Las diferencias generacionales son un gran reto, pero también una oportunidad esperanzadora para que florezcan improbables amistades para el evangelio.
Recientemente, una líder joven fue invitada a unirse a un equipo regional de Lausana. Después de su primera reunión, envió un mensaje de texto a un grupo de WhatsApp en el que decía que necesitaba ánimo porque «esos tipos son viejos«.
El reto de la integración generacional en el liderazgo se siente no solo en ministerios y organizaciones cristianas, sino en todo el ámbito laboral. De hecho, una reciente encuesta de Generation Index indica que el 77% de los trabajadores considera que «las diferentes expectativas laborales a través de las generaciones» son un importante reto organizativo.[1]
Con casi seis o siete generaciones conviviendo en nuestra comunidad mundial hoy, la transición entre los Más Grandes (1901-1927), la Generación Alfa (1928-1945), los Baby Boomers (1946-1964), la Generación X (1965-1980), los Millennials (1981-1995), la Generación Z (1996-2010) y la Generación Alfa (2011-2025) ha llegado con gigantescos cambios dinámicos. En algunos aspectos, las revoluciones ideológicas, sociológicas, económicas y tecnológicas han moldeado nuestra realidad generacional creando vecinos desconocidos.
Si bien acontecimientos de impacto mundial como el COVID-19 han venido acompañados de experiencias compartidas a través de todas las generaciones, lo más frecuente es que las generaciones sean como equipos muy diferentes que juegan con reglas competitivas distintas en el mismo campo. A modo de ejemplo, África es hoy el continente más joven del mundo, con un 60% de la población total por debajo de los 25 años, pero ese mismo continente está dirigido en su mayoría por algunos de los presidentes de más edad y con los mandatos más largos del mundo. Hay un trasfondo cultural profundamente arraigado en esta realidad de la brecha de liderazgo en África.
Las culturas familiares, normas sociales y valores dan forma a la percepción y realidad que nos rodea en nuestras comunidades mundiales. En todas las culturas, necesitamos influenciadores que salven el puente generacional y ejemplifiquen intencionadamente relaciones como las de Moisés y Josué, Noemí y Rut, Mardoqueo y Ester, Elisabet y María, Pablo y Timoteo, y las muchas otras bellas historias de vida intergeneracional que llenan el relato bíblico. Como cristianos, las diferencias entre las generaciones son grandes retos, pero también pueden ser oportunidades esperanzadoras para servirnos mutuamente.
Salvar la brecha generacional entre líderes cristianos en la misión mundial es fundamental para nuestra fiel mayordomía del evangelio. Servimos al Dios de Abraham, Isaac y Jacob, que cumplió su promesa y propósito a través de todas las generaciones. Oramos con el apóstol Pablo para que Dios sea glorificado en cada generación, por los siglos de los siglos. Nuestro compromiso con la integración generacional fluye de nuestras convicciones bíblicas. Cuanto más conocemos a Cristo, más tenemos un corazón para todo su pueblo, aun quienes son significativamente mayores o más jóvenes que nosotros.
Supongamos que usted desempeña un papel de liderazgo, ya sea como líder mayor o joven, pero aún no ha intentado salvar la brecha generacional. ¿Cuáles son los primeros pasos a dar? ¿Cómo puede pasar de ser un desconocido generacional a un amigo generacional?
1. Cultive amistades intencionadas a través de generaciones.
Salvar la brecha generacional comienza con mostrar interés en la vida de los demás. Los líderes deben aprender de Jesús a ponerse al lado de los demás y entablar amistad con ellos. Aprender a conocernos en nuestros contextos naturales de vida es fundamental.
Tal vez, para usted, el punto de partida es separar un tiempo regular para reunirse con un líder joven que ha estado en su corazón. O tal vez, si es un líder joven, empiece por hacerse amigo de un líder mayor con quien comparta un interés común. No tenga miedo: la amistad es un trabajo para el evangelio.
2. Integre la Biblia en su camino de fe diario.
La Biblia es nuestra única compañera y brújula segura. Cuando los líderes están saturados de la Biblia, ocurre lo mismo con sus amistades. Nuestras relaciones, al igual que nuestras pasiones, crecen a partir de la Palabra.
Como Jesús en el camino a Emaús, los líderes mayores deben aprender a escuchar pacientemente a los más jóvenes. Y, como Timoteo, los líderes más jóvenes deben aprender a ser un ejemplo de fe y amor para los líderes mayores.
A menudo, de esta manera personal y relacional, entrar juntos en la Biblia deja a todos los involucrados con corazones ardientes y visiones transformadoras de Cristo en situaciones de la vida real. Las diferencias se ven eclipsadas por la mayor unidad de conocer a Jesús juntos y amarse profundamente.
3. Comprométase a un auténtico mentoreo de toda la vida, o búsquese un mentor de toda la vida.
¿Tiene un mentor? ¿O mentorea a alguien? Considere orar por alguien de una generación diferente con quien pueda reunirse regularmente para compartir y orar.
Una nota importante es que, en una relación de mentoreo, los líderes deben compartir historias auténticas tanto de los tiempos soleados como tormentosos de la vida. Cuando nos centramos solo en nuestras fortalezas y éxitos, cosechamos fácilmente desánimo. Cuando aprendemos a compartir nuestras debilidades, construimos comprensión, gracia y verdad arraigados en nuestra necesidad de depender de Cristo y de los demás.
Las amistades generacionales han dado frutos increíbles en el Movimiento de Lausana. Muchos de los líderes de Lausana actuales tuvieron como mentores a Billy Graham y John Stott, quienes fundaron el Movimiento, y los líderes más veteranos han pasado el testigo a amigos de la siguiente generación. Pero no se trata solo de algo de arriba hacia abajo: los líderes jóvenes aportan sabiduría, creatividad y liderazgo a nuestras juntas directivas, redes temáticas, iniciativas, equipos regionales y como parte de nuestro personal. Estaríamos perdidos sin ambas generaciones, mayores y jóvenes, porque solo podemos llevar todo el evangelio a todo el mundo cuando lo hacemos como una familia formada por todas las generaciones.
Las amistades espirituales exigen vulnerabilidad y reciprocidad. Debemos preguntarnos cómo podemos salvar intencionadamente la brecha generacional de liderazgo dondequiera estemos, transformando culturas de brecha generacional en nuestras familias, iglesias, lugares de trabajo y redes.
Hoy, después de unas semanas de interacción dentro del equipo regional de Lausana, la líder joven comparte en WhatsApp que se dio cuenta del privilegio que supone caminar con líderes de más edad, «para escuchar sus corazones y oírlos ser vulnerables sobre sus pesares y las esperanzas que tienen para mi generación». Gracias a sus interacciones en el equipo regional, también se sintió desafiada a trabar amistad intencional con personas de la generación que la sigue, «que me dicen ‘vieja’ a la cara».
Al reunirnos y servirnos a través de las generaciones, desconocidos generacionales se convierten en amigos generacionales. Es más, llegamos a conocer más íntimamente la amistad de nuestro Señor y Salvador a través de estas improbables amistades centradas en el evangelio. Porque es en este tipo de amistades donde escuchamos más claramente las preciadas palabras de Jesús: «Los he llamado amigos» (Juan 15:15).
Ore con nosotros
Padre Dios, gracias por el don de las generaciones y la singularidad que cada una de ellas aporta a la vida de tu iglesia y de tu pueblo. Danos el valor y la humildad para emprender la importante tarea de salvar la brecha generacional en nuestros ministerios, iglesias y vidas personales por el bien de tu reino y el cumplimiento de la Gran Comisión. Que seamos contados entre quienes hablan con valentía de tus grandes obras y tus poderosos actos de una generación a otra (Sal 145:4).
Notas
- Generation Index & SyncLX, n.d. ↑