La verdad en la esfera pública

“El engranaje que forman el gobierno, el mundo de los negocios y el mundo académico tienen una gran influencia en los valores de cada nación y, en términos humanos, definen la libertad de la Iglesia”.

Esto afirma el Documento de Lausana 3, que anima a participar en tres áreas. Este artículo es un intento de cómo aplicar a España cada uno de estos aspectos, de manera muy práctica, con sus desafíos y oportunidades.

A) Involucrarse activamente en estas esferas, tanto en el servicio público como en la empresa privada, a fin de formar los valores sociales e influenciar en el debate público.

Creo que en este campo el mayor problema y error es que se confunde a menudo el “involucrarse activamente” con “santificar” la vida pública. Estamos llamados a ser sal y luz, y que el Evangelio y el Reino de Dios influyan positivamente en nuestro entorno a través de nuestra vida. En este sentido, que los valores de la justicia social, los Derechos Humanos, la honradez, la misericordia y una ética correcta del trabajo surjan en la sociedad es parte de nuestra misión en cuanto a la verdad. Pero esto no significa “cristianizar” la sociedad, en la que siempre coexistirán muy diferentes posturas.
Por poner dos ejemplos relacionados con la participación política, un cristiano podrá participar en el Partido Popular, tradicionalmente vinculado a la jerarquía católica, y deberá luchar por un trato equitativo para todas las creencias, incluida la católica y otras no evangélicas. Y aunque su actuación sea ética, convivirá sin duda (como en cualquier otro partido político) con aspectos oscuros que surgen siempre donde hay poder.

De la misma forma, un cristiano podrá participar activamente en el Partido Socialista (PSOE), porque coincide por ejemplo con sus posturas de justicia social y sanidad pública. Pero eso no significa que se identifique con todos los puntos del ideario del PSOE; ni que apruebe temas del programa electoral socialista contrarios a la ética cristiana.
Lo que sí deben en ambos casos es defender la verdad de Jesús, no negar nunca su mensaje y su ética en todos sus aspectos, pero sabiendo que es más que difícil (por no decir imposible) pensar que pueda existir un ideario político cristiano. Es más, en aquellos países donde han existido partidos políticos cristianos, por unos u otros motivos no han sido en general un dechado de virtud sino más bien lo contrario.

Ejemplos bíblicos de lo dicho son José, hijo de Jacob, en la corte del idólatra Faraón de Egipcio, Daniel con los déspotas Nabucodonosor, Ciro y Darío -asesorando a estas autoridades que se creían “dios” y actuaban como tales frecuentemente para mal-, y por último Esther y Mardoqueo con Jerjes, otro monarca absolutista de su tiempo.

Es más, el primer gran intento de “cristianización” de la sociedad con el emperador Constantino llevó a una desvirtualización del verdadero cristianismo.
Otro aspecto serían las enormes dificultades que un cristiano puede tener con posturas genuinamente bíblicas en un partido político o entidad pública ideologizada. Los mismos personajes bíblicos mencionados son un buen ejemplo de que a veces el precio a pagar es el riesgo muy real de ser expulsados, marginados, e incluso perseguidos. Pero es innegociable renunciar a los principios éticos cristianos en cuanto a ideas y conducta.

Como cristianos nos debemos, como decía Lutero, a nuestra conciencia, delante de Dios y a la luz de la Palabra. En primer lugar y muy por encima de cualquier otra consideración. No somos políticos de fe cristiana, sino cristianos que estamos en política, o cristianos que practicamos la medicina (por poner un ejemplo). Aunque a la vez, si estamos en política o trabajamos como médicos es para ser buenos políticos y médicos (justos, honrados, compasivos. eficientes), no para hacer una “sociedad cristiana” o una “medicina cristiana”.

B) Luchar contra la corrupción, que socava el desarrollo económico, distorsiona la toma de decisiones correcta y destruye la cohesión social. Ninguna nación está libre de la corrupción.
Creo que la mejor forma de luchar contra la corrupción es empezando por la propia casa, y como iglesia y entidades religiosas evangélicas pienso que no somos de forma clara y generalizada el ejemplo que deberíamos ser.

Siempre es fácil señalar lo que está mal a nuestro alrededor, pero la lucha contra la corrupción (y cualquier mal social) debe empezar por lo más cercano.

Por ejemplo, no se debería justificar la obra social como mano de obra barata para hacer caja, habría que pagar las deudas por cancelaciones de contratos y eventos, no convertir la predicación del Evangelio en los medios de comunicación o las iglesias en un negocio que finalmente sólo sirve para mantener la propia organización, y no vender la verdad del Evangelio en forma de silencios o complicidades a cambio de algo de reconocimiento o de dinero que nos ofrezcan las entidades públicas o privadas. Y finalmente, no se debe consentir por activa o pasiva los casos de claro abuso de poder y maltrato tanto eclesial como familiar. Podría dar nombres concretos de todo ello, aunque felizmente también de muchísimos más que son ejemplares en todas estas áreas, pero ya se sabe que lo primero que uno ve en un traje limpio son las manchas.

Por lo tanto no afirmo que estas lacras sean una generalidad en cuanto a pueblo cristiano evangélico en España, pero sí que existe y esto afecta nuestra capacidad de denuncia de la corrupción y defensa de la verdad como instituciones evangélicas, porque la propia Palabra dice que el juicio de Dios debe empezar por su propia casa.

Por supuesto otro aspecto bien distinto y en el que todos estamos inmersos es denunciar, oponerse y actuar contra cualquier tipo de corrupción allá donde estemos. Creo que en este sentido el campo es mucho más activo y amplio, y los creyentes deberíamos entender que (como bien expone Jaume Llenas en su magnífico artículo sobre la verdad en el mundo del trabajo de esta misma serie) es parte de nuestra misión integral. Aunque pienso que aún falta tomar consciencia de que Dios espera de nosotros que también asumamos esta faceta, de forma especial los empresarios evangélicos.

C) Que los académicos cristianos contemplen una carrera a largo plazo en la universidad secular, para enseñar y desarrollar su disciplina a partir de una cosmovisión bíblica, a fin de influenciar en su campo de acción, sin descuidar el mundo universitario.

Creo que este punto concreto lo está desarrollando con excelencia en España los GBU y GBG (Grupos Bíblicos Universitarios y de Graduados), por lo que es un área que está siendo desde hace años abordada y desarrollada de una forma adecuada en la línea que marca el documento, incluso adelantándose al mismo.

REFLEXIONES FINALES
El gran problema de la vida pública en España es que a quienes les debería importar la verdad no les importa, sino defender su estatus quo, sus intereses, su cuota de poder. Ya pocos se fían sin cuestionarlas de las sentencias de los jueces, de las afirmaciones de los líderes políticos, o de la información que difunden los medios de comunicación. Casi todo tema de calado acaba enmarañado en una red de informaciones y afirmaciones contradictorias, de jueces que son a la vez juez y parte, de Leyes que se aplican de forma diferente dependiendo de quién juzgue y quién es el juzgado.

Casi nos preguntaríamos, como Pilatos ante Jesús, ¿qué es la verdad? La diferencia es que no podemos lavarnos las manos, algo a lo que también son proclives ciertos sectores del cristianismo evangélico, para no “contaminarse” del mundo, con lo que pierden su lugar y responsabilidad ante Dios y los hombres. Como dijo Martin Luther King el gran pecado y culpa no es la maldad de los hombres perversos, sino el silencio de los hombres buenos.

En medio de toda esta situación caótica, hay una sabiduría popular, aunque también la sabiduría popular puede ser manipulada, engañada, dirigida o equivocarse por completo.

En cualquier caso, en conciencia deberíamos aprender a indagar, informarnos en medios y opiniones de diferentes tendencias (los datos al fin y al cabo serán los mismos, cambiará la manera de hilarlos en razonamientos). Y podemos de todo ello muchas veces sacar conclusiones claras.

En esta situación cobran gran importancia las referencias fiables, es decir, aquellas a las que damos por experiencia y trayectoria mayor crédito a su información y opinión. La sociedad, las personas que forman la sociedad, necesita personas y entidades fiables (¡ni infalibles, ni perfectas!), que son lo que podríamos llamar líderes de opinión. Sus posicionamientos influyen y se toman como una referencia a la hora de analizar y llegar a conclusiones sobre la “verdad” de la esfera pública. Esto ocurre de forma consciente o inconsciente, pero es real. Ahora bien, ¿cuántas entidades y personas fiables -y por lo tanto confiables- hay en el entorno evangélico español? Sólo añadir que es evidente la falta de posicionamiento público ante los grandes problemas de nuestra sociedad, así como de la Iglesia universal de Cristo. Si nos importa la verdad, debemos buscarla y defenderla, pero la realidad es que en las grandes preguntas de la sociedad (y a veces de la Iglesia), no se busca y por lo tanto no se defienden, limitándones a principios sin duda importantes, pero muy generales.

Por todo ello necesitamos:

1.- Reflexionar y tener ideas claras de cómo se aplican a nuestro tiempo los principios eternos de la Palabra de Dios, sabiendo distinguir los principios de su aplicación contextual.

2.- Librarnos de cuatro clichés automáticos simples y superficiales, especialmente en cuanto a moral sexual (por ejemplo, nos preocupa mucho la vida del no nacido, pero la del nacido no despierta en general el mismo compromiso e interés, como si el ser humano no fuese el mismo, y el único “caballo de batalla” fuese el aborto; podría poner muchos otros ejemplos).

3.- Ser sabios a la hora de aplicar estos principios: Cuando haga falta ser todo lo contundentes que sea necesario (Jesús lo fue especialmente con fariseos religiosos y mercaderes de la religión ¿es así en nuestro caso?). No “entrar al trapo” en todos los frentes que tengamos abiertos (Jesús supo eludir el choque frontal en la cuestión del tributo al César, sin negar la verdad puso a todos en su sitio: otro principio, no tenemos que aliarnos de forma incondicional con nadie, la verdad está por encima de partidismos familiares, amiguismos, grupos de presión o partidos políticos).

4.- Ser realistas y prácticos. El mundo y la Iglesia están llenos de grandes teóricos que enseñan lo que no hacen, o verdades que nunca se llevan a la práctica. José dio de comer a toda una nación, Esther y Mardoqueo salvaron a los judíos de ser exterminados en Babilonia y Jesús revolucionó su tiempo y hasta hoy llega su influencia y el poder de su mensaje.