Global Analysis

El evangelio completo y la organización comunitaria

transformar la vida en toda su plenitud

Alexia Salvatierra May 2023

Cuando mi hija estaba en la escuela secundaria, trajo a casa a una amiga que se había criado en un hogar sin ninguna afiliación ni formación religiosa.[1] La chica me dijo: “Tengo cierto interés en Jesús, pero solo si realmente hace una diferencia en el mundo”. Me impresionó su declaración por dos razones. En primer lugar, creo que esa afirmación contiene el clamor de su generación. Solo algo más de la mitad de los residentes de EE.UU. de entre 20 y 30 años se identifican como cristianos; una de las razones de este descenso en comparación con las generaciones pasadas es su percepción de la iglesia como crítica e hipócrita, no conocida por marcar una diferencia positiva en su sociedad o por responder con amor a los pobres y marginados.[2]

La segunda razón por la que me impactó su declaración tiene que ver con mis propio trasfondo y experiencia. Yo también crecí en un hogar sin afiliación ni formación religiosa. Mis abuelos llegaron a Estados Unidos procedentes de México y Ucrania; formaban parte de los movimientos contrarios a la iglesia en sus respectivos países. Conocí a Jesús como Señor y Salvador en el Movimiento Jesús de la década de 1970. En ese movimiento, me presentaron a un Jesús que salva nuestras almas para el cielo. Fue solo poco a poco a lo largo de los años que llegué a comprender que Jesús nos promete tanto vida eterna como vida abundante.

Tenemos un Salvador que transforma a la persona toda, en la familia toda, en la comunidad toda, en el mundo todo. El evangelio completo incluye la proclamación y la demostración del poderoso amor de Dios en Jesucristo, el Señor del Universo.

¿Qué entendemos por transformación?

Para muchos en el Norte Global, la promesa de vida abundante se limita a vidas individuales, que a su vez pueden afectar a otras vidas individuales. Por el contrario, la cosmovisión bíblica ve a los individuos en el contexto de comunidades. En Jeremías 29, los exiliados son llamados a trabajar por el shalom de su comunidad porque el bienestar de sus familias depende del bienestar de su comunidad. En Isaías 65, se nos ofrece una hermosa visión de una comunidad que experimenta la vida en abundancia. No habrá más llanto porque la gente disfrutará de una larga vida. Construirán casas y habitarán en ellas, plantarán viñedos y comerán sus frutos, disfrutando de los resultados de su propio trabajo. Nadie podrá arrebatarles sus casas ni sus granjas. Sus hijos no les serán arrebatados ni serán condenados al infortunio.

¿No queremos todos vivir en una comunidad así? Para quienes han sufrido violaciones y violencia, esa hambre es especialmente intensa. En El Evangelio en Solentiname, una colección de transcripciones de estudios bíblicos realizadas por Ernesto Cardenal en una comunidad cristiana de base, un joven que lee el Magníficat por primera vez comenta: «Los hambrientos van a comer». ¡Qué buena noticia para alguien cuyo fruto del trabajo ha sido explotado por el terrateniente feudal y cuyos hijos han sufrido hambre y desnutrición![3]

Sin embargo, observamos que, en comunidades de todo el mundo, incluso en países con líderes cristianos, esta visión de shalom no se ha hecho realidad. Las personas en situación de pobreza mueren prematura, innecesaria e injustamente. En 1986, cuando era misionera en Filipinas, trabajé como capellán en dos hospitales separados por una milla. El National Children’s Hospital (NCH) atendía a los hijos de las familias más pobres de la ciudad. El St. Luke’s Hospital estaba gestionado por la iglesia anglicana y ofrecía un servicio de excelente calidad principalmente a familias de clase media y alta. Un día, mientras visitaba a los pacientes del NCH, un médico se me acercó y me pidió ayuda para dar la noticia a una familia de que su hijito probablemente iba a morir. El niño tenía neumonía, que normalmente se cura con antibióticos. Sin embargo, era alérgico a la penicilina, el único antibiótico disponible en este hospital. A una milla de distancia, en St. Luke’s, un hospital cristiano, había veinte antibióticos diferentes disponibles para quienes pudieran pagarlos. Al no estar entre los que podían pagarlos, el niñito murió. La muerte de ese niño fue prematura, innecesaria e injusta.

¿Qué hacemos con la brecha?

Hay una brecha entre nuestra realidad y la promesa de Dios, entre las vidas que vivimos y la visión de la vida comunitaria abundante que Dios quiere para su pueblo. ¿Qué hacemos ante esta brecha? Creo que es una cuestión de mayordomía.

¿Qué dio Jesús? Dio su tiempo, sus dones, su energía, su corazón. Al final, dio su vida, todo lo que tenía que dar. Si queremos seguirlo, debemos hacer lo mismo. El llamado del amor no se limita a un conjunto específico de actividades. No solo estamos llamados a amar con el corazón, sino también con la mente. Debemos amar de la forma más inteligente y eficaz posible. En el proceso, debemos reconocer la verdad de las palabras que Jesús pronunció en Juan 14:12: «Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre». Jesús no tenía acceso a antibióticos. Nosotros sí. La medicina moderna, así como la ciencia en la que se basa, es un buen don. Todos los dones buenos proceden del único Dador. ¿Cómo utilizamos todos nuestros dones al servicio del amor de Cristo?

Cuando vemos a una persona hambrienta, el amor nos obliga a responder. La primera respuesta, y la más natural, es compartir nuestra comida. En el lenguaje de las ciencias sociales, llamaríamos a esto servicio directo. Sin embargo, sería más inteligente y eficaz «enseñarles a pescar». Esto suele denominarse desarrollo individual. En algunas circunstancias, puede ser incluso más eficaz «pescar juntos»: desarrollo comunitario. Por supuesto, si llevamos nuestras cañas de pescar al río y nos encontramos con un muro que impide la entrada, no basta con saber pescar. Debemos poder acceder al río. Las barreras a los recursos que podrían acabar con el hambre suelen ser creadas o reducidas por decisiones públicas. Las decisiones privadas afectan nuestra vida personal. Las decisiones públicas afectan nuestra vida común, nuestra vida juntos. ¿Puede un niño pobre ir a la escuela? Si los tomadores de decisiones públicas deciden que las escuelas estarán disponibles a un precio que todos puedan pagar, entonces ese niño podrá recibir educación.

La cuestión de la mayordomía es si tenemos un papel en el proceso de toma de decisiones públicas. Una democracia es un sistema de gobierno en el que todos tienen voz en este proceso. La incidencia política es el proceso de influir en los responsables de la toma de decisiones públicas para exigirles que rindan cuentas, de modo que tomen decisiones que aumenten el bienestar de toda la comunidad. Organización comunitaria significa reunir a la gente para unir sus voces y su influencia a la hora de abordar a los tomadores de decisiones públicas.

Después de vivir en Filipinas bajo la dictadura de Ferdinand Marcos, me di cuenta de que apreciaba profundamente los dones de la democracia. A menudo no reconocemos que necesitamos ser buenos mayordomos de esos dones. Los enterramos en lugar de utilizarlos para los propósitos de Dios. Incluso en los países que carecen de un sistema democrático, a menudo hay formas en que la gente puede reunirse para expresar sus preocupaciones que repercutirían en sus dirigentes. Todas estas respuestas prácticas pueden demostrar el amor de Cristo a los no creyentes, utilizando las herramientas adecuadas en el contexto en el que nos encontremos.[4]

Conclusión: Una historia de compasión cristiana

Me gustaría terminar con una historia que ilustra cómo diferentes actividades pueden expresar y comunicar el amor de Cristo. Esta historia multifacética se centra en una respuesta cristiana a la pobreza. Podríamos contar historias similares sobre respuestas cristianas a diversos ámbitos de sufrimiento comunitario, como los inmigrantes y los refugiados, la discriminación contra las mujeres y las minorías, el encarcelamiento masivo y la destrucción del medio ambiente.

Hace unos años, formé parte de un equipo que dirigía un ministerio con personas sin hogar. Les ofrecíamos un lugar seguro en la iglesia para que vinieran por las tardes, asistieran a un estudio bíblico, tomaran algún refrigerio sencillo, encontraran una presencia afectuosa y se sintieran como en casa. En Nochebuena, organizamos un tiempo para cantar villancicos. Esa noche participó en la actividad una nueva familia sin hogar: un padre y una madre con sus dos hijos pequeños. Habían estado durmiendo en su coche y hacía frío. Me preguntaron si podía ayudarlos a encontrar un lugar donde pasar la noche. Llamé a todos los refugios de emergencia que encontré y estaban todos llenos. Llamé a mis compañeros de casa y se negaron a que trajera a más personas sin hogar. Tuve que enviarlos al frío. He leído Mateo 25 y sabía a quiénes estaba enviando. Sentí un grito en lo más profundo de mi ser: “No, esto no está bien”. A la semana siguiente, empecé a llamar a todas las iglesias de nuestro barrio para ver si podíamos trabajar juntos en una respuesta al problema. Al colaborar, pudimos crear un refugio de emergencia rotatorio, que pasaba de una iglesia a otra cada noche, y duplicar el número de camas de refugio de emergencia disponibles en nuestra ciudad. Fue un hermoso testimonio del amor de Cristo. Sin embargo, seguía siendo un servicio directo. Estábamos haciendo algo para la gente, no con ella (no aprovechábamos su energía ni sus dones), y era temporal.

Unos años más tarde, ideamos un enfoque más inteligente. Creamos un grupo central de capellanes entre las personas sin hogar. Trabajaron con voluntarios de las iglesias para diseñar proyectos que marcaran la diferencia en las vidas de los sin techo de nuestra comunidad. Arreglamos un par de casas en una zona pobre de la ciudad y las convertimos en viviendas asequibles. Las personas sin hogar mismas participaron en el proceso de reparación de las casas y en la gestión del programa. Fue un testimonio aún más hermoso del amor y el poder de Cristo. Sin embargo, en la celebración de inauguración de esas casas, me di cuenta de que solo estábamos proporcionando viviendas asequibles a unas veinte personas, y que diez mil personas seguirían sin hogar esa noche en esa comunidad.[5]

Entonces nos unimos a un proyecto, trabajando con una amplia coalición secular que incluía a la ciudad y al sector privado, para ver si podíamos crear opciones más permanentes para los sin techo. En esa coalición, tuvimos la oportunidad de estar en el mundo y no ser del mundo, de trabajar codo con codo con la sociedad secular, dando testimonio del amor de Cristo que nos motivaba en todo lo que habíamos hecho.

En Hechos 2, los creyentes compartían todas las cosas en común, mostrando su fe a través de su generosidad radical y su profundo compromiso por el bienestar de los demás. El Señor aumentaba su número cada día. El evangelio completo incluye la proclamación y encarnación del amor de Cristo, en el que el cuerpo de Cristo lo hace visible al mundo, atrayendo a otros a convertirse en sus discípulos.

Endnotes

  1. This article is based on the author’s presentation at Gordon-Conwell Theological Seminary during its Annual Mission Week, September 2021.
  2. David Masci, ‘Q&A: Why Millennials Are Less Religious than Older Americans,’ Pew Research Center, January 8, 2016, https://www.pewresearch.org/fact-tank/2016/01/08/qa-why-millennials-are-less-religious-than-older-americans/. Gregory A. Smith, ‘About Three in Ten U.S. Adults Are Now Religiously Unaffiliated,’ Pew Research Center, December 14, 2021, https://www.pewresearch.org/religion/2021/12/14/about-three-in-ten-u-s-adults-are-now-religiously-unaffiliated/.
  3. Ernesto Cardenal, The Gospel in Solentiname (Maryknoll, NY: Orbis Books, 1976), 18.
  4. There is a wide variety of materials which highlight holistic Christian responses in these areas of concern, including the following publications: Stephen Offutt and F. David Bronkema et al., Advocating for Justice: An Evangelical Vision for Transforming Systems and Structures (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2016); Alexia Salvatierra and Peter Heltzel, Faith-rooted Organizing: Mobilizing the Church in Service to the World (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2013); Adam Taylor, Mobilizing Hope: Faith-Inspired Activism for a Post-Civil Rights Generation (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2010); and Matthew Soerens and Jenny Yang, Welcoming the Stranger: Justice, Compassion and Truth in the Immigration Debate (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2018).
  5. Nota del editor: Ver el artículo “Un enfoque holístico para el alivio de la pobreza en Asia” por Kumar Aryal, en el Análisis Mundial de Lausana de julio 2022 https://lausanne.org/es/contenido/aml/2022-07-es/un-enfoque-holistico-para-el-alivio-de-la-pobreza-en-asia