Una misionera se para frente al ministerio de microfinanzas de una iglesia de Kenia y comparte su visión: “Quiero poder ayudar a las niñas masai en las regiones remotas del interior … y empoderarlas para que sean como nosotras”; pero ¿qué significaría ser “como ellas”?[1]
Todas las mujeres en esta reunión, incluida la misionera, son pobres masai, un pueblo seminómada de África Oriental que a menudo trata a las mujeres como ciudadanas de segunda clase. Además de haber nacido de nuevo, las mujeres son muy productivas y acceden al capital del ministerio de microfinanzas para iniciar negocios, pagar las cuotas escolares de sus hijos y hacer frente a emergencias.
El ministerio de microfinanzas de la iglesia es un ejemplo sobresaliente de la “misión integral”, la proclamación y demostración del evangelio que estaba en el corazón del ministerio de Jesús (Lc 4:14-21; 7:18-23; 9:1-2; 10:9).[2] El hecho de que este ministerio empoderó a las mujeres masai para superar la opresión social y la pobreza extrema es realmente notable; pero no menos notable es el hecho de que este empoderamiento produjo una misionera centrada en el reino en lugar de la persona materialista, altamente individualista y egocéntrica que se ha vuelto tan habitual en la economía mundial.
Expansión de los mercados y reducción de la pobreza
La globalización está extendiendo las economías basadas en el mercado al estilo occidental en todo el planeta, produciendo un mundo que converge en un conjunto bastante común de relatos, prácticas e instituciones. Como resultado, muchos países ahora están cosechando los mismos beneficios de crecimiento económico que Occidente ha disfrutado desde la revolución industrial, uno de las cuales es la reducción masiva de la pobreza.[3] En solo dos décadas, la cantidad de personas que viven con menos de 1,90 dólares por día, el umbral de pobreza del Banco Mundial, disminuyó en más de la mitad,[4] y se espera que el crecimiento económico continuo levante al mundo entero sobre esta línea de pobreza para el año 2030.[5],[6] Si bien las enormes reducciones de la pobreza son motivo de celebración, también hay razones para que nos preocupemos por la naturaleza actual de la economía mundial.
La paradoja del crecimiento infeliz
Como sugiere el título provocativo del libro de Carol Graham, Happiness Around the World: The Paradox of Happy Peasants and Miserable Millionaires (La felicidad en todo el mundo: la paradoja de campesinos felices y millonarios miserables), los economistas están descubriendo que el bienestar no aumenta automáticamente con la prosperidad económica.[7] Por ejemplo, mientras que el ingreso real per cápita se triplicó en los EE.UU. entre 1946 y 2014, la felicidad autoinformada del estadounidense promedio se mantuvo aproximadamente igual (Figura 1).[8] Se han encontrado resultados similares para una amplia gama de economías ricas, pobres y en transición.[9]
Figura 1
Tendencias a largo plazo del ingreso promedio de EE.UU. y la felicidad autoinformada
Adaptado de Rubén Hernández-Murillo, Christopher J. Martinek, ‘Dismal Science Tackles Happiness Data’, The Regional Economist (Federal Reserve Bank of St. Louis, Vol. 18, Issue 1, January 2010), 15.
Hay medidas más objetivas que cuentan una historia similar: tanto el bienestar mental como el físico están en franco descenso en los Estados Unidos. Por ejemplo, desde fines de la década de 1930 hasta el presente, un período de crecimiento económico sostenido, la depresión, la ansiedad y otros problemas de salud mental entre los jóvenes estadounidenses aumentó constantemente (Figura 2).[10] Es como si nuestros cuerpos y almas estuvieran gritando que algo anda mal, que fuimos creados para ser más que las criaturas individualistas, egoístas y materialistas fomentadas por la economía mundial.
Figura 2
Tendencias a largo plazo de la depresión entre estudiantes universitarios de EE.UU.
Adaptado de Jean M. Twenge, Brittany Gentile, C. Nathan DeWall, Debbie Ma, Katharine Lacefield, David R. Schurtz, ‘Birth Cohort Increases in Psychopathology among Young Americans, 1938-2007: A Cross-Temporal Meta-Analysis of the MMPI’, Clinical Psychology Review, Vol. 30, #8 (Elsevier, Amsterdam, 2010), 151.
La naturaleza del florecimiento humano
Sin duda que es así. Si bien nunca debemos minimizar la importancia de nuestros cuerpos, el ser humano es mucho más que algo físico. Los humanos han sido creados con cuerpos y almas diseñados para disfrutar de cuatro relaciones fundamentales: con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con el resto de la creación. Somos criaturas altamente integradas, con cuerpos, almas y relaciones. En este sentido, el florecimiento humano consiste en que nuestros cuerpos y almas experimentan las cuatro relaciones fundamentales en la forma en que Dios las diseñó para ser experimentadas.[11]
Ser criaturas con cuerpo, alma y relaciones tiene muchas implicaciones que van más allá de este artículo. Sin embargo, es importante destacar aquí que el diseño de los humanos, con cuerpo, alma y relaciones, nos hace perfectamente adecuados para la tarea que Dios le ha encomendado a la humanidad: servir como reyes-sacerdotes que extienden el reino y la adoración de él desde el Huerto del Edén a toda la tierra. Aunque la caída minó la capacidad de la humanidad para cumplir este llamado, los cristianos son restaurados como reyes-sacerdotes, dando un significado tremendo a nuestro trabajo diario, tanto en esta era como en la venidera (1P 2:9, Ap 5:10).[12]
Convertirse en clavijas cuadradas en agujeros redondos
Desafortunadamente, debido a la caída, hay fuerzas tanto internas como externas que buscan reconfigurarnos en algo diferente a lo que fuimos creados para ser. Como clavijas cuadradas en agujeros redondos, no encajamos. Entonces, nuestras personalidades con cuerpo, alma y relaciones gritan de dolor ante este proceso deformante que contribuye a los problemas de salud física y mental mencionados anteriormente.
¿Como funciona esto? Los seres humanos nos transformamos en la imagen de lo que adoramos, en la imagen de aquello que impulsa nuestra vida diaria.[13] Los teólogos y filósofos describen el mecanismo por el cual esta transformación ocurre de la siguiente manera:[14]
- El dios que adora una comunidad produce un relato formador, una historia general sobre la naturaleza de la buena vida y cómo se puede lograr esta buena vida.
- A medida que los miembros de la comunidad viven en esta historia, se involucran en prácticas formativas que son consistentes con el relato formador de la comunidad.
- Al igual que un atleta que se entrena para una competencia, el ejercicio repetido de estas prácticas de un individuo formadas por la historia cambia su personalidad individual, de modo que se convierte cada vez más en el tipo de persona que está mejor capacitada para ayudar a la comunidad a lograr sus objetivos.
- Con el tiempo, estas prácticas se incorporan a las instituciones y políticas de la comunidad, lo que refuerza el relato formador de la comunidad, las prácticas formadoras y las personalidades individuales a lo largo del tiempo (Figura 3).[15]
Somos transformados a la imagen de lo que adoramos; así que adorar dioses falsos es profundamente deformante.
Figura 3
El proceso de formar individuos y culturas
Adaptado de Brian Fikkert & Michael Rhodes, ‘Homo Economicus vs. Homo Imago Dei’, Journal of Markets & Morality, Vol. 20, #1, 106.
El dios de la economía global
Si bien el intercambio económico forma parte de la bondad de la creación de Dios, la economía mundial actual refleja la idolatría en el corazón de la economía occidental dominante. A pesar de sus pretensiones de neutralidad moral, la cosmovisión subyacente de la economía occidental promueve el culto a homo economicus, la criatura autónoma, egoísta y materialista que los economistas usan para describir a los seres humanos en sus modelos. Los economistas dan por sentado que los seres humanos son realmente como homo economicus, y que el objetivo de la economía mundial es hacer feliz a homo economicus, sirviendo a sus objetivos individualistas, egocéntricos y materialistas.
Con el tiempo, el relato formador de servir a homo economicus se arraiga en las instituciones y políticas de la economía mundial, y se integra en los sistemas comerciales y financieros mundiales, las empresas multinacionales, las políticas económicas nacionales y los medios de comunicación. Como resultado, la vida diaria de la persona promedio a menudo se reduce a correr sobre una trotadora de consumir-ganar-consumir-ganar, en una búsqueda interminable de una mayor prosperidad material.[16]
En el proceso, el rey-sacerdote se transforma cada vez más en homo economicus, y todo su ser grita de dolor ante la insoportable deformación:[17]
Una evidencia considerable sugiere que el dramático crecimiento económico de Estados Unidos durante la era posterior a la Segunda Guerra Mundial ha sido acompañado por aumentos sustanciales en el individualismo y el materialismo, lo cual, según la investigación, ha resultado ser sumamente destructivo, produciendo una menor felicidad autoinformada, relaciones interpersonales más pobres, mayores niveles de ansiedad y depresión, mayor comportamiento antisocial y menor salud.[18] El futuro se ve aún más sombrío cuando miramos a la generación millennial emergente, una cohorte de edad que los investigadores consideran mucho más materialista, egocéntrica y deprimida que las generaciones anteriores.[19]
Además, existe evidencia de que el proceso de globalización está extendiendo esta deformación al resto del mundo, incluso mientras la expansión de los mercados saca a las personas de la pobreza material.[20]
El empoderamiento económico arraigado en la adoración de homo economicus libera a las personas de la esclavitud de la pobreza material solo para volver a esclavizarlas con las cadenas del materialismo individualista y egocéntrico.
La necesidad del discipulado económico y de la misión integral
La buena noticia es que el reino de Dios incluye una economía en la que gobierna el Rey Jesús, no homo economicus. Desafortunadamente, como resultado de la división entre lo sagrado y lo secular de la iglesia,[21] el pueblo de Dios no ha sido moldeado por los relatos, las prácticas y las instituciones del reino de Cristo. Como resultado, con demasiada frecuencia adoramos a Dios los domingos por la mañana, pero luego, de lunes a sábado, pasamos a la única historia que conocemos: los relatos, las prácticas y las instituciones de homo economicus.[22]
Lo que la iglesia necesita es un discipulado económico que equipe al pueblo de Dios para vivir fielmente en la economía del Rey Jesús en medio de la economía globalizada. Necesita que se le enseñe a ofrecer su trabajo y riqueza como un acto de adoración a Dios en cada momento de cada día.[23]
La iglesia también necesita modelos de misión integral que capaciten a las personas pobres para ser reyes-sacerdotes en lugar de adoradores de homo economicus. Esto requiere que nuestros ministerios de alivio de la pobreza narren y pongan en práctica constantemente la verdad de que solo Jesucristo está haciendo todas las cosas nuevas (Ap 21:5). Es él quien proporciona los mosquiteros, los préstamos microfinancieros y los milagros; y es solo él quien debe ser adorado en cada aspecto de nuestra vida.
Diseñar tales ministerios presenta un tremendo desafío para muchas organizaciones cristianas, cuyas fuentes de financiamiento actuales requieren que las palabras de Jesús sean separadas de sus obras. Dos nuevos recursos que pueden ayudarnos a perseguir fielmente una misión integral son:
- Brian Fikkert y Kelly M. Kapic, Becoming Whole: Why the Opposite of Poverty isn’t the American Dream (Chicago, IL: Moody Publishers, 2019)
- Brian Fikkert y Kelly M. Kapic, A Field Guide to Becoming Whole: Principles for Poverty Alleviation Ministries (Chicago, IL: Moody Publishers, 2019)
El empoderamiento económico puede ser esclavizante. Todos necesitamos al Rey Jesús y su economía para liberarnos.
Notas
- As quoted in Brian Fikkert and Russell Mask, From Dependence to Dignity: How to Alleviate Poverty Through Church-Centered Microfinance (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2015), 15.
- Ver El Compromiso de Ciudad del Cabo, Sección 1, artículo 10.
- Brian Fikkert & Michael Rhodes, ‘Homo Economicus vs. Homo Imago Dei’, Journal of Markets & Morality, Vol. 20, #1, 101.
- See United Nations, The Millenium Development Goals Report 2015 (New York, NY: United Nations, 2015).
- See United Nations, Sustainable Development Goals (New York, NY: United Nations, 2016).
- Editor’s Note: See article by Mats Tunehag, entitled, ‘Creating and Sharing Wealth’, in May 2019 issue of Lausanne Global Analysis https://lausanne.org/es/contenido/aml/2019-05-es/crear-y-compartir-riqueza.
- Carol Graham, Happiness Around the World: The Paradox of Happy Peasants and Miserable Millionaires (New York, NY: Oxford University Press, 2009).
- Richard A. Easterlin, ‘Paradox Lost?’ IZA discussion paper series no. 9676 (January 2016), 5.
- Graham; See also William Tov and Evelyn W.M. Au, ‘Comparing Well-Being Across Nations: Conceptual and Empirical Issues’, chapter 35 in The Oxford Handbook of Happiness, ed. Susan A. David, Ilona Boniwell, and Amanda Conley Ayers (Oxford, UK: Oxford University Press, 2013), 448-464; Bruno S. Frey, Happiness: A Revolution in Economics (Cambridge, MA: MIT Press, 2010);
- Jean M. Twenge, Brittany Gentile, C. Nathan DeWall, Debbie Ma, Katharine Lacefield, David R. Schurtz, ‘Birth Cohort Increases in Psychopathology among Young Americans, 1938-2007: A Cross-Temporal Meta-Analysis of the MMPI’, Clinical Psychology Review, Vol. 30, #8 (Elsevier, Amsterdam, 2010), 151.
- Brian Fikkert and Kelly M. Kapic, Becoming Whole: Why the Opposite of Poverty Isn’t the American Dream (Chicago, Moody Publishers, 2019), 50.
- Ibid; G. K. Beale and Mitchell Kim, God Dwells Among Us: Expanding Eden to the Ends of the Earth (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2014). This profoundly important topic was explored further at the Lausanne Global Workplace Forum in Manila from June 25-29, 2019.
- Fikkert and Kapic, 52-5; James K.A. Smith, You Are What You Love: The Spiritual Power of Habit (Grand Rapids, MI: Brazos Press, 2016), 8.
- While the language used here makes this process sound very natural, in reality there are supernatural forces at work as well. See Fikkert and Kapic, 187-9.
- MacIntyre, After Virtue, 151; James K.A. Smith, Imagining the Kingdom (Cultural Liturgies): How Worship Works (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2013), 51.
- Fikkert and Kapic, 89; Fikkert and Rhodes, 106.
- Fikkert and Kapic, 85.
- Fikkert and Rhodes, 114–5.
- Jean M. Twenge, Generation Me: Why Today’s Young Americans Are More Confident, Assertive, Entitled—and More Miserable Than Ever Before (New York, NY: Simon and Schuster, 2007).
- See endnote 9.
- El Compromiso de Ciudad del Cabo, Parte IIA.3.
- Nota del editor: Ver el artículo de Mats Tunehag, “Negocios como Misión” en el número de noviembre de 2013 del Análisis Mundial de Lausana https://lausanne.org/es/contenido/aml/2013-11-es/negocios-como-mision-business-as-mission-bam
- A resource that can help in this regard is Michael Rhodes and Robby Holt, Practicing the King’s Economy: Honoring Jesus in How We Work, Earn, Spend, Save, and Give (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2018).