Global Analysis

Heridas sin Cicatrizar: La crisis rebrota en Sudán del Sur

Una reflexión sobre la ayuda para el procesamiento de traumas y la resolución de conflictos

Paul Park Mar 2014

La nueva ola de violencia que comenzó el 15 de diciembre en Sudán del Sur ha llevado a muchos a temer que la nación más nueva del mundo podría estar al borde de la guerra civil y el colapso estatal. El origen de los problemas se remonta a la decisión del Presidente Salva Kiir de disolver su gobierno el pasado mes de julio, incluido su vicepresidente y viejo rival político Riek Machar. Estos dos hombres representan respectivamente a los dinka y nuer, los dos grupos étnicos mayoritarios de Sudán del Sur y la lucha ha adquirido tintes interétnicos rápidamente. La comunidad internacional ha fijado su atención sobre todo en la crisis política tras solo dos años y medio de una independencia lograda con un gran coste.

Heridas sin cicatrizar

Sin duda alguna se debe pedir cuentas a los actores principales del conflicto para que ejerzan su liderazgo responsablemente. Por otra parte centrarse solo en las personalidades políticas implica dejar de lado un problema más amplio, persistente y pernicioso.

Están tratando de gestionar un país con una población traumatizada cuyas heridas emocionales no han cicatrizado tras generaciones de guerra y opresión. Se calcula que más de 6.5 millones de personas han sido directamente traumatizadas, con más de 2 millones de muertos, más de 4 millones de desplazados y más de medio millón de refugiados. Y las cifras siguen creciendo. Dejar sin tratar el trauma resultante de esas experiencias es dejar la puerta abierta a una repetición perpetua de este ciclo de violencia, que es justo lo que ha caracterizado la dolorosa historia de la región.

Hace tan solo 14 meses y bajo el lema ‘Esperanza para una nueva nación’ se celebró en Juba un festival evangelístico de dos días al que asistió el entonces vicepresidente Machar junto con casi 100,000 de sus conciudadanos de todas las etnias. Franklin Graham dio un conmovedor sermón a la multitud entusiasmada que parecía arrastrada por la euforia del momento. Poco más de un año después las milicias armadas fieles a Machar, incluidos muchos desertores del ejército, están luchando por el control de los estados productores de petróleo. Es bastante probable que algunos participantes de aquel festival se encuentren ahora en bandos opuestos.

Impacto del trauma

El buen gobierno, el desarrollo económico, la educación, los derechos humanos y el crecimiento de la iglesia son áreas de vital importancia en las que invertir para el futuro de Sudán del Sur, pero el avance en todos esos frentes puede verse arruinado por las acciones de gente traumatizada, especialmente ante un vacío de seguridad y de imperio de la ley como es el caso en una nación tan frágil como Sudán del Sur:

  • El trauma puede manifestarse como el niño irritable que de pronto se desmanda y arrasa la construcción de Lego que ha costado a sus vecinitos innumerables horas de dedicado esfuerzo.
  • En este proceso se siguen creando nuevas heridas una y otra vez.
  • Cuando no se procesa el trauma y las emociones concomitantes, la rabia y el rencor acumulados pueden acabar convirtiendo a los traumatizados en perpetradores de violencia con el consiguiente desmoronamiento de comunidades enteras.

La narrativa que se halle para ayudar a procesar el dolor tiene enormes consecuencias. A lo largo de mi infancia se me recordaba a menudo la brutal ocupación de Corea por los japoneses. Colonizar a otro pueblo es una perversidad que pone de manifiesto algunos aspectos de lo peor que hay en la humanidad. Esos mensajes en la infancia llegan a conformar el sentido de identidad en la juventud: ‘con’ unos y ‘contra’ otros. Al ir madurando he llegado a darme cuenta de cuán sutil es la frontera entre el justo recuerdo de un pasado trágico, para curar y asegurarse de que no vuelva a ocurrir, y el vivir sintiéndose perpetuamente ofendido.

En la actualidad los jóvenes nuer, conocidos como el ‘Ejército Blanco’, están causando estragos en el Alto Nilo, Jonglei y otras áreas de conflicto con la treta de estar defendiendo a su ‘tribu’. Entre tanto los civiles nuer han huído a recintos de la ONU o a países vecinos por miedo a ser blanco de violencia. Cada uno de los grupos étnicos se va convirtiendo a la vez en víctima y verdugo.

Ayuda para procesar el trauma

En Sudán del Sur todos los programas de First Fruit, Inc., la fundación en la que sirvo como Director Ejecutivo, utilizan la ‘lente del trauma’ para evitar que nuestros esfuerzos sean inútiles. Procuramos que nuestras entidades colaboradoras entiendan la importancia e integren en sus actividades el procesamiento de traumas, la resolución de conflictos, la construcción de la paz y la reconstrucción de la nación, a la vez que proveemos agua potable, discipulado, desarrollo agrícola, establecimiento de iglesias, etc.

Nuestras entidades colaboradoras abren un espacio en el que se permite que la gente local pueda ‘airarse’ (Efesios 4:26a) por las terribles maldades que se han cometido contra ellos; pero también, con sensibilidad y paciencia, les ayudan a ‘no pecar’ en amargura, clamor y calumnias (Efesios 4:26,31) y a encontrarse con y aferrarse a la narrativa cristiana de que todos los seres humanos son portadores de la imagen de Dios y la iglesia, formada por gente perdonada y perdonadora, es la esperanza para el mundo.

Iglesias locales y otros organismos de fe han jugado un activo y valiente papel en la pacificación. Hemos visto colaboraciones entre iglesias que han mediado resoluciones pacíficas de crecientes conflictos entre comunidades en puntos álgidos como los estados de Jonglei y Unity. A pesar de todas sus imperfecciones, la Iglesia de Sudán del Sur es probablemente a nivel local una institución más viable y respetada que el gobierno. En todo caso el avance sigue siendo desigual y con los recientes informes de violencia sin sentido la situación es a menudo descorazonadora.

Como las carreteras de Sudán del Sur, el camino de curación seguirá pareciendo a veces lleno de baches y peligroso, pero estamos decididos a seguir en este largo camino con nuestros hermanos de allí con fe en que el destino final será una nación floreciente.