Vivimos en un mundo de conflictos. En muchos conflictos actuales, rivalidades étnicas o religiosas, así como intereses territoriales o políticos, se utilizan para justificar la agresión y la violencia, causando mucho dolor y sufrimiento a víctimas inocentes. Los dos primeros artículos hacen hincapié en la necesidad de dar respuestas teológicas y prácticas a la guerra y los conflictos, ya que el evangelio puede aportar esperanza y paz en las situaciones más difíciles.
En “Vivir el evangelio en zonas de conflicto: Dios en acción en el Congo oriental”, Eraston K. Kighoma y CJ Davison analizan algunas de las “valiosas ideas sobre la contextualización de la misión por parte de las iglesias locales y sus líderes durante las recientes guerras en esa región”. Cuando el personal expatriado de las misiones se marchó como consecuencia de la guerra, los cristianos congoleños vieron en ello una oportunidad dada por Dios para ser enviados como “misioneros para el ministerio transcultural tanto dentro como fuera de sus fronteras”. Esto implicaría “un discipulado contextual que aborde el crecimiento, la esperanza y las preocupaciones sociales, incluidas la pobreza y la coexistencia pacífica”. Los autores han sido testigos de la obra de Dios en medio de la guerra, de cómo vidas se han visto afectadas por el perdón de su pueblo, que decide “reconciliarse con quienes los persiguen llevando el shalom a su mundo roto”.
La trágica guerra y desastre humanitario en Ucrania “se convirtieron en un momento de empoderamiento para la comunidad bautista —un momento resucitado tras el COVID— que insufló nueva vida a iglesias de los países vecinos de Ucrania”, escribe Alan Donaldson en «Reflexiones sobre la respuesta bautista a la guerra en Ucrania: un momento empoderador, democratizador e integral”. Cuando las fuerzas rusas invadieron Ucrania, las iglesias bautistas abrieron sus puertas y acogieron a los refugiados, proporcionándoles alimentos, refugio y otras necesidades básicas. Además de la atención física, también se ofreció atención espiritual con “amabilidad y respeto”. La crisis produjo una democratización de la iglesia, ya que todos los miembros se unieron para apoyar a los necesitados. El autor reflexiona sobre cómo esta crisis revela la naturaleza cambiante de la misión y la eclesiología bautistas europeas, el cambiante “papel de los pastores de iglesia dentro de la comunidad, especialmente más allá de las personas que forman la iglesia” y la creciente «interdependencia de las iglesias bautistas locales» en todo el mundo.
El papel de todo el pueblo de Dios en la consecución de la justicia racial se ejemplifica en «Justicia racial en México y América Latina: retos y oportunidades para la misión» de Dinorah B. Méndez. La autora argumenta que el racismo está presente en varios ámbitos de la vida en México y América Latina y a menudo se practica consciente o inconscientemente. Destaca dos ejemplos: la opresión estructural de los pueblos indígenas y la discriminación de los migrantes de color. La autora señala que el impacto de la iglesia en la cuestión del racismo es desigual, pero las iglesias de Ciudad Juárez han colaborado con la sociedad civil y la comunidad para proporcionar ayuda a los migrantes. En conclusión, recomienda incluir “una perspectiva de justicia en la misión de nuestra iglesia” y tener “una estrategia bien planificada” que denuncie “los sistemas sociales injustos que facilitan las injusticias tanto en la sociedad como en nuestras iglesias”.
“La misión de Dios es integral; abarca tanto las necesidades espirituales como las físicas». Esta convicción se ilustra en el artículo de Sam Cho, «Una visión integral de la misión en tiempos cambiantes: el movimiento Life As Mission en Corea«. Ante los retos que plantea la reducción del cristianismo y la misión en Corea, Mission Korea, una iniciativa de movilización misionera para jóvenes, puso en marcha un proyecto de investigación para descubrir el futuro de las misiones. El equipo de investigación elaboró una encuesta que incluía actividades más allá de la evangelización y la plantación de iglesias, que en el pasado habían sido el centro de la misión coreana. El equipo sugirió tres implicaciones para las futuras tendencias de la misión de la iglesia coreana: «misión por todos», «misión en el ámbito público» y «misión integral». El Dios de la misión restaura el mundo «en y a través de la vida de una persona».
Esperamos que los artículos de este número hayan ofrecido un atisbo de la naturaleza cambiante de la labor misionera y el papel de la iglesia. A medida que cambian la naturaleza de la labor misionera y los retos a que enfrenta la iglesia, es crucial seguir siendo adaptables e innovadores para encontrar nuevas formas de servir a los demás y difundir el mensaje del amor de Dios por el mundo.
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