Editor's Note
Este es el resumen ejecutivo del Documento Ocasional de Lausana 74, escrito por Grace Al-Zoughbi, Steven Chang, Jacob Cherian, Chun Kwang Chung, Jessy Jaison, Leulseged Philemon, Danillo Augusto Santos, Kevin J. Vanhoozer y Kazuhiko Yamazaki-Ransom. Acceda al artículo ocasional completo aquí.
Buscar la unidad en la diversidad de las Escrituras es un tema de larga data en la interpretación bíblica. ¿Cómo puede un producto literario con tantos autores, géneros y perspectivas hablar con una unidad discernible? Los evangélicos siempre insisten en que la naturaleza misma de la Escritura como inspirada por Dios lleva implícita su unidad, y que una perspectiva bíblica-teológica apropiada, basada en un tema o línea narrativa abarcativa, o una interpretación adecuadamente “teológica” unifica la diversidad, de modo que la Escritura puede —y de hecho, lo hace— hablar con una única voz. No obstante, hay un aspecto más difícil en relación con la “unidad en la diversidad”. Se están planteando lecturas de las Escrituras cada vez más diversas, especialmente dado que los evangélicos, a nivel mundial, son más heterogéneos que nunca antes. A medida que las interpretaciones reflejan una mayor divergencia, nos vemos obligados a preguntarnos sobre su fidelidad. ¿Siguen siendo “evangélicas” esas lecturas divergentes? ¿De qué manera puede la comunidad evangélica mundial conciliar tal diversidad de lecturas evangélicas? ¿Existe una hermenéutica bíblica de incuestionable carácter evangélico que, al mismo tiempo, dé espacio para una diversidad de contextos que refleje al movimiento evangélico mundial actual? ¿Es tal “hermenéutica evangélica” creíble, o aun, posible?
Los evangélicos siempre han sostenido que la naturaleza de la Escritura debe determinar la forma en que se la lee. Dado que la Biblia es producida por la soberana inspiración divina, debe hablar con una voz más allá de la de sus autores humanos. Las lecturas evangélicas buscan discernir esa voz bíblica que revela la naturaleza de Dios como redentor y Su plan de salvación para la humanidad. Sin embargo, la naturaleza diversa de las Escrituras, el hecho de que conforman una colección de diversos autores humanos, también debe informar la forma de leerlas. Por un lado, debemos tener en cuenta la diversidad que Dios permitió en la producción de las Escrituras y celebrar también la diversidad de lectores y lecturas en el mundo evangélico actual. Por otro, debemos observar con cuidado cómo la Biblia unifica las diversas voces de sus autores y comenzar a aplicar la misma búsqueda de unidad a nuestras diversas perspectivas. En otras palabras, la misma naturaleza diversa, aunque unificada, de la Escritura, debe informar y guiar las lecturas evangélicas de la Palabra.
Por tanto, este documento tiene un doble objetivo. El primero es buscar con determinación la unidad, como lectores evangélicos de las Escrituras, y presentar las características definitorias de una hermenéutica bíblica evangélica que sea fiel a la tradición evangélica, como la entiende el Movimiento de Lausana. El segundo es considerar cómo aplicar la fidelidad hermenéutica a la diversidad de contextos y lecturas locales, y fomentar una cultura de lectura fiel de las Escrituras para las iglesias evangélicas en esos contextos.
La diversidad del movimiento evangélico mundial, entonces, no es tanto un problema como un punto fuerte. La fortaleza de la diversidad es visible, además, en Hechos 2 y la unidad pentecostal que vivieron los judíos “de todas las naciones de la tierra” (Hechos 2:5) quienes, al unísono, bajo la guía del Espíritu, aceptaron la lectura de las Escrituras hecha por Pedro. El resultado fue que “estaban juntos y tenían todo en común” (Hechos 2:44), lo cual, suponemos, incluye la lectura de las Escrituras. Iluminados por el Espíritu Santo, los diferentes contextos de los lectores ayudaron a encontrar nuevas perspectivas para una comprensión más plena de la verdad de Dios en las Escrituras. Cuando tomamos en cuenta los contextos de los lectores y la obra del Espíritu, vemos una comunidad hermenéutica: “la tarea de comprender las Escrituras no pertenece solo a individuos, sino a la comunidad cristiana toda, considerada como comunión contemporánea tanto como histórica”. Con la ayuda del mismo Espíritu, la iglesia entera (universal; católica) lee, cree y vive las Sagradas Escrituras. Así pues, ocupando un lugar central en la fiel lectura de las Escrituras, se encuentra la iglesia, como comunión universal de los santos, en todos los lugares y todos los tiempos. La iglesia, en toda su católica diversidad, ha recibido el encargo de declarar y mostrar su unidad evangélica, leyendo, creyendo y viviendo fielmente el mensaje del evangélico que es el corazón de la Escritura.
Sin embargo, cuando los evangélicos no compartimos un documento confesional común o una misma estructura de autoridad eclesiástica, hallar la unidad en la diversidad es tarea difícil. Utilizando la tipología de conjuntos como útil para definir “evangélico”, Kevin Vanhoozer propone otra analogía tomada del mundo de la náutica: el conjunto de elementos de un ancla. En esta configuración, el ancla está fija en el fondo del mar y así, aunque el barco puede flotar libremente siguiendo la cadencia del agua, no se pierde a la deriva, ya que está sujeto por la cadena y el ancla. En esta visión de la hermenéutica evangélica, la Escritura (o Dios, hablando en ella) es el ancla que está fija en lo profundo, mientras que el barco es la iglesia, que flota sobre el mar, movido por las corrientes y las olas. Mientras los vientos y las olas (de la doctrina, Efesios 4:14) mueven el barco como el mar quiere, el ancla y la cadena lo mantienen firme y estable. Al mismo tiempo, el barco puede moverse siguiendo las corrientes de la superficie, expresando así la diversidad contextual, sin dejar de continuar firmemente atado al ancla en lo profundo. Una hermenéutica evangélica fiel mantiene la continuidad de la forma en que la iglesia ha leído históricamente la Escritura para la fe, la vida y la misión. Así, la analogía del ancla mantiene la hermenéutica evangélica basada sobre la Palabra de Dios (sentido de canon), conectada con la iglesia universal del pasado y el presente (sensibilidad católica) y comprometida con las culturas locales de cada lugar (sensibilidad contextual). La nave de la iglesia está libre para moverse con las corrientes, pero la cadena de tradición que la conecta con el ancla de la Palabra de Dios impide que quede a la deriva. Este documento propone una hermenéutica evangélica fiel que tiene en cuenta el sentido de canon, la sensibilidad católica y la sensibilidad contextual, utilizando la analogía del ancla. Comenzaremos con el sentido de canon, afirmando qué es la Biblia, y para qué es, especialmente, en relación con el Movimiento de Lausana.
El capítulo (1) afirma que la Escritura es un discurso inspirado, humano-divino, con el fin de formar ciudadanos del evangelio (1.1) y repasa una teología evangélica de las Escrituras usando la teología de Lucas sobre “la palabra de Dios” en el libro de Hechos (1.2). Dado que el ancla de las Escrituras está firmemente insertada en sus contextos histórico y literario, que podrían ser considerados el fondo del mar, el capítulo (2) examina por qué leer en contexto es fundamental para una hermenéutica evangélica creíble y fiel; y reflexiona sobre la importancia de los contextos histórico (2.1), literario (2.2) y canónico (2.3) de la Escritura en la interpretación bíblica.
Pasando del sentido de canon a la sensibilidad católica, el capítulo (3) aborda qué significa ser evangélicos en nuestra hermenéutica de las Escrituras. Leer evangélicamente es importante, porque es lo que mantiene al barco firmemente atado al ancla y evita el peligro de quedar a la deriva de las malas interpretaciones y el descrédito. En el corazón de la hermenéutica evangélica se encuentra el evangelio de Jesucristo (3.1), lo cual tiene implicancias, no solo para comprender el contexto de la Biblia, sino la forma en que ella es leída, obedecida y vivida. En todo el mundo, los evangélicos reconocen que las Escrituras revelan y proclaman el evangelio de Jesucristo, y que las personas son transformadas cuando se encuentran con ese evangelio y se someten a él. Además, los evangélicos reconocen que las Escrituras no solo son escritas por inspiración del Espíritu Santo, sino interpretadas por la iluminación del Espíritu (3.2). Esta iluminación en el proceso interpretativo es guía interna y discernimiento para la iglesia católica como templo del Espíritu Santo, y poder para vivir y testificar de acuerdo con la Palabra de Dios. La sección concluye con una reflexión sobre el papel fundamental de la tradición para una hermenéutica evangélica fiel (3.3). La lectura evangélica debe encuadrarse dentro de la más amplia historia de la iglesia, con el reconocimiento de que leer evangélicamente es parte de la Gran Tradición de la interpretación bíblica que se remonta a la iglesia apostólica. Esta perspectiva eclesial (sensibilidad católica) se convierte en la cadena que no solo conecta a las iglesias evangélicas de hoy con la Escritura, sino también constituye el fundamento del consenso que unifica la inevitable diversidad en la sensibilidad contextual con que los evangélicos del mundo leemos las Escrituras desde nuestros propios contextos.
Finalmente, el capítulo (4) se centra en la sensibilidad contextual y la meta de desarrollar una “cultura de lectura” de la Biblia para iglesias evangélicas en diferentes contextos. Proponer una hermenéutica evangélica fiel presupone el objetivo de desarrollar una “cultura hermenéutica local” del evangelio. Por ello, esta importante sección comienza con una mirada renovada de la unidad y la diversidad de la hermenéutica contextual (4.1) y cómo una cultura de lectura evangélica, si va a ser pertinente para la misión, debe tomar en cuenta la diversidad contextual y los puntos ciegos de cada cultura. La sección, luego, aborda dos ejemplos de cultura de lectura bíblica. El primer ejemplo presenta la “lectura en colaboración” en entornos pluralistas (4.2) donde la diversidad contextual es adoptada sin sacrificio de la profundidad y la fidelidad teológicas, poniendo así el testimonio de la iglesia en primer plano. El segundo ejemplo aboga por una cultura de lectura bíblica más robusta en contextos volátiles (4.3) donde una hermenéutica poco sana podría producir consecuencias desastrosas. Una hermenéutica evangélica fiel en tales contextos exhorta, y con razón, a una identidad del pueblo de Dios caracterizada por el amor por Dios y por los demás regido por pactos, que guíe con claridad hacia Cristo y Su señorío.
¿Cómo debemos leer la Biblia los evangélicos? ¿Importa realmente cómo la leemos? En este documento, presentamos la analogía del ancla como forma de entender cómo los evangélicos, en todo el mundo, podemos ser fieles en nuestra lectura de la Biblia. Sugerimos que la fidelidad es nuestra meta, ya que leer las Escrituras tiene todo que ver con nuestra identidad y nuestra misión como evangélicos. Creemos que la fidelidad debe ser evidente en la forma en que entendemos la Biblia (el ancla), nuestra tradición (la cadena) y nuestros contextos (el barco). Básicamente, nos esforzamos por lograr una fidelidad más amplia para con nuestro Dios, nuestros hermanos en la iglesia y nuestros vecinos del mundo. En este sentido, la fidelidad es la forma de que nuestra hermenéutica evangélica sea considerada creíble en nuestro testimonio al mundo.
Entonces, ¿cómo es una hermenéutica fiel? Primero, planteamos que nuestra hermenéutica debe ser fiel a Dios y a lo que Él dice en las Escrituras. Por ello, la fidelidad comienza con el sentido de canon, es decir, la afirmación de la doctrina evangélica de la Escritura como Palabra de Dios con autoridad. Esta ancla de la Palabra de Dios, insertada en su fondo histórico, literario y canónico, es fiable y eficaz, ya que aún habla con poder al mundo para revelar al Dios trino y el plan de salvación por medio de Jesucristo. Nuestra fidelidad hermenéutica hacia Dios, entonces, no es solo un reconocimiento de esta naturaleza de las Escrituras, sino también sumisión a su autoridad y mensaje en la adoración y el discipulado como iglesia.
Segundo, planteamos que nuestra hermenéutica debe ser fiel a nuestros hermanos y hermanas en la iglesia. Así pues, la fidelidad parte del sentido de canon hacia la sensibilidad católica, es decir, la lectura de la Biblia con toda la comunión de los santos. Por un lado, la sensibilidad católica le aporta a nuestra hermenéutica un espectro universal. Las iglesias locales, en toda su variedad, son parte la iglesia confesante universal, por lo que nuestra lectura de las Escrituras debe honrar esa unidad. Los lectores locales no pueden interpretar las Escrituras en aislamiento, ni afirmar que alguna interpretación local tenga autoridad final. Por otro lado, la sensibilidad católica conecta nuestra hermenéutica con el ancla de las Escrituras por medio de la cadena de la tradición, es decir, las interpretaciones bíblicas de la iglesia en el pasado. Los hermanos mayores de la iglesia confesante del pasado, que leyeron la Biblia para su fe, práctica y misión, informan y proveen la base para nuestra hermenéutica. Juntos, somos parte de la cadena que recibe y transmite la buena noticia del evangelio por medio de una lectura correcta de las Escrituras en el poder del Espíritu. Los evangélicos debemos reconectar nuestra interpretación bíblica con la Gran Tradición, a fin de recobrar fidelidad y credibilidad.
Tercero, planteamos que nuestra hermenéutica debe ser fiel a nuestros vecinos en el mundo, como testimonio a ellos. De este modo, la fidelidad parte del sentido de canon y la sensibilidad católica hacia la sensibilidad contextual, es decir, la lectura de la Biblia de modo que sea pertinente y facilite el discipulado en el contexto local. Por un lado, la sensibilidad contextual significa que toda cultura debe encontrarse de manera nueva con la verdad del evangelio de Jesucristo en la Biblia y que ese evangelio debe ser leído e interpretado desde el barco entre las olas de la cultura local. Sugerimos que fidelidad, aquí, significa desarrollar una cultura de lectura bíblica contextualizada dentro del contexto de la iglesia local. Así, es necesaria y deseable la contextualización, guiada por el Espíritu, aun cuando estamos convencidos de que el mensaje del evangelio en la Escritura es universal. Por otro lado, la sensibilidad contextual da por descontado que la Escritura es el ancla inamovible, y que, aunque toda Escritura debe ser interpretada por quienes están flotando sobre el barco, los contextos de los vientos y las olas no deben desviar ni cambiar el mensaje esencial del evangelio en las Escrituras. En otras palabras, los peligros de la sobrecontextualización y de apoyarnos solamente en nuestro contexto para encontrar el significado deben ser controlados y superados. Así, en una hermenéutica evangélica fiel, aceptamos plenamente la diversidad contextual, sin dejar de evaluarla en detalle.
Entonces, ¿entendemos los evangélicos lo que leemos? En este documento de Lausana, el equipo internacional de lectores de la Biblia y teólogos intenta cumplir el mismo ministerio que Felipe en Hechos 8: ser guiados por el Espíritu y guiar a nuestros hermanos evangélicos de la iglesia en todo el mundo a una lectura fiel de las Escrituras. Damos gracias a Dios porque no estamos solos en esta tarea, porque Dios ha bendecido a nuestra comunión con perspectivas guiadas por el Espíritu, experiencias de fe locales y nociones aprendidas de la iglesia evangélica en todo el mundo. Quizá la fortaleza de nuestra comunión pueda ser medida por nuestra lectura diversa —pero unificada— de las Escrituras para nuestra transformación colectiva y para el testimonio al mundo. Leer las Escrituras juntos, como movimiento mundial de iglesias evangélicas es, entonces, la única hermenéutica evangélica fiel y creíble. Y de esta manera, la iglesia, realmente, declarará y mostrará a Cristo unida, para la gloria de Dios.