Me atrevo a proponer al lector un sencillo test para entrar en materia. Cinco preguntas, que pueden reflejar el nivel de entendimiento del lector en este tema:
2. A partir de la revolución industrial, la concentración de la población en grandes ciudades, el hombre ya no vive ‘próximo’ a la tierra y se sirve de la tecnología para emanciparse de esa dependencia. SI… NO…
3. Los avances en la sociedad, las tecnologías de transporte y el comercio mundial, la llamada globalización de la producción y el trabajo, aleja al hombre aun más de la convivencia directa con naturaleza. SI… NO…
4. Podemos vivir sin la naturaleza, la tierra y sus recursos? SI… NO…
Hace ya unos años que en el mundo evangélico, a nivel global, la preocupación por el medio ambiente y su deterioro a manos del ser humano ha impulsado una reflexión profunda sobre lo que la Biblia dice acerca del cuidado de la creación.
Esto ha tenido su respuesta (y esta reflexión se ha aplicado) en iniciativas prácticas en iglesias u organizaciones evangélicas. Ejemplos son Tear Fund y A Rocha. Hasta las organizaciones evangélicas mundiales más conservadoras, por ejemplo en EEUU, han empezado a cambiar su posición, anteriormente de rechazo al argumento de que la crisis ecológica, y particularmente el cambio climático, son causados principalmente por el ser humano.
No todos están de acuerdo, ni mucho menos, pero 300 líderes evangélicos han firmado el ‘Evangelical Climate Initiative’ (1, y 2 – debate). Ya era hora. Pero esta conciencia evangélica no está tan presente en el mundo evangélico español. En el mundo hispano es de agradecer las voces incombustibles de René Padilla (3) en Argentina, Juan Arroyo (4) y Oscar González (5) en Perú, y, el también peruano Samuel Escobar (6) afincado ahora en España. Los dos primeros impactaron fuertemente, a pesar de la oposición, en la primera conferencia del Lausana I en 1974.
En cuanto a España, aparte de algunos escritos de Antonio Cruz en el contexto de la bioética, las iglesias evangélicas han reflejado la actitud tradicionalmente conservadora y suspicaz de las iglesias en América del norte y en general en el mundo anglosajón.
Aparte de algunos talleres y escritos recientes de la Alianza Evangélica Española, que reflejan la preocupación en otros países acerca de este tema, la responsabilidad del cristiano en el cuidado de la naturaleza está ausente en los púlpitos, las conferencias, y los seminarios.
Debemos de preguntarnos en España si nuestra lectura de la Biblia ha sido incompleta. Si el énfasis en la salvación del hombre, de su alma, ha sido tan importante que hemos olvidado lo que Dios dice de su propia creación y de nuestra responsabilidad como mayordomos y no dueños, y del estilo de vida que refleja los valores del reino y la vida de Jesucristo. Es interesante ver que aun en los círculos de jóvenes en España este tema sigue siendo de segundo orden, probablemente por la incapacidad de los más mayores a darle importancia al tema.
Es de esperar que los jóvenes evangélicos no cometan el mismo error de interpretación bíblica: las denuncias a la injusticia y hacia el cuidado de los más débiles en la Biblia son repetidas y expresadas con gran énfasis. Otro síntoma es que en 19 países del mundo (7), incluso de habla hispana, ya hay una representación de la ONG evangélica A Rocha (8), dedicada a la cuestión ecológica. Esta tiene su base original en el Algarve de Portugal, pero no hay representación y acción alguna en España.
Es interesante ver el resumen en video (9), en los pocos minutos que se les da, en Lausana III a René Padilla y Samuel Escobar, sobre la lucha desde los años sesenta de los líderes de las iglesias en América latina para incluir aspectos de justicia social y la lucha contra la pobreza en la evangelización; ellos insistían en que si la evangelización está fundada realmente en la palabra de Dios tiene que ser parte de una ‘misión integral’.
Pero en España seguimos atrasados en este tema. ¿Será que aquí no hay, o no tenemos conciencia de los problemas ecológicos, ni de los efectos del cambio climático en los países menos desarrollados? Nos hemos olvidado rápidamente del Mar Egeo, del Prestige, de la sequía, de la reciente casi desaparición de la fauna y del estatus de Reserva de la Biosfera que tenía el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel por la falta de regulación y control de la agricultura (especialmente el cereal) y uso del agua en la zona circundante al parque.
En España sí se han hecho, y se sigue haciendo, a pesar del bajón en las ofrendas de las iglesias para este ministerio, grandes esfuerzos en cuanto a la obra social. Ejemplos son las iniciativas de iglesias, y del conjunto de algunas de ellas en las grandes ciudades, como Misiones Urbanas en Valencia, Sevilla y Madrid, etc. para aliviar los efectos de la pobreza, incluso con programas de algunas iglesias u organizaciones (p.ej. Remar, Reto, Betel, Diaconía) para la reinserción de drogadictos y desempleados. Pero es sólo en los últimos cinco años cuando se ha empezado a ver, en las publicaciones y documentación de las revistas y periódicos en papel y digitales, una preocupación por el medio ambiente y una creciente autocrítica sobre el estilo de vida en occidente. El mismo que nos ha llevado a estos desequilibrios medioambientales, una perpetuación de la pobreza en el mundo, y un gran incremento de la precariedad de vida de muchas personas como consecuencia de los efectos del ya irreversible cambio climático. Hasta es probable que la actual desaceleración brutal, para no decir crisis económica y financiera en España, nos haya forzado a empezar cuestionar nuestro modelo económico.
Son de agradecer las últimas declaraciones y llamadas a la reflexión y a la acción de la Alianza Evangélica (10), de Rosario Jiménez de Diaconía (11) (Ferede), pero no parecen tener aun sus resultados prácticos en la vida y el testimonio eclesial.
¿Cómo reflejan nuestras iglesias, en su entorno, el amor que tiene Dios por su Creación? ¿Somos, como comunidades comprometidas con toda la palabra de Dios, ejemplos y catalizadores de la sostenibilidad, valientes en la denuncia del despilfarro y la justicia social en nuestras comunidades y en el mundo? ¿Somos ejemplos de que se puede vivir una vida sencilla desenganchada de la publicidad, que refleja la dependencia en Dios y no en las cosas materiales? ¿Que compartimos, en vez de que consumimos vorazmente, los recursos y las herramientas? Un ejemplo podría se un taladro eléctrico. Son cuestiones a debatir, para que nuestra vida de iglesia sea consecuente con lo que Dios, en su palabra, pide de su pueblo.