El gran problema de la vida pública en España es que a quienes les debería importar la verdad no les importa, sino defender su estatus quo, sus intereses, su cuota de poder.
“El engranaje que forman el gobierno, el mundo de los negocios y el mundo académico tienen una gran influencia en los valores de cada nación y, en términos humanos, definen la libertad de la Iglesia”.
Esto afirma el Documento de Lausana 3, que anima a participar en tres áreas. Este artículo es un intento de cómo aplicar a España cada uno de estos aspectos, de manera muy práctica, con sus desafíos y oportunidades.
A) Involucrarse activamente en estas esferas, tanto en el servicio público como en la empresa privada, a fin de formar los valores sociales e influenciar en el debate público. Creo que en este campo el mayor problema y error es que se confunde a menudo el “involucrarse activamente” con “santificar” la vida pública. En este sentido, que los valores de la justicia social, los Derechos Humanos, la honradez, la misericordia y una ética correcta del trabajo surjan en la sociedad es parte de nuestra misión en cuanto a la verdad. Pero esto no significa “cristianizar” la vida pública, en la que siempre coexistirán muy diferentes posturas. Lo que sí debemos es defender la verdad de Jesús, no negar nunca su mensaje y su ética en todos sus aspectos. Ejemplos bíblicos de lo dicho son José, hijo de Jacob, en la corte del idólatra Faraón de Egipcio, Daniel con los déspotas Nabucodonosor, Ciro y Darío -asesorando a estas autoridades que se creían “dios” y actuaban como tales frecuentemente para mal-, y por último Esther y Mardoqueo con Jerjes, otro monarca absolutista de su tiempo. Otro aspecto serían las enormes dificultades que un cristiano seguro que tendrá con posturas genuinamente bíblicas en un partido político o entidad pública actuales. Menos en entidades locales. Los mismos personajes bíblicos mencionados son un buen ejemplo de que a veces el precio a pagar es el riesgo muy real de ser expulsados, marginados, e incluso echados a los leones. Pero es innegociable renunciar a los principios éticos cristianos en cuanto a ideas y conducta.
B) Luchar contra la corrupción, siempre ligada a la mentira y las tinieblas. Creo que la mejor forma es empezando por la propia casa. Siempre es fácil señalar lo que está mal a nuestro alrededor, pero la lucha contra la corrupción (y cualquier mal social) debe empezar por lo más cercano. Por ejemplo, no se debería justificar la obra social como mano de obra barata para hacer caja, habría que pagar las deudas por cancelaciones de contratos y eventos, no convertir la predicación del Evangelio en los medios de comunicación o las iglesias en un negocio que finalmente sólo sirve para mantener la propia organización, y no vender la verdad del Evangelio en forma de silencios o complicidades a cambio de algo de reconocimiento o de dinero que nos ofrezcan las entidades públicas o privadas. Y finalmente, no se debe consentir por activa o pasiva los casos de claro abuso de poder y maltrato tanto eclesial como familiar. No afirmo que estas lacras sean una generalidad en cuanto a pueblo cristiano evangélico en España, pero sí que existe y esto afecta nuestra capacidad de denuncia de la corrupción y defensa de la verdad como instituciones evangélicas, porque la propia Palabra dice que el juicio de Dios debe empezar por su propia casa. Por supuesto otro aspecto bien distinto y en el que todos estamos inmersos es denunciar, oponerse y actuar contra cualquier tipo de corrupción allá donde estemos. Creo que en este sentido los creyentes deberíamos entender que es parte de nuestra misión integral.
C) Que los académicos cristianos contemplen una carrera a largo plazo en la universidad secular, para enseñar y desarrollar su disciplina a partir de una cosmovisión bíblica, a fin de influenciar en su campo de acción, sin descuidar el mundo universitario.
D) Ser personas y entidades fiables y de referencia. No esperemos que lo haga otro. El gran problema de la vida pública en España es que a quienes les debería importar la verdad no les importa, sino defender su estatus quo, sus intereses, su cuota de poder. Ya pocos se fían de las sentencias de los jueces, de las afirmaciones de los líderes políticos, o de la información que difunden los medios de comunicación. A veces casi nos preguntaríamos, como Pilatos ante Jesús, ¿qué es la verdad? La diferencia es que no podemos lavarnos las manos, abandonando nuestro lugar y responsabilidad ante Dios y los hombres. Como dijo Martin Luther King el gran pecado y culpa no es la maldad de los hombres perversos, sino el silencio de los hombres buenos. En esta situación cobran gran importancia las referencias fiables, es decir, aquellas a las que damos por experiencia y trayectoria mayor crédito a su información y opinión. Ahora bien, ¿cuántas entidades y personas fiables -y por lo tanto confiables- hay en el entorno evangélico español? Sólo añadir que es evidente la falta de posicionamiento público ante los grandes problemas de nuestra sociedad, así como de las cuestiones candentes de la Iglesia universal de Cristo, limitándonos a principios sin duda importantes, pero muy generales.
POR TODO ELLO NECESITAMOS:
1.- Ante todo, estar bien informados, tanto de lo “secular” como de lo “religioso”.
2.- Reflexionar y tener ideas claras de cómo se aplican a nuestro tiempo los principios eternos de la Palabra de Dios, sabiendo distinguir los principios de su aplicación contextual.
3.- No limitarnos a clichés simplistas, por ejemplo el tema provida limitado a decir no al aborto (algo que sin duda debemos decir) mientras que la vida del ya nacido no despierta en general el mismo compromiso e interés.
4.- No callar ante la verdad incómoda o que nos genera problemas. En especial la cuestión de la ideología de género. Incluso ante su presencia dentro de la iglesia evangélica en España que es un silencio a voces, y que sólo el Consejo Evangélico de Madrid se ha atrevido a afrontar.
3.- Ser sabios a la hora de tratar estas cuestiones: Cuando haga falta ser todo lo contundentes que sea necesario (Jesús lo fue especialmente con fariseos religiosos y mercaderes de la religión). No “entremos al trapo” en todos los frentes que tengamos abiertos (Jesús supo eludir el choque frontal en la cuestión del tributo al César, sin negar la verdad puso a todos en su sitio: otro principio, no tenemos que aliarnos de forma incondicional con nadie, la verdad está por encima de partidismos familiares, amiguismos, grupos de presión o partidos políticos).
4.- Ser realistas y prácticos. El mundo y la Iglesia están llenos de grandes teóricos que enseñan lo que no hacen, o verdades que nunca se llevan a la práctica. José dio de comer a su familia, su pueblo, y toda la naciónde Egipto; Esther y Mardoqueo salvaron a los judíos de ser exterminados en Babilonia; Esdras y Nehemías reconstruyeron el Templo y las murallas de Jerusalén; y Jesús revolucionó su tiempo y hasta hoy llega su influencia y el poder de su mensaje.