocaba compartir la buena nueva de la salvación, pero por ir demorándolo, de repente se murió el amigo o pariente, sin haber oído el evangelio?Luego imagina el sentido de culpabilidad.Dando por supuesto que el amor preocupa por las necesidades físicas y materiales, en el fondo ¿no es tan o más urgente su estado en cuanto a la eternidad?

Seguimos con Juan en su primera Epístola, “…el que dice que está en Cristo debe andar como el anduvo… No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y verdad… Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con… Jesucristo.” Y “…el que guarda su palabra, en ese verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado.”

Resumiendo, según la palabra de Dios, la persona que dice que cree en Jesús debe amar a otros. Dicha capacidad de amar procede de Dios viviendo en el creyente y le mueve a compartir su fe a otros.

¡Ojo, la conducta cuestionable sin el amor al prójimo puede cerrar sus oídos totalmente a la buena nueva de nuestras palabras!¿Recuerdas? “…si hablase lenguas angélicas y no tengo amor…” mis palabras serían, un sonido molesto, irritante. ¿El apóstol Pablo estaba exagerando cuando dijo, si tuviera entendimiento de todo, si tuviera fe para mover montañas, y aunque sacrificara y diera todas mis posesiones al necesitado, sin amor, nada soy? Piénsalo, toda esta lista de cosas importantes y NADA SOY.

Conclusiones… el resto del capítulo 13 de 1ª Corintios enseña que el amor de Cristo nos motiva a suplir las necesidades de la gente alrededor de nosotros. Pero, ¿Hay alguna necesidad más urgente que la salvación eterna? ¿Quién sabe cuándo va a morir?

Y ¿quién es mi prójimo? En la 1ª Epístola de Juan 3.18 se ve otro factor del amor Cristiano, que me trae a la memoria un poema que aprendí de memoria en Inglés hace 50 años.

“Prefiero ver un sermón que oírlo… Prefiero que uno ande conmigo en lugar de sólo señalar el camino… Tus palabras muchas veces me son confusas, pero tu ejemplo es siempre muy claro, fácil de seguir…”

Otro dicho “fuerte y claro”… “tus acciones hablan tan fuerte, que no puedo oír lo que me dices…”Bueno ya sabemos… el amor es fruto del Espíritu. A medida que vayamos poniendo muerte al yo, estaremos llenos del Espíritu y el amor de Dios irá perfeccionándose en nosotros.

¿A quién le toca llevar la buena nueva de perdón, paz, seguridad, salvación y esperanza a los pueblos dispersos?

¿Estás haciendo tu parte?¿Estás dispuesto a aprender cuál es y cómo hacer tu parte? “No digas, aun faltan cuatro meses para la cosecha… Mirad los campos, porque ya están blancos para la cosecha” (Jesús).

Y quedan allí los 200 millones de personas dispersas esperando el amor y esperanza.

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