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El arte como motor de una sociedad restaurada

Noa Alarcón Melchor 11 Jun 2017

Sin entender el verdadero sentido de la creación artística en el plan global de la Creación de Dios, se corre el peligro de convertir el arte en otro medio más de propaganda evangelística.

Una de las conclusiones del encuentro del Movimiento de Lausana en España, llevado a cabo en noviembre del año pasado, fue la necesidad de reconciliar a la iglesia con la cultura y el arte. Una iglesia que quiera ser relevante no puede ignorar esta delicada área de la sociedad, pero a los protestantes españoles, por varias razones, esto nos cuesta especialmente. No tenemos problemas a la hora de hacernos eco y desarrollar temas que tienen que ver con cuestiones como la justicia social o el desarrollo de las comunidades problemáticas, e incluso entendemos la necesidad de tener una relación buena y sana con la política (y los políticos). Sin embargo, el arte y la cultura sigue siendo un terreno de difícil acceso. Hay varios motivos para ello, y vamos a hablar de unos cuantos que se trataron en el encuentro, y también de algunas de las soluciones que se plantearon. No es que la iglesia protestante no quiera saber nada del arte y la cultura: es que ese desapego es algo propio de la cultura española y, como iglesia en este contexto social, nos hemos apropiado de esa relación tortuosa, además de acrecentarla con ideas de cosecha propia. Aunque España es un país que rebosa de arte, historia y cultura, no es que exista un fuerte sentimiento nacional de protección o de admiración, salvo aquel que nos puede servir como excusa para promocionar el turismo. A veces el arte y la cultura solo se perciben como un medio más de hacer negocio; y en los últimos tiempos ha habido sonados casos de negligencia sobre monumentos históricos debidos, principalmente, a una carencia extendida de formación cultural. Por un lado, desde los diferentes gobiernos (el nacional y los autonómicos) el arte se considera una herencia histórica a conservar meramente por cuestiones económicas, pero no como un motor actual para el desarrollo de la sociedad. Al mismo tiempo que se guardan y se vigilan los restos antiguos, se desprecia a los nuevos artistas subiendo los impuestos, cerrando programas universitarios o ignorando al colectivo, en gran medida. Hay una parte importante de la sociedad que sigue creando arte y cultura hoy en día y se encuentra con muchas dificultades para ser conocidos y apreciados. Se buscan maneras de eliminar de los programas de estudio de primaria y secundaria asignaturas básicas para la formación artística y estética como pueden ser Filosofía, Música o Historia del arte. Mientras que en los países de nuestro entorno la formación en Humanidades es fundamental para el desarrollo del país, en España sigue habiendo una deuda histórica con ello. La España moderna tiende a estar posicionada en dos polos opuestos: por un lado, la exaltación histórica, y por otro lado el pragmatismo de la supervivencia económica. Si hace dinero, es valioso; si no, cualquier expresión artística o cultural cae inmediatamente en un terreno de dudosa credibilidad. Hay una parte de la esencia de la iglesia protestante española que, puesto que vive y se desarrolla en este país, se impregna de ese mismo desapego. Pero hay varias cuestiones que hacen esa separación aún más profunda: 1. Históricamente, la iglesia protestante en España se ha caracterizado por identificarse siempre en oposición a la iglesia católica. Sin que esto sea del todo negativo (las diferencias son importantes y no se deben menospreciar), sí que ha creado la sensación en nuestro imaginario de que, puesto que “nosotros los protestantes” no somos “ellos los católicos”, nada de la herencia artística española vinculada al catolicismo tiene que ver con nosotros. No obstante, es una posición peligrosa; España ha sido siempre un baluarte del catolicismo, y el país está lleno de sus restos: desde catedrales hasta pinturas religiosas, desde obras literarias hasta música sacra. Hay un monto insuperable del arte patrio que está pasado por el tamiz del catolicismo, y los protestantes tienden a desentenderse como si nada de eso fuera con ellos. 2. De este primer punto se deriva el segundo: puesto que parte del ideario protestante era marcar bien la diferencia con respecto a los católicos, la propia arquitectura o decoración de los templos protestantes ha tendido hacia la austeridad; a veces una austeridad radical. El concepto bíblico (y positivo) de que la iglesia son las personas, propio de la personalidad protestante, desacertadamente tendió a ponerse en práctica en un rechazo a cualquier expresión artística y estética. ¿Qué puede la iglesia española aportar a la sociedad con respecto al arte y la cultura? La verdad es que mucho más de lo que se imagina. La mejor propuesta, la más factible ahora mismo de todas las que se presentaron en el encuentro del Movimiento de Lausana del pasado diciembre, no es lo más obvio. Se podría pensar que incluyendo la labor de los artistas locales en la vida de la iglesia bastaría, pero al final, sin un enfoque adecuado, puede ser poco producente. Las razones son las que expusimos antes: sin entender el verdadero sentido de la creación artística en el plan global de la Creación de Dios, se corre el peligro (como ha venido ocurriendo a menudo, lamentablemente) de convertir el arte en otro medio más de propaganda evangelística. En vez de respetar la libertad creativa, en muchas ocasiones se ha instado a los artistas (de diferentes disciplinas) a que fueran más “explícitos” en cuanto a su motivación cristiana. Así que la mejor propuesta por la que empezar es también la que, en realidad, más puede aportar a la sociedad española: volver a apreciar el arte y la cultura desde su verdad profunda, como algo que pertenece a la imagen de Dios en nosotros. Los cristianos artistas entienden que, al relacionarse con el mundo a través del arte, son capaces de mostrar el carácter de Dios y la verdad del evangelio de una forma mucho más profunda e impactante, de un modo que va mucho más allá del mero esfuerzo evangelístico: hacer arte, prestarle atención al arte, es ser humanos en toda la expresión del término, tal y como fuimos creados. El arte habla de la recreación de una realidad que apunta a la belleza y a la bondad; y también el arte, como denuncia o como reflejo de la realidad social, apunta al mal, al desorden al que estamos sometidos por el pecado. Desde un lado o desde el otro apuntamos a la verdad profunda que hay detrás, a la Creación primigenia de Dios, que lo hizo todo bueno, a la pérdida de la inocencia, a la entrada en el mundo del mal y la corrupción por el pecado y a la solución definitiva que representa Cristo. El arte, en su máxima y libre expresión, es una forma de narrar y mostrar la verdad de fondo que gobierna el mundo. Vivimos en un país donde se ignora esta dimensión de la realidad que nos rodea, donde cada vez caemos más en el puro pragmatismo, en apreciar cualquier cosa solamente en función de si se puede sacar provecho de ella. La crisis, además, ha agravado esta brecha. Una de las propuestas del encuentro, quizá la más humilde, fue incluir cierta clase de formación artística en los programas universitarios de Teología. A pesar de que el término “humanista” está muy denostado en ciertos círculos evangélicos, la idea es que haya una parte (aunque sea pequeña) de formación en humanidades: historia del arte, filosofía o música más allá de lo meramente necesario para el desarrollo cúltico de las iglesias locales, como una parte más de la formación global y necesaria de los futuros teólogos y pastores, algo que les sirva como recurso para enriquecer su vida y la de aquellos con los que vayan a tratar en un futuro. De ahí se derivaría que hubiese una pedagogía verdaderamente bíblica de lo que significa el arte para la humanidad: simplemente entendiéndolo a la luz de la Biblia y haciendo difusión de esa perspectiva ya se estaría dando un gran paso adelante. Esto se puede hacer desde los púlpitos o planteando estudios bíblicos que enfoquen el tema de una manera global y clara. De hecho, sucede que, en cierto modo, una parte de la iglesia evangélica sí está ayudando a entender la importancia de educar la sensibilidad artística de las personas como parte de la vida en abundancia de la que nos habló Cristo. Debido a la presencia constante de la música en nuestras reuniones dominicales, es tendencia que los niños y jóvenes de familias evangélicas estudien música en un porcentaje mucho mayor que en familias que no provengan de un entorno protestante. Eso, en definitiva, es riqueza para la persona y para su comunidad, mucho más allá de la utilidad para el periodo de alabanza de los domingos. La idea que se propuso desde el Movimiento de Lausana es aplicar esa misma perspectiva a otras áreas del arte y la cultura. En el área musical una parte del protestantismo español realmente contrarresta la tendencia de la sociedad a tomarse la formación musical como un accesorio menor. Podemos seguir adelante en esa línea en muchos otros aspectos.

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